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DRAGONES por yukihime200

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4. Cita real


Leon no había planeado lastimar al menor, su única intención era detener a sus empleados y evitar que dañaran lo que le pertenecía, pero no había recordado las notas del contrato que le había sido entregado pocas horas después de comprar al omega. Según había leído, todos los subastados eran marcados al momento de encontrarse en manos de los vendedores y cuando pasaban a ser propiedad del comprador la marca solo podía activarse bajo sus órdenes. Su dura voz había causado que reaccionara causando dolor, una forma cruel de manejar a un omega si se pensaba, y que causó en él un poco de pánico al verlo quejarse.


Observó a Río quien se encontraba en el suelo sujetando aún su dolorido cuello después de que el efecto de la voz pasara, en donde quedó grabada la marca de esclavitud, igual a un collar tatuado. Al acercarse más pudo notar de manera correcta los detalles del dibujo, como si la cola de un dragón le estuviera rodeando, y eso causó una extraña satisfacción que no alcanzó a llegar a su rostro por estar frente a tanta audiencia.


Cuando comenzó a acercarse al pelirrojo pudo escuchar por lo bajo un “te lo mereces, imbécil” proveniente de uno de los alfas que aún continuaban inclinados, y si recordaba bien, era el alfa con el que su omega discutió cuando estaban combatiendo a las bestias.


Tomó al indefenso chico en brazos, quién dio un pequeño salto al experimentar cierto rechazo por aquella acción, y de manera muy tranquila se dio la vuelta y dirigió su vista al que soltó esa frase tan impertinente ordenándole que besara el suelo donde había estado arrodillado su futuro consorte. Ese acto le causó una gran humillación a Liam y las risas de sus compañeros resonaron tan pronto como el amo pasó por las puertas de entrada llevándose consigo al joven.


­—¿Estás bien? —preguntó suave sin querer volver a asustarlo.


—…


—Lo lamento —Río no se sentía molesto en realidad, tampoco aterrado, sus emociones se calmaron momento atrás cuando se fijó que la persona que estaba más en pánico no era él, y el que Nova le estuviese pidiendo disculpas significaba que no lo había dañado con intención lo que lo calmaba aún más.


—Estoy bien —pudo sentir como el cuerpo que le sujetaba comenzó a relajarse y eso le causó gracia ¿Quién pensaría que un hombre como ese, que inspiraba miedo con su sola presencia, en realidad era tan blandito por dentro como un oso de peluche? Muy dentro de sí se sintió complacido al ser el receptor de tan amables emociones por parte de una persona con la que siempre discutía. Y luego se molestó un poco con el grupo de monos, si hubiese sido él quien los puso de rodillas lo más seguro es que le hubiese soltado una patada en la quijada al idiota que se había reído de él y a unos cuantos más por apoyarlo.


—¡Río, ¿estás bien?! —Lía apareció por uno de los pasillos de forma apresurada, casi tropezando con su vestido, hasta acercarse a ellos y comenzar a inspeccionar el cuerpo de su nuevo amigo con la mirada desesperada.


—Estoy bien, Lía —el joven mostró su sonrisa más amable para tranquilizar a la chica, como cuando lo hacía con Luna.


—¿Qué le pasó a tu cuello? —la pregunta afloró curiosa y sorprendida al observar la marca de color negro, y un pequeño silencio incómodo se formó entre ellos mientras retomaban el paso hacia la habitación del chico mientras el mayor contestaba.


—Activé la marca de esclavo sin querer.


—¿Qué? Por dios ¿Fue doloroso verdad, Río? —el veinteañero iba a contestar que en realidad el dolor había durado poco gracias a la rápida reacción de su hermano que retiró su voz y calmó el efecto antes de que las cosas se pusieran peor, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa la joven lo pasó por alto y exclamó— Entonces Leon te llevará a una cita como compensación.


Ambos la miraron como si una segunda cabeza le hubiese salido y en mutuo acuerdo silencioso prefirieron ignorarla y seguir su camino.


—¡Eh!


—¿No fuimos ya esta mañana a una cita? Fue bastante entretenido.


—¿Llamas a eso una cita?¿De qué clase de mundo eres? Olvídalo, ustedes dos irán al pueblo esta noche, hay un festival.


Leon se mantuvo callado en todo momento, sabía que tratar de discutir con su hermana menor era todo un reto y él prefería evitar el dolor de cabeza que eso conllevaba. Así que asintió, dejó a Río en sus aposentos con mucho cuidado y se dirigió a los suyos a tomar una siesta mientras esperaba el atardecer.


—¿Qué tal? ¿Estás feliz verdad? —la muchacha dejó entrever una sonrisa perturbadora tratando de picarlo divertida.


—No en realidad. Pero no es como si pudiera negarme.


—Que aburrido. Hay mucho que trabajar en su relación —Lía hizo un mohín mientras se daba la razón a ella misma, diciéndose en su mente que su amigo no entendía nada de romance, y arrastró a su acompañante dentro de la habitación para prepararlo.


Se demoraron un par de horas mientras ella sacaba y sacaba conjuntos de ropa desde el clóset hasta que por fin dio con uno que le agradaba, algo que Río no entendía puesto que era él quién iba a llevarlas.


Tan pronto todo estuvo listo lo tomó de la muñeca y lo llevó corriendo escaleras abajo hasta la entrada, donde un apuesto Leon lo esperaba.


Río siempre pensó que las personas que utilizaban trajes formales eran extrañas y desentonaban entre el típico vestir de las personas en su mundo, pero viniendo de ese hombre que tenía en frente todo era distinto, el resto del universo desentonaba con él. Pantalones formales negros ajustados a su talla, la camisa blanca que te dejaba imaginar su trabajado torso por el entrenamiento, zapatos negros con un elegante lustre; la imagen mejoró aún más cuando con una de sus manos comenzó a ajustarse un botón de su manga mientras miraba desinteresado hacia una lado, y era aún más irreal cuando así mismo, mirando de perfil, lo miró de reojo con sus ojos verdes y pupilas rasgadas que resaltaban en su rostro con su peinado hacia atrás.


Lía quiso burlarse, pero prefirió callar mientras veía como Río se comía a su hermano con la mirada y sin darse cuenta sus feromonas empezaron a escaparse dejando la estancia con un agradable olor a bosque. Leon arrugó el entrecejo cuando se dio cuenta de esto y lo sacó rápido de la casa a un lugar abierto bajo la mirada burlona de la chica.


El alfa observó a su compañero de reojo. No estaba vestido muy diferente a él, sin embargo, la gabardina negra que pendía solo de sus hombros y esos dos insignificantes botones abiertos en su pecho resaltaban su figura letal cual felino, la que sin darse cuenta le cortaba un poco la respiración cuando inspiraba o sin querer los tonificados músculos delgados se flexionaban bajo la ropa. Decidió mejor desviar la vista al comprender el camino que estaban tomando sus pensamientos.


Lo guio hasta el carruaje y le ayudó a subir para después ir él como siempre hacía. El conductor azotó al par de caballos tan pronto escuchó la orden de su jefe desde la cabina y emprendieron el viaje hacia el pueblo. El camino construido de esos ladrillos grises no tenía ninguna imperfección, haciendo que el trayecto fuera muy cómodo a comparación al de la mañana.


Se detuvieron a una distancia prudente en la calle para bajar del carruaje, desde donde podían escuchar toda la bulla proveniente del festival mencionado por la omega. A medida que se iban acercando el sonido de los instrumentos fue en aumento llamando la atención del menor. En el otro mundo Río nunca tuvo la oportunidad de presenciar algo como eso, tal vez por esa razón la expresión que puso lo hacía ver como un niño, y tomando de manera inconsciente la mano de Leon lo arrastró de puesto en puesto casi saltando de felicidad.


Probó todo tipo de comidas que le parecían extrañas y llamativas porque nunca las había visto, el mayor jamás le negó algo y procedía a comerse todo lo que no le gustara cuando notaba la mueca de disgusto que ponía al degustar ciertas cosas.


En algunos puestos siempre encontraba algún recuerdo que tenía ganas de comprar, pensando en que tal vez a sus adoradas chicas les gustaría tener, pero cuando el mayor se acercaba a complacer sus intereses prefería retroceder recordando que no le servirían de nada. Aun así sus ánimos no decayeron en ningún momento.


—Jovencito, apuesto a que nunca jugaste algo como esto —le sorprendió un feriante que indicaba con una mano las pequeñas dagas puestas en la mesa y los distintos blancos en la pared—. Si le das al centro a cinco blancos puedes llevarte un premio.


El hombre tenía razón. Río nunca había tenido la oportunidad de jugar algo como eso porque nunca había disfrutado de un festival. El hombre tenía razón, nunca había lanzado dagas, al menos a un blanco como ese, por lo general los que él había utilizado solían tener una boca para gritar.


—¿Qué dices, Leon? ¿Te atreves a intentarlo? —el pelirrojo cruzó sus brazos mientras le dirigía una mirada desafiante a su compañero que hacía un gran esfuerzo en ocultar la sonrisa floreciente de su rostro.


—No es una mala idea ¿Qué me darás si gano?


—Cumpliré cualquier orden que me des por una semana.


—Me parece bien ¿Y si ganas?


—Quiero que me compres algo, pero lo dejaré a tu imaginación.


—¿Algo a parte de toda la comida que te he dado? —preguntó divertido mientras enarcaba una ceja.


—Por supuesto. Comida es comida. Esto es una apuesta aparte.


—¿Entonces van a jugar, jóvenes? —el anciano se vio en la obligación de interrumpir al par con una sonrisa incómoda, había notado como ellos se olvidaron de su existencia en menos de un segundo y una pequeña fila comenzaba a formarse tras ellos.


Leon no contestó con palabras, solamente depositó diez monedas de cobre en la mano del hombre y junto a Río procedieron a tomar cinco dagas cada uno.


El público tras ellos estaba maravillado y todos aplaudían con asombro al notar como ambos habían dado en el centro de cuatro blancos y solo les quedaba una daga. La de Leon dio unos centímetros más a la izquierda, logrando que una mueca de infelicidad se reflejara en su cara y sus labios expulsaran un leve chasquido. Fue entonces que Río lo miró de frente, y mostrándole una sonrisa de suficiencia lanzó la daga sin mirar causando los vítores de las personas tras él.


—Estoy ansioso por saber qué me comprarás —exclamó al pasar a su lado dejándose llevar por la música con el alfa tras de sí.


El sonido de los tambores y mandolines con música que podía asegurar era casi de taberna medieval, provenían de la plaza central, ahí donde los músicos se encontraban tocando frente a una gran fuente que expulsaba agua en llamativas formas y las luces de las linternas de papel de diferentes colores a su alrededor hacían lucir todo mágico. Fue en ese lugar donde Río arrastró a su acompañante y dejándose guiar por la música obligó a sus cuerpos moverse mientras se reía al ver que su compañero no tenía el talento para ello. En poco tiempo y guiados por el animado chico toda la gente se encontró haciendo lo mismo.


Río estaba feliz, como nunca lo estuvo en su vida.


La fiesta duró horas y en todo ese tiempo la sonrisa de su rostro no se apagó, tanto tiempo que incluso los músculos de sus mejillas dolían y las líneas de expresión quedaron marcadas por un buen tiempo.


Poco a poco las personas se fueron dispersando y el joven pensó que ya había sido suficiente diversión para el resto de su vida, no necesitaba más. Emprendieron el camino de regreso por entre todas las personas que llenaban en ese momento la calle por el mismo fin, y antes de salir y despedirse de manera definitiva del festival Río le habló al mayor para hacer alarde un poco de sus habilidades.


—Ten ¿podrías comprarme algo más de comer?


—¿Cómo es que tienes esto? —y la sorpresa de Leon no era para menos, en sus manos el pelirrojo le había depositado su propia bolsa de dinero, que no era poco.


—Oh ¿eso? El idiota que va por ahí lo tomó, yo solo te lo doy devuelta —apuntó con su pulgar detrás de su espalda, donde el sujeto que se dio por aludido agachó la cabeza con vergüenza y se dio a la fuga con rapidez.


—Oh. Eres algo especial ¿lo sabías?


—Por supuesto. Por eso aún no te has deshecho de mí ¿no? —Leon solo hizo una mueca que parecía casi un gesto de risa y regresó a uno de los puestos por la comida solicitada.


Río mientras tanto, agudizó su oído y se dedicó a escuchar al par señoras que como en cualquier mundo les gustaba comentar de los demás, nunca faltaban.


—¿Ese de ahí no es Ian?


—Es él. Pero ¿qué hace con el señor Nova?


—¿No te enteraste? Fue comprado. Sus padres lo vendieron y fue subastado —¡Vaya! Al parecer este mundo no tenía secretos para ese tipo de situaciones, y él que pensaba que las subastas de personas eran cosas clandestinas que no muchos tenían conocimiento.


—Pobre Louen, debe estar devastado ¿No se iban a casar?


No pudo seguir escuchando cuando Leon apareció frente a él acaparando su atención con un delicioso rollo de manjar y coco que puso delante de él. Tal vez nunca había probado algo tan bueno y que se ajustara en exactitud a lo poco de dulzor que le gustaba. Nova observó un poco enternecido sus mejillas rellenas cual pequeño roedor. 


El camino de regreso en el carruaje fue silencioso pero no incómodo. Se preguntaba si Leon sabría algo de la vida de Ian, pero no se atrevió a exteriorizar sus dudas. En su mente trató de evocar el pensamiento sobre un tal Louen, tal vez si lo intentaba podría reproducir algún recuerdo de ese cuerpo, pero nada llegaba a él, así que se resignó y cerró los ojos cansado mientras se apoyaba en el hombro del sujeto a su lado que no se molestó por ello.


—Ten —Los ojos de Río se abrieron grandes cuando vio que frente a él una rosa de color pálido. El pelirrojo recordó el lenguaje de las flores que aprendió una vez en su adolescencia, el rosa suave significaba simpatía por alguien. Al parecer haber fastidiado tanto a ese hombre había dado un buen resultado.


Eso causó que una pequeña sonrisa satisfecha se abriera paso en su rostro y su consciencia se desvaneciera hasta la mañana siguiente.


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