Draco salió de la enfermería solo un día después, las clases seguían su curso, y poco a poco en la escuela cada vez había menos caras enfadadas. Aunque la euforia de semanas atrás nunca volvió.
Harry no tenía que preguntar el motivo, Draco había rebajado la "dosis" de encanto veela que exudaba, lo había estado lanzado a diestro y siniestro creando un ambiente que le había dado cabida a sus planes. Tener a todos pendiente de otros temas, o a casi todos.
A Dumbledore pocas cosas se le escapaban, y Harry se indignó con él como en el año anterior, pero al parecer el director conocía mejor que Harry la mente de un Slytherin.
—No hay nada mejor que ver a un veela enamorado—le reconoció el hombre con ojos soñadores, y aunque Harry no quería pensar más en esos términos respecto a Draco, el coraconcito se le aceleró.
¿Un veela enamorado?
Draco y él no habían vuelto a hablar sobre el tema, pero habían llegado a un curioso acuerdo no hablado en el que todos los días pasaban un rato juntos. Normalmente en la biblioteca, un lugar neutral y con la dosis de veela ajustada, ya no era un picadero para estudiantes.
Seguía herido por el engaño, pero con los días y la rutina las cosas parecían ir diluyéndose. Decían que el tiempo lo curaba todo, o casi todo, Harry no estaba seguro del todo. Pero acababa mirando de soslayo a Draco más de lo que le gustaría.
Draco le había dicho que no creía que volviera a enfermar de ese modo, que era más una reacción de castigo de su veela hacia sí mismo, que a falta de otros medios le atacaba así.
Pero aunque no quisiera reconocerlo, a Harry le costaba separarse, diría que era porque Draco no decía toda la verdad sobre su salud, pero esa pequeña, y no tan pequeña parte que seguía queriéndolo, no quería dejarlo ir.
Haciendo voto de sinceridad consigo mismo, Draco no lo había enamorado. Harry se había enamorado solito, la falta de hostilidad del rubio solo había contribuido a que esa energía que gastaban en pelear fuera reconducida a otro sentimiento.
Draco estaba escribiendo con una caligrafía recta y pulcra, realmente concentrado, dejando a Harry tiempo y espacio para mirarle.
Seguía siendo ante sus ojos un ejemplo de belleza fuera de serie, sí, pero no era solo eso, había querido pensar que sí, pero no era lo único. Añoraba sus sonrisas, sus pequeñas confidencias, el roce de su piel, echaba en falta lo completo que se había sentido, sus propias ilusiones, y la sensación de no estar solo, una que nadie había sido capaz de quitarle nunca.
Una delgada línea se estaba formando en los labios de Draco, una pequeña sonrisa tan sutil que a Harry le costó darse cuenta que él mismo la estaba imitando.
El enfado se estaba yendo, y lo que quedaba le daba un poco de miedo, ¿qué iba a hacer con ese sentimiento?
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