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DRAGONES por yukihime200

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Notas del capitulo:

Maratón de la semana 3/3

40. Monstruo


— No le veo el sentido a celebrar un estúpido cumpleaños.


— Cariño, no digas eso, el pueblo estará feliz de venir a celebrar tu nacimiento.


— No necesito que mi pueblo esté feliz por eso. Siempre nos han repudiado, pero cada vez que hay una celebración son los primeros en aparecer, como en nuestra boda. Solo vienen porque hay comida gratis y pueden beber todo lo que quieran.


Lía se paseó molesta por el salón con el pequeño Noah en brazos bajo la mirada preocupada de su esposo. A su padre, el actual gobernador del país, se le había ocurrido la maravillosa idea de celebrar una fiesta de cumpleaños a lo grande para demostrar la unión de la familia con el pueblo. Ella nunca pudo comprender ese ridículo amor que tenían su padre y su hermano por personas que nunca les quisieron. Siempre sufriendo por ellos, siempre luchando por ellos, incluso muriendo por ellos; pero el pueblo nunca lo había visto, solo sabían pedir y pedir, y cuando algo no les gustaba les daban la espalda de inmediato. ¿Por qué tenía que compartir con ese tipo de personas?


Golpeando sus pies en el piso con fuerza se dirigió refunfuñando hacia su alcoba. Dejó a su hijo sentado muy tranquilo en su cama y sacó un montón de ropa que fuera a combinar esa noche con el vestido que planeaba llevar.


El pequeño retoño la miraba divertido. No entendía nada en verdad de lo que su madre decía, pero el tono de voz con el que soltaba palabras absurdas y las morisquetas en su rostro causaban que una sonrisa se esparciera por su pequeña boca y al final soltaba carcajadas que llenaban la habitación y a oídos de la muchacha sonaban hermosas.


— Es cierto, cariño. Debería reírme en la cara de esos tontos. ¿Qué te parece este?


— Creo que se verá hermoso.


Lía se giró de improviso al sentir la voz de Liam proveniente desde la puerta, él la miraba enternecido con sus brazos cruzados en una postura muy informal. Sus dos grandes amores tenían un cuadro hermoso en la habitación, ¿Cómo no mirarlos de esa forma?


— Yo lo vestiré. Termina tranquila de arreglarte, la recepción comenzará en un par de horas.


 


Liam tomó de la mano a su niño y lo llevó caminando despacio por los pasillos del corredor hasta llegar al dormitorio del menor, y puertas adentro las cosas se volvían un caos. El pequeño demonio sabía que con su madre debía comportarse como todo un caballero, pero las cosas eran muy distintas con su padre, tan solo ponerle un calcetín era una batalla campal.


Una hora y media les costó arreglarse los dos, y se encontraron justo en el pasillo con una hermosa Lía que dejaba ver su esbelto cuello gracias al grandioso vestido verde que llevaba ceñido a su cuerpo. No se parecía en nada a los que solía llevar, este resaltaba su figura y la hacía lucir una mujer mucho más elegante de lo que ya era.


— Deberías cerrar tu boca, cariño. Terminarás dándole un mal ejemplo a nuestro hijo.


Liam pensó en ese momento que se había vuelto a enamorar, y la sensación fue transmitida a través de su lazo a una ahora avergonzada Lía.


Juntos bajaron las escaleras hasta el primer piso, siendo recibidos entre alabanzas y cuchicheos de todos los presentes, ricos y nobles. Esto podría ocurrir cada cierto tiempo, pero Lía jamás se acostumbraría a ver a gran parte del pueblo reunido en su casa.


Fue incómodo fingir una sonrisa, que si bien le ofrecía a todo el mundo, era en realidad reservada para la gente que a su parecer se lo merecía. Y ella con el tiempo había aprendido que no todos formaban parte de ese grupo.


— No te separes de mamá, cariño —le dijo al pequeño Noah al dejarlo en el piso junto a ella y tomarlo de la mano.


Se pasearon por todos lados recibiendo los saludos correspondientes por su cumpleaños, tanto, que el pequeño se había aburrido y el hambre junto a las ganas de ir al baño pudieron más que la orden de su adorada madre. Trató de llamarla varias veces, pero su voz baja avergonzada y el alto bullicio no le permitieron ser escuchado, y soltando la mano de Lía en un segundo de distracción de ésta, corrió con todas sus fuerzas hasta el baño más apartado del primer piso en la mansión que recordaba.


Al salir no se esperaba el pánico que había, la gente gritaba por doquier ¡un incendio!, y corrían despavoridos buscando una salida.


— ¿Mamá?


Noah miró en todas direcciones tratando de encontrar el bonito cabello cobrizo de su madre, pero todos eran demasiado altos para él. El tirón en su pequeño bracito le hizo correr detrás de la persona que lo apresuraba, y cayó en pánico cuando lo levantaron del suelo para colocarlo sobre el hombro de un hombre de olor desconocido.


— ¡Mamá!


— Calla al niño.


Escuchó a los hombres discutir, pero no comprendía en realidad la situación que estaba pasando, solo sabía que ellos le daban miedo y quería volver con su mamá. Pero mientras más se removía en los brazos del alto sujeto más fuerte lo apretaban, hasta que amarraron algo en su boca lastimándolo en el proceso.


Lo lanzaron con fuerza dentro de un carruaje, él podía reconocer esa estructura, su linda madre siempre le repetía las cosas para que aprendiera, de seguro estaría muy feliz cuando lo escuchara decir que sabía identificar uno. Esperaba que lo llevaran con su madre.


Pero el carruaje se alejaba cada vez más del castillo, y veía como la gente luego de correr por todos lados volvía a ingresar muy tranquila a su casa, quizás el juego se había acabado.


 


Lía por otro lado se angustiaba cada vez más. Noah se había soltado de su mano en un segundo y al intentar seguirlo había sido obstruida por algunos bailarines y otros tantos ingenuos que se acercaban para seguir saludando. No muchos segundos después alguien gritó desde el segundo piso que había un incendio. Todos corrieron despavoridos hasta que no mucho después se comprobó que todo era una falsa alarma, pero ella seguía buscando a su pequeño ratoncillo.


— Cariño ¿Qué sucede? —se acercó con rapidez Liam al sentir la desesperación de su pareja.


— No encuentro a Noah. Liam. No encuentro a nuestro hijo.


***


El niño fue entregado en los brazos de otro sujeto. Noah se preguntaba cuándo lo llevarían devuelta con su madre, pero incluso abrir la boca le daba miedo. Ese hombre lo miraba con sus ojos grises fríos como el hielo, como cuando la gente veía algunos gusanos en la basura que llevaba muchos días acumulada. Algo le decía que él era un gusano en esos momentos.


El hombre les lanzó a cada uno un pequeño saquito lleno con monedas de plata dentro y les cerró la puerta en las narices. Noah no tenía idea de cuánto tiempo había pasado, pero fue anoche que lo habían hecho subirse al carruaje y en estos momentos ya había mucha luz del sol.


 


Lo arrojaron sin cuidado al piso, y el aterrador sujeto tomó asiento sobre una silla mientras lo miraba y hacía un gesto con sus dedos para que guardara silencio. El pequeño pelinegro solo podía temblar de miedo mientras con su cabeza asentía a todo lo que el señor le dijera.


No mucho después una pareja apareció por el anexo del salón con sus manos atadas, mirando horrorizados como ese hombre trataba a un pequeño niño que claramente no era suyo.


— ¿Cómo te atreves a secuestrar a un bebé? ¿Qué clase de monstruo eres?  —acusó con valentía el mayor.


— Nada de esto habría sucedido si me hubieran entregado a Ian por las buenas cuando lo propuse.


— Jamás te entregaríamos a nuestro hijo. Nos alegra infinitamente que en esa subasta lo recogiera una familia honorable.


— ¿Honorable? ¿Es que acaso no lo saben? Ian está muerto por culpa de ellos. Si no me hubiera rechazado tantas veces. Si no hubiese fingido ser otra persona solo para decirme que no. Si no hubiese dejado que ese maldito lo marcara, entonces nada de esto habría pasado. Este pequeño insecto ni siquiera es su hijo, es su pequeño sobrino, pero se parece tanto a ese alfa, que solo tengo ganas de aplastarlo. 


La pareja se lanzó al piso para abrazar a pequeño y ocultarlo entre sus brazos, pero si ese hombre se ponía más violento, ¿Qué podían hacer un par de sujetos de avanzada edad más que soportar golpes y esperar a que alguien los rescatara?


— No teman tanto. A él lo dejaré para el final. Ustedes eran los padres de Ian, quienes me alejaban una y otra y otra vez de mi alma gemela. Empezaré con el padre primero. Veamos cuánto puede aguantar.


El padre de Ian no se resistió, y de una sola mirada le dijo a su mujer que guardara silencio, nada bueno saldría si ofrecían más resistencia.


La anciana y el menor temblaban en el piso, con lágrimas silenciosas que recorrían sus mejillas debido al miedo y lo que la mujer sabía que sufriría su esposo. Mordisqueando las cuerdas en sus muñecas se demoró unos minutos en desatarlas, y luego con mucho cuidado y delicadeza desató las del pequeño para posterior quitarle la mordaza repitiendo de tanto en tanto un gesto para que no hiciera ruido. El pequeño, asustado como estaba, colocó sus diminutas manos en su boca para aguantar el grito de espanto que quería arrancar de su garganta.


— Pequeño, pequeñito ¿Sabes jugar a las escondidas? —preguntó la mujer en un susurro siendo contestado por un leve movimiento de cabeza —. Escúchame bien. Cuando el hombre malo venga a buscarme y me lleve tienes que correr con todas tus fuerzas y esconderte. ¿Entendiste? Cuando hayas escondido bien cubre tus orejas y tu boca, pero mantén los ojos bien abiertos.


Ambos se encogieron cuando los gritos del abuelo llegaron hasta sus oídos, entonces la mujer ató la cuerda otra vez de manera muy suave en las manos del pequeño para que pudiera soltarse en cualquier momento y colocó la mordaza en su boca repitiendo las instrucciones del juego siempre que las terminaba.


Los gritos terminaron después de horas, y Louen había atravesado las puertas con una expresión relajada soltando de tanto en tanto un cantarín silbido. Miró a la mujer con malicia, pasando de manera olímpica del pequeño, y la jaló de sus cabellos arrastrándola por todo el camino a donde fuese que se había llevado con anterioridad a su esposo.


Antes de perderse por el corto pasillo la anciana miró al bebé y movió sus labios. "Juguemos", masculló, y cuando Noah sintió el sonido de una puerta cerrarse dejó caer las cuerdas que la amable señora había desatado para él y emprendió la carrera para encontrar un escondite.


No podía subir. Las escaleras eran demasiadas para él, por lo que todas sus opciones se resumían al primer piso. Su cabeza daba vueltas mirando por todos lados, hasta que llegó a él un recuerdo que tenía con su papá.


Esa vez ambos se escondían de su abuelo y entre risas y secretos su padre lo había escondido en la alacena.


Eres pequeño, por lo que tú puedes esconderte siempre aquí hasta que seas tan grande como yo.


Y así lo hizo. Sin hacer ruido escaló por los muebles y abrió la puerta blanca de la alacena alta que para él lucía como si flotara dado que estaba sobre la cocina. Suerte que solo había un tarro de vidrio con fideos dentro, y el resto era todo un espacio libre. Se acurrucó en ese diminuto espacio que le hacía doler sus piernas por lo incómodo que era, y le hizo caso a la señora, dejó sus ojos abiertos y tapó sus oídos y cubrió su boca con la ropa de sus piernas. Y se quedó ahí esperando a que el caballero de cuentos que siempre le contaba su mamá apareciera para rescatarlo.


***


— ¡Señor, tenemos una pista!  —gritó el soldado cuando entró sin permiso al salón donde la familia estaba reunida planeando el rescate del pequeño.


— Pues habla ya.


— Hay rumores. En el pueblo de Loton algunos gritos se comenzaron a escuchar ayer por la tarde.


Lía dejó de escuchar cualquier otra información que el soldado le estuviese dando a su familia. Por su mente solo escuchaba la palabra "Loton" y "se escucharon gritos".


En esos momentos le agradeció al paso del tiempo, porque no era la misma mujer que hace tres años. También tenía que darle las gracias a Theo.


Saliendo de la estancia sin dirigirle la palabra a nadie se encaminó hacia la armería de la familia. De ahí dentro, sacó un bonito arco de plata e incrustaciones de jade junto a sus flechas y fue a su dormitorio para cambiar su ropa por algo más cómodo.


— ¿Qué estás haciendo?  —le preguntó casi en pánico su esposo pese a saber qué era lo que tramaban sus acciones.


— Lo que cualquier madre haría por su hijo cuando sabe que hay un imbécil ahí fuera amenazando su vida. Voy a ir a cazar a ese maldito.


Liam la vio pasar a su lado. La tierna sonrisa que siempre pintaba su rostro se había esfumado, y sus ojos verdes refulgían con la luz de las linternas hogareñas con una determinación absoluta. La vio seguir de largo por el pasillo. La figura tímida y de princesa que antes tenía se escondió, y la silueta de una mujer dispuesta a todo le dio la bienvenida.


Liam no tenía idea que un humano podía tener tres corazones, pero estaba feliz de que cada uno cayera por la misma mujer.


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