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DRAGONES por yukihime200

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33. Desaparecido


— ¿Piensas ir otra vez? —cuestionó Lía a su esposo en un murmullo suave y ronco, ese que indicaba su reciente despertar aquella nueva mañana.


 — Sí —respondió seco mientras terminaba de ponerse la ropa más cómoda que podía encontrar sentado en la esquina de la cama, tratando de utilizar el menor espacio posible y no incomodar a su pareja—. Es lo único que puedo hacer —terminó de decir triste.


La muchacha se dio vuelta en la cama dándole la espalda, cubriéndose con las cobijas ligeras y acariciando el vientre que apenas comenzaba a notarse desde que ya habían pasado poco más de tres meses. La melancolía en el ambiente de la mansión pasó a ser una cosa palpable desde aquél día en que todo se derrumbó, y ni siquiera la llegada de un nuevo integrante a la familia era capaz de alegrar las cosas.


 — Ten cuidado.


 — Tú igual. Recuerda que debes comer, por nuestro bebé.


 — Sí.


Liam se acercó hasta la muchacha, acariciando sus cabellos con suavidad y luego depositando un delicado beso en su sien que duró más de lo esperado, como si temiese que fuera el último. Fue extraño para ellos ver como su relación se enfriaba un poco en las palabras pero aun así se mantenían al lado del otro amándose con locura y apoyándose, solo necesitaban tiempo para que las heridas sanaran.


El muchacho recorrió los pasillos de la lúgubre mansión hasta llegar a los dormitorios de sus amigos en la casa contigua. Una vez al mes partía rumbo a Lirian con un diminuto grupo de soldados como acompañantes, todo a paso lento, como si fuera una ceremonia triste que duraba días.


 — El señor nos encontró en un callejón de mala muerte —comenzó Theo. Los pocos hombres que iban con ellos no dijeron nada al respecto pese a que era una historia que ya habían escuchado muchas veces. Se había convertido casi en un ritual contar sus experiencias más importantes relacionadas a aquellas personas durante el trayecto a la gran ciudad—, teníamos como diecisiete o dieciocho años y estábamos en malos pasos. Lastimamos a mucha gente solo para conseguir un par de monedas y sobrevivir otro día en los rincones de la capital.


— Entonces un día cuando llevamos a un par de sujetos para quitarles sus bolsas de dinero apareció Leon, con su gran presencia y su mirada de hielo —continuó Liam con su mirada melancólica observando el frente mientras avanzaba en su caballo con tranquilidad.


 — Demonios, nos dio una paliza horrible —dejó escapar junto a una carcajada el hermano. Sus compañeros lo corearon de manera más leve, para que el relato no perdiera el toque de intimidad.


 — Sí. Pero al final, cuando todo terminó y nos encontrábamos arrodillados a sus pies por el dolor, nos tendió una mano a cada uno.


 — Al principio pensamos que nos llevaría a prisión ¿No?  —los gemelos se sonrieron de manera extraña, con una sonrisa tensa en sus rostros que demostraba que si bien era un recuerdo que los hacía felices el dolor les impedía disfrutarlo por completo. Ninguno de sus compañeros se atrevió a instarlos a seguir el relato, esperando que el nudo de tristeza bajara por sus gargantas y les dejara respirar mejor—. Que grande fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos frente a su mansión.


 — Y literalmente nos lanzó a una habitación diciendo "mañana hay entrenamiento".


 — Ahora que lo pienso, ni siquiera nos resistimos. Me siento muy ridículo —terminó de expresar Theo con un suspiro resignado—. Fue lo mejor que pudo pasarnos en la vida.


— Lo segundo mejor fue volverme amigo de Río —soltó de pronto Liam, y el acogedor ambiente que se había instaurado se volvió gélido de repente—. No es una gran historia. No fue que nos salváramos la vida o algo importante como en los relatos de aventura, solo fue algo que pasó con el día a día.


 — No mientas —exclamó Zack —. Te enamoraste de las palizas que te daba cada día, solo admítelo.


— Voy a enseñarle a mi cuñada algunas técnicas con el látigo entonces  —el comentario salió con tal ligereza y burla que el grupo completo no pudo evitar estallar en carcajadas al ver la explosión de color rojo que se produjo por la vergüenza en el rostro de la persona al mando.


 


Los siete días que duró el viaje se pasaron así, contando historias importantes de cómo llegaron bajo el mando de su jefe, o cómo fue que cada uno aceptó a ese pelirrojo rebelde en su corazón, aún si la historia no era diferente para ninguno de ellos.


 


Antes de ingresar a la ciudad se tomaron un tiempo para respirar. Ver ahora ese desolado lugar les revolvía el estómago y traía a sus cabezas aquellos recuerdos traumáticos vividos hace no mucho tiempo.


Sus caballos fueron amarrados de sus riendas en los árboles alejados, adentrándose a pasos temblorosos recorrieron el camino que les llevaba a la escuela derrumbada, observando los alrededores y apretando la nariz por el terrible olor de lo que fuera que se estaba pudriendo por ahí.


Miraron con cuidado, pero siempre les parecía extraño que el dragón cuidador les gruñera con fuerza para luego darse la vuelta y marcharse volando en vez de arrancarles la cabeza. Si no fuera porque la bestia medía más de tres metros ellos incluso podrían compararlo con un gato asustado al que no le gustaban las visitas.


Cuando las escamas doradas dejaban de brillar en el cielo se dirigían hacia todos los escombros y empezaban a levantarlos uno por uno, tratando de espejar el lugar completo y volver a remover las mismas piedras que ya habían sacado de un lugar a otro, como si en esa nueva oportunidad si fuese a aparecer lo que con tanto esmero buscaban. Pero siempre era lo mismo, la búsqueda no daba resultados, y cuando la noche caía el dragón volvía para reclamar su lugar y alejarlos a todos con un rugido estremecedor. Los más optimistas fingían pensar que era una orden de Leon, diciéndoles que volvieran a casa y descansaran, que ya habría una nueva oportunidad.


Entonces se iban con el ánimo por los suelos, y el trayecto a casa se lo pasaban al galope sin descanso en silencio, solo escuchando la agitada respiración de los caballos y sus casos al correr.


 


Al volver a la mansión siempre era lo mismo, los soldados se iban a encerrar a sus habitaciones para dormir todo el día sin dirigirle la palabra a nadie hasta la mañana siguiente, y Liam se encerraba en la antigua oficina de Leon, donde desplegaba sobre el escritorio un mapa de la ciudad de Lirian y marcaba los sectores que limpiaban. La escuela que se indicaba en el mapa tenía sub divisiones del dibujo que estaban rayadas de diferentes colores.


Cuando el alfa terminaba, de un cajón sacaba un delicado libro forrado en cuero, soltaba un suspiro resignado e impaciente y luego se ponía a escribir con esmero.


Lía lo recibía por la noche en su vuelta, acurrucándolo junto a ella y cantarle una canción de cuna arrulladora con su voz poco afinada pero que funcionaba muy bien. Luego, ella salía de su habitación y recorría los pasos de su esposo hacia la oficina, se sentaba en la silla del escritorio y del cajón sacaba la libreta de cuero, pasando sus delgados dedos por la tapa que no tenía nada grabado en ella, pero que había leído tantas veces que no necesitaba ningún indicador para reconocerlo.


Tomando un profundo suspiro comenzó otra vez desde la página uno, como si al hacer eso fuera a descubrir algún indicio nuevo que pudiera ayudarles.


 


Reporte número 1:


El trayecto a Lirian fue tranquilo, ninguna bestia se cruzó en nuestro camino. La ciudad está desolada, las pocas casas que estaban en pie en ese momento se derrumbaron también, no me sorprendería que en un tiempo más incluso toda la ciudad le siga.


Nos encontramos con Leon, aterrizó de improviso a nuestro lado. Dios, pensé que nos iba a comer a todos pero en vez de eso solo nos rugió, luego abrió sus maravillosas alas de oro y se fue volando.


Despejamos una cuarta parte de los escombros en la escuela...Río no estaba en ese sector.


Fin del reporte.


 


Reporte número 2:


Al parecer las bestias ya nunca más aparecerán por aquí, el camino es seguro ahora en su totalidad. No se si debería sentirme feliz o triste por eso...eran personas, buenas personas.


Leon está aquí otra vez. Tal vez siempre lo esté. Dios, él...


Hemos despejado otro pequeño sector. No hay resultados.


Fin del reporte.


 


Lía miró con tristeza esa hoja con casi nada escrito, Liam había tachado gran parte de una oración que tal vez solo se trataba de sus pensamientos de tristeza, y lo que más le partía el alma de ese pequeño resumen eran las manchas de tinta corrida por lágrimas antiguas que estaba segura no eran de ella.


La siguiente página contenía el reporte que había hecho su esposo tan pronto regresó.


 


Reporte número 3:


Hicimos nuestro ritual de siempre por el camino. A todos nos gusta recordar cómo fue que el jefe nos dejó entrar a su vida, nos hace sentir que todo eso ocurrió hace pocos días. Lía, tal vez deberías contarnos una historia también cuando puedas ir con nosotros, de seguro a los muchachos les encantará saber alguna travesura tuya y de Río.


Leon nos ha vuelto a gruñir, no sé si los chicos lo pensaron también, pero era más como un gato que un dragón, claro, uno gigante y que muy de seguro puede escupir fuego, pero tú me entiendes. No tenemos idea de a dónde diablos se va cuando nosotros estamos aquí. No te preocupes, nunca nos ha hecho daño.


Pudimos despejar un gran sector esta vez...no hay rastros de Río. Tal vez debamos buscar en otro sector de la ciudad en la próxima salida.


Fin del reporte.


 


Las cosas se mantuvieron así. Los días, las semanas y los meses pasaban tranquilos y en calma, borrando de manera muy lenta el dolor y trayendo un poco de felicidad cuando la gran barriga de la señorita pasó a ser plana otra vez y ahora había un pequeño ratón recorriendo los rincones de la mansión volviendo a todos locos.


El ritual siguió igual, y cuando su retoño ya era más grande comenzaron a sumarse también montados en el caballo de Liam.


La extraña rutina mensual era la misma, después de haber limpiado por completo los escombros de la escuela se dirigían en silencio hacia otros lugares en un acuerdo silencioso; y luego volvían a casa después de cuatro días a continuar el mapa y escribir en el diario.


 


Reporte número 36: Carta para ti.


Reporte número 36. Reporte número 36. No puedo creer que ya hayan pasado tres años. Dios, tres años. ¿Sabes para quién estoy escribiendo esto? Para ti, Río. Para ti y para Leon. Y espero que lo lean y lo vuelvan a leer una y otra vez, porque nunca dejamos de buscarte.


¿Dónde demonios estás? Te extraño, amigo. Quiero que conozcas a mi hijo, Noah. Es un diablillo, es muy travieso, estoy seguro de que tú y él se llevarían de maravilla. Tiene mi cabello negro y los hermosos ojos verdes de Lía, apuesto que te encantaría aun más, porque más que parecerse a nosotros es como una mini copia de Leon, Lía y su padre siempre lo están diciendo. Siempre lo están diciendo.


¿Dónde estás, amigo? Lía llora por las noches al ver a nuestro hijo y recordar al jefe, pero siempre finge que está bien, ella no está nada bien, Río. Le hacen falta, mucha falta.


Hoy, cuando fuimos a Lirian a dejarte flores vimos a Leon otra vez. No parece estar bien. No nos gruñó, no emprendió el vuelo como siempre hacía, solo se quedó ahí, tranquilo. No tienes idea de las inmensas ganas que tuve de llorar al ver sus ojos apagados y verle soltar una gruesa gota de agua de ellos. No sabía que los dragones también lloraban.


¿Dónde estás, amigo? Han pasado 36 meses, 3 años, y tu cuerpo aun no aparece.


Te extraño, amigo. Lía te extraña. Theo, Zack y todos tus soldados te extrañan. La verdad es que no se si quiero que leas esto, me siento como un niño al decir cuánto te extraño, pero también quiero que lo hagas, porque si es así significa que volviste.


Fin del reporte.


Tu amigo, Liam.

Notas finales:

Holaa. ¿Me extrañaron? Me disculpo por el tiempo tan largo de espera, no tengo excusas, me puse a leer manhwa :3

Espero que les guste, de aquí en adelante quedan poco capítulos para terminar al fin esta historia.


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