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DRAGONES por yukihime200

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Notas del capitulo:

Doble capítulo? Sep, doble capítulo.

31. Tengo que decirlo


Tal vez era toda la adrenalina que recorría su cuerpo en esos instantes. Tal vez era solo que su cerebro estaba procesando todo más lento de lo normal, pero cada grito a su alrededor, cada corte, cada salpicadura de gotas de sangre, todo sonaba más bajo, como si estuviese quedando sordo. Pero no era así, y su respiración resonaba fuerte en su cabeza, muy fuerte, hasta que sintió el empujón a su lado y un corte superficial en su brazo.


Uno de sus compañeros lo quitó del camino con brusquedad. Ni siquiera sabía en qué momento se había separado de Leon. Su cabeza giraba en todas direcciones, un poco desorientado pero a la vez consciente del lugar en el que se encontraba.


No pudo identificar a la persona que entre toda la bulla gritó su nombre, pero gracias a él pudo espabilar y volver a la carga para quitarse de encima a los persistentes sujetos que iban en su contra.


Pudo reconocer la cara del par de gemelos no muy lejos de él a unos cuantos metros luchando contra un sujeto fornido, su sola apariencia le gritaba a sus sentidos por todos lados que el sujeto era un delta, y uno muy peligroso al parecer. Sus movimientos eran agresivos y parecía que su resistencia fuera infinita, parecía que el par de alfas no eran rivales para él, como si estuviera jugando con un par de niños.


 


Los hombres de su lado parecían agotarse más rápido, el veneno aún no había abandonado por completo sus sistema, pero nadie daba su brazo a torcer, Río se enorgullecía de esos muchachos, y a la vez lo embargaba una gran tristeza, porque todo esto estaba sucediendo por su culpa, o al menos algo así.


Dando cortes rápidos por aquí y por allá se abría paso buscando a Leon, Hasta que lo encontró acorralado por Louen y otros dos deltas que se veían muy jóvenes pero que al parecer se movían muy bien.


Alcanzó con velocidad a detener un corte dirigido al flanco del alfa justo cuando este se estaba defendiendo y lo habían tomado desprevenido, golpeando de manera certera el esternón de su oponente con el mango de su lanza exclamó enfadado.


—Tienen que recurrir a técnicas tan sucias porque no pueden solos contra él, ¿no? —las pupilas en sus ojos se habían rasgado debido al fuerte flujo de emociones que no podía controlar y su piel comenzó a brillar con un tenue rosa escarlata.


— ¿Cuándo las peleas han sido justas? —le contestó un muchacho de cabellos claros.


Molesto al saber que tenían razón no se atrevió a contestar en palabras, más su arma había sido la encargada de comenzar la réplica agresiva.


 


No tenía idea de si habían pasado horas, minutos, o tal vez un día y él no se había dado cuenta que el sol y la luna habían aparecido y desaparecido otra vez, pero el tiempo le parecía eterno. De tanto en tanto podía ver como soldados de ambos bandos iban cayendo y a nadie le preocupaba. No es que le importara si morían sus enemigos, pero no por eso iba a dejar que sus compañeros sufrieran aquel cruel destino, no otro más, no por su culpa.


Su lanza atravesó carne y músculo de uno de los muchachos, no pudiendo sentir pena porque era el joven que quería quitarle la vida a una de sus personas más preciadas. Sus piernas tiritaban y el sudor corría por su cuerpo empapando todo a su paso. Leon a su lado no se encontraba mejor, el cansancio en su rostro era notable, al igual que los forzosos jadeos que soltaba al tratar de alcanzar más aire para sus pulmones.


 


En medio de todo el bullicio escuchó gritar con horror a Liam el nombre de su hermano, y luego como soltaba gruñidos furiosos contra quien fuera con el que siguiera combatiendo. El nombre de Theo se repetía y repetía en su cerebro con aquél tono desesperado, temiendo que lo peor hubiese sucedido y el seguía ahí sin poder correr al lado de sus mejores amigos.


— Nada de esto tendría que pasar si me hicieras caso, Ian —detuvo por un momento la lucha Louen—. Podrías detener todo esto.


— No lo escuches, Río —lo llamó a su lado Leon.


— No te entrometas —contestó furioso el otro arremetiendo otra vez.


Río lo pensó por un instante. Pensó en dos opciones a la propuesta de ese hombre al que ahora odiaba con toda su alma como nunca había hecho con alguien. Río sopesó muy serio esas dos opciones y calmó sus emociones volviendo a la frialdad que antaño lo caracterizaba, porque daba igual lo que escogiera, en cualquiera de sus alternativas alguien terminaba muerto, Louen y casi todos los hombres presentes en aquella batalla, o él, y Río siempre preferiría ser él.


Tomando de sorpresa una de las solapas de Leon lo giró con brusquedad y lo lanzó hacia todos los hombres contra los que él sabría que podría defenderse.


— Llévate a los que puedas de aquí —y sin darle tiempo para replicarle se lanzó otra vez contra el hombre de ojos grises, esos que ahora que miraba bien le revolvían el estómago de la furia.


— ¡Río! Mierda, ¡Río! —el pelirrojo sonrío un poco al escucharlo, pensando que tal vez sería la última vez que oiría tan hermosa voz decir una mala palabra. Sin dirigirle la mirada una vez más se sumergió en una concentración dura para la lucha.  


Leon obedeció reacio. Confiando como siempre que las habilidades de su pareja lo mantendrían a flote hasta que volviera por él, y lanzando zarpazos y cortes con una espada que recogió por el camino se abrió paso hasta comenzar a reunir a sus hombres y eliminar a los otros.


 


La lucha parecía interminable, pero para su buena suerte la experiencia y el entrenamiento eran una gran ventaja contra casi todos los sujetos, incluso algunos de los deltas que habían entrado junto a Louen. Eran buenos, pero muy jóvenes aún por lo tanto había podido cumplir con su cometido y ayudar a muchos de sus soldados.


— Señor, Theo. Ayude a Theo —le suplicó Liam mientras continuaba contra aquél mercenario de despiadados ojos rojos.


Leon miró a Theo en el suelo, el corte en sus ojos era profundo, perdería su vista para siempre, y el gran corte a lo largo en su brazo le quitaría la movilidad con seguridad.


Relevó a Liam con furia, golpeando de manera sorpresiva en el estómago al sujeto frente a él y quitándole el aliento debido a la fuerza empleada con su brazo de dragón.


El pelinegro obedeció de inmediato, tomando a su hermano en brazos y sacándolo hasta un rincón de la estructura que simulaba ser una gran cancha.


— Estarás bien. Estarás bien, Theo —le repetía entre susurros mientras removía sus cabellos con dulzura tratando de entregarle confort y con su mano sobrante apretaba el brazo de su hermano tratando de parar la hemorragia con un trozo de tela inservible. Estaba comenzando a perder mucha sangre, si no recibía asistencia médica en poco tiempo, entonces no viviría para ver nacer a su pequeño sobrino—. Estarás bien —dijo por última vez entre medio de las lágrimas.


— No se lo tomen a mal —dijo el sujeto mayor, ese que se veía muy entretenido con toda la situación en curso—, nosotros solo seguimos órdenes.


Leon no contestó, costándole en realidad mucho esfuerzo comerse sus palabras para no perder el temple. Sus golpes se volvían cada vez más certeros, girando, esquivando y cortando la carne contraria a su paso. Su contrincante se veía eufórico, como si hace mucho tiempo no librase una batalla tan increíble que le hiciera dar todo de sí.


La sonrisa en su rostro se congeló cuando sintió un puño atravesar su abdomen. La sangre fluyó desde la comisura de sus labios aún curvados hacia arriba, y las manos que tenía levantadas para asestar un golpe hacia el cráneo de su dragón enemigo comenzaron a separarse con lentitud hasta caer a sus costados.


Los otros deltas detuvieron su lucha de inmediato, no sabiendo si sentirse alegres de que al fin su agresivo jefe muriera o tristes por ya no tener a ningún lugar al que pertenecer. Soltando sus armas y levantando los brazos en un gesto de rendición realizaron una diminuta reverencia y cada uno emprendió una carrera cobarde por su lado.


 


Viendo que la gran fuerza de su equipo salió despavorida los otros hombres comenzaron a perder poco a poco su espíritu de lucha, ni siquiera sabían por qué estaban envueltos en algo tan estúpido. Soltando disculpas y lamentos dejaron caer sus armas y se lanzaron de rodillas al piso derrotados, esperando que aquellos soldados que solo se defendían de sus crueles ataques les perdonaran la vida.


— No tendrán clemencia —la voz de Leon resonó clara y fuerte un segundo antes de que todos los soldados levantaran sus armas con sincronía, como si fuera un baile bien practicado, y le cortaran la cabeza a los pocos sujetos restantes empapando el suelo de escarlata.


No fue necesario que Río viera todo, le bastó con solo escuchar, también necesitó darle solo un vistazo a los ojos grises para saber que él no se rendiría, que la lucha continuaría, y que si no actuaba ya ese hombre crearía otro plan para volver a lo mismo.


Estaba cansado, a penas y podía levantar los brazos para sostener su arma.


Armándose de valor para su gran hazaña hizo el amago de lanzar un corte hacia su adversario. Sabiendo que por reflejo el otro arremetería también dejó caer sus brazos, y la larga espada de Louen atravesó su abdomen hasta su espalda. Louen lo miró horrorizado, mientras una sonrisa sarcástica se formaba en el rostro del pelirrojo.


— ¡¿Qué hiciste?! —el grito resonó casi como un rugido llamando la atención de todos los presentes que aún se encontraban conscientes.


— Primero muerto antes que estar contigo alguna vez —contestó Río mientras sujetaba débil con una mano el hombro de su atacante—. Vas a morir, imbécil —Louen soltó la espada que aún se encontraba en el cuerpo de Río, y resignado se lanzó a la fuga como un gran cobarde.


El cuerpo del joven omega comenzó a caer con dificultad, Río hacía todo el esfuerzo por mantenerse en pie.


— ¡Río! ¡Río! —corrió desesperado hacia él Leon. Sus manos temblaban mientras su cerebro trataba de procesar la escena frente a él. Su brazo pasó por debajo de su pareja, sosteniéndola mientras se debatía entre la vida y la muerte—. No me hagas esto, Río, vamos —. Las lágrimas fluían junto a los sollozos lastimeros que calaban hondo en el pecho de todos los que podían oír la situación —. Liv. Tengo que llamar a Liv —dijo mientras que buscaba al ave por todo el lugar.


— Liv no puede curarme —dijo con dificultad mientras que la sangre comenzaba a llenar su garganta.


— No hables. Shh. No hables —dijo el dragón desesperado. La mano de Río acarició su mejilla manchándola un poco de rojo en el proceso, tratando de recoger de manera inútil la lágrima que comenzaba a caer desde el precioso ojo verde que tanto le gustaba.


— Todo, todo estará bien, Leon —dijo intentando entregarle confianza de manera poco convincente.


— No hables, Río, por favor.


— Liv, Liv podrá, podrá curar a Theo.


— Basta. Deja de hablar —su mano apretó tensa las dedos en su mejilla que comenzaban a resbalarse, asustado con la idea de que el pelirrojo lo fuera a abandonar.


— Pero Leon, tengo algo importante que decirte.


— Me lo dirás cuando estés mejor, ¿Sí? —Río dejó caer su mano y cerró sus ojos en un gesto cansado, sabiendo que eso no sería posible.


— Te amo, Leon —soltó entre lágrimas acrecentando las contrarias—. Nunca, nunca había amado como te amo a ti.


— Detente. Dímelo mañana, cuando estemos en casa.


— Solo dime que también me amas —rogó entre últimos alientos desesperados el menor.


— Te amo. También te amo, Río —la sonrisa rota que se formó en sus labios por aquella frase fue lo último que Leon alcanzó a observar del cálido cuerpo en sus brazos que ya no respiraba y se quedó ahí mirándolo congelado en el tiempo—. Río. ¡Río!


El grito desesperado que lanzó Leon fue la señal que necesitaron algunos para salir despavoridos.


El gran dragón comenzó a perder su cordura.

Notas finales:

Hemos llegado al fin.


 


Al fin de este capítulo, no se crean xD.


Espero que les esté gustando esta historia tanto como a mi me emociona escribirla.


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