Harry era ya un experto en crear fertilizante de estiércol de Dragón, incluso soñaba ya con ellos. También soñaba con Malfoy, pero esos sueños parecían ser de otra índole.
Parecían haber firmado una tregua, no se insultaban, no se provocaban pero tampoco se hablaban. Y eso, durante dos horas todas las noches comenzaba a ser muy aburrido.
—¿Y las alas te salen solas, las tienes que ocultar o las invocas?—Aquella era como la décima pregunta que le hacía al rubio.
O se había lanzado un hechizo ensordecedor o estaba pasando olímpicamente de él.
—Son enormes, ¿cómo te estabilizas para volar con ellas?
Silencio.
—¿Es como volar en escoba o es diferente?
Diez kilos de silencio.
Pero Harry estaba harto, no es como si Malfoy tuviera que contarle nada, no eran amigos. Pero era absurdo hacer como si Harry no existiera.
De hecho, que le aplicara la ley del silencio le estaba tocando mucho los huevos. En seis años eso no había pasado jamás.
Y luego estaba esa otra cosa, Harry no es que tuviera una adicción por tocar a la gente, de hecho se daba cuenta que si no fuera porque Hermione le abrazaba cuando el daba la gana, cosa que ya no hacía desde que era novia-propiedad Weasley, pasaría meses sin tener contacto con nadie. Algunas palmaditas después de alguna victoria al Quidditch era todo su listado de contacto físico.
Pero con Malfoy y su fobia a que lo tocara, a que exagerara como si le doliera el contacto, Harry se había descubierto queriéndolo tocar.
No sería accidentalmente si pensaba en ellos, ¿no?
Esa noche quizás fuera mitad accidental, mitad a propósito, pero cuando fue a tomar las raíces de margaritas tocó los dedos de Malfoy que fueron a la misma vez por los ingredientes.
El gemido pequeño no podía ser inventado, no le había dado tiempo ni a darse cuenta.
—¿Te hace daño el contacto? He visto que tus amigos te tocan y no te duele.
—Potter, en serio, cállate y déjame en paz.
—No me voy a callar, y podrías contestarme alguna maldita vez. McLaggen te tocó y aunque tenías cara de desagrado no pareció "dolerte".
Malfoy le miró, llevaba días sin mirarle. Y Harry lo sintió, estando ellos solos todo el encanto veela era para él, cuando estaban en algún sitio con gente era como si el maldito encanto se dividiera en porciones y a Harry le llegaba solo una pequeña cantidad.
—¿Qué haces?—se quejó Harry—¿Por qué lo usas contra mí? Solo era una pregunta.
Hacía semanas que sintió algo de lástima por Malfoy y porque tuviera que esconder su naturaleza, pero que usara esta contra él para dominarlo no le generaba muchas simpatías.
—Contigo no funciona, ¿te provoca rechazo?
Una frase entera, ya casi se olvidaba de cómo sonaba su voz.
—Solo es molesto, como si quisieras empujarme.
—Ya.—Malfoy pareció meditarlo durante unos momentos—Solo me duele contigo.
Harry se quedó mirándole, Malfoy ya no estaba gris desde hacía unas semanas, casi desde que habían comenzado aquella detención, pero se le veía triste, muy triste después de decir aquello.
No hablaron más esa noche, cada uno se fue a su sala común, pero Harry no pudo dejar de pensar en él.