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Haku's Moving Castle por Bo_Pendragon

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Víctima de las circunstancias

Suave, húmeda. Así es como se imagina la boca de Haku. Y otras partes que no son la boca. La respiración agitada de Howl se mezcla con el sonido de los muchos artefactos mágicos que hay en su habitación. Tan sólo le tapa una sábana, pero está sudando. Su mano se  mueve debajo, frenética, imaginando una caricia o un beso. ¿Cómo se sentirá besar su cuello? ¿Acariciar sus piernas? Son preguntas a las que su cerebro simula respuestas. Casi puede sentirlas. Las siente. El mago ahoga un gemido. Su cuerpo se tensa, se contrae y luego, calma.

Es la primera vez que se masturba pensando en Haku. Se pregunta a sí mismo cómo no lo había hecho antes, pero sabe la respuesta: culpabilidad. El saber que esa atracción por Haku no es “cosa suya” sino algo que el chico le produce irremediablemente por su naturaleza divina, es la justificación perfecta para ese comportamiento. Casi le hace sentir como que no es un monstruo. “Soy una víctima de las circunstancias”, se dice.

Si pensaba que aliviándose a sí mismo la cosa se relajaría, estaba totalmente equivocado. Cuanto más se sumerge en esas fantasías, más se obsesiona con ellas. Cuanto más se imagina que besa esos labios, más le cuesta no mirarlos. Para colmo el chico parece obcecado en tener contacto físico con él. Si está a su lado, le roza con el codo. Si puede, hace que sus pies se toquen debajo de la mesa. Howl evita pasar más tiempo a solas con él del imprescindible por las clases. Evita sus miradas y sus peticiones de “ver atardecer juntos en el prado”. Se comporta y se contiene. Pero sabe que un día no podrá hacerlo. Sabe que un día se abalanzará sobre Haku y entonces será hombre muerto.

 

Rumores                     

Los rumores empiezan de pronto y al principio Howl no les presta atención. No es la primera vez que se habla de conflictos con el país vecino y de una inminente guerra, así que piensa que esta vez será una falsa alarma, como todas las anteriores. Pero no es así.

Sucede en Porthaven, donde Howl está de visita para comprar unas cosas. Por una vez no ha enviado a Haku, ya que el chico tenía tarea. Es mediodía y hace buen tiempo. La gente va de un lado para otro, risueña. Hay niños que juegan en las plazas, cerca de sus abuelos. Hay parejas cortejándose, mercaderes que han viajado hasta allí para vender sus productos.

Pero el bullicio se ve interrumpido por un zumbido que corta el aire y hace que todo el mundo deje lo que está haciendo para escuchar. Los más pequeños levantan la vista al cielo, curiosos. Incluso algunos adultos lo hacen. Los ancianos se levantan a toda prisa en dirección a sus nietos. Los perros lloran. De pronto, un ruido ensordecedor y una luz cegadora. Luego gritos.

Howl abre los ojos. Ha caído al suelo de lado y lo primero que ve es el rostro ensangrentado de una mujer a un palmo del suyo. Su expresión es de terror, pero no se mueve. Howl se da cuenta de que no respira. Está inmerso en una pompa de irrealidad. Siente como si estuviera soñando. Mira a su alrededor y la plaza en la que está se ha convertido en fuego y escombros. Se da cuenta de que le duele mucho una pierna. Toca su pantalón rajado y se le mancha la mano de sangre. Sólo entonces reacciona y su grito se mezcla con los demás. El zumbido vuelve a escucharse y corre a esconderse en un portal. En el camino recoge a un niño diminuto y pelirrojo que está paralizado en medio de la plaza tapándose los oídos. Se refugian justo cuando tiene lugar el segundo impacto. Tras el estruendo, se quedan ahí unos minutos más. El niño sigue tapándose los oídos y Howl intenta cubrir su pequeño cuerpo con los brazos. Pasado un tiempo prudencial, toma al niño en brazos y sale fuera.

—Tápate los ojos —le dice.

El caos más terrible se extiende ante sus ojos. Intenta por todos los medios buscar a la familia del niño, pero no la encuentra. Termina dejándole con una mujer que parece estar juntando a todos los niños que han sobrevivido. Su cabecita pelirroja destaca de entre los demás.

Howl ignora sus propias heridas y se dedica a ayudar durante un rato, pero cada vez tiene más y más miedo. Termina transformándose delante de todo el mundo, tras lo cual sale volando de camino al Castillo. Está mareado. Tiembla. El trayecto se le hace eterno. La mente le va a mil por hora y no precisamente con asuntos agradables. Repite una y otra vez lo sucedido. Vuelve a revivir las imágenes con nitidez. Siente el estómago revuelto y ganas de llorar.

Cuanto entra por la puerta, aún medio convertido en pájaro, casi extingue a Cálcifer con el movimiento de sus alas.

—¿Dónde está Haku? —pregunta al pequeño demonio, quien no tiene tiempo de rechistar ni quejarse, pues enmudece por completo al ver el rostro desencajado del mago y sus manos cubiertas de sangre.

—En el estudio. ¿Qué ha pasado?

Pero Howl no le contesta. Gira la ruleta con manos temblorosas y sale tan rápido como ha entrado.

 

A salvo

Nada más salir al prado grita su nombre y echa a correr hacia la casita, cojeando. Haku no tarda en asomar la cabeza por una ventana y cuando le ve, Howl se desploma. Como si las piernas hubieran dejado de responderle. Y cuando intenta incorporarse vuelve a caer al suelo de rodillas. Haku llega enseguida y se arrodilla a su lado.

—Maestro Howl, ¿qué…?

Pero no le da tiempo preguntar. Howl le rodea con los brazos, le abraza tan fuerte que parece querer fusionarse con él. “Estás bien…” murmura. “Estás bien…” Haku se da cuenta de que está llorando. Howl palpa todo su cuerpo, como si quisiera asegurarse de que está entero. El chico ve que tiene las manos llenas de sangre seca. “Estás bien...” Finalmente el mago toma su rostro con las manos y le mira. Tiene la cara sucia de polvo y sangre y está a medio transformar, por lo que su pelo es oscuro y le salen plumas negras de la cara y de los brazos. Se abalanza sobre el chico y empieza a besarle. Los labios, el cuello. Las lágrimas siguen saliendo de sus ojos. Haku le devuelve el beso sin saber muy bien qué está pasando, con una llama encendida en el pecho y mil millones de preguntas. Entierra sus manos en el pelo del mago, le acaricia de un modo que es al mismo tiempo apasionado y reconfortante. Howl poco a poco se va calmando y el beso se vuelve más profundo y lento. Cuando paran, aún se quedan abrazados en silencio un rato más.

—Maestro Howl, ¿qué ha pasado?

—Ha habido un bombardeo en Porthaven. Ayúdame a llegar hasta el lago.

El chico le ayuda a levantarse. Le duele mucho la pierna, pero con su ayuda consiguen llegar a la orilla. Howl tira del corte en su pantalón, deshaciéndose de un buen pedazo de tela y dejando al descubierto una herida bastante fea. Haku se queda pálido al verla.

—Tráeme el botiquín de la casita, por favor —mientras el chico echa a correr, Howl se mira las manos. Aún le tiemblan. Se las enjuaga con ímpetu en el lago hasta que se deshace de toda la sangre seca y el polvo. Luego se echa agua en la herida para limpiarla. Haku vuelve, le ayuda a desinfectar y le asiste mientras Howl se cose la herida. También le limpia un par de cortes en la cara de los que el mago no se había percatado. Poco a poco va viendo que le duelen más partes además de la pierna, aunque está seguro de que no se ha roto nada. Haku está sentado a su lado y le mira fijamente. De pronto se le hace muy evidente que se han besado y sus mejillas se vuelven rosadas.

—Vamos dentro, Haku. Necesito descansar.

*

—¿Se puede saber qué demonios ha pasado, Howl? —Cálcifer les recibe histérico— Has entrado como una bala en busca del chico, todo manchado de sangre…

—Ha habido un bombardeo en Porthaven.

—¿Qué? ¿Significa eso que estamos en guerra?

—Me temo que sí. Por suerte no he sufrido heridas graves, pero necesitaré descansar. Cálcifer, prepárame un baño.

—¿Así sin más? Me merezco que me cuentes al menos algo. ¿Ha habido muertos?

Una sombra se cierne sobre el rostro de Howl. No responde. Directamente sube escaleras arriba, dejando solos a Cálcifer y Haku.

—Sí ha habido muertos—dice este último—. Y el maestro ha tenido mucha suerte de no ser uno de ellos.

Se escucha la voz de Howl llamando a su pupilo y el chico sale disparado.

*

Es la primera vez que está en la habitación de Howl. Es grande y está abarrotada de cosas hasta el punto de resultar mareante. No sabe a dónde mirar; en todas partes hay algún objeto extraño que se mueve o hace ruido. Su maestro está sentado en la cama.

—¿Te gusta? —pregunta. El chico asiente— Perfecto. Ponte cómodo, voy a darme un baño. Hablaremos cuando termine.

Haku asiente. Cuando Howl desaparece tras la puerta del baño, el chico ocupa su lugar sentándose en el borde de la cama. Jamás lo admitiría, pero está un poco nervioso; asustado porque su maestro ha estado a punto de morir, pero al mismo tiempo emocionado porque le ha besado. Cuando piensa en ello siente un agradable calor por todo el cuerpo.

*

Howl se sumerge en la bañera. Ha echado poción para acelerar la curación de sus heridas y mientras su piel la va absorbiendo, se lava todo el cuerpo. Suspira profundamente. Ese ha sido el día más terrorífico de su vida hasta ahora. Y, sin embargo, sólo puede pensar en que Haku le espera en su habitación. Está decidido: no va a seguir huyendo del chico y no va a seguir huyendo de sus propios sentimientos. Si están en guerra, Yubaba es el menor de sus problemas. Y ahora que sabe que el chico también le desea, no se perdonaría a sí mismo morir sin haberle amado. Y sin haberse dejado amar por él. Cuando sale del baño, el chico está examinando las estanterías. Se gira al oír la puerta e intenta excusarse, pero Howl le dice que no tiene por qué hacerlo. Camina hasta donde está el chico. Tenemos que hablar.

—Haku, no me andaré con rodeos. Lo que hicimos antes está mal. Soy mucho mayor que tú, y soy tu tutor.

El chico parece ponerse un poco a la defensiva.

—¿Qué tiene eso de malo?

—Simplemente son las normas de este mundo. No importa. Si quieres hacer esas cosas conmigo está bien, pero no puede saberlo nadie. Ni siquiera Cálcifer. ¿Lo entiendes?

El chico asiente. Howl sabe que no dirá nada, pero tampoco parece entenderlo muy bien del todo. Así se lo confirma el mismo. ¿Qué es exactamente todo esto? No lo había sentido nunca en mi mundo. Howl se pone colorado.

—Verás, es normal que las personas se atraigan. Se le llama amor, deseo… depende un poco, pero es un sentimiento que hace que dos personas quieran estar juntas.

—¿Usted también siente eso por mí?

Howl enmudece. También.

—Sí.

Se miran unos instantes. Están muy cerca.

—¿Podemos besarnos ahora?

Howl siente que se le derrite el corazón al oír esas palabras. Sí. Sí. Sí. El chico parece leer la respuesta en sus ojos y se separa lo suficiente del suelo, levitando, para que sus rostros queden a la misma altura. El mago rodea su cuerpo con los brazos y le atrae hacia sí. Se miran a los ojos unos instantes y luego sus labios se encuentran. Esta vez el beso no es desesperado. Los dos se toman su tiempo y lo disfrutan. Sus lenguas juegan, se exploran mutuamente. Howl ha soñado mucho con aquello; Haku no sabía que podría resultar tan placentero. Le gusta la manera en que se mueve su maestro y poco a poco el calor se va apoderando de él. Howl parece saber qué cosas hacer para hacerle sentir así: le muerde el cuello, le acaricia por debajo de la ropa. Él no tiene mucha idea y por tanto se deja hacer. Instintivamente, enrosca las piernas alrededor de Howl y éste le lleva hacia la cama. Allí, Haku deja de levitar y su cuerpo adquiere peso de nuevo. Así se amolda mejor al de su maestro. El mago tiene la cara muy roja y los ojos vidriosos. Parece estar conteniéndose.

*

Efectivamente, Howl se está conteniendo. El chico parece frágil y etéreo, pero entre sus brazos se da cuenta de que no lo es. Se aferra a él con fuerza, le besa con fuerza. Prueba a morderle el cuello en lugar de besarlo y el chico suelta un tímido gemido. Howl siente un latigazo de placer que recorre todo su cuerpo. El pantalón le aprieta muchísimo. Despega una mano de Haku para desabrocharlo y entonces piensa “¿Hasta dónde estoy dispuesto a llegar?”

—Haku, si en algún momento quieres parar, dímelo. ¿De acuerdo? —el chico asiente. Tiene las mejillas sonrosadas. Howl termina de desabrochar su pantalón y procede a desvestir al chico. Pero no sabía que la ropa de Haku tuviera tantas capas y se acaba desesperando, por lo que el muchacho termina de desvestirse él mismo. No es la primera vez que le ve completamente desnudo, pero siente como si lo fuera. Se aferra a su torso y lo besa apasionadamente, yendo cada vez más abajo. Cuando llega al miembro de Haku, le lame primero la punta. La reacción del chico es inmediata: se tensa y su respiración se acelera. Luego se lo introduce entero en la boca y el chico le sujeta la cabeza como por instinto. Howl le mira. Tiene la boca entreabierta y los ojos vidriosos. Parece fascinado con lo que está sintiendo y eso hace que el mago no pueda más. Al mismo tiempo que empieza a moverse sobre el chico, con la otra mano comienza a tocarse él. Su lengua recorre cada centímetro mientras su cabeza sube y baja, con las manos de Haku enterradas en su pelo. Howl podría correrse con sólo pensar en lo que está haciendo, pero no es hasta que nota las contracciones del miembro de Haku dentro de su boca, que consigue alcanzar el orgasmo, como si se hubiera estado reservando para terminar los dos al mismo tiempo. Los gemidos del muchacho se mezclan con los suyos y con los ruiditos de los objetos de las estanterías. Todo vibra por un instante y luego, se detiene.

—Ha sido increíble —oye decir al chico. Le mira, por su expresión parece que acaba de descubrir algo fascinante. Es así realmente. Su semilla le chorrea por la comisura de los labios. Hace que desaparezca mágicamente con un gesto de la mano y luego hace lo mismo con la suya propia. Se recuesta al lado de Haku.

—Sí, ha sido increíble.

Notas finales:

Gracias por leer! Nos vemos en el próximo capítulo :)


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