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DRAGONES por yukihime200

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32. Locura


Río. Era la palabra que se repetía cada un segundo en su cerebro sin entender por qué estaba tan desesperado por su pareja.


— Río. Tengo que ayudar a Río —dijo en voz alta casi con lucidez, para luego hacer el intento de ponerse en pie y sentir que el peso que tenía sobre sus piernas lo abandonaba y producía un sonido suave de fricción en el duro piso.


Leon miró el cuerpo tendido de una manera extraña, sin ninguna emoción primero de por medio, como si no lograra comprender por qué Río estaba ahí tendido con su abdomen sangrante, para luego fruncir el ceño y volver a soltar lágrimas y gritos desesperados que resonaban en el eco solitario del lugar abandonado.


El nombre de Río se podía escuchar hasta la salida, ahí donde todos los hombres estaban siendo atendidos por otro de sus compañeros que se encontrara en buen estado y soltando lágrimas al sentir en sus corazones la profunda desesperación de la persona que los había acogido durante tanto tiempo desde hace ya algunos años.


Liv hizo el último intento para curar a Theo y uno que otro soldado, para que luego agotado caminara con sus alas caídas el largo trayecto hasta llegar a un desolado Leon que sujetaba nuevamente desesperado la mano del muchacho. La maravillosa ave miró a uno de sus dueños, soltó un último graznido lastimero y luego comenzó a soltar sus plumas dejándolo con un aspecto enfermizo.


El dragón se asustó al verlo, Río se enojaría mucho con él si no podía cuidar de Liv, pero cuando se atrevió a intentar tocar al pajarillo con un delicado toque de su dedo índice el ave ardió en llamas frente a sus ojos y se volvió cenizas.


Desesperado trató de recoger el polvo gris que dejó atrás el compañero de Río, intentando de manera ridícula formar un montículo que tomara la forma de Liv, para que después de muchos intentos infructíferos Leon cayera en la realidad de que nada de lo que hacía servía para algo. Río se había ido de su lado y ahora también Liv.


Cada grito que abandonaba su garganta la lastimaba más y más, y cada vez el grito se transformaba en algo poderoso y terrorífico que dejaba de ser humano. Sus varoniles manos comenzaron a perder su forma agrandándose cada vez más y esparciendo hermosas escamas doradas por todos lados. Su cuerpo aumentó de tamaño, y de la ancha espalda comenzaron a crecer dos maravillosas alas que duplicaban el tamaño normal de un humano.


La cola espinosa que salió de él se agitó con violencia golpeando con todo a su paso y comenzando a derrumbar partes de la frágil estructura que no tenía nada que hacer contra tal colosal bestia que no medía ni un poco el daño que causaba.


Trozos del techo cayeron cerca de él una vez estuvo casi por completo transformado, causando que la estructura comenzara a temblar anunciando la catástrofe de la demolición.


Un segundo de lucidez le bastó para recordar que su amado pelirrojo estaba ahí entre los escombros, y desesperado trataba de remover todo con sus gigantes garras que no le ayudaban a mover las piezas debido a la falta de sus tan acostumbradas articulaciones.


Cuando se vio atrapado por los escombros y sin la posibilidad de hacer algo más para sacar a su amado se enfureció por completo. Se enfureció con el mundo, con Louen, con sus secuaces y con él mismo, porque ahora tampoco podría tener el cuerpo de su amado entre sus brazos, todo por su culpa, la culpa de otros, la culpa de todos.


Salió volando de ahí, sorprendiendo y a la vez espantando a todos quienes le veían, aterrizando no muy lejos y lanzándose contra lo primero que veía cerca de él. Sus movimientos eran erráticos, pisoteando, golpeando, arañando y arrancando con sus dientes cuerpos, casas y lo que pudiera.


El rugido que soltaba de tanto en tanto espantaba a todos y a la vez les producían ganas de llorar, porque sabían que ese era el llanto lastimero de alguien que perdió la otra mitad de su alma.


No tenían fuerzas para siquiera intentar detenerlo, tampoco querían hacerlo, pensaban que si le daban el espacio necesario que necesitaba para llorar a su ser querido recobraría la cordura en algún momento y volvería a ser el mismo jefe amable que les había tendido la mano y les había dado de comer cuando más lo necesitaban.


Se pararon lentos uno a uno, caminando tan despacio que casi parecía que no se movían para no llamar la atención del lastimero dragón. Liam de tanto en tanto se giraba para observar el desastre que el gran reptil desataba tras ellos, viendo como a veces se golpeaba la cabeza contra las rocas y luego se sacudía furioso como si el recuerdo de Río atravesara su cerebro por segundos y él quisiera arrancarlo de su cuerpo para dejar de sufrir.


— ¡Mi señor! —Remi no pudo resistir el impulso de gritar junto a otros soldados que fueron detenidos con terror por sus compañeros, quienes palidecieron al notar que habían llamado la atención de la bestia. El gran dragón dorado se giró hacia ellos abriendo sus fauces y rugiendo, mostrando en el camino la poderosa boca llena de grandes dientes con la que podría arrancarles la cabeza en cualquier momento que se lo propusiera.


Pero Leon miró sus rostros espantados, y como un flechazo la imagen de todos ellos cruzó por su cerebro junto al chico pelirrojo causando que su cabeza doliera. Girándose otra vez golpeó su cabeza contra un pilar, sacudiendo su cuerpo con brusquedad para que esas imágenes lo abandonaran. Pero todo era peor, porque cada vez que hacía eso solo conseguía que su pecho doliera, y el ciclo de gruñidos y golpes hacia el mismo se volvía a repetir una y otra vez.


Cubriendo sus bocas para evitar soltarse a llorar con fuerza retomaron el camino hacia la salida de Lirian, y se instalaron ahí, escuchando desde la distancia como los gritos y gruñidos no se detenían en ningún instante.


Liam no quería imaginarlo, el dolor que debía sentir Leon mientras el lazo que habías creado se destruye minuto a minuto y dejas de sentir de forma definitiva el alma de tu compañero. Saber que ya no está contigo, pero el dolor es tan fuerte que no puedes atreverte a aceptarlo.


— Apuesto que lo está buscando y a la vez no —dijo en un susurro que fue escuchado por todos—. Apuesto que sabe que jamás volverá a ver a Río pero aún así su mente lo obliga a buscarlo. Y apuesto a que quiere arrancarse del alma esas ansias de volver a tenerlo a su lado.


— ¡Basta! —le gritó su hermano con las lágrimas empapando sus mejillas y el nudo apretando su garganta—. Solo basta. Por favor.


Mirándose los unos a los otros con tristeza se acercaron hasta que se fundieron en un abrazo grupal, y se quedaron ahí, acurrucados todos juntos a la intemperie mientras el día y la noche se iban y eran acunados por aquella voz lastimera.


 


A la mañana siguiente nadie dijo nada. Sus ojos dolían de tanto llorar y de lo hinchados que estaban, algunos incluso veían un poco borroso por todo el esfuerzo que hacían sus globos oculares por cumplir su función.


Emprendieron el camino a pie, los caballos se habían ido hace mucho tiempo despavoridos por los potentes rugidos, pero eso era mejor para ellos.


Liam en su mente trataba de crear palabras bonitas, un discurso bien elaborado, pero no existía forma alguna en la que pudiera endulzar algo tan desastroso. Lía estaría devastada, era mejor si su regreso se retrasara todo lo que pudieran, hasta que él también estuviera bien y pudiera contenerla sin lanzarse a llorar otra vez.


El regreso les tomó más de una semana. No se habían detenido para nada más que lo estrictamente necesario, y luego seguían avanzando.


La entrada a la mansión les dio la bienvenida. Todo estaba más tranquilo desde que Mihail había asumido el gobierno desde esa vez.


Una cabellera cobriza se abrió paso por las puertas de entrada con una gran sonrisa de blancos dientes, causando que todos se tensaran y retrocedieran un paso con temor. ¿Cómo se lo dirían? ¿Qué le dirían?


— ¡Liam! —se lanzó la muchacha a los brazos de su esposo, para luego al separarse buscar con su mirada por todos lados a los faltantes— ¿Y mi hermano y Río? —preguntó inocente— No me digas que se fueron por ahí a disfrutarse sin siquiera venir a decirme hola para dejarme tranquila —cada palabra dicha sin mala intención por la señorita era como una daga a los corazones de cada uno— ¿Qué pasa? —preguntó al ver que nadie decía nada y todos desviaban la mirada— Dime qué está pasando, Liam —toda la felicidad que había sentido al verlos entrar y sentir cerca a su alfa se desvanecieron como la espuma, y la inquietud comenzó a recorrerla por completo.


Liam sintió sus emociones a través del lazo, pero cuando quiso extender su mano para calmarla se dio cuenta que no podía hacerlo, y la dejó caer muerta a su lado. Ni siquiera había podido calmarse él mismo.


— Río —comenzó con dificultad—, Río está —. No podía decirlo, sentía que si lo expresaba en voz alta frente a ella vomitaría, que todo se derrumbaría.


— ¿Qué sucede con mi otro hijo? —preguntó Mihail apareciendo tras Lía, eso fue peor para todos.


— Río —quiso continuar, pero las lágrimas traicioneras comenzaron a fluir y tuvo que desviar la mirada guardando silencio, rogando para sí que no le obligaran a decirlo.


— Río está muerto —escuchó decir a Zack, corto, preciso, y muy frío. Liam se dio la vuelta para mirarlo furioso, queriendo reprocharle la manera en que había soltado la noticia; pero le bastó ver esos ojos sin brillo y las gotas que caían desde su barbilla para saber que no tenía derecho a exigirle nada, Zack estaba tan destrozado como él, como todos.


Lía cayó de rodillas al suelo, pestañeando de manera reiterada para evitar que el agua corriera e intentar tragarse lo que sea que se había atorado en su garganta y no le dejaba respirar bien.


Mihail la acompañó en el suelo, sujetándola por los hombros para sostenerla.


— Dime que es mentira —suplicó con voz temblorosa tratando de apretar los labios y contener los sollozos—. Por favor, dime que es mentira —. Lía lo miró desesperada, largándose a llorar con fuerza al ver que su esposo no negaba lo dicho por Zack, ni nadie lo hacía.


— ¿Y Leon? —preguntó el padre con miedo, apretando los puños sobre el cuerpo de su hija al ver negar reiteradamente al otro miembro de su familia— ¿También? —susurró espantado evitando decir el resto de la frase.


— Ha perdido la cordura —dijo en un murmullo.


Lía lloró hasta quedarse dormida en los brazos de su padre, quien se había mantenido en silencio todo el tiempo sin querer soltar una gota de lágrima para darle soporte a su hija, ya lloraría a sus muchachos en la soledad de su cuarto.


— Está bien —dijo de repente—. Está bien. Solo tenemos que hacer que entre en razón.


— Mi señor —comenzó Theo, pero pensándolo mejor guardó sus palabras. Tal vez creer que si lo intentaban todo volvería a la normalidad les ayudaba a dejar de sufrir por al menos uno de ellos, entonces él no se los impediría, y viendo de reojo como todos su compañeros aceptaban su decisión pensó que era lo correcto, ya tendrían tiempo para procesarlo todo.


— Todo estará bien —dijo el anciano con fingido optimismo—. Deberías llevar a Lía a dormir, deben cuidar al bebé.


Liam obedeció en silencio, tomando a su princesa en sus brazos y llevándola al cuarto para cobijarla en la poca protección que ahora podía brindarle a su destrozada alma.


El resto de hombres caminaron como muertos vivientes, perdiéndose cada uno en sus habitaciones o en algún rincón oculto de la mansión.


Y Mihail, Mihail caminó tranquilo hacia su cuarto, abriendo el cajón de su cómoda y sacando un retrato de su joven hijo, sorbiendo el agua de su nariz e intentando que las lágrimas no borraran el último vestigio que quedaba de su sucesor en ese lugar.


— Todo estará bien —se dijo en voz alta para creerse—. Todo estará bien —. Y repitiendo esa frase tomó asiento en la cama, quedándose dormido en esa posición incómoda, intentando creer la mentira que se contaba a sí mismo.


***


Río. Río. Río.


Los verdes ojos del dragón se encontraban desorbitados con sus pupilas dilatadas. Su respiración errática y el dolor de cabeza cuando pensaba en ese nombre no le dejaban coordinar sus movimientos causando que tropezara y chocara con todo a su paso.


Río. Río. Río.


Cada vez que el pelirrojo cruzaba por su mente un grito lastimero salía de su garganta. Cada rugido, cada gruñido, era su intento desesperado por llamar a Río.


Río. Río. Río. ¿Quién es Río? ¿Qué es un Río?


Poco a poco, y con el pasar de los días, Leon dejó de ser Leon, convirtiéndose en el terrible dragón errático que atacaba todo lo que pisara su territorio, y causando que las pocas bestias que habían quedado por fin se marcharan en su totalidad.


Se quedó ahí en esa ciudad, solo, Lirian se convirtió en su refugio pese a que su instinto siempre le pedía que se dirigiera a otro lado, pero tan pronto como abría las alas para emprender el vuelo un destello rojo y dorado cruzaba por su mente, y se quedaba ahí acurrucado al lado de una antigua escuela derrumbada, esperando volver a ver a alguien que ya ni siquiera recordaba.

Notas finales:

A partir de ahora...solo quedan 10 capítulos para el final. 

Saludos a todas/os <3


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