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DRAGONES por yukihime200

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30. Demente


La sangre pegoteaba de manera asquerosa sus dedos, siendo la sensación acrecentada cuando caía en cuenta que era algo proveniente del cuerpo de esa molesta mujer.


Arrojando su cadáver sin cuidado al piso le dedicó una última mirada. Ella tenía los ojos abiertos ya casi sin brillo y las facciones deformadas en una expresión de terror; su cabello plateado ondeaba en el suelo manchándose de escarlata por el fluido colorido de su dueña que ahora le llegaba casi hasta los zapatos.


Río sacudió su mano con molestia, limpiando las gotas sobrantes en su brazo salpicando las paredes cercanas y pasando de manera olímpica del cuerpo en el suelo.


Abrió la puerta de la habitación frente a él con cuidado, mirando como Leon se encontraba sentado en la gran cama matrimonial de costado mientras apoyaba su cabeza contra la muralla en un gesto cansado y dolorido.


— ¿Estás bien?  —preguntó en un tono bajo para no perturbar al otro acercándose lento hasta él.


— Mucho mejor ahora que estás aquí —el pelirrojo se enterneció por aquellas palabras, dejándose abrazar por el alfa que se embriagaba con su olor. Su cara se paseaba por todo el abdomen de Río, enamorándose cada vez más de la sensación maravillosa que era tenerlo entre sus brazos.


El pelirrojo lo observó durante unos segundos, escaneando su cuerpo y tratando de adivinar las pasadas acciones de su contraparte.


— ¿Por qué ibas a morder su cuello? —la pregunta salió de sus labios de improviso, por lo que de manera rápida desvió su mirada fingiendo que en realidad no le interesaba la respuesta. No era en realidad lo primero que quería saber, pero la imagen de ese hombre mordiendo el cuello de alguien más le apretó las entrañas.


Leon soltó una risa suave al entender de forma inmediata lo que pasaba por esa cabeza colorina.


— Arrancarle la garganta sería un mejor término —explicó con cansancio y para la tranquilidad del menor.


 


A Río le hubiese gustado quedarse así, envuelto entre los brazos de ese hombre mientras esperaban a que las fuerzas regresaran a él durante mucho tiempo, pero estaban en medio de una batalla, y el breve intercambio que tuvieron en la habitación llegó a su fin con el gran estruendo que se producía afuera.


El pelirrojo lo tomó de la mano, levantándolo con cuidado de la cama viendo como el dragón se tambaleaba. Pasando un brazo de Leon sobre sus hombros lo sacó de la habitación, esquivando a penas uno que otro zarpazo y objeto de la casa que pasaba cerca de ellos.


— Voy a sacarte de aquí, Leon. Lo juro.


— Saldremos de aquí, todos.


***


Liam y unos cuantos más se abrieron paso hacia el calabozo luego de escuchar el corto grito de Río. Siguiendo el ejemplo que les había dado su líder antes agarraron a uno que otro sujeto obligándolos a hablar y darles la ubicación necesitada.


Algunos alfas que recordaban ellos bajo el mando de Cassandra se interpusieron en su camino, tratando de impedir con todas sus fuerzas que llegaran junto a los prisioneros, sin embargo, la mayor experiencia les permitió ganar sin mucha dilación, haciendo que el verde pasto en la superficie cambiara de color.


Abriendo la trampilla oculta bajo algunos matorrales se abrieron paso al interior del lugar que les había sido indicado por el agonizante amigo al que habían interrogado.


Lo primero que llegó hasta la nariz de todos fue el mal olor del lugar, golpeando con brutalidad sus sentidos y obligándolos a cubrir sus rostros lo mejor posible. La posterior imagen que se presentó ante ellos les hizo hervir la sangre, en especial a Liam.


Theo estaba ahí, encadenado a la pared, sucio con sus propias excreciones y mucho más delgado a como lo recordaba.


Precipitándose hacia delante sin cuidado se lanzó a su hermano, tomando su rostro entre sus manos y observando como sus labios estaban agrietados debido a la deshidratación. El muchacho del mechón blanco abrió sus ojos con dificultad, luchando de manera inconsciente contra las manos que lo sostenían.


— Soy yo —comenzó desesperado—. Oye, mírame. Soy yo. Soy Liam.


— Liam —soltó la voz rasposa de su hermano.


— Eso es. Mantente despierto, vamos a sacarlos de aquí.


Tomando la espada entre sus manos golpeó cada cadena que lo sujetaba un par de veces hasta que Theo pudo ser liberado, siendo una acción replicada por todos los hombres que lo habían acompañado a aquél lugar.


Algunos alfas tenían mejor condición que otros, por lo que se dedicaron a ayudar a los demás, y con mucho esfuerzo levantaban a otro para sacarlos casi a rastras del calabozo.


 


En la superficie las batallas seguían. Los que habían venido con Río se encontraban en una clara desventaja al ser menos que casi los setenta hombres contra los que luchaban. Río y Leon se reunieron con ellos poco después.


— Esto será muy difícil, Río —dijo por lo bajo Liam a su lado.


— Lo sé —mirando a su alrededor pudo notar a los hombres que se encontraban en mejor estado—. Tú y ellos llévense a los que puedan —le dijo a Liam mientras indicaba con su cabeza al grupo de hombres luchando por mantenerse en pie tras ellos—. El resto de los que vinieron con nosotros se quedarán aquí. 


— No hagas esto de nuevo, Río —lo enfrentó mirándolo enfadado.


— Liam. Solo puedo contar contigo para que los protejas —le respondió seguro—. Eres por mucho el más hábil de todos nuestros hombres y necesito que alguien vaya con ellos. Tienes que cuidarlos. Por favor.


Observando la desesperación en los ojos de su amigo y el fuerte agarre que tenía sobre el brazo del Nova sobre su hombro a Liam no le quedó de otra más que asentir, y parando a los sujetos con mucho esfuerzo salieron del enorme jardín en el que se encontraban siendo protegidos por Río y el resto.


 


Fue una bendición que el anterior rugido del lambda resonara tan fuerte que ahuyentó a las bestias, por lo que el recorrido por las calles resultó seguro para ellos hasta llegar a ocultarse en una gran escuela.


Caminaron despacio hasta el gran espacio en el que los antiguos alumnos realizaban actividades físicas, y tan pronto se sintieron protegidos por las murallas todos se desvanecieron.


— Resistan. Resistan —repetía mientras revisaba el estado de cada uno—. Pronto estarán bien —quería creer en las palabras que decía, pero viendo la situación en la que se encontraban sus esperanzas disminuían a cada segundo. Hasta que el fuerte graznido de Liv se dejó oír desde la ventana— ¿Liv?


El ave revoloteó sobre todo el grupo hasta que aterrizó sobre Leon, quien estaba apoyado en una pared para mantener su cuerpo sentado.


— Hey, amigo ¿Cómo estás? —preguntó gentil mientras levantaba una mano con cuidado y trataba de acariciar al ave. El fénix se dejó hacer, para posterior picotear la mano con delicadeza y graznarle bajo con gusto mientras cerraba sus ojos.


 


Ulterior, el pájaro que se había posado sobre las piernas del mayor comenzó a realizar un baile extraño, causando que algunos recuperaran un poco de buen humor al ver la extraña escena, sin embargo, el ave comenzó a desesperarse al no poder ser entendido. Tiraba su cabeza hacia atrás y abría su pico reiteradas veces devolviendo cada tanto la mirada al dragón. Buenos minutos le tomó comprender lo que quería, e imitando su acción abrió la boca a duras penas y se inclinó hacia atrás.


Liv no esperó, y tan pronto vio lo que Leon hacía revoloteó sobre él hasta que una lágrima cayó sobre la lengua expuesta. No mucho tiempo después de tragar  las fuerzas comenzaron a volver al alfa.


El resto se sorprendió más cuando luego ellos comprobaron los efectos por sí mismos. La quemazón constante que sentían recorriendo sus venas producto del veneno al fin se había detenido y el color comenzaba a retornar a sus rostros mejorando su salud.


El fénix dejó de volar cuando su misión terminó. Agotado caminó a paso tembloroso hasta llegar a las piernas del dragón y se acurrucó ahí volviéndose un diminuto colchón de plumas naranjas hasta dormirse sin preocuparse de nada más del exterior.


— ¿Qué demonios fue eso? —susurró maravillado Liam.


— Nadie más que nosotros podemos saber esto ¿Entendieron? —respondió a cambio Leon sin dar explicaciones—. Si tienen que proteger a Liv con su vida entonces lo harán —. Su orden no dejó lugar a réplicas, pero de todas formas nadie pensaría en desobedecer, todos habían visto cómo el ave se acurrucaba junto a Río en la mansión y durante todo el viaje, por lo tanto todos sabían que fue enviada por él. Ellos cuidarían con su vida todo lo que viniera de su señor.


 


El tiempo sobrante se quedaron ahí, reponiendo el resto de fuerzas que necesitaban para volver a la batalla y relevar al resto de hombres que aún continuaban luchando por ellos.


***


La espada que estuvo a punto de cortar su espalda fue detenida por otra más hábil para luego recibir un empujón que lo quitó de en medio. El pelirrojo observó confundido al sujeto que había salvado su vida acabando con su contrincante en un movimiento rápido y certero.


— No me mires así, solo estoy cobrándome lo que estos tipos me hicieron —un fuerte silbido salió de sus labios, y no mucho después cerca de treinta sujetos que no se encontraban en perfecto estado hicieron su aparición.


— ¿Quién demonios eres? —preguntó sin estar en verdad interesado.


— ¿Eso importa? Apestas a Nova, así que supe de inmediato que no eras mi enemigo, es todo lo que tienes que saber. Deberías agradecerme por salvarte la vida, niño —dijo arrogante el sujeto—. Ahora largo de aquí.


— Bien. Gracias por eso —dijo con una mueca sarcástica. Río no se quedaría a apoyarlo. Si el sujeto quería hacerse cargo solo de la situación entonces ¿Quién era él para impedírselo? Y soltando un grito que llamó la atención de sus hombres emprendió la carrera con ellos lejos de la batalla.


 


Guiándose por el olor de Leon llegó hasta la escuela, aliviándose al instante al ver a todos los soldados más repuestos, algunos incluso moviéndose casi como si nada.


Soltando un suspiro de alivio se acercó hasta el delta y se arrodilló a su lado tomando entre sus brazos al pobre Liv que respiraba de manera forzada por todo el esfuerzo que le costó realizar tal magnífica hazaña.


Los sentidos de todos se alteraron no mucho después de la entrada de los soldados que realizaron el amago de sentarse.


— ¿Que no tendremos nunca descanso? —soltó molesto el lambda mientras se ponía de pie otra vez y armaba su alabarda en un solo movimiento—. Tú —dijo acercándose a Remi de improviso—. Toma a Liv y no lo sueltes. Cuídalo como a tu vida —. Susurró como amenaza.


— Sí, señor —respondió rápido el otro. Al instante siguiente las puertas fueron derribadas con fuerza y un gran estruendo resonó producto de la rara acústica.


Frente a ellos se encontraba Louen y otros 5 sujetos más que hicieron su  aparición junto a él. Puros deltas.


Los betas, incluso los alfas, sintieron la amenaza paralizarles el cuerpo, hasta que Río intervino haciéndoles entrar en razón.


— No teman. Son simples personas iguales a ustedes —comenzó—. Si un beta como Zack, o incluso un omega como yo pudo vencerlos a ustedes que son alfas entonces ustedes también pueden con ellos. Fueron entrenados por mi, no teman.


Las palabras del pelirrojo envalentonaron un poco sus corazones y recuperando su ánimo de lucha desenfundaron sus armas poniéndose en guardia.


Los deltas se susurraron entre ellos, lanzando miradas extasiadas y deseosas de combate, esos que Río estaba seguro habrían librado con experiencia más de una vez.


Poco a poco fueron sumándose más personas, bastantes soldados, todos bloqueándoles la salida.


— Ian. Mi lindo Ian —habló Louen como si se dirigiera a un niño—. Ven aquí —el sujeto extendió la mano hacia Río, esperando de una extraña manera que el otro hiciera caso a su ridícula petición.


— Ya te dije que mi nombre no es Ian, pedazo de idiota.


— Cariño, esto ya había pasado antes. No quieres que tus amigos salgan lastimados ¿O sí?


— No. Pero para impedirlo solo tengo que cortarte la cabeza —contestó con simpleza encogiéndose de hombros.


— Ian —la mirada molesta que le dirigieron le hizo reconsiderar las palabras—. Está bien, Río. Sé que estás pasando por una etapa de rebeldía tardía, pero está bien, estoy dispuesto a perdonarte.


El omega lo miró extraño, tratando de entender lo que ese tipo quería expresar, sintiéndose muy tonto al no poder lograrlo.


— ¿Por qué demonios estás tan obsesionado conmigo? —preguntó frunciendo sus cejas. El resto solo miraba todo el intercambio con sus cuerpos tensos, esperando el momento en que la batalla estallara.


— ¿Obsesionado? —su cabeza se inclinó hacia un lado como si no comprendiera la pregunta—. No es obsesión, mi vida. Es amor.


El pelirrojo casi tuvo arcadas por la ridícula situación, entendiendo simplemente que ese hombre no estaba bien de la cabeza.


— Estás demente, Louen.


— Puede ser. Pero de todas formas eso no importa —continuó sin darle importancia al asunto—, de igual manera serás mío —. Sentenció.


— Sobre mi cadáver —proclamó Leon casi totalmente repuesto y listo para luchar.


— Entonces tendrás que ser el primero en morir —dijo tranquilo. Y con un simple chasqueo de dedos la batalla se desató. 


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