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DRAGONES por yukihime200

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36. DejaVú

 

— Creo que es tiempo de que se vayan —dijo Marie con una seriedad nunca antes vista en ella después de que todo se calmara. No. No es que nunca antes la hubiera visto. Por la mente de Río, que ahora trabajaba a gran velocidad, pasaron con rapidez unas cuantas imágenes, como cuando ella lo había protegido una vez en una calle mal iluminada, cuando lo veía llegar sangrante después de algún trabajo, cuando Luna llegó a ellos. ¿Qué eran aquellas imágenes si estaba seguro de que eso nunca había ocurrido?

 

— Sí. Es hora de que nos vayamos —contestó angustiado Fabián—. Lamento mucho la situación ocurrida —. Declaró realizando una pequeña reverencia para mostrar su respeto y arrepentimiento.

 

— No es de ti de quién se necesita una disculpa —acusó Río—. Si vuelves a poner un dedo sobre mi familia no vivirás para contárselo a tu novio —. Amenazó furioso. Fue extraño, pero sentía que hacer amenazas para él le resultaba sumamente fácil.

 

Los extraños se marcharon al instante gracias al apremio de Fabián, y Río no cerró la puerta hasta que dejó de ser observado por ese par de ojos grises amenazantes. Sentía que los había visto en algún lado, pero no recordaba a ninguna persona con esa característica mirada.

 

Se giró con precaución hacia las mujeres que esperaban por él, casi temiendo que la conversación pasada con ese sujeto causara un rechazo hacia su persona por parte de aquellas dos.

 

Contrario a lo que esperaba, ambas lo miraban agradecidas, ¿Dónde había visto esa mirada antes? ¿Era de hace unos días? ¿Por qué se sentía que era de muchos años atrás? Sus interrogantes las dejó en el olvido cuando sacudió su cabeza, porque nada de eso importaba, el ahora le ofrecía muchas cosas mejores.

 

***

 

Pero pese a lo optimista que trataba de ser, con el paso de los días las cosas dejaron de ser tan fáciles para él. A veces, cuando veía a la pequeña Luna bajar saltando las escaleras de la entrada para traerle su ya tan característica botella de leche tenía que mirar dos veces, porque de momentos la imaginaba corriendo hacia él con un hermoso vestido que se utilizaba en las fiestas antiguas y un poco más alta llamándolo a él y a alguien más.

 

O cuando entre trabajo y trabajo llegaba la hora de sacar la basura, y la imagen de Marie rejuvenecía unos cuántos años confundiéndole. ¿Por qué cada cosa que hacía últimamente le hacía sentir así? Estaba seguro que la imagen de esa señorita risueña que venía hacia él no era Luna, entonces, ¿Quién era? ¿Siquiera era alguien que conocía?

 

Cuando caminaba hacia el baño para tomar una ducha su vista se fijaba en la pequeña piedra verde decorativa que Marie tenía en ese lugar. Un verde tan hermoso que creía haber visto en otro lado, a veces incluso en sus sueños.

 

— Río —el susurro en su oreja le produjo un placentero escalofrío y levantó la vista. El reflejo en el espejo le mostró a ese guapo hombre de cabellos negros y su penetrante mirada esmeralda, pero cuando se dio la vuelta, aquel sujeto ya no estaba, y las ganas de llorar lo atormentaron todo el día, tal parece que había comenzado a ver fantasmas.

 

Lo mejor que pudo hacer para deshacerse de esas angustiantes sensaciones fue dedicarse todo el tiempo al trabajo físico, así, cuando se encontrara tan agotado, dejaría atrás todas esas cosas y solo podría dormir. Que mala decisión, porque su cuerpo poco a poco comenzó a pasar factura y sus preciadas muchachas se preocupaban cada vez más.

 

— Deja de picar mi mejilla, idiota —su cuello dio un giro aterrador cuando escuchó al par de niños jugando en los campos de agricultura esa mañana mientras recogía frutas, esa frase, él la había dicho hace un tiempo, estaba seguro, ¿Pero a quién? Un repentino dolor de cabeza le impidió seguir pensando mientras muchos rostros que no conocía aparecieron frente a él, la sensación de mil agujas en su cráneo debido a eso le quitaban incluso el aliento.

 

— ¿Estás bien?  —la voz preocupada de Fabián sonó tras su espalda inseguro de querer preguntar en verdad debido a la mirada furiosa que ahora le dirigía el muchacho de ojos dorados incluso en su sufrimiento.

 

— ¿Qué me hizo ese tipo? —preguntó casi con locura al muchacho que levantó sus manos retrocediendo un paso con miedo.

 

— No te hice nada —le contestó devuelta una voz calmada apareciendo tras el castaño.

 

— Algo debiste haber hecho —dijo agarrando su cabeza por el dolor—. Por favor, detenlo —. Rogó esta vez al no poder seguir aguantando.

 

Al miró al muchacho retorciéndose frente a él, su mente no podía entender por qué una criatura tan orgullosa como lo era un dragón se veía de forma tan patética ante él. Pero vio su cuello expuesto cuando el muchacho se inclinó ante él, y la marca de mordida fue mostrada en todo su esplendor.

 

— Tú —comenzó con incredulidad—. Tú eres un dragón enlazado —. Dijo atrapando al fin la mirada del contrario—. Me sorprende que estés vivo aún sin tu pareja al lado. Tal vez por eso parece que estás enloqueciendo —. Exclamó como si hubiese resuelto un gran misterio y mirando su cansado rostro.

 

Fabián miró a su compañero sin entender nada de lo que había dicho, en cambio Río había abierto sus ojos con terror, pasando una mano temblorosa en su cuello, tocando casi con delicadeza la marca de dientes que ahora había comenzado a arder con fuerza, como recalcando las palabras dichas por el otro sujeto con mirada burlesca, reprochándole el haberle olvidado.

 

— ¿Enlazado? —al fin exteriorizó su pregunta Fabián.

 

— Eso dije. Dios, yo llegué aquí sin algunos recuerdos, pero tú ni siquiera recuerdas lo más básico.

 

— Espera —espetó con apuro el más joven de todos—. No creo que sea un buen lugar para conversar de todo esto. Vamos a casa —. Terminó de dar la orden en voz alta, y antes de emprender el camino miró con seriedad a su acompañante.

 

— ¿Qué? —preguntó fingiendo que no entendía la mirada y señas que le dirigían—. Bien —. Dijo de mala gana, y de manera resignada levantó en sus brazos al aún dolorido muchacho para emprender el rumbo a la casa de Fabián. Entre la nublada conciencia Río sonrío sin que nadie lo notara, porque recordó a alguien que lo había abrazado así unas cuantas veces.

 

Muchos trabajadores se acercaron a ellos en el camino, preguntando realmente preocupados por el estado de Río que habían visto irse deteriorando cada día. Ambos aseguraron que se encontraba bien, indicando siempre que ellos como jóvenes tenían lo que hacía falta para ayudar al muchacho para volver a la vida como siempre. Le echaron la culpa al exceso de trabajo y la falta de vida juvenil, con comida chatarra y vida social, y los adultos les dieron la razón exclamando que ellos harían por un par de días todo el trabajo de Río.

 

El grupo ingresó a la casa, y Al dejó a Río en la primera silla que encontró mientras se olfateaba a sí mismo y colocaba una cara de disgusto que causó curiosidad en los otros.

 

— ¿Qué?  —preguntó dirigiendo una mirada molesta al pelirrojo—. Tu olor es molesto.

 

— ¿Mi olor? —respondió aún desorientado el otro.

 

Al no contestó, en cambio, se dirigió a su habitación a cambiar su ropa volviendo unos minutos después. Los dueños de la vivienda le dieron espacio al dragón para que ordenara sus ideas, viendo como sin preguntarle a nadie tomaba el sofá y se reclinaba en él hasta caer dormido. 

 

Las horas pasaron entre discusiones de los otros dos, esperando con paciencia a que el invitado abriera sus ojos otra vez, y cuando lo hizo, pareciera que la claridad lo había golpeado borrando todas sus inseguridades.

 

— Entonces —comenzó Al tomando asiento frente al dragón en una pose orgullosa— ¿Ya podemos hablar con el real tú? —. Fabián tomó asiento en el último cojín del sofá, siendo solo un espectador de todo lo que ocurriría en ese momento y en adelante para sacar todas las conclusiones que pudiera.

 

— Depende —respondió Río adoptando una postura similar. El ambiente en la sala gracias a esos dos era casi sofocante—. ¿Estoy hablando con el verdadero tú? — . El rostro de Al se deformó por el enojo y miró de reojo al dueño de la casa, esperando que su mirada intimidara al tímido chico y este se marchara—. Oh —. Exclamó burlón esta vez el pelirrojo—, no le has dicho —. Continuó—, creo que este es un buen momento para que nos sinceremos, ¿No crees?

 

Al se tomó un tiempo, pensando todas las salidas posibles de la situación que él mismo había causado, pero mientras más esperaba, Fabián menos ganas tenía de irse del lugar. Soltando un suspiro resignado comenzó la verdadera conversación.

 

— Mi nombre es Fallon, príncipe de las Hadas —el silencio se instauró en la casa, mientras que la mirada de Al se encontraba centrada solo en Fabián, rogando para sí que no le odiara por ocultarle hasta su nombre.

 

— ¿Hadas? ¿Quieres decir que existen en verdad? —la voz incrédula de Río llamó la atención de los jóvenes que se encontraban en un concurso de miradas, y los ojos grises de Fallon recayeron en el pelirrojo.

 

— ¿Qué clase de enseñanza tienen los dragones hoy en día, eh? —preguntó tratando de ridiculizar al otro.

 

— Bien —comenzó a rebatir Río—, para empezar, ni siquiera soy un dragón originalmente —. Terminó por cruzarse de brazos.

 

— ¿Qué? —respondió incrédulo—. !Vaya! hace mucho que no veía a un omega que mutaba —. Exclamó maravillado—. Debes ser el primero como en cien años.

 

— Bien —comenzó lento—, para empezar, ni siquiera era un omega antes.

 

— No creo ser tan estúpido, pero supongo que no te estoy entendiendo —dijo extrañado Al.

 

— Yo soy originalmente de este mundo —declaró con seguridad—. De algún modo terminé en otro mundo, y en otro cuerpo —. Terminó desviando la mirada.

 

— Eso es imposible.

 

— Bueno —dijo abriendo sus brazos para mostrarse a sí mismo—. He hecho algo imposible entonces.

 

— No es posible —volvió a negar Fallon abriendo sus ojos—. No es posible, a menos...

 

— A menos ¿Qué? —le instó a seguir el otro.

 

— A menos que estuvieras en contacto con un portal al momento de "morir" y tu alma se vinculara a él. Pero eso es imposible, los únicos que pueden abrir portales al mundo humano son las hadas de la familia real. No siento a ninguno de mi especie aquí, y si nadie ha pasado el portal ni siquiera debería haber funcionado a menos que existiera una explosión de poder. Estoy seguro que ni la reina ni yo lo hicimos, y mi padre está enfermo, no hay otra forma —. Al se paseó por la sala inquieto, tratando de obligar a su cerebro a pensar en otra opción.

 

— Tienes razón —dijo serio Fabián—. No hay otra forma según lo que dices. A menos de que exista otra persona de la familia real —. Continuó con su razonamiento el menor—. ¿De casualidad no tienes un hermano? —. El rostro de Al se puso pálido de repente mientras sus brazos caían lánguidos a sus costados y su mirada aterrada asustó a su compañero.

 

— No —respondió con firmeza—. No tengo un hermano. Pero tengo una hermana —. Ante tal declaración, los recuerdos dormidos llegaron a él como un torrente. Él la escuchó gritar, hace casi un año, justo cuando se encontraba en medio de la guerra. Ella llamó por su ayuda, y él la había olvidado por completo mientras se dedicaba a vivir una vida de paz junto a otra persona—. ¿Qué he hecho? —. Preguntó una y otra vez desesperado mientras caía al suelo sin importarle que sus rodillas se lastimaran.

 

— ¿Hay algo que podamos hacer? —preguntó Río mientras veía al desesperado hombre frente a él que se mantenía en silencio—. Te pregunto si ella aún está viva para ir por ella, imbécil —. Al sentir la voz más firme del muchacho su mente se centró un poco más, poniendo especial atención en su conexión familiar.

 

— Lo está —dijo asintiendo después de unos segundos—. Es muy débil, pero aún está viva.

 

— Bien —dijo Río poniéndose de pie—. Pues creo que es hora de que abras un portal, oh gran príncipe.

 

— No puedo —aquella respuesta descolocó un poco a Río, sintió que sus palabras de valentía habían sido arrojadas a la basura en menos de un segundo gracias a la resignación del idiota frente a él. Antes de que pudiera reprocharle Fallon prosiguió—. No tengo la gema física para abrir el portal.    


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