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Aquellos que lo han conseguido

 

 

Valt llegó a su pequeña casa en el bosque, aquella donde vivió sus primeras dos décadas con el anciano.

 

Miró al cielo nocturno donde no había rastros de la luna en ningún lado y suspiro resignado.

 

—Me quedaré aquí entonces —susurró pensativo, escucho unos pasos detrás suyo y rápidamente colocó la capucha en su sitio, ocultando todo su rostro en un instante.

 

—Tranquilo, soy yo.

 

Reconoció su voz al instante, se trataba del joven que vio en la biblioteca al mediodía. Se apresuró a entrar a la cabaña de aspecto tenebroso, el joven de cabellera blanca no esperaba aquella reacción así que intentó seguirlo.

 

—¡Espera! —gritó cuando el joven entró, luego la puerta se estrelló de lleno en su cara.

 

Golpeó una y otra vez a la puerta mientras pedía disculpas pero Valt no le respondía. El joven desconocido no cedió y golpeó con más fuerza la puerta, la madera podrida no pudo soportar los impactos y terminó cediendo, rompiéndose como una gruesa galleta húmeda.

 

Valt grito sorprendido, no esperaba aquello; rápidamente se escondió detrás de una silla vieja mientras miraba al intruso.

 

Lo reconoció al instante, no era un secreto pues cuando habitaba en la luna se entretenía viendo a los humanos, entre ellos se encontraba la figura pública más grande del reino, el príncipe Shu.

 

La mirada de Valt se iluminó como si la vida le hubiese traído un obsequio, uno que añoraba en las noches donde Shu miraba a la luna y se imaginaba que lo miraba a él.

 

Pero palideció a los pocos instantes, no podía, no debía.

 

Así que sin pensarlo lanzó una extraña bola de luz hacia el joven.

 

Desmayandolo al instante.

 

 

 

Habitación deshabitada

 

El joven príncipe abrió los ojos, ante él las imágenes borrosas se clarificaron dejando a su paso la vista de una habitación putrefacta y sucia. Aterrado se levantó de su lugar, pensando que unos malhechores pudieron secuestrar.

 

Más al escuchar el sonido de las ollas y el agua hirviendo provenir cerca suyo detuvo sus bruscos movimientos, miró a su supuesto captor que llevaba una pesada y enorme túnica, pero pudo distinguir su baja estatura.

 

Su captor volteo en su dirección más no pudo mirarle el rostro, pues la túnica le cubría perfectamente sus facciones en una oscura sombra. En cuestión de segundos su captor dejó de mirarlo y centró de nuevo su atención en lo que preparaba mientras que el principe yace inmovil.

 

Segundos después el misterioso ser le extendió un plato tallado de algún tronco viejo seguramente pues también olía a podrido, era eso o la comida que yacía en él.

 

Su captor no le dijo nada, solo le dejo ahí el plato, por un instante Shu pudo mirar sus manos delicadas y pequeñas, ¿en serio alguien así podría capturarlo?

 

Sin saber si tomarse en serio la amenaza de su captor decidió dar una probada al plato, tomó la cuchara oxidada que yacía en la mesa y, aunque no era típico de un miembro de la realeza comer frente a la servidumbre, la situación lo obligó a hacerlo y probó la comida pegajosa y grisácea.

 

Tan solo rozar con sus delicadas papilas gustativas no lo soporto y escupió todo en el suelo.

 

Más al darse cuenta de su descortesía se apresuró a disculparse.

 

—Mi grosería no es aceptable, como miembro de la realeza pido disculpas.

 

Se inclinó ante Valt quien quedó anonadado por el gesto, nunca pensó que alguien como el futuro rey pudiera hacer algo así, era desleal, humillante inclinarse ante un simple pueblerino como el.

 

Pero él no era solo eso, incluso los magos tenían mayor estatus frente al trono.

 

Valt no usaría esa carta así que se arrodillo frente al rey y extendió ambas manos al frente.

 

—Lo lamento, majestad.

 

Los oídos de Shu resonaron al escuchar su voz y todas sus memorias del día anterior volvieron como una chispa.

 

—Eres tú… —susurró haciendo respingar un poco a Valt quien seguía mirando hacia abajo en forma de respeto—. Tú eres el joven del hechizo acústico.

 

Y la sangre bajo del rostro de Valt, llenando sus facciones de un palidecer espectral.

 

 

 


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