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DRAGONES por yukihime200

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26. Leon: Parte 1


Habían estado cabalgando toda la tarde desde que salieron de su mansión, deteniéndose solo en escasos momentos para comer un poco algo de pan o hacer sus necesidades en el camino. No tenían tiempo para hacer paradas de lujo en alguna ciudad o al menos intentarlo.


Un sentimiento terrible se removía dentro de su pecho a medida que pasaban las horas y la noche cayó dándole paso a las escasas estrellas que se cernían sobre ellos por el sendero. Cada fibra de su ser le gritaba con urgencia que su pareja se encontraba en problemas y su instinto alfa le exigía dar vuelta al camino y llegar a socorrerlo. Y ni siquiera había pasado un día desde que abandonó la mansión, eso solo podía significar que los problemas llegaron hasta Achira de una manera muy veloz.


Su respiración se agitó poco después, hasta el punto en que pensó que hiperventilaría en cualquier momento. La congoja y el dolor atravesaban su cuerpo, y podría jurar que una lágrima abandonaría su rostro de improviso, porque sabía que ese dolor no era suyo. Río estaba combatiendo frenético, enfrentándose a quién sabía cuántas bestias con un número mínimo de hombres que para mayor desventaja eran prácticamente en su totalidad betas. Él había llevado consigo a casi todos los alfas, pensando de manera errónea que cualquier problema que asolara Achira sería menor que una misión en la que se necesitaban varios deltas y sus hombres.


—No estás concentrado, Leon. ¿Qué sucede? —la voz de Cassandra se dejó escuchar a su costado izquierdo, agitada un poco debido al galope del caballo.


—Nada —le contestó seco y azotó las riendas para alejarse de ella. No quería centrarse en nada más que las sensaciones provenientes de Río que sentía a través del lazo, esas que le aseguraban que su omega seguía con vida pese a todo el suplicio por el que estaba pasando.


El dolor amainó cerca del amanecer, pero aún seguía presente. Su pareja había salido lastimada por culpa de lo que fuera que había enfrentado. Quería golpear algo, a alguien, a sí mismo, lo que fuera. Estaba furioso consigo, porque su trabajo era defender a su familia, a su compañero de vida, pero ahí estaba él, a miles de kilómetros solamente sintiendo el sufrimiento de su muchacho sin poder hacer nada.


Sabía que su omega no era débil y no necesitaba que alguien luchara por él, al contrario, pero eso no le impedía desear con todas sus fuerzas eliminar cualquier peligro hacia el menor, querer que jamás sufriera ni emocional ni físicamente, ponerlo en una caja de cristal, en un trono, o en cualquier lugar donde ningún mal pudiera alcanzarlo.  


Se obligó a calmar ese torrente de emociones, no quería que fueran una distracción para Río en su lucha. Dejó su mente en blanco, tratando mejor de pensar o adivinar el escenario fatídico que aguardaba por ellos en Lirian. Ya se acercaban a su destino, por fin después de un día casi sin detenerse más que para dar de beber y comer a los animales y ellos.


Disminuyendo el paso de los agotados caballos entraron calmados a la ciudad, extrañados porque todo se encontrara en silencio o al menos aparentarlo.


Era de gran ayuda que sus sentidos fueran excepcionalmente buenos y superiores a otros de su género, gracias a ellos pudo escuchar el gruñido bajo que una bestia no pudo retener cuando esperaba el momento justo para emboscarlos. Esta parecía tener un poco más de razonamiento e inteligencia, como las que solían vivir en la Ciudad de Bestias. Si sus suposiciones no eran incorrectas, entonces sus adversarios pensaban mezclarse con las bestias recién involucionadas que se encontraran actuando por instinto.


De manera rápida golpeó a la fiera que arremetió en un segundo, pateando su pecho acolchado por el pelaje en el momento exacto cuando hizo el amago de desmontarse. El caballo relinchó asustado por la lucha desarrollada en su flanco, pero aun así Leon fue capaz de manejarlo como un experto.


Todos sus compañeros se pusieron en guardia rápidamente sacando armas y emitiendo feromonas para intimidar a lo que fuera que intentara acercarse a ellos. El ambiente se tornó más sofocante debido al aroma dominante de cada uno que intentaba superponerse al resto.


Al ser un grupo grande no tuvieron la mala suerte de ser acorralados. A cada segundo por todas las esquinas o en los tejados de las casas aparecían animales, algunos de ellos tan poco racionales que salivaban como lobos hambrientos y sus ojos inyectados en sangre. No los culpaba por querer atacarlos, estaban invadiendo su territorio después de todo.


En acuerdo mutuo y silencioso cada delta levantó su mano cerrándola en un puño, logrando que de manera sincronizada todos se dispersaran consiguiendo separar grupos de bestias y así poder reducir los números que los pusieran en peligro.


Leon bajó de un salto de su montura junto a otros que imitaron su accionar, siendo esto aprovechado por lo aterrorizados caballos de transporte que huyeron despavoridos.


Sus brazos comenzaron a brillar cuando hermosas escamas doradas crecían una a una en su piel, su tamaño aumentó y de los dedos de sus manos filosas garras claras de color a juego aparecieron. Algunos alfas cercanos que no pertenecían a su equipo abrieron sus ojos con sorpresa, no era común que un delta pudiera manejar una transformación de ese tipo ni de ninguno en realidad, por esa razón solían utilizar armas y practicar su destreza para hacerle frente a sus enemigos.


Un extraño aroma plagaba todo el sector siendo arrastrado por las suaves brisas que ya anunciaban el cambio de estación, pero esa era la menor de sus preocupaciones y nadie le tomó importancia.


Propinaba golpes y zarpazos a diestra y siniestra, se defendía de ellos, giraba sobre sí mismo esquivando y ayudando a los cercanos como podía, tropezando y levantándose; apoyándose de las paredes para mantenerse en pie.


De entre las placas duras y ovaladas de sus gruesos brazos fluían diminutos hilos de sangre a causa de cortes que de momentos daban en el mismo lugar o de la fuerza que utilizaba y dañaba su piel bajo las escamas por el largo tiempo transformado que le pasaba factura.


Grandes gotas de sudor corrían libres por su cara deslizándose hasta sus ropas empapándolas, la tela se pegaba de manera incómoda a su cuerpo y lograba que las partes internas del cuero en sus protecciones de los brazos, tórax y espalda molestaran su pellejo.


Su cabello negro que siempre solía luchar contra la gravedad gracias a sus diferentes mechones cortos ahora caía pegado en su cráneo.


El tiempo pasaba y pasaba en la contienda, eterno, sin que lograran ver avances significativos que subieran la moral del equipo. Al menos no habían perdido a ningún guerrero.


—¡¿De dónde demonios salen tantos?! —gritó molesto Theo a unos pasos de distancia cortando a un minotauro que casi le doblaba el tamaño—. Es como si removiéramos una piedra y salieran cien más.


Leon le encontró la razón. La única explicación que encontró su mente para ello llegó poco después de recordar las palabras del gobernador en aquella reunión días atrás. Cuando dijo que la ciudad cayó, hablaba de toda su gente en general. No se salvaron niños, ancianos o alguna otra persona; todos se hundieron en sus instintos más primitivos e involucionaron, y aquellos que no sufrieron por eso de seguro perecieron en mano de los que sí.


Las batallas no se detuvieron. Era poco probable que lo hicieran teniendo en cuenta que Lirian tenía la mayor población del país, casi un millón de habitantes.


***


Los distintos grupos liderados por los deltas se fueron separando cada vez más durante los días, intentando encargarse por las de ellos de diferentes zonas de la urbe. Leon no pensaba que era una buena idea, sin embargo, a los dragones nadie podía liderarlos y todos se guiaban solo por lo que creían.


—Esto jamás terminará —susurró desesperanzado uno de sus hombres sujetando su brazo sangrante.


En la noche se habían ocultado dentro de las casas, turnándose para hacer guardia cada ciertas horas y poder recuperar sueño. Las sombras ofrecían algo de protección mientras se mantuvieran en silencio.


Habían perdido la cuenta de los días, pero algunos aseguraban no llevar ahí más de dos semanas.


El sentimiento de dolor que antes le recorría de parte de Río se calmó hace mucho, el alfa aseguró que Liv se había hecho cargo de las heridas de su omega, por lo que pudo luchar mucho más tranquilo; pero a cambio de manera constante sentía una sensación incómoda y nauseabunda.


Se estaba quedando dormido. El cansancio le estaba pasando factura y sus brazos tiritaban por todo el uso que les había dado en tanta batalla.


Una mano en su hombro lo sobresaltó, eso era malo, significaba que sus sentidos no estaban funcionando como deberían. Miró irritado al culpable de su susto. El alfa gemelo de Liam lo miraba acusador.


—¿Cuántos días lleva sin dormir, señor? —habló tan bajo que casi parecía que estuviera articulando con sus labios y no susurrando en realidad.


—Solo uno —contestó brusco y desvió la mirada para que su mentira no fuera tan obvia.


—Lleva casi cuatro días sin dormir —expuso desde un rincón cerca de la ventana Adam, ese joven alfa que había participado con ellos tiempo atrás en la Ciudad de Bestias.


Theo frunció sus cejas con molestia, era bien sabido por todos los presentes que su jefe jamás dormiría tranquilo si pensaba que alguno corría peligro si él podía evitarlo, por ese motivo recurrió al lado más sentimental de ese hombre, ese que ahora todos estaban al tanto que tenía gracias a su entrenador.


—Señor, si me permite decirlo, nos pondrá en peligro si no descansa —habló calmo pensando cada palabra—. Usted es el más fuerte de nosotros, solo usted puede protegernos. Lo necesitamos con toda su energía, permítanos vigilar a nosotros.


Deslizó reacio su mirada por los rostros de todos sus subordinados encontrando en ellos la aprobación a aquellas palabras. Resignado se sentó en las escaleras que daban al segundo piso de la casa en la que se encontraban y se apoyó contra la pared. Tan pronto cerró sus ojos se sumió en el sueño que merecía.


Dentro de su mente se encontró con Río. El pelirrojo abrió sus brazos hacia él y le sonreía de esa manera tan hermosa que hacía latir su corazón. Se veía a sí mismo correr al abrazo del otro y caían juntos arrodillados mientras su omega lo arrullaba con una canción de cuna cantada con ese acento que el otro a veces no notaba que tenía. Su delicioso olor no estaba presente, pero era más que suficiente para hacerlo feliz.


A la mañana siguiente sintió como si esos cuatro días privado de descanso nunca hubieran ocurrido.


Las bestias que tenían inteligencia reanudaron los ataques destruyendo los recintos en los que se ocultaban. Corrían de casa en casa al anochecer y en el día luchaban sin descanso, distrayendo al enemigo mientras impregnaban su olor en los escombros y escondiéndose de ellos cuando lo disminuían al mínimo.


Leon perdió la cuenta en su totalidad, pero estuvieron casi un mes luchando, hasta que por fin comenzaron a ver frutos de su esfuerzo.


—Él nos dijo que si te eliminábamos nos daría el antídoto —le dijo una de las tantas panteras a las que se había enfrentado y que al fin quedaban pocas. Su rápida mente entendió que aquella anterior persona estaba aferrándose con uñas y dientes a la posibilidad de recuperar su antigua vida.


—¿Él?


No tuvo mucho tiempo para pensar en exigir una respuesta. Sus hombres, un poco alejados de él en la batalla, lo miraron en pánico y vociferaron un “¡cuidado!” al que no alcanzó a obedecer.


El fuerte golpe en su nuca lo aturdió unos instantes, y entre su visión borrosa a punto de acabarse pudo observar como los hombres de Cassandra reducían a los suyos junto a unos sujetos que estaba seguro de no reconocer y haber visto jamás. Lo último que pudo observar fue la sonrisa embelesada que le dirigía esa mujer y le producía una enorme repulsión.


Tal vez debería haber tomado con más seriedad los celos de su pareja.


***


Lo siguiente que supo fue que no se encontraba en la superficie. El olor a humedad proveniente del subterráneo junto al punzante dolor en su cabeza lo trajeron parcialmente a la consciencia.


Sus muñecas estaban encadenadas a la pared de roca oscura con la única posibilidad de mover solo sus manos. Lo tenían de pie, y podía sentir como la sangre pegoteaba el cabello en su nuca formando costra en otros sectores.


Revisó el lugar con su vista, lo que le permitía la poca luz, al menos podía mover su cuello. Intentó caminar para separarse a la fuerza, pero pronto notó que sus manos no eran lo único atrapadas. Un enorme grillete se cerraba sobre su tórax y sobre su cintura. Sus pies también. Su enemigo en realidad temía sus habilidades.


Un suspiro derrotado y doloroso abandonó sus labios cuando al fin su vista enfocaba mejor y apreciaba el sonido de insectos que no quería reconocer moverse junto a él en la pared.


Quejidos constantes que resonaban en el silencio sepulcral llamaron su atención.


—¿Theo? —preguntó inseguro.


—Mi señor —le contestaron en un lamento y respiraciones profundas. Planeaba continuar hablando para entender mejor lo que sucedía, pero el sonar de unos pasos ligeros golpeando los peldaños lo distrajeron de su objetivo.


—¡Has despertado! —Cassandra exclamó con felicidad.


—¡Maldita! —otro de sus hombres gritó y realizó un movimiento brusco que fue detenido por sus propias cadenas— ¡Señor, esta mujer y otros más nos trajeron aquí!


Leon no podía entender nada en esos momentos, el dolor palpitante en su cabeza producto del golpe no le dejaba razonar y el ruido metálico junto a los gritos furiosos de sus hombres lo irritaban más causando que casi le ganaran las ganas de gritar.


La lambda se acercó a él a paso calmo y sujetó su rostro de manera delicada mientras lo observaba lo mejor que podía con la escaza luminosidad, para posterior comenzar a acariciarlo dedicándole toques que en otra situación podrían catalogarse como cariñosos.


—Ese estúpido delta te golpeó muy fuerte, cariño —el alfa podía ver detrás de esos ojos la locura oculta que antes jamás notó—. Pero no te preocupes, serán castigados. ¿No es así, Louen?


Leon abrió sus ojos asombrado, y la furia lo azotó como una tormenta al ver la sonrisa burlona de aquél hombre que su hermoso Río había llegado apreciar como un potencial buen amigo.

Notas finales:

Gracias por leer! <3


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