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Haku's Moving Castle por Bo_Pendragon

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Insomnio

Howl no es capaz de dormir esa noche. Le encantaría decir que es por la emoción de haber tenido sexo con Haku, pero no es así. No puede dejar de pensar en esa plaza reducida a escombros, en los gritos y en la sangre. Tiene miedo de la guerra, esa que pensó que nunca llegaría. Está hecho un ovillo en la cama y su cuerpo se sacude repentinamente en fuertes escalofríos. Tiene fiebre y le duele todo el cuerpo, aunque las heridas han mejorado bastante gracias al baño de hierbas. El único motivo por el que no está llorando en ese momento es que aún puede sentir el sabor de Haku en sus labios.

De pronto, un resplandor en su habitación hace que se sobresalte y caiga de la cama. Se queda en el suelo, tapándose las orejas con las manos, temblando. Pero el resplandor desaparece paulatinamente y Howl se levanta para descubrir un pergamino enrollado encima de su cama, justo donde estaba él segundos antes. Aún con el corazón en un puño, toma el pergamino y observa el hilo violeta que lo mantiene atado y el sello de cera sobre éste. Yubaba.

El mensaje es corto y claro: “Ven con Haku en cuanto leas esto.” Howl suspira y se tapa la cara con las manos. Hay dos posibles razones por los que la bruja les reclama justo esa noche: o se ha enterado de que están en guerra, o de lo que Haku y él han hecho apenas unas horas antes. No sabe cuál de las dos es más terrorífica y de verdad que no se encuentra bien, pero no le queda más remedio. Mientras baja las escaleras con paso cansado para ir a despertar a Haku, se maldice a sí mismo. “Si el resplandor en la habitación hubiera sido una bomba, no habría reaccionado a tiempo para protegerle”.

 

Reunión

Transformarse en su estado es más doloroso que de costumbre, y justo cuando parece que el aire frío de la noche le está calmando un poco, llegan y tiene que transformarse de nuevo. Sin hacer ni una mueca de dolor, por supuesto, ya que Yubaba le mira fijamente. La mujer les esperaba en su enorme terraza y les invita a pasar. Toman asiento.

—Supongo que sabes por qué os he hecho venir. Necesito que me informes de la situación en tu mundo. ¿Y por qué estás así?

—Porque estaba en la ciudad donde tiraron las bombas.

El semblante de la bruja palidece y mira instintivamente a Haku, pero éste está intacto.

—Una de mis puertas conduce a esa ciudad —aclara el mago—. Yo estaba allí; Haku no. El Castillo está muy lejos de esa zona.

Yubaba está muy seria. Se dirige al chico.

—Supongo que entiendes que no puedes quedarte en un mundo en guerra, ¿no?

Haku se tensa en su asiento. Howl le mira. Al igual que la vez anterior, allí parece más joven.

—Pero el Castillo es segur…

—La guerra no afecta a todo mi mundo, Yubaba. Sólo a mi país y al país vecino.

La bruja se recuesta en su asiento.

—¿Tienes manera de mover el Castillo a una zona que no esté en guerra?

Howl asiente, pálido y con la frente brillante por el sudor, pero guardando la compostura y bien erguido, con una mirada solemne.

...

La reunión ha terminado y Haku espera fuera mientras Howl y su maestra terminan de hablar.

—Te prometo que al chico no le pasará nada.

—Ya sabes lo que pasará si esa promesa no se cumple.

Howl hace un gesto afirmativo con la cabeza. El sello de la bruja le arde por un instante en la piel bajo la ropa y sabe que ha sido la misma Yubaba quien lo ha hecho, como aviso. No deja que se le note y no le retira la mirada. La mujer le acompaña fuera para despedirse. Haku ha decidido ir volando hasta la puerta sin transformarse para demostrar a su maestra que está progresando, pero Howl se transforma ya que fue Yubaba quien le enseñó a hacerlo y es su manera de rendirle tributo. De nuevo nota como cada pluma se abre camino a través de su carne y la sensación resulta extremadamente desagradable debido a la fiebre y las lesiones del día anterior. Pero no es hasta que están en el Castillo que Howl deja de aparentar. Nada más llegar se deja caer en el sillón al lado de Cálcifer.

—Maestro Howl, ¿se encuentra bien? No tiene buen aspecto.

El mago quita importancia al asunto con un gesto de la mano, pero realmente tiene mala cara.

—Sólo necesito descansar.

—Estás en la mierda, Howl —dice Cálcifer—. Deberías acostarte. Chico, acompáñale a su habitación y ponle un paño húmedo en la cabeza.

—No quiero un paño húmedo, Cálcifer. Tengo frío.

—¿Frío?

—Tiene fiebre —aclara Cálcifer—. Haz lo que te he dicho, Haku. En un rato te lo agradecerá.

 

Cuídame

—¿Cómo puede tener frío, maestro Howl? Es casi verano.

—Porque estoy enfermo, la temperatura del cuerpo sube y por tanto parece que el ambiente a tu alrededor está más frío. ¿Los espíritus no os enfermáis?

—Creo que no de la misma manera. Aunque yo nunca me he enfermado.

Haku está mojando el paño. Al colocárselo en la frente, Howl pone expresión de desagrado. Es verdad que tiene la cabeza muy caliente. El mago poco a poco abre los ojos y clava su mirada en él. Sus ojos son del color del cielo y están llorosos por la fiebre. Tiene pequeños cortes en la cara y una mejilla amoratada. Al verle en ese estado, Haku reflexiona sobre la fragilidad humana y tiene un repentino impulso de proteger a su maestro. De cuidarle hasta que mejore y acompañarle siempre para que nunca le vuelvan a hacer daño. Howl parece muy cansado y supone que lo más apropiado sería dejarle dormir, pero no quiere irse.

—¿Dónde llevaremos el Castillo?

—Aún no lo sé, primero necesito recuperarme. Dame un par de días, lo decidiremos para entonces.

El joven asiente.

—Quedan pocas horas para el amanecer. Le dejaré descansar.

—Haku —el chico, que ya iba camino de la puerta, se gira—. ¿Podrías dormir aquí esta noche?

Al mago le ha aparecido un ligero rubor en las mejillas.

—Claro. Iré a ponerme el pijama —Haku sale de la habitación con una sonrisa.

Cuando regresa, el mago le ha hecho sitio en la cama. Se tumba a su lado. Quiere abrazarle, pero no sabe si es apropiado. Howl gira la cabeza para mirarle y el paño se le cae de la frente. Cuando Haku lo recoge, se da cuenta de que está tibio y casi seco.

—Se lo mojaré otra vez, ¿de acuerdo?

Howl asiente con una débil sonrisa. El chico toma el paño y lo mete en el cubo de agua, que está a los pies de la cama. Luego lo escurre y vuelve a colocárselo. Ahora sí, se acurruca dispuesto a dormir. La única luz en la habitación proviene de una lámpara de aceite; Howl la apaga con un chasquido de dedos y de pronto todo se queda oscuro. Esa noche no hay luna. Haku traga saliva, buscando con su mano la de Howl. Los dedos ardientes del mago se entrelazan con los suyos.

—Gracias por cuidar de mí.

Haku aprieta su mano. Sonríe.

—No hay de qué.

Sólo agarrado a la mano del muchacho Howl es capaz, por fin, de conciliar el sueño.

 

Un respiro

Cuando Howl abre los ojos es casi media mañana. Tarda un poco en recordar todo lo ocurrido el día (y la noche) anterior. Al estirarse descubre que se encuentra mucho mejor. Aún le duelen algunas partes del cuerpo, pero ya no tiene fiebre. Haku ha debido levantarse temprano, y el paño que le estuvo poniendo en la frente está arrugado entre las sábanas. Tiene la ropa mojada, ha debido sudar bastante. Cuando baja a la sala de estar a pedir a Cálcifer que le caliente el baño, Haku está leyendo. Hay cacharros sucios en la cocina, por lo que supone que ya ha desayunado.

—¿Cómo estás, Howl? —pregunta Cálcifer. Haku levanta los ojos del libro y le mira.

—Mucho mejor. Caliéntame un baño, por favor.

—¿Necesitará ayuda maestro Howl?

—No, tranquilo. Aunque no me quejaré si me preparas el desayuno.

A Haku se le da bastante bien cocinar y cuando baja, limpio y con mucho menos dolor ya que ha vuelto a echar pociones de curación en el baño, la sala huele de maravilla.

Los días siguientes transcurren tranquilos. Howl se recupera poco a poco mientras asiste a su aprendiz en las prácticas mágicas. Le enseña a preparar las pociones que está usando para curarse y encantamientos enfocados al mismo objetivo. Cuando le ve lo suficientemente preparado, le pide que practique con él y sus heridas se van cerrando cada vez más rápido. Al cabo de un par de “sesiones”, la herida de la pierna apenas parece un corte y le ha desaparecido el moratón de la mejilla. Howl no hace nada de magia durante esos días, pues debe recuperarse y prepararse para mover el Castillo, lo cual requerirá un gran esfuerzo. También prepara a Haku para eso y no es nada sencillo: la cantidad de energía que debe usarse es enorme, la última vez que él lo hizo perdió el conocimiento, aunque también era bastante más débil entonces. Hay que tener muchas cosas en cuenta: la ubicación en la que se quiere aparecer, que las puertas mágicas no pierdan conexión con los lugares a los que están ancladas… Sólo cambiarán una, la de la ciudad, que dará la ciudad más próxima a la nueva ubicación del Castillo… Haku toma nota de todo.

En la víspera de la “mudanza”, Howl y Haku lo dejan todo preparado y se toman la tarde libre. El chico quería ir a ver atardecer al prado, así que eso hacen. En cuanto el sol empieza a caer, salen. El sitio está especialmente bonito ese día. La primavera está terminando y cada vez hay menos flores, pero el pasto es tan verde que sigue siendo un lugar de ensueño. Podrán seguir yendo cuando quieran, ya que esa puerta no cambiará, pero aun así se siente que es un momento especial.

—Estoy contento de poder quedarme más tiempo —dice Haku de pronto. Parece algo avergonzado. Están de pie fuera de la casita, con la espalda apoyada en la pared y el sol de frente, cada vez más naranja. Howl se sonroja un poco al pensar que la última vez que estuvieron así, Haku le tomó la mano. Esta vez es él quién sujeta la suya.

—Yo también de que te quedes.

Se miran y el mago nota un ligero rubor en las mejillas del chico. Parece estar esperando algo. Le suelta la mano y se coloca delante de él, acorralándole contra la pared. Haku sonríe, le brillan los ojos. Howl no ha visto nunca nada tan hermoso.

.

Cuando Howl se coloca delante suya quedando a contraluz, los rayos de sol parecen rodearle o salir de él. Haku mira sus ojos azul claro y sonríe. Le sujeta por la cintura. El mago se inclina hacia delante y le besa. Al principio sólo juntan los labios, pero luego siente la lengua del mayor dentro de su boca y el mismo calor de la otra vez comienza a aparecer en la parte baja de su abdomen. Se le acelera el corazón. Howl empieza a acariciarle el cuerpo, a besar su cuello… parece como si me quisiera comer, piensa Haku, y ese pensamiento le enciende aún más al recordar lo que le hizo la vez anterior. Entierra las manos en su pelo y obliga al hombre a mirarle. Quiere decirle algo, pero no sabe el qué. Howl parece entender y se sienta en el suelo, haciendo que él se siente entre sus piernas. Le mira unos instantes, como si no supiera por dónde empezar, pero no tarda en colocar una mano en la entrepierna de Haku, masajeando por encima de la ropa. El chico se estremece.

—Tócame tú también, murmura el mago cogiendo una de sus manos y llevándola a su pantalón. Haku nota la dureza bajo la tela y un intenso calor le recorre el cuerpo. Imita los movimientos del hombre, a quien se le están poniendo las mejillas cada vez más rojas. Se pregunta si él se siente la cara ardiendo por el mismo motivo. Se inclina hacia delante para juntar los labios de ambos y Howl aprovecha para bajarle un poco el pantalón. Luego Haku le escucha desabrocharse el cinturón sin dejar de besarle.

Las manos de Howl son calientes y suaves. Haku siente cómo una se cierra alrededor de su miembro y comienza a moverse de arriba abajo lentamente. En seguida le inunda una sensación muy placentera y se le acelera la respiración. Mira hacia abajo y ve el miembro de Howl, que él mismo se está acariciando. Le nace la urgencia de ser él quien le toque, de hacerle sentir lo mismo que él está sintiendo. Howl no se opone, y cuando el chico le toca, se estremece.

Poco a poco sus respiraciones agitadas van llenando el ambiente. El sol está cada vez más cerca de las montañas. El placer se va haciendo más intenso y llegados a un punto, Howl coloca la mano alrededor de la mano de Haku, acelerando el ritmo de ambos. Haku siente como si algo se quisiera abrir camino desde su pecho; es su propia voz, gimiendo cuando llega al orgasmo. Nota las contracciones del miembro de Howl bajo sus dedos. En ese momento, el chico mira al horizonte y alcanza a ver los últimos rayos de sol.

Se quedan en esa posición, jadeando, recuperándose. Haku se recuesta sobre el mayor.

—Deberíamos volver al Castillo —dice el hombre al cabo de un ratito, y le besa una vez más en los labios.

 

Magia en condiciones

—Vamos a hacerlo ya —Cálcifer está impaciente—. Llevo mucho tiempo sin hacer magia en condiciones.

Lo tienen todo preparado. Lo más trabajoso ha sido dibujar un enorme símbolo rodeando el Castillo. Howl está dibujando otro en el suelo de la sala.

—Vamos. Pásame el brasero, Haku.

El chico obedece y Howl procede a introducir a Cálcifer en el brasero.

—Ponte cómodo —le dice a Haku, quien va a sentarse a uno de los sillones, bajo el cual el mago ha dibujado otro símbolo. Se agarra a los reposabrazos como por instinto. Howl se posiciona sobre el intrincado dibujo y suspira, extiende hacia delante el brazo con el que sujeta el brasero y el otro en cruz.

Entonces se produce la magia. Cálcifer y él parecen volverse uno y, al mismo tiempo, el demonio crece como una llama azul y violeta y las manos de Howl se vuelven garras de uñas negras y afiladas. Su pelo también se vuelve oscuro y le salen pequeñas plumas a los lados de la cara y en los brazos. Murmura el hechizo y Haku ve que también le han crecido los colmillos. De pronto el suelo se sacude bajo sus pies y se vuelve elástico, doblándose en todas direcciones como todo lo demás. Haku se marea y cierra los ojos. La sensación dura unos segundos más y de pronto, se detiene. El chico abre los ojos de nuevo al escuchar el estruendo del brasero cayendo al suelo. Ve a Howl apoyándose en el borde de la chimenea.

—¡Maestro Howl! —exclama levantándose a su encuentro, pero el mago sonríe.

—Esta vez no me he desmayado, eh Cálcifer.

—¿Qué? ¿Ya está? —dice Haku soprendido.

—¿Ya está? Prueba a hacerlo tú la próxima vez, mocoso. Ponme en la chimenea y dame madera, rápido.

—A mí tráeme un vaso de agua.

Haku obedece. En cuanto tiene su madera, Cálcifer se recuesta en ella y se aviva. Howl se bebe el vaso de agua sin respirar. Cuando ambos están servidos, Haku corre hacia la puerta y la abre. Le da un vuelco el corazón. Efectivamente, el Castillo ya no está en las montañas. Ante sus ojos hay un pequeño oasis y más allá, se extiende el desierto.

Notas finales:

Perdón por haber tardado tanto en actualizar ;_; como compensación os traigo un dibujo que espero que os guste, en este enlace: 

https://the-witchy-fujoshi.tumblr.com/post/645180816169828352/un-poco-cursed-ship-pero-me-encanta-incluso 

No sé de qué otra manera compartirlo, pero si no queréis escribir todo eso, el enlace al blog es este:

https://the-witchy-fujoshi.tumblr.com/

Tendréis que buscarlo, tiene el fondo naranjita. Avisio que hay mucho yaoi ahí, de muchos ships xD

Un saludo y nos leemos en el próximo. :3 

¡Gracias por leer!


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