Malfoy ya no estaba gris, quizás a veces un poco verde por las náuseas de oler mierda de dragón, después de un rato uno ya no olía nada. Y a esas alturas Harry estaba casi inmunizado pero Malfoy todos los días pasaba por varias fases.
Sorprendentemente trabajan sin pelearse, sin insultarse y sin hablarse. Pero mirarse se miraban.
Cada uno tenía su propio caldero, Harry había estado investigando los usos de esa poción y básicamente era un fertilizante para cultivar tentáculas venenosas como si no hubiera un mañana.
¿Para qué diablos necesitaban tanta poción?
A la tercera noche Harry sabía realizarla de memoria y se aburría muchísimo.
—¿Por qué lo haces?—le preguntó queriendo atajar el problema. Harry había decidido tomar valor y enfrentar a Malfoy de una vez.
—¿Porque nos obligan? A veces me pregunto si no sería mejor que te llevaran a otro tipo de escuela, Potter.
El tono ácido era tan Malfoy que casi le hacía gracia. Ese era su Malfoy, no el bonito de hermosas sonrisas en el bosque.
—Imbécil, ¿qué por qué lanzas tu encanto veela a diestra y siniestra?
A Malfoy se le cayó la renovadora dentro del caldero, Harry avanzó para evitar que el rubio metiera la mano. Lo mínimo que le podía pasar era que quedara morada para el resto de su vida, lo peor una muerte lenta y dolorosa.
—¡No me toques!—gimió dolorido Malfoy. ¿Otra vez con eso?
—No te he tocado, ¿por qué actúas así? A mí no me engañas, Malfoy.
—¡Déjame en paz!—gritó de nuevo, Malfoy parecía estar entrando en un modo histeria muy desagradable.
—He visto tus alas.—Harry tiró con todo.
Los ojos de Malfoy tenían el tamaño de la luna en ese momento, sin palabras, ja, le había dejado sin palabras.
Verlo entrar en pánico no le aportó la satisfacción que había esperado.
—No se lo voy a decir a nadie.—Se acercó Harry tratando de calmarle.
—No sé de qué hablas, haz la puñetera poción y déjame.—Malfoy se reconstruyó como un muro derruido por el efecto de la magia, pieza a pieza.
Harry pensó si debía insistir o dejarlo para otro momento, él ya le había dicho que lo sabía, que lo había visto.
Pero su naturaleza tozuda era demasiado fuerte.
—¿Por qué a mí no me hace efecto tu encanto?—preguntó mientras su poción burbujeaba, se concentró en la expresión del rubio, lo que sus palabras no decían, sus gestos sí solían hacerlo.
Un nuevo encogimiento y ninguna respuesta.
Sabía que no iba a conseguir nada más, Malfoy se había cerrado en banda.
Después de dos horas habían dejado cuatro tarros de fertilizante, algunas verdades y muchas preguntas sin contestar.
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