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DRAGONES por yukihime200

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Notas del capitulo:

Estamos a solo 2 capítulos del final, quemoción!!!!

De paso celebro las más de 8k lecturas. Gracias a todas las personas que han seguido esta historia en verdad soy muy feliz.

41. Despiadado


El pelirrojo observó el pueblo de Loton con esperanza, ansioso por encontrar alguna posada donde pudiera dormir al menos un día completo. Pero los cuchicheos de los pueblerinos sonaban inquietos, y más que estar interesados por un turista y llamar su atención, parecían espantados. "Hay un fantasma", "No vayas a las afueras del pueblo", "Nunca habíamos tenido una mansión embrujada".


No tenía que preguntar en realidad lo que estaba sucediendo, pueblo pequeño es un infierno grande, cualquier cosa que pasara en ese lugar se sabría en menos de diez minutos.


Dejó escapar un sonido cansado entre sus labios, Fabián le dijo que sus penurias aún no terminaban. Caminando por entre callejón y callejón Río robó un manto y cubrió con la capucha su inconfundible cabello rojo. No creía en fantasmas, aunque después de haber luchado junto a las hadas contra seres de sombra debería esperarse la existencia de algo así.


A paso lento llegar a su destino no le tomó mucho tiempo, solo era necesario seguir la ruta contraria de la que huían los locatarios para encontrarse frente a frente con una casa en ruinas pero que de seguro fue utilizada alguna vez por un rico.


Esperó con paciencia fuera de la puerta, y después de poner mucha atención comprendió algunos rumores que circulaban. Pero esos gritos no eran de un fantasma, y lo que le causaba dolor a esa persona no era algo intangible; alguien estaba siendo torturado dentro.


Las guerras cambian la personalidad de las personas, incluso los primeros eventos trágicos que habían ocurrido en su infancia habían cambiado algo en él, pero ese último año algo se había roto dentro de su mente, y lejos de estar cansado de tanta matanza como se había creído en un principio, una sonrisa extraña luchaba por crearse en su boca al pensar las distintas formas en cómo se vengaría de ese bastardo.


El rey de las hadas le había entregado un juego de dagas mágicas, tal vez era hora de que las estrenara con algún blanco móvil. Caminando despacio se dedicó a registrar sus pertenencias y sacar una a una las bonitas cuchillas que brillaban con un suave oro rosa admirando su belleza. Comenzando a silbar empezó a jugar con ellas entre sus dedos dándoles una vuelta de tanto en tanto y se dejó guiar por el sonido de los gritos, recorriendo un corredor hasta una puerta abandonada que se apartaba de todo el resto de la casa.


Dándole un pequeño empujón a la puerta atrajo la atención de los dos presentes en esa habitación, la anciana ya ni siquiera temblaba del dolor, su cuerpo solo estaba sostenido de los fierros que sujetaban sus brazos dado que las piernas habían perdido ese propósito, la sangre corría por algunos lados de su cuerpo donde las ropas se rasgaron, y cuando ella lo miró en súplica pudo identificarla. Era la madre de Ian.


— ¿Quién te dejó entrar, maldito?


Río, aún con su identidad oculta, escaneó con seriedad al malvado perpetrador, ese par de ojos grises eran algo que aún pese a haber perdido su memoria seguía odiando, ¿Cómo no externarlo ahora que sus recuerdos se sentían más vivos que nunca?


Sin darle una respuesta llevó una mano hasta su boca en un inútil intento de acallar las carcajadas desesperadas que su cuerpo soltaba. Estaba feliz, extasiado. Se lo había advertido hace tiempo, alguien iba a asesinarlo, y nada podía ser un mayor disfrute para él que ser la persona que le pondría fin a su vida. ¿Qué daño le haría a su alma otro asesinato más?


La daga que lanzó sin ningún aviso aún riendo atravesó con una precisión maestra la oreja de Louen, quien gritó furioso.


— ¡Hijo de perra!


No esperó a que le regresaran el daño, cada paso que el otro hombre daba hacia él era frenado con una nueva daga que, o daba en una extremidad o rozaba de suerte alguna parte de su cuerpo.


— ¿No sabías que torturar gente también agota, Louen?


— ¿Quién mierda te crees que eres?


— Oh, es verdad, ¿Así está mejor? —preguntó burlón quitándose la capucha.


— Ian —exclamó impresionado mientras sus ojos terminaban de hablar por él preguntando cómo diablos era posible.


— Oh, por favor. Ya te he dicho muchas veces que dejes de llamarme así, o voy a lanzarte otra daga por imbécil.


Caminando sin apremio se dirigió a la agotada mujer para descolgarla y tomarla entre sus brazos, pasando con ella hacia el salón y de paso pateando con toda la intención del mundo al alfa que se había caído al suelo gracias a sus dagas.


La acomodó con cuidado en el sofá pero sin mostrar en realidad ningún apego ni cariño, después de todo, no era su madre en realidad.


— Tu padre —dijo débil entre jadeos —, tu padre también estaba aquí.


— Pues el padre tendrá que esperar —dijo sin delicadeza apartando con pequeña brusquedad la mano que se había aferrado a él desesperada, para después volver sobre sus pasos y encerrarse en la habitación de torturas —. ¿Tú no aprendes, verdad? —. Preguntó para iniciar una conversación y tomando asiento en una silla mientras apoyaba ambos brazos en el respaldo, tal como recordaba a sus antiguos colegas de trabajo hacer en los interrogatorios.


— Tú estabas muerto.


— Pues sorpresa, amigo. Sólo estaba de fiesta —contestó mientras soltaba carcajadas por un chiste que el otro no comprendía —. Volviendo al tema, ¿Cómo debería pagarte todo lo que hiciste por mí? Darte una muerte rápida no creo que ayude a saldar la deuda. ¿Viste el clima allá afuera? Tenemos todo el día para divertirnos.


La sonrisa de Río se veía retorcida. A pesar de mostrar sus dientes como solía hacer cuando reía de manera relajada, esta no se le parecía en nada, y sus ojos se veían extraños, como un demente que se obsesionaba con algo.


Entonces se puso de pie, y Louen hizo el amago de intentar alejarse mientras escuchaba la canción que Río cantaba.


***


— Basta, por favor.


— Amigo, solo he retorcido las dagas por un par de horas, aún ni siquiera comienzo a torturarte, no seas tan sensible. No tienes pinzas ni muchos otros artículos aquí para entretener, te falta mucha práctica en esto, que aburrido. Bien, me veré en la obligación de filetear carne.


Louen no había entendido lo que quiso decir en un principio debido a los calambres de dolor que recorrían su cuerpo, pero cuando se recordó a si mismo colgado del techo como un vacuno de sacrificio, y la daga que Río estaba acercando a su costado, comprendió muy bien el destino que lo esperaba.


Y entonces sintió la primera lonja de carne desprendiéndose de su cuerpo.


— Shh, no grites. Esto es solo grasa, la parte verdaderamente importante viene en el músculo, y aún no llego hasta ahí.


— ¡Para, por favor!


— Dije que te callaras —el sonido de su nariz siendo rota resonó con fuerza en el cuarto luego de que el lambda le golpeara el rostro —. Mira lo que me hiciste hacer. El corte en tu dedo no quedó en la articulación como corresponde.


Louen siguió con su mirada el camino hacia sus pies. No había sentido el dolor avisándole, pero ahora su dedo medio no estaba completo y la sangre creó un pequeño charco. Apretando un paño con fuerza en esa extremidad perdida el joven dragón quiso detener la hemorragia, para luego continuar con los otros cuatro dedos que faltaban.


— Tú no eras así, Ian —espetó entre susurros rasposos. Río solo movió la cabeza asintiendo reiteradas veces para darle la razón.


— Sí. Ian no era así. Tuve algunos sueños durante un tiempo que te involucraban, ¿sabes? Eras un asqueroso acosador. Manoseando su pequeño cuerpo sin el permiso del niño e incluso algunas veces tratando de llegar más allá. Es por eso que Ian en su juventud siempre temblaba cuando te veía. Porque le dabas asco.


Mientras el omega seguía con su monólogo realizaba alguno que otro corte superficial en áreas sensibles del cuerpo, hasta que enterró la daga en un sector cercano a su costilla flotante, dispuesto a arrancarla sin ningún cuidado.


— Te contaré otra cosa, para que vayas asumiendo como corresponde la realidad. Te lo he dicho muchas veces, no soy Ian. Es más, te diré un secreto entretenido. Yo. Lo. Maté —terminó de decir en un susurro cerca de su oreja.


El pelirrojo se regocijó con los estragos que su mentira había causado en la mente de Louen. El sujeto ya estaba demente, pero romper aún más la mente de un hombre así le dio una extraña satisfacción a su alma.


— Nunca lo habías pensado, ¿no es así? Pero dime ¿no te cuadra ahora todo lo que sucedió? Ian fue una presa fácil en la subasta, y tan débil como una ramita naciente de árbol. Solo tuve que engañar después a mi comprador pareciendo un pequeño hombre indefenso que no recordaba nada y luego actuar a favor de ellos. Ganarse la confianza de alguien es muy fácil, tu problema es que te falta inteligencia, por eso el muchacho jamás se enamoró de ti.


— Es mentira.


— ¿No puedes aceptar que alguien asesinara a Ian antes que tú?


— Es mentira.


— Al final, él jamás fue tuyo. Ni siquiera en su muerte.


— ¡Cállate!


Río sacó su lanza, en menos de un parpadeo la pierna izquierda del alfa ya no se encontraba en su lugar, sino un par de metros más allá.


— No me grites, hijo de perra. ¿Qué no ves que me pongo sensible por eso?


— Estás mal de la cabeza —dijo mientras observaba a Río pensar algo con detenimiento para luego soltar al aire un "mierda, me quedé con cinco dedos menos que cortar, bueno, tiene los brazos".


— ¿Lo notaste recién? Dejemos eso de lado. Voy a quitarte los pantalones. Siempre quise saber cómo lucían los genitales amputados.


— Aléjate de mi.


— Tranquilo. Antes voy a enterrar otra daga en ti en un lugar al que no le llega sol. No sentirás nada. ¿No te preguntaste por qué habías perdido todas tus fuerzas luego de que te utilizara como blanco? Estas dagas me las regaló un amigo muy especial, y absorben energía vital. No te preocupes, tu vida se agotará antes de que todo tu cuerpo se rompa.


***


El pelirrojo recogió con cuidado las dagas que había desperdiciado en ese sujeto y las limpió con cuidado utilizando el borde de su capa hasta dejar el menor rastro delator. Las cosas no fueron en realidad tan entretenidas como pensó al inicio, tal vez él solo estaba hecho para la guerra, la tortura podía dejársela a otra persona.


No supo en qué momento había salpicado hasta las paredes, pero dado que el cuerpo no se encontraba entero no le parecía un misterio del todo.


Se giró sobre si mismo y avanzó hasta salir por la puerta sin darle un último vistazo al sujeto que le había arrebatado tres maravillosos años junto a su pareja, pensando también que si alguien encontraba todo ese desastre podría causar algún impacto negativo del que no quería hacerse responsable y sopesó la idea de prenderle fuego al lugar tan pronto lo abandonara.


Encontró a ambos adultos abrazados en el sofá preocupados, pero muy adoloridos a la vez para intentar moverse y resolver lo que los aquejaba.


— ¿Podrías buscar al pequeño? —preguntó temblorosa la madre.


— ¿Un pequeño? ¿Por qué demonios hay un niño aquí?


— Louen lo trajo a la fuerza —respondió temblando ante la mirada furiosa que le ofrecía el cuerpo de su hijo.


— Ese maldito. No se muevan de aquí.


El joven recorrió todo el lugar, comenzando con las habitaciones del segundo piso y terminando en el primero, buscando ridículamente incluso dentro de los tarros de basura. No parecían haber rastros de ningún niño por el lugar, y asumiendo que los ancianos debían estar muy estresados decidió creer que todo era un invento producto de la situación crítica en la que se encontraron. Hasta que escucho la puerta de una alacena abrirse y un tarro de vidrio rodó hasta caer al suelo y hacerse añicos.


Río miró con intriga dentro del pequeño cuadrado. Ahí, un pequeño niño pelinegro vuelto una bolita dormitaba con lágrimas escurriendo por su rostro. Pobre pequeño, alejado de sus padres solo por el capricho de un idiota.


Lo tomó en brazos con cuidado, tratando de envolverlo con feromonas para calmarlo a pesar de no saber si daría resultado.


Cubriendo su cuerpo otra vez emprendió la marcha con los padres de Ian a su espalda, atravesando la estancia hasta la puerta de salida a paso de tortuga.


Entonces apretujó al niño contra él y sacó su arma listo para la pelea justo cuando la puerta se abrió frente a ellos y una preciosa muchacha le apuntaba a la cara con un arco de plata.


— Suelta a mi hijo, pedazo de mierda.


— Vamos. Ambos sabemos que como una simple omega no eres rival para mí.


— Esta simple omega puede patearte el culo. No lo repetiré dos veces. Suelta a mi hijo.


— ¿Sabes? Esperaba un recibimiento más cálido de tu parte, cuñada.


— Última advertencia.


— En una batalla no debes advertirle a tu enemigo, cariño —exclamó una de las tantas voces que extrañaba y que cruzó la estancia con su espada en mano lista para atravesarlo. No queriendo perturbar aún más el sueño del pequeño Río se rindió de manera rápida, pero en su mente tomó nota de desafiar a sus queridos amigos a un buen entrenamiento bien merecido.


— Tiempo fuera, tiempo fuera. Soy yo —gritó mientras se alejaba de un salto y quitaba la capucha de sus rojos cabellos.


La espada de Liam cayó al piso junto con el arco que Lía tenía antes tenso listo para disparar. Solo Río se atrevió a romper el silencio para darle a la pareja la prueba que necesitaban pese a verlo ahí frente a sus ojos.


— No deberían soltar sus armas si están en una batalla ¿saben? No recuerdo haberles enseñado a hacer eso alguna vez. Supongo que tendré que apalearte de nuevo, Liam.


Ah. Río estaba ahí hablando frente a ellos. Los ojos de ambos se llenaron de lágrimas al verlo, y sin esperar más se lanzaron a abrazarlo con fuerza mientras soltaban quejidos aguantando el llanto.


— Tranquilos, tranquilos. Tengo a un bebé en brazos por si no lo notaron.


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