Malfoy iba cada tres días al bosque, y cada tres días Harry se escondía bajo su capa de invisibilidad para observarle.
Eso no se lo había contando a Hermione ni a Ron, verlo quitarse la camisa, mirar de más su espalda hasta que esta se acababa de una forma estrecha dentro de sus pantalones le parecía un poquitín sucio.
Cuando las enormes alas salían, era otro de sus momentos favoritos. Era investigación de campo, ¿quién no querría ver a un veela, o amago de veela, en todo su esplendor?
Su pecho lampiño e igual de fino y hermoso se llevaba muchas de sus miradas y la sonrisa de más pura satisfacción cuando volaba.
¿Por qué no podía ser siempre así?
No, cuando le miraba a él era ladino y traicionero, altivo y arrogante.
Se descubrió deseando que Malfoy alguna vez le sonriera así, como cuando era libre.
Cada vez creía menos en que aquello fuera un hechizo, y más en que era la naturaleza del rubio.
Desde luego que si era así, era normal que no quisiera que nadie lo supiera, pero tampoco era tan listo usándolo contra los chicos de Hogwarts.
Durante los días que no iba al bosque cada vez iba languideciendo más, ahora entendía un poco de su tono grisáceo. Era como si estuviera combatiendo contra ello y el coste fuera irse apagando.
Por primera vez en su vida, en la vida en la que llevaba conociéndole, Draco Malfoy le inspiró pena.
No se soportaban, pero que tuviera que esconder algo que sin duda era, cuanto menos era triste.
Rumiaba sus ideas como la vaca el pasto, muy obvio y de muy mal humor.
Alguien hacía que Malfoy no pudiera ser lo que le diera la gana de ser, y solo podía pensar en dos personas, sus padres.
Harry había leído todo sobre las veelas y sus descendientes.
Las veelas puras no necesitaban llegar a ninguna edad para que su naturaleza se "despertara" sin embargo en sus descendientes en la que las veelas se habían unido a humanos era todo un proceso.
Siempre había algo en ellos latentes, pero desde los 13 años comenzaban los cambios más importantes hasta que llegaban a los 17 donde desplegaban todo su potencial y se consideraban adultos.
Malfoy tenía 16, igual que él, eso significaba que estaba a punto de llegar a su punto álgido y que no era capaz de controlarlo bien.
Si al menos fuera menos capullo, aunque debía reconocer que en esos últimos días estaba tan metido en sí mismo que no insultaba ni enamoraba a nadie.
Harry deseaba que fuera el de siempre, que no sintiera compasión por él, que pudieran ser los de siempre, enemigos y punto.
Harry se dio cuenta que era complicado odiar a tu enemigo cuando te compadecías un poco de él, había superado el que le resultara demasiado atractivo, ese no era suficiente motivo para no detestarlo.
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