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DRAGONES por yukihime200

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Notas del capitulo:

A 1 capítulo del final!!!

42. Rey dragón


— ¿Cómo? ¿Qué hiciste? ¿Qué pasó?


Lía había comenzado a disparar sus preguntas aún si las lágrimas seguían cayendo por su rostro impidiéndole hablar de manera continua mientras sostenía a su pequeño bebé en brazos con cuidado.


— Es una larga historia que prometo contarles, pero debemos salir de aquí.


Confiando ciegamente en Río salieron de la casa mientras el pelirrojo se quedaba atrás, dirigiendo su vista a un punto en específico de la vivienda, ahí donde ellos no lo sabían pero se encontraba una escena no apta para cardíacos.


El pelirrojo retrocedió sobre sus pasos, buscando sin apuro algo que le sirviera para incendiar todo el lugar. Todo habría sido más fácil si en ese lugar existiera la gasolina, pero tuvo que contentarse con prender entre esfuerzos solo las estructuras de madera que no ardieron tan rápido como esperaba.


Observó su obra desde el exterior, más relajado cuando notó el humo que comenzaba a salir desde las ventanas y el olor a quemado que se extendía rápido.


— Vamos a casa —declaró incitando a sus amigos continuar la caminata.


Sus ojos de tanto en tanto se dirigían al pequeño bebé dormido en brazos de Lía. Su hermoso cabello negro brillaba como el ónix, y no había visto sus ojos, pero esperaba que fueran tan verdes como los de Lía.


Entonces posó su mano de manera inconsciente sobre su vientre, con un revoltijo de emociones al imaginar a su futuro hijo, esperaba que fuera tan bello como ese bebé, heredando toda la hermosura de los Nova y siendo una réplica exacta de Leon. Qué feliz sería.


— ¿Leon no vino porque estaba en una misión?


Esa pregunta realmente no iba a salir de su boca, solo era algo que estaba rondando en su cabeza e iba a aguardar hasta llegar a la mansión y sorprender a su futuro esposo. Sus compañeros, sin embargo, detuvieron su andar tan pronto lo escucharon, sin darle la cara y siendo invadidos por un miedo irracional. Leon ya había perdido la cordura debido a lo sucedido con Río, ¿Qué le sucedería al pelirrojo cuando le dijeran lo ocurrido hace tres años?


— ¿Muchachos?


— Leon está en Lirian.


— ¿Está ayudando a reconstruir la ciudad o algo?


— Supongo. Algo como eso.


— ¿Entonces por qué no me lo dices mirándome a la cara, Liam?


— Todo está bien, Río. Continúa caminando.


— Solo dime dónde está.


Molesto porque su amigo no quería explicar bien el asunto, y su amiga no había abierto la boca desde que hizo la pregunta, se plantó fijo en el piso sin dar un paso más, en una clara protesta hacia ese par que aún le daba la espalda.


Las respiraciones de los dos jóvenes habían comenzado a agitarse un poco, estaba seguro que se vendría una discusión a gritos. ¿Tan difícil era decir algo sencillo?


Entonces Río retrocedió un paso sin darse cuenta, recordando las palabras que las hadas le habían dicho antes de enviarlo a Loton. "Toma esto", "Y cuando veas a tu esposo entiérrala en su corazón", "No nos mires así, las involuciones, como las llaman en tu pueblo, no son realmente tal cosa", "¿Cómo cruzaste de nuevo?", "Así que moriste".


Un jadeo horrorizado abandonó sus labios y dio otro paso más lejos de ellos, negando una y otra vez lo que su mente ya había determinado.


— Río.


— No es verdad. Dime que no es verdad.


— Debes calmarte, amigo.


— Vuelvan a casa. Tengo cosas que hacer.


— Espera.


— Dije que vuelvan a casa.


Sus ojos asesinos no tuvieron piedad ni siquiera con su mejor amigo, empuñando la lanza sin ningún aviso dispuesto a atravesar el cuello que tenía en frente; sus acciones lograron que Lía soltara un grito asustada, mientras retrocedía con su retoño fuertemente sujeto entre sus brazos.


Emprendió el camino corriendo lejos de los dos, sin detenerse pese a que escuchaba los gritos y súplicas tras su espalda.


Lirian y el pueblo de Loton se encontraban a una diferencia de cinco horas a galope rápido, pero él no tenía nada más en esos momentos que sus pobres piernas a punto de flaquear por el agotamiento. Así como se encontraba, la travesía duraría todo un día.


¿Pero qué eran veinticuatro horas? Había soportado una guerra de un año y medio, caminar un día más no importaba, porque su meta para soportarlo todo siempre había sido la misma.


No tenía provisiones de agua ni comida, su boca estaba seca y los pies ya casi no los sentía. ¿Qué haría cuando lo viera? La punta de lanza que traía consigo ardió en su bolsillo recordándole su existencia. "Entiérrala en su corazón". Río soltó una carcajada triste al aire, no podía hacer eso, no a Leon, no a una de las personas que más lo amaba.


Cada paso que daba era seguido de otro más lento, aterrorizado con la cercanía que cada vez iba acortando.


Solo quedaba una hora. Una hora y podría ver los estragos que su partida había causado, y mientras más se acercaba, su cuello, ahí donde estaba una marca que lucía muy antigua, casi extinta, ardía cada vez un poco más.


— Estoy aquí, Leon. Estoy a punto de tocarte. ¿Puedes sentirlo?


Sentía que su cuerpo se caería a pedazos en cualquier momento, agotado no solo por la gran caminata, sino por todas las situaciones por las que había pasado.


El letrero destrozado de Lirian le daba la bienvenida de forma tétrica, invitándolo a entrar y a la misma vez burlándose de su desgracia, riéndose, diciéndole que lo que tanto quería encontrar estaba ahí dentro, pero que mejor no diera otro paso, que no le gustaría lo que vería.


Pero su cerebro en general nunca le hacía caso a sus instintos cuando se trataba de su propia supervivencia, y haciendo caso omiso a sus terribles advertencias obligó a sus piernas a moverse, un paso tras otro, arrastrando sin querer algunas piedras en el camino y causando el suficiente ruido para llamar la atención de algún animal cercano. Nada había aparecido, por lo que de manera ridícula se decía a sí mismo "Esto es ridículo, nada ha pasado. Estoy seguro que Leon está en la mansión y este par me hizo un juego cruel".


Sus esperanzas fueron irrisorias y murieron en un segundo, porque en las proximidades de la escuela, ahí donde fue su trágico destino, se dejó escuchar un rugido bajo que logró resonar en su alma hasta que las lágrimas alcanzaron sus ojos sin querer. No fue ninguna palabra, y la voz varonil que tanto le gustaba no estaba en ningún lado.


Los ojos verdes del gran reptil lo observaban detrás de los escombros, examinando a la extraña criatura bípeda que se presentaba en sus terrenos, por fin las imágenes de algo rojo y dorado terminaron de tomar forma. Su exquisito olor le abrió el apetito y de pronto lo único que quería era enterrar sus dientes en ese pequeño cuello.


 


Río se tensó anticipando las acciones del dragón, no podía reconocer nada racional detrás de esos hermosos ojos, solo hambre, y los instintos de una bestia lista para cazar su cena.


Emprendió la carrera desesperada dispuesto a esconderse en el bosque, sin embargo, la sensación en su cuello era extraña, como si el dragón le rogara a través de su lazo que no lo abandonara. La seguridad momentánea producto de esto que había cruzado por su mente se desvaneció cuando una gran garra causó un corte profundo en su pierna. Ese ya no era Leon. La tristeza, el cansancio, y todo lo que había vivido le susurraban al oído que ya era suficiente, que abandonara su resistencia inútil y se entregara a las fauces del dragón.


Y fue entonces que sus piernas comenzaron a detenerse, escuchando como la respiración del reptil se dejaba sentir tras su espalda.


— Te amo, Leon. Siempre lo haré —susurró al aire mientras de sus ojos escurrían las lágrimas finales.


Leon se detuvo con sus dientes a escasos centímetros de su rostro con una extraña mezcla de sentimientos que su mente animal no podía identificar. El ser hermoso estaba llorando frente a él, justo como otras tantas presas habían hecho, entonces ¿Por qué sus lágrimas le hacían sentir que su corazón se partía?


El omega lo vio dudar y las palabras de las hadas volvieron a cruzar en su cabeza, "Las involuciones, como tu pueblo las llama, no son realmente tal cosa", "Entiérrala en su corazón".


Sus manos se movieron despacio, intentando no llamar la atención del gran dragón, y tan pronto su mano agarró con fuerza la punta de lanza emprendió una nueva carrera frenética. El dragón se sintió engañado, su fuerte rugido expresó el descontento ante tal acción y emprendió su rápido persecución chocando su cuerpo con todos los árboles que impedían su camino hacia ese omega astuto.


Antes de darse vuelta para enfrentar a su prometido armó su arma con cuidado y se lanzó a la lucha. Esta sería la última vez, lo juraba, luego de eso, cuando enterrara esa cosa en el corazón de su amado y ocurriera la magia que tenía que ocurrir se daría unas buenas vacaciones, se iría a una playa, aplastaría a sus soldados de manera infinita, o amarraría a su esposo a la cama, lo que fuera que le ayudara a quitarse todo el estrés que ya tenía más que acumulado en todos esos años.


La batalla era dura. Esta vez no tenía ayuda de sus compañeros, solo era él contra un dragón, que para su mala suerte, era alfa, adulto, y estaba más que seguro con una infinita experiencia en caza por el tiempo que ha de tener convertido.


A diferencia del dragón, que parecía nunca agotarse, las cosas no se veían nada bien para él, el sudor empapaba su cuerpo y las palmas de sus manos erraban su agarre en el arma. Un poco más, solo un poco más, solo necesitaba un descuido, un giro, y lo consiguió cuando escuchó su nombre saliendo de los labios de su amigo. Liam, a pesar de haber sido amenazado de muerte, lo siguió no mucho después poco dispuesto a perderlo otra vez. Leon se desconcentró un segundo, el que Río aprovechó para deslizarse bajo la gran bestia y enterrar la lanza en el centro de su corazón.


El alfa se retorció de dolor, soltando un grito lastimero y enviando una gran sensación de traición a su omega a través del lazo. Sus ojos lo miraron un segundo, y Río sintió como si en esos momentos le hubiese atravesado el corazón a un hombre, no al temible dragón.


Rogó y rogó al rey de las hadas en su mente que hiciera funcionar su magia pero ya, porque no estaba listo para ver como si alfa se seguía retorciendo y caía al suelo entre gritos lastimeros sin quitarle la vista de encima.


Liam llegó a su lado y tomó su mano para entregarle confort, viendo juntos como el gran dragón daba sus últimos suspiros y nada de lo que el otro esperaba ocurría.


Las rodillas del pelirrojo tocaron el piso aún entre todos los intentos que hizo su amigo para no dejarlo caer. Se arrastró soltando un llanto lastimero, llamando el nombre de Leon una y otra vez y posando una mano en la textura escamosa. Fallon le había mentido, y en su mente él era la única causa de su desgracia, había creído en él y le había costado caro.


Lloró, gritó, maldijo a todo el mundo y se maldijo a él mismo. Liam se quedó a su lado el resto de la noche sin decir ninguna palabra, ahora cualquier cosa que dijera no le alcanzaría.


— Tienes que volver con Lía —escuchó la vos ahogada. El pelirrojo había hundido su cabeza en el cuerpo del dragón y no se había levantado de ahí por horas.


— Ella está bien. La envié a casa con Theo cuando lo encontramos en el camino.


— Ya veo.


— Volvamos a casa, Río.


— ¿Qué sentido tiene ahora? No soporté una guerra para volver a un lugar donde mi alfa no existe.


— ¿Una guerra? ¿De qué estás hablando?


— No necesitas saberlo.


Liam no insistió, después de un tiempo se alejó unos cuantos pasos de su amigo y se reclinó junto a un árbol para cerrar los ojos.


***


— Déjame en paz, Liam. Voy a golpearte —reclamó con sus ojos cerrados al sentir las caricias en su rostro —. No me beses, ¿Quién mierda te crees?


Sus ojos dorados chocaron con un par de esmeraldas que refulgían con la luz de la mañana, sin poder creerlo, dirigió su vista hasta el árbol donde su amigo dormía como muerto y otra vez a los ojos verdes. Se llenó de lágrimas al ver esa sonrisa amable y sus manos se extendieron temblorosas a tocar el rostro.


— No me dejes despertar de este sueño.


— No estás soñando. Mírame, Río.


Su fuerte grito despertó a Liam en el momento justo para verlo lanzarse a los  brazos de su cuñado. Ninguno lo sabía, pero Leon llevaba un par de horas observando el rostro que nunca pensó volver a ver.


Cuando el pelirrojo había atravesado su pecho la claridad lo golpeó de improviso, y a través de los ojos del dragón observó como el alma de su pareja se rompía. No podía moverse, era como estar viéndose a sí  mismo desde la distancia y a la vez no. Después de un tiempo, el cuerpo del dragón dejó de sentirse como carne y pasó a ser arena para él, desde ahí solo esperó hasta que empezó a mover su cuerpo a voluntad.


Nadie lo vio emerger desde la cáscara del lagarto, era una escena que tampoco quería describirle a su amado, pero ya nada de eso importaba, ahora solo le interesaba fundirse en un abrazo y en el olor del contrario.


Liam miraba a la pareja maravillado, hasta que reparó en algo logrando que desviara la mirada incómodo. Trató de llamar la atención de ambos entre carraspeos disimulados, pero ambos estaban tan perdidos en su mundo que fue imposible y terminó hablando.


— Esto es muy tierno y todo, enserio Río, pero Leon tiene cosas al aire que, sin ofender, no quiero ver, y estoy seguro que tampoco quieres que alguien vea —dijo haciendo un gesto obvio hacia el desnudo alfa.


— Sí, me di cuenta que ahora tengo cuernos —declaró despistado tocando las estructuras nombradas en su frente.


— Son hermosos, parecen hechos de oro y están curvados de una manera muy elegante, cariño, pero estoy seguro que se refiere a lo que estás mostrando entre tus piernas. No me quejo, pero Liam tiene razón, no es algo que quiera que vea cualquiera.


Río le entregó su capa al avergonzado mayor observando como sus orejas se tornaban rojas, posterior a eso emprendieron la marcha de retorno entre mimos y abrazos apartando a Liam de su mundo.


Algunas bestias que se habían escondido hace años comenzaron a aparecer entre las cercanías, maravillados en una manera extraña para arrodillarse ante el dragón cuando este posaba sus ojos en ellos.


Ellos se miraron confundido, no queriendo prestarle mucha atención al extraño suceso, pero la escena repetida todo el viaje de vuelta quedó grabada en su retina, y en su mente comparó a Leon con un rey. El rey de las bestias. El rey dragón.

Notas finales:

El capítulo final sera subido a más tardar mañana. Espero que les agradara y agradezco todo el tiempo que le han dedicado para leer esta historia, en verdad me ha hecho muy feliz. 

Besos a todo el mundo <3


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