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Beauty por Sh1m1

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El segundo castigo con Snape no fue solo para él.

Desde primer curso no había tenido ninguna detención con Malfoy, aunque este había provocado muchas de las que a él le habían caído.

Todo había sido por culpa de Ron, de Malfoy, y de él mismo, quizás.

No debería caer en tales provocaciones, lo sabía, pero parecía ser superior a él no hacer el imbécil cuando del rubio se trataba.

Había sido saliendo de las clases de pociones, Malfoy se veía especialmente grisáceo y malhumorado.

Ya no era tan bonito, se rió Harry.

Harry y Ron estaban recogiendo sus ingredientes cuando Malfoy pasó, y lo hizo, el cabrón lo hizo. A Harry ya sabían que no le afectaba, pero a Ron casi lo tira al suelo del impacto de su encanto.

La estampa lamentable de ver a su amigo suplicándole un beso a Malfoy, a Hermione fulminarlo con la mirada, a Malfoy riéndose en la cara de Ron,  fue demasiado para Harry.

Se fue hasta él empujándolo, era mucho más liviano de lo que su apariencia demostraba, o quizás fuera que Harry había ganado mucha fuerza con los años, lo cierto era que Malfoy acabó tirado en el suelo.

Algo no parecía ir bien, para ninguno de los dos, pero especialmente para Malfoy que comenzó a gemir de dolor como si no fuera más que un niño pequeño.

Slughorn comenzó a hiperventilar por la escena, sin saber cómo lidiar en aquella disputa.

Harry fue a inclinarse sobre Malfoy y este se encogió aún más sobre sí mismo, como si temiera un golpe de Harry o que su sola presencia le hiciera daño.

Solo había querido que dejara de reírse de Ron.

—No voy a hacerte nada—dijo Harry—. Deja de exagerar.

Dos Slytherin miraron a Harry como si quisieran matarlo y otro ayudó a Malfoy a levantarse, pero no hubo tiempo para nada cuando una túnica más negra que el alma de Voldemort entró haciendo enmudecer a todos.

Malfoy se encogió aún más en sí mismo cuando Snape les pidió que esa noche, después de la cena,  fueran a su despacho.

Harry ya no estaba sorprendido por la detención de Snape, ese hombre parecía excitarse restándole puntos y dándole detenciones, le sorprendió que Malfoy también fuera requerido.

Pero casi que agradeció tener algo que hacer tras la cena, Hermione no le hablaba ni a Harry ni a Ron; Ron culpaba a Harry por provocar a Malfoy, y Harry tuvo que morderse la lengua para no decirle que se hiciera mirar aquella debilidad ante cualquier veela.

En el despacho de Snape ya estaba Malfoy, gris, muy gris.

La puerta se cerró de golpe después de que Harry entrara.

—Venga aquí inmediatamente, Potter—le gruñó Snape, Harry se indignó por el tono de su profesor, llegaba 5 minutos antes y aún así parecía estar llegando en retardo.

Harry dejó de mirar a Malfoy, al menos parecía tan a disgusto como él mismo.

—Usted, va a dejar de ir atacando estudiantes de este colegio—se dirigió el hombre a Harry.

—Casi ni le toqué, es un exagerado—le retó Harry mirando a Malfoy—, profesor—añadió cuando notó los ojos más oscuros que el tizón del infierno de Snape, que parecía querer matarlo con la mirada.

Malfoy le miró con cara de pocos amigos.

—Usted, señor Malfoy, deje de provocar al señor Potter.

—Yo no he hecho nada...

Las palabras murieron en el momento en el que Snape le miró tan mal como a Harry.

—Desde hoy van a cumplir una tarea juntos.—La sonrisa ladina del hombre le provocó un nudo en el estómago, Snape no sonreía nunca, así que debía ser algo realmente malo, peligroso, letal.

—Pero...

—¡Qué te calles, Draco!—Perdió los nervios el hombre, y Harry casi se ríe, había para alguien más que Malfoy también era un grano en el culo.

El rubio se hizo más pequeño en la silla, Harry se mordió los labios para no reírse. Luego intentaría sacar el recuerdo con ayuda de Hermione, pero cayó en la cuenta de que su amiga no le hablaba.

—Van a elaborar un fertilizante de estiércol de dragón, la profesora Sprout necesita grandes cantidades.

La cara indignada de Malfoy le decía que algo no estaba llegando a comprender Harry.

No tardó mucho en entender el porqué del disgusto de su compañero cuando encontraron los ingredientes. El olor era nauseabundo.

Iban a morir, iban a morir jóvenes, jóvenes y alguno más bonito que otro.


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