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DRAGONES por yukihime200

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37. La falta que me haces


Río tomó asiento lanzando un suspiro exasperado debido a aquella respuesta mientras desordenaba sus cabellos con un poco más de la brusquedad debida.


— ¿No se supone que las hadas son mágicas? ¿Por qué necesitas de una gema para abrir el portal?


— Nuestra magia controla la naturaleza, las estaciones, y pequeños juegos con los elementos —explicó con calma el pelinegro—. Los portales a otro mundo son la cosa más antinatural que existe, es por eso que se necesita un medio para canalizar toda la magia y hacer funcionar el portal.


— Si son tan antinaturales ¿Por qué los utilizan?


— Río, acabo de decir que controlamos las estaciones —le explicó como a un niño— ¿Quién crees que mueve las estaciones de este mundo? —. Fabián quedó maravillado al descubrir aquello, saber que seres tan magníficos eran capaces de tal cosa cambiaba todo lo que había aprendido alguna vez en los libros.


— O sea que campanita no estaba tan equivocada —dijo Río causando la risa ahogada de Fabian, esa que no pudo ser contenida por más tiempo al ver que su compañero sobrenatural no entendía de lo que estaban hablando.


El resto del día se lo pasaron así, incluso mientras Río cocinaba se encontraban discutiendo maneras para encontrar una gema que sirviera de canal, pero las especificaciones de Fallon eran muchas, él necesariamente debía sentir el poder de cada joya, por lo que separarse para buscar estaba totalmente descartado.


— ¿Cómo es tu pareja, Río? —pregunto de improviso Fabián una vez estuvieron los tres acomodados en el sofá viendo una película que habían comprado en la ciudad.


— ¿Mi pareja? —sonrió con melancolía—. Es un hombre maravilloso —. Respondió mientras acariciaba la marca en su cuello que no había detenido su ardor—. Leon es un hombre amable, tal vez el más amable que he visto alguna vez en mi vida. Le gusta más el café con leche en cualquier momento del día, pero nunca se niega cuando le ofrezco el café negro y muy amargo, solo porque lo hice yo. Cuando pelea sus preciosos ojos verdes se ponen más oscuros y puedes ver en su rostro que no le gusta hacerlo. Le gustan los niños, pero se pone muy triste cuando no les agrada a ellos. Adora a su familia con todo su corazón, puedo decir que incluso moriría por ellos. Si quiere algo y se lo niegas coloca ojitos de cachorro, que debo decir le funcionan muy bien. En medio del trabajo, se sienta recto en la silla de su oficina, y su pie tiene un ligero movimiento inconsciente. Cuando me mira, una sonrisa que ni él sabe que tiene aparece en su rostro y demonios, siento que podría ser la envidia del mundo entero porque es solo mía. Y cuando él me toma —dejó la frase en suspenso mientras los miraba con una sonrisa en los labios—; eso no les importa —. Terminó causando la risa de Fabián y una más discreta en el otro—. Dios, lo extraño tanto ¿Por qué demonios sigo con vida si no está él a mi lado? —. Se preguntó en voz baja casi a punto de llorar.


— ¿Y qué sucedió?  —cuestionó despacio el menor.


— ¿Puedes creer que nos fuimos a la guerra solo por un imbécil que no aceptó el rechazo?


— Por supuesto —contestó de inmediato Al—. Su especie está hecha con un montón de bárbaros. Sin ofender, claro —. Río no se ofendió para nada, no podía negar que ese también fue uno de los pensamientos fugaces que cruzó por su cabeza al momento de caer en ese lugar, pero se había adaptado tan bien debido a que era igual a ellos que esa idea se fue tan rápido como llegó—. ¿Qué darías por volverlo a ver? —preguntó después de mucho pensarlo.


— Todo.


— ¿Incluso perder a las dos señoritas que te aman como a su familia?


— Incluso eso —respondió sin pensarlo. Marie y Luna ya no corrían ningún peligro, al contrario, habían salido adelante de forma maravillosa, ya no necesitaban de él, pero él necesitaba de Leon, con locura, con el alma.


— Puedes cruzar a la tierra de los dragones a través de nuestro reino —dijo mirando a nadie en particular, pensando además muy bien la siguiente oferta—. Pero para cruzar por ahí es necesario que sea el rey.


— Así que hay malas relaciones con tus padres, ¿eh?


— La reina no es mi madre. Por su culpa mis tierras están decadencia, y apuesto a que es culpa de ella que mi hermana se encuentre en peligro.


— Entonces solo tienes que matarla ¿no? No le veo el problema —se encogió de hombros el pelirrojo, como si explicar aquello fuera muy fácil.


— Ese es el problema —rebatió Fallon—. Un hada no puede matar a otra hada —. Sentenció mientras le dirigía una mirada significativa al dragón.


— Entonces solo tengo que matarla ¿no? —se corrigió—. No le veo el problema.


Se despidieron con un apretón de manos, sellando la promesa de un nuevo equipo. Eventualmente Río abandonó la casa dejando que discutieran entre ellos lo que sabía que sería, tenía algo más importante entre manos en ese momento que la relación interesante entre ellos dos, como el hecho de que su cuello no había dejado de picar y el calor en su cuerpo aumentó unos cuantos grados. Río sabía lo que estaba pasando, es por eso que al llegar a casa se encerró en la habitación de Marie, pidiéndole que no se acercara hasta que él saliese, que tan pronto pudiera le explicaría todo lo que sucedía con él, todo lo que había pasado, y todo lo que pasaría.


Ni Marie ni Luna cuestionaron su petición, y durante tres noches y dos días escucharon el llanto de su querido niño, llamando entre quejidos el nombre de un desconocido, rogándole que volviera junto a él, que le hacía falta, que lo quería, y que lamentaba haberlo olvidado.


La madre no tuvo que pensar mucho al respecto, sabía que era lo que sucedería cuando Río saliera de su habitación, por ese motivo preparó su corazón todos esos días, y desde el dormitorio vio salir a un Río más decidido que nunca.


— Tenemos que hablar, Marie —dijo el pelirrojo aquella mañana sin perder el tiempo.


— Lo sé —contestó ella palmeando con suavidad el cojín del sofá junto a ella. Río tomó asiento en el lugar indicado, respirando hondo y buscando las palabras que quería decir.


— Hay una persona —comenzó en voz baja. Marie solo pudo sonreír con suavidad antes se seguir la conversación.


— Lo sé.


— Es un muchacho. Un hombre ya en realidad.


— También lo sé —dijo soltando una cantarina risa por la sorpresa que se reflejaba en el rostro del joven, ese que se preguntaba ¿Cómo lo sabía?—. No hay ningún secreto, Río, dijiste su nombre todo el tiempo en la habitación—. Río solo pudo sonrojarse hasta las orejas al escuchar aquello de boca de Marie.


— Debo regresar con él —explicó con sus ojos a punto de llorar.


— Lo entiendo.


— No. No lo entiendes.


— Lo entiendo —explicó calmada—. Tal vez no soy la persona más brillante del mundo, pero pude entender muchas cosas después de verte, y después de conocer a ese muchacho que irrumpió en mi casa, después de todo dijo algo muy interesante y que tú no negaste.


— No podré regresar —susurró despacio.


— Está bien. Tu felicidad es todo lo que importa —declaró mientras con sus delgados dedos acariciaba las blancas mejillas del rostro al que se había acostumbrado tanto ahora.


— Siempre te consideré mi madre, Marie. Nunca lo olvides —dijo Río mientras atraía a la mujer hacia su cuerpo fundiéndose en un abrazo. Los ojos de la mayor se llenaron de lágrimas al escuchar la misma frase que le había dejado esa vez en su carta, y sin dejar salir las palabras asintió de manera reiterada, porque lo sabía, siempre lo supo, que ellos se amaban tanto como madre e hijo.


Esa noche durmieron los tres juntos en una gran cama como hace tiempo no hacían, frotando sus pies fríos bajo las sábanas para molestar al otro y así tener una lucha de pies helados hasta que el cansancio hizo de las suyas.


La mañana fue como una despedida sin decirlo, rompiendo la rutina a la que se habían habituado, colocando en la mesa un gran desayuno para los tres.


Los adultos sabían que la pequeña había escuchado todo, siempre fue muy rápida para comprender las cosas, y que explicaciones más allá junto a peticiones egoístas eran inútiles, porque había alguien más que iba a hacer muy feliz a su hermano, así como ellas lo eran ahora.


La leche y las galletas tuvieron sabor a tristeza esa mañana, y la conversación en la mesa giró en torno a cosas triviales junto a más trabajo para engrandecer la panadería.


— Hay que ponerle nombre —sugirió Río mientras partía un trozo de pan.


— Me gusta Dragones —dijo Marie sin mirar a sus hijos.


— Marie, no es un buen nombre para una panadería —contestó el pelirrojo con una mueca.


— Lo sé. Pero es importante para mí —respondió mientras le daba otro sorbo a su leche—. ¿De qué color deberían ser los dibujos?


— Dorado —respondió por inercia—. Sus escamas son de un precioso color dorado —. Susurró.


— Dorado será entonces. 


El resto del día el pelirrojo se dedicó a empacar un poco de ropa dentro de un saco para viajar lo más ligero posible. No tenía idea de hasta dónde tendrían que ir para conseguir lo que querían, pero arriesgaría todo por hacerlo.


Tomando a cada lado una mano de cada chica se encaminaron entre cantos hasta la casa de Fabián, quien ya lo esperaba junto a su compañero.


— Río —se detuvo en la entrada la mujer—. No puedo darte tanto dinero como lo hiciste tú en ese entonces, pero puedo regresarte esto —. Dijo mientras extendió sus manos y de entre ellas asomó cada una de las piezas del collar desmantelado.


— No era necesario, Marie.


— Pero claro que sí —contestó Fallon interrumpiendo el momento familiar recibiendo una mirada molesta de parte del otro muchacho—. Creo que nuestro viaje acabará antes de empezar, chico —Río lo miró sin comprender lo que le habían dicho causando la risa nerviosa de Al—. No me digas que tenías una de estas piezas contigo cuando moriste aquella vez —. La verdad, es que no necesitó una respuesta, su cara tenía todo escrito—. Pues te presento la gema que abrirá el portal —. El pelirrojo lo miró sorprendido sin creer que las cosas fueran así de fáciles.


— ¿Es una broma, verdad?


— No lo es —contestó, para luego soltar un suspiro y dirigir su triste mirada a Fabián—. Pero hay un problema con ella.


— Dime —le sostuvo la mirada el joven.


— Solo es un boleto de ida, Fabián, si yo muero ahí jamás podrás regresar.


— Está bien —respondió el castaño mientras tomaba su mano—. Está bien. Te seguiré a donde sea. Incluso en la muerte.


— No puedes hacer eso —dijo a punto de retirar su mano de la contraria.


— Es por eso que debes prometerme que no morirás. Pase lo que pase.


— Lo prometo.


Antes de que comenzaran los posibles arrepentimientos Fallon lanzó las piezas del antiguo collar contra la pared, susurró algunas palabras en su idioma natal y un gran arco escarlata más grande que una puerta hizo su aparición en la muralla. El último en pasar debía ser el hada, es por eso que Río comenzó su avance primero, pero antes de que su pie diera el último paso se giró de improviso otra vez hacia su familia.


— !Luna¡ !Mamá¡ —gritó llamando la atención de las dos damas que estaban al borde de las lágrimas—. !Las amo! —. Fue lo último que exclamó antes de desaparecer para siempre de sus vidas por aquella puerta mágica, siendo secundado por la pareja.


Y poco a poco ambas fueron viendo como se cerraba, dejando el lugar en silencio y ahora solo el recuerdo de ese muchacho, uno que se iba con una sonrisa en su rostro a buscar a su alma gemela.


***


Esa mañana, cuando sus ojos verdes se abrieron a la luz, sintió que el mundo que se había apagado cobraba color otra vez. Su pecho vibró como hace tiempo no lo sentía, y su alma resonó al fin con su otra mitad. Él estaba ahí, en ese mundo, junto a él, y su instinto le decía que irían a buscarlo, que ya no abriera sus alas para volar lejos, que pronto estaría en casa, solo tenía que esperar.


Y él esperaría hasta el fin de sus días.     


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