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DRAGONES por yukihime200

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34. Marie y Luna 


Lo primero que sintió Río al abrir sus ojos al mundo nuevamente fue la fresca briza que dejaba el viento acariciando su rostro, el olor a hierba y sus dedos acariciando el corto pasto. Al segundo siguiente sintió el terrible dolor que atravesaba su abdomen e hizo que su rostro se distorsionara. Se sentó con rapidez, desorientado y girando su cabeza en todas direcciones para tratar de reconocer algo.


El tronco de aquél árbol a su espalda le dio soporte mientras trataba de calmar sus emociones y su respiración retornaba a la normalidad. No mucho tiempo después sintió el tímido toque de un dedo en su hombro de manera repetida.


— ¿Estás bien? —La voz infantil a su derecha llamó su atención. No pudo comprender el idioma al primer instante, pero eventualmente su cerebro procesó todo al ser interrogado otra vez, como si su mente se hubiese adaptado con una rapidez monstruosa dejándolo desconcertado —. Has estado mucho tiempo tirado en este lugar —siguió la conversación la muchacha. Río solo asintió ante la niña de rostro amable, pensando por un instante que se le hacía muy conocido pero descartándolo de inmediato.


Se puso de pie con cuidado, siendo ayudado por aquél nuevo amigo café y de rugosa textura.


La pequeña lo miraba con curiosidad, no habiendo visto nunca antes a un joven tan hermoso como ese, con sus cortos cabellos rojos como el sol de sus libros escolares y esos ojos dorados como el oro que solo pudo observar en las tiendas de joyerías.


— ¿Dónde estoy? —soltó por primera vez su voz el muchacho. Unas inmensas ganas de llorar recorrieron su cuerpo de pies a cabeza, porque ella reconocía esa voz, era un poco más suave a como ella la recordaba, pero estaba segura de que era él. Sin responderle aún se lanzó a sus brazos y los enrolló tan fuerte como su delgado cuerpo podía mientras inspiraba hondo, ah, ella también reconocía ese olor, ese en el que se sentía siempre tan protegida por las noches.


Río tenía sus manos un poco elevadas cerca de ella, queriendo separarla un poco de su cuerpo pero a la vez temiendo hacerlo, los temblores de ese pequeño ser le impedían tomar esa simple decisión, y en vez de eso, golpeó con delicadeza la espalda un par de veces para tranquilizarla.


— ....lia —no pudo entender nada más de lo que había dicho la pequeña, ella se había reusado a separar su rostro enterrado en el cuerpo contrario y la voz salió en su totalidad amortiguada. Río trató de separarla un poco para poder escuchar mejor, pero se aferraba a él con una fuerza que nadie pensaría que tiene —. Estás en los campos de Italia —dijo finalmente al levantar su cabeza.


— Entiendo —fue todo lo que dijo. Su escueta respuesta causó que la niña formara un mohín en su rostro y finalmente se separara de él, y sin pensarlo mucho lo tomó de la mano y comenzó a arrastrarlo con ella.


— Ven conmigo.


El pelirrojo no puso mucha fuerza de oposición, de cualquier forma algo le decía que no podría deshacerse de esa muchachita obstinada, y mientras emprendían el camino pudo observar la maravilla del tranquilo paisaje. La basta pradera parecía infinita, con árboles de frutas por doquier y animales pastando con tranquilidad mientras aves se posaban sobre ellos. Las casas de los granjeros se encontraban tan lejos unas de otras que una divertida idea cruzó la mente de Río, como pedir a gritos una taza de azúcar al vecino.


Aspiró con ansias el aroma a tranquilidad, como si hace muchos años que no lo hubiera sentido.


La persona que lideraba la marcha miraba de tanto en tanto hacia atrás de ella y apretaba la mano que tenía entrelazada a cada segundo, temiendo la idea de que todo fuera su imaginación y al fin, todas las penurias de su vida estuvieran comenzando a pasarle factura logrando que enloqueciera. Sin que lo notara, su paso comenzó a acelerarse cada vez más, hasta que su tranquilo paseo por el campo se convirtió para ella en una carrera por la vida. Que el hombre tras de ella no dijera ni una palabra en todo el trayecto incrementaba su ansiedad, y cuando por fin vio las puertas de su hogar entró corriendo y se interpuso en la salida con los brazos abiertos bajo la mirada interrogante de oro.


— ¿Luna? —la voz asustada hizo presencia, y pronto su cabeza giraba entre su hija y la nueva persona extraña que estaba parada junto a su sofá. Su cerebro no fue capaz de razonar de manera correcta, de ver que era la niña quien impedía el escape y el alto muchacho el ratón atrapado. Su rostro se puso rojo de la furia y comenzó a avanzar tratando de intimidar al otro en un acto que se veía totalmente ridículo ante la clara diferencia corporal.


La pequeña, al ver el claro malentendido se lanzó a interponerse entre ambos.


— ¡Mamá! —ambas respiraban agitadas, mirándose como si se encontraran en un enfrentamiento del viejo oeste. El único hombre en ese lugar soltó un suspiro cansado, no queriendo entrometerse en lo que sea que ocurriera en esos instantes, y levantando los brazos en son de paz soltó un simple "me largo" para comenzar a girarse y dirigirse a la salida —. ¡No! —le gritó de inmediato la pequeña pegándose otra vez a su cuerpo. Un poco exasperado ya por todo Río trató de separarla con un poco más de motivación que antes, pero parecía que la fuerza de esa niña se había duplicado, al igual que su obstinación.


— Cariño, déjalo.


— ¡No! ¡Es Río!


Fue entonces que todo el alboroto se calmó al instante. La madre ahogó una exclamación con sus manos temblorosas y el llanto de la pequeña niña al fin se desató.


— Cariño —comenzó lento la mujer.


— ¡No!


El joven observaba toda la situación y las expresiones de aquellas bellas damas, no fue muy difícil lograr entender la situación, y tratando de traer a la realidad a la niña se inclinó ante ella con cuidado.


— Pequeña, no soy esa persona —declaró con suavidad.


— No es verdad, eres Río ¿Por qué mientes? —exclamó mientras su voz se ponía temblorosa y lo acusaba entre llantos. Río solo pudo soltar un suspiro resignado.


— ¿Me parezco tanto a tu amigo? —le consultó mientras acariciaba sus rizos de cobre.


— No te pareces en nada —dijo descolocándolo un poco. ¿Entonces por qué declaraba tan segura que él era esa persona? La pregunta no fue exteriorizada, pero la mujer no tenía por qué escucharla, ella se hacía la misma cuestión —. No te pareces en nada, pero yo lo sé, eres Río.


— Hija.


— Mamá, no puedo explicarlo, pero él es Río. ¡Mamá!


— Cariño, no es Río.


— ¿Entonces, quién eres? —le preguntó en un tono acusador, segura de que ella tenía la respuesta correcta. El pelirrojo soltó otro suspiro agotado antes de comenzar a responder con una seguridad que murió enseguida.


— Yo soy...soy... —su rostro se enserió de repente, y de la seriedad se deformó a la extrañeza, porque dentro de su cabeza no podía encontrar la respuesta ¿Quién era él? Miró a las otras dos personas en pánico y retrocedió un par de pasos asustado, al fin todas las preguntas llegaron como un cometa ¿Quién era? ¿Dónde estaba? ¿Cómo llegó ahí? ¿De dónde? Ninguna imagen aparecía ante sus ojos para poder ayudarlo, y entonces, el dolor profundo en su abdomen le hizo retorcerse hasta perder el conocimiento.


La madre se apresuró a socorrer al extraño, sintiendo sin darse cuenta la seguridad de que nada malo ocurriría si le daba una mano al pobre muchacho.


Entre ambas trasladaron al chico sobre el sofá, respirando tranquilas al ver que respiraba con normalidad. En ese lugar rural era difícil contactar con una ambulancia para llevarlo a un hospital, y de todas formas se sentía un poco responsable por él. ¿Cómo podría atreverse a dejar a una persona amnésica por su cuenta?


Marie no lo había dejado pasar, pudo ver cómo "Río" había sujetado su abdomen con una gran mueca de dolor, por lo que levantando sin vergüenza su ropa examinó su cuerpo. La gran cicatriz en su abdomen llamó la atención, perecía reciente debido al color rosa que le bordeaba, pero a la vez, estaba tan bien cicatrizada que debería llevar años ahí. Sus dedos se posaron temblorosos en ese sector más oscuro que el resto de su piel, tratando de adivinar qué tipo de accidente pudo causar algo como eso.


— Luna —llamó con cariño la atención de su retoño —, ¿Puedes traerme una toalla y agua? —. Luna no dijo nada para responder, pero a su madre no le hizo falta, escuchó como los pasos apresurados cruzaban hasta la cocina y el agua corría golpeando de seguro la primera olla limpia que su hija encontró para traer con agua. No mucho después su pedido se encontraba siendo sujetado frente a ella por unos delgados y bellos dedos delicados.


Remojó con paciencia el trapo y escurrió el exceso de agua para ponerlo casi con cariño por la frente sudorosa que se enfrentaba a ella.


Sin la necesidad de una nueva orden, la niña se encaminó a una habitación para traer una manta azul llena de estrellas y posarla sobre las piernas de quien ella aseguraba era su perdido familiar.


Ambas se quedaron el resto de la tarde ahí, sentándose en el suelo con sus espaldas apoyadas en el sofá del durmiente enfrentadas a la chimenea, las noches en el campo eran muy frescas para un enfermo.


***


Cuando abrió los ojos por la mañana soltó un chasquido mientras apretaba de manera mecánica por sobre sus ojos. Estaba un poco enfadado por la situación, por extraño que le pareciera, sentía que en un corto período de tiempo había perdido muchas veces la consciencia.


Sus ojos recorrieron la estancia, la chimenea se notaba apagada haca mucho tiempo y el frío de la madrugada le hizo encogerse sobre sí mismo.


El aroma a hogar lo sobrecogió un poco, sintiendo que el extraño anhelo que su alma tenía se calmaba un poco pero se vaciaba de otra forma.


No habían cuadros, tampoco fotografías, todo era muy sencillo y escaso, pero aún así todo se veía bien decorado como una bella familia feliz.


Al terminar de observar todo su mirada se encontró con un par de ojos jóvenes curiosos.


— Vamos a comer —exclamó con felicidad, y entonces Río reparó en el delicioso olor a café y pan recién horneado que hizo rugir a su estómago.


Caminando con cuidado abandonó su cama improvisada y le siguió el paso a la contenta infante hasta tomar asiento sin darse cuenta en el lugar de la cabeza de familia mientras la adulta terminaba de acomodar todo.


— Es una bonita casa —comenzó de manera tímida después de dar el primer sorbo a su taza.


— Tú nos ayudaste —exclamó feliz Luna sin mirarlo mientras continuaba comiendo —. No pudimos salir en barco como nos dijiste.


Marie sonrió de manera triste mientras continuaba el relato que su hija había comenzado. Ese día, esa noche, cuando Río envió el collar y ellas supieron que no regresaría comenzaron a empacar con urgencia en una bolsa de cuero las pocas ropas que tenían mientras que guardaban el fajo de billetes que les habían dejado por entre sus ropas.


De manera discreta caminaron hasta el río en busca de alguien que pudiera ayudarlas, pero no habían contado con que todo el lugar estuviera bloqueado por muchos hombres que se veían peligrosos.


Emprendiendo el camino contrario se dirigieron en dirección al bosque cercano del lugar, les tomó media mañana recorrer todo hasta alcanzar la entrada, y media tarde más mientras se escondían y evitaban a los sujetos que también exploraban por ahí. Marie sabía que si la encontraban con el collar desmantelado ni ella ni su hija vivirían para rogar un día más.


Caminaron, y caminaron, hasta que se fueron alejando cada vez más de la ciudad, pagando un pequeño precio a personas que las pudieran llevar aunque fuese un poco más allá, de todas formas eso era mucho más barato que pagar por un barco.


Un amable muchacho las ayudó cuando llegaron al campo, reuniendo a los vecinos y a su aterrador compañero de vivienda para levantar poco a poco la acogedora casa que ahora tenían.


— Aún no sé cómo pagarles por todo lo que han hecho por nosotras, es por eso que les ayudamos algunas veces con sus animales y me dejan trabajar para ellos mientras Luna va al colegio de este lugar.


— Al final no fue necesario utilizar el collar que nos diste. De todas formas a mamá le da miedo usarlo, ha pasado casi un año y aún piensa que pueden encontrarnos los malos.


— Pues tu madre tiene razón, nunca está demás ser precavido —dijo amable mientras acariciaba la pequeña cabeza.


— Por cierto, mi nombre es Marie, y ella es Luna —le distrajo la mujer—. Bienvenido a nuestro hogar, "Río" —dijo con suavidad.


De alguna forma, una terrible sensación de familiaridad recorrió el cuerpo de Río, y estuvo muy tentado a llorar mientras imaginaba que se tiraba a las faldas de esa mujer mientras la abrazaba.

Notas finales:

Feliz navidad y Año nuevo 2022!!!

Lamento la tardanza en el capítulo, pero tangan por seguro que NO pienso dejarla abandonada, esta historia se termina sí o sí, solo ténganme paciencia porque el trabajo, el sueño y la flojera me matan.

 

Gracias por leer hasta aquí, las amodoro!! <3<3


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