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DRAGONES por yukihime200

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43. Por toda la eternidad


Déjame en paz.


Río.


¡Déjame en paz!


— ¡Río!


El pelirrojo abrió sus ojos asustado, tratando de calmar su respiración y ubicar el lugar donde se encontraba. Hace no más de cinco segundos estaba en el bosque de Thorhas luchando por su vida a un lado de Fallon y ahora los ojos curiosos de su familia lo miraban inquietos.


Es cierto, la guerra había terminado hace una semana, regresó junto a Leon y Liam ayer. Lía y Mihail les habían dado la bienvenida entre llantos y abrazos asfixiantes, comieron, relataron lo difícil que fue traer al alfa devuelta y los demás se quedaron conversando mientras él se reclinaba a dormir en el sofá.


Es cierto, se encontraba en casa, estaba en casa.


— Estoy bien —declaró para tranquilizar a todo el mundo con una pobre sonrisa que logró todo lo contrario —. Estoy bien, solo un poco cansado.


Le dijo a todos que iría a estirar sus piernas simulando un estado de felicidad que hace tiempo no sentía. ¿Cómo era su personalidad antes de que todo ocurriera? No podía recordarlo.


Se dirigió tranquilo a la fuente que adornaba el espacioso jardín, no estando seguro en verdad de querer estar mucho tiempo de todos ellos y luego encontrarse con la sorpresa de que nada era real. Aún se sentía todo como un sueño.


Un montículo de tierra cercano a la estructura trajo a su rostro una sonrisa, aún recordaba como Liv llegó a su vida, y ahora era una pena que ya no se encontrara en ella. Su dedo índice removió unos granos de la superficie, no sabiendo muy bien qué sentir al saber que otro amigo suyo ya no estaba a su lado.


— Creí que sería bueno traer sus cenizas —escuchó la voz de Liam detrás.


— Creo que no captaste la parte en la que necesitaba espacio —contestó molesto mientras observaba intrigado y casi incrédulo un imperceptible movimiento en la tierra, casi tan imperceptible que pensó haberlo imaginado.


— No seas así, Río —susurró decaído.


— Lo lamento. Eso solo...es solo que han sucedido muchas cosas y no he tenido tiempo de asimilarlas todas.


— Entiendo.


No se giró para ver a su amigo, solo escuchó sus pasos alejarse y acomodarse junto a la presencia de Leon que lo observaba desde la entrada.


Se levantó de su asiento en la orilla de la fuente para dirigirse a las flores, rodearse en la naturaleza con la que había compartido tanto ese último año. Ahora que todo había vuelto a la normalidad se sentía un poco fuera de lugar, ¿Cómo debería mantener toda la agresividad que aún mantenía viva en su interior a raya? No quería asustar a Lía, mucho menos a su pequeño retoño. Ahora que lo pensaba bien, no había visto a ese pequeño desde que lo dejó junto a Lía. La curiosidad pudo más en su mente, y dirigiéndose al interior pasó por la entrada ignorando a los dos alfas que lo esperaban.


La muchacha tenía a su pequeño ahí regañándolo por tener sus manos manchadas con chocolate junto a toda su ropa.


— Solo es un niño, Lía. No lo regañes tanto.


Los ojos verdes del pequeño le cortaron la respiración, era una réplica exacta de Leon, la cosa más hermosa que había visto. Su gran sonrisa lo enamoró, y gran parte de las inquietudes que lo aquejaban bajaron el sonido en su cabeza entregándole un poco de paz.


— ¡Caballero!


Nadie entendió bien a lo que se refería el pequeño, y de seguro nunca lo entenderían, los sucesos ocurridos no podían ser correctamente explicados por el pequeño y a futuro sería algo que no recordaría.


El torbellino negro se pegó a la pierna de Río embarrando su ropa con chocolate, logrando que sonriera como hace tiempo no se sentía hacer.


— Es tan lindo. ¿Deberíamos tener uno, Leon? —preguntó con el pequeño en brazos. La imagen que se presentaba ante el alfa fue algo que esperaba repetir muchas veces, ver a su amado ahí, con una pequeña copia suya en brazos.


— Tengamos todos los que tú quieras.


— Pues comencemos ahora.


— Maldición, eso es algo de lo que no quiero enterarme.


— Por favor, ¿Me estás diciendo que este pequeño salió de la nada? No te hagas el inocente, Liam.


— Bien, bien, dejemos de discutir, podemos utilizar el tiempo en otra cosa.


La pareja de casados junto a su padre despidieron a los dragones entre sonrisas, sabiendo muy bien en realidad que necesitaban ese tiempo a solas para que este momento se volviera real en sus vidas.


El alfa arrastró a su omega por los corredores, caminando muy serio con su vista al frente. Al cerrar la puerta esa habitación ambos se abrazaron desesperados, desenfrenados, y las hormonas de ambos se desataron por fin después de largos años en soledad. Lía no se preocupó esta vez de que ambos no abandonaran su habitación después de casi una semana.


***


— Cariño, el clima está cambiando. ¿Por qué no esperas dentro?


Ese día todos se encontraban en el jardín. Aún recordaba todo el griterío que tenían sus hombres cuando lo vieron volver, todos los muchachos se habían abalanzado sobre él y se quedaron así unos buenos minutos.


— Es porque comienza el cambio de estación que precisamente aún no quiero irme.


El pelirrojo no le dirigió la mirada a nadie, su vista se perdía en un punto inexacto del jardín, esperando. Hasta que el portal se abrió delante de sus ojos logrando que todos se pusieran en guardia menos él.


Un soldado atravesó primero seguido de tres más, todos con sus miradas serias e inquietas a la vez.


— Inclínense. Den la bienvenida a los reyes de Farium —gritó uno de ellos golpeando la base de su arma en el piso ante la declaración. Los presentes estuvieron a punto de sacar sus armas antes de que Río los calmara poniéndose al frente.


— Mis saludos al rey Fabián. Y díganle al rey Fallon que se pudra —dijo mientras le sonreía a los soldados que se pusieron en guarda ante el insulto a su rey.


— ¿Por qué a Fabián si lo respetas? —se escuchó una voz nueva atravesando el portal. Los cuatro sujetos que ingresaron primero formaron una fila y mostraron sus respetos.


— Déjalo en paz, Al. Recuerda que estamos en otro territorio. ¿Cómo has estado, Río?


Las tres personas que mantenían su diálogo se sonrieron y luego se dieron un abrazo grupal frente a los presentes. Los soldados fueron los más impactados, mostrando su arrepentimiento en sus rostros al haber tratado de esa manera a un amigo íntimo de los monarcas.


— Tenemos mucho de que hablar. ¿Por qué no dejan que sus soldados se vayan a entretener con los míos?


— Espera. ¿Todos ellos han sido entrenados por ti? —preguntó un poco espantado el hada de pelo negro.


— Por supuesto.


— Oh. Entonces, buena suerte muchachos. Intenten no morir en el intento.


— ¿Qué clase de entrenamiento sanguinario le doy a mis muchachos?


Los tres ingresaron caminando muy tranquilos a la mansión bajo la mirada intrigada de todos los Nova.


Río fue muy servicial, ofreciéndoles todo tipo de comidas o comidas que pudiera darles, no muy acostumbrados a esto, los otros dos se pararon a su lado para cocinar y preparar lo que quisieran.


La incomodidad y la duda se sentían en el ambiente cuando regresaron a la sala charlando entre ellos.


— ¿Qué sucede? —preguntó en realidad sin saber al tomar asiento en el sofá junto a sus amigos.


— ¿No les hablaste de nosotros, verdad? —le preguntó al oído entre susurros Fallon. Su cuello picó cuando sintió el enojo de Leon, y las cosas cuadraron en su cabeza.


— No te enojes, cariño. Déjenme presentarlos. El muchacho castaño es Fabián, ahora el nuevo rey de Farium, el reino de las hadas. Y este sujeto a mi lado es Fallon, el esposo de Fabián —terminó su explicación muy campante.


— ¡Espera! —exclamó el hada.


— ¿Qué, aún no se han casado? —preguntó mirando una y otra vez al par de seres mágicos sonrojados.


— Aún no.


— ¿Qué? —exclamó sorprendido Fabián.


— ¿No quieres casarte? —preguntó Al. Río solo podía mirar la situación divertido mientras observaba la propuesta implícita entre ellos dos y bebía de su taza de café.


— Claro que quiero —susurró —. Pero no estamos aquí por nuestra boda. Estamos aquí por la tuya, Río.


— Oh, es verdad. Ya han pasado seis meses desde que regresamos, ¿Cuándo vamos a casarnos, Leon?


— Podemos casarnos mañana mismo si quieres.


— Nos estamos casando mañana —respondió muy tranquilo al par.


La sorpresa fue como una bomba para todos, la mansión se encendió entre griteríos por doquier y personas desesperadas que planeaban como preparar todo a última hora. Río, Fallon y Leon se quedaron sentados observando a todo el mundo ir y venir mientras conversaban de los años ocultos de Río.


No prepararon algo grande. Con esa cantidad de tiempo limitado ¿cómo podrían hacerlo?, pero la fiesta se convirtió en algo hermoso, con todos sus seres queridos presentes no necesitaba nada más.


Las hadas se encargaron de adornar el lugar, haciendo florecer algunos arcos de flores y retrasando un día el invierno.


Algunos citadinos curiosos se paseaban por afuera, entre ellos, los padres de Ian que no se atrevieron a acercarse mucho pero aún así observaban todo felices por el que ellos creían era su hijo.


El pelirrojo pensó que sería algo sencillo, solo caminar por el corto pasillo hasta el altar y sonreír a todo el mundo. Sin embargo, los nervios lo atacaron de repente, recién cayendo en cuenta de que iba a casarse. Sus entrañas se apretujaron y el estómago se contrajo en anticipación de lo que viniera, hasta que sintió la calma tratando de aplacar el nerviosismo de parte de Leon a través de su lazo. Ah, que cosa más maravillosa era ese lazo.


Comenzó a caminar llevado del brazo de Liam, y el pequeño Noah iba tras ellos arrojando unos cuantos pétalos de flores que quedaban flotando con un pequeño polvo dorado gracias a Fallon.


El omega miró todo detenidamente. El clima no podía ser más perfecto. La situación no podía ser más perfecta. Incluso el hombre que esperaba por él en el altar no podía ser más perfecto.


La mirada del dragón se fijó en él, y pudo sentir el infinito amor golpeándolo como una tormenta. Era el hombre más feliz del mundo.


Su mano fue entregada por su mejor amigo, sonriendo a su alfa mostrando todos sus dientes a causa de la emoción.


No escuchó las palabras iniciales de Mihail, pero estaba seguro que eran similares a las dichas en la boda de Lía.


— Río —comenzó Leon —. Estoy enamorado de ti. Estoy tan enamorado que no sé si nuestro lazo es capaz de expresarte en qué magnitud. Estoy tan enamorado que te pediría que te cases conmigo un millón de veces más, e incluso más que eso. Sé que hay muchas cosas que te ocurrieron y aún no eres capaz de decir, pero no tienes que hacerlo si no quieres, porque todo lo que me dices es una ley inquebrantable para mí, incluso lo que no me dices. Te prometo, aquí, en frente de toda nuestra familia, que voy a hacerte feliz, quiero hacerte feliz, quiero que seamos felices por toda la eternidad.


— Leon. Tenía tantas cosas que decir pero ahora te has llevado todas mis palabras, ¿qué hago con eso? Te amo. No tienes idea de cuánto. He sido feliz desde el día que te conocí, desde el día que los conocí a todos. Quiero formar una familia junto a ti, malcriarlos tanto y verte trabajar con tu traje en la oficina. Te amo. Tanto que si me propones matrimonio un millón de veces en todas te diría que sí, y en muchas más. Así que acepto estar contigo por toda la eternidad, y si existiera algo después de eso también te amarraría a mí.


— Te amo —le susurró sonriendo mientras deslizaba el anillo de oro en su dedo.


— Lo sé. También te amo. Dímelo muchas veces más.


— Por toda la eternidad —exclamaron juntos antes de sellar su promesa con un beso y el anillo de Leon quedara afianzado también en su dedo.


Los vítores de todos resonaron tan fuerte que se escuchó incluso en cuadras distantes atrayendo más curiosos. Y desde entonces la felicidad no se había detenido.


***


— Tío. Tenemos que hablar —ingresó el niño de poco más de tres años al salón llamando la atención de todo el mundo por su seria mirada.


— Por supuesto, cariño. Toma asiento.


— Tengo un trato para ti —dijo mientras cruzaba las piernas y apoyaba ambas manos entrelazadas sobre su pequeña rodilla. Río pensó que ese pequeño infante estaba adoptando muchas cosas de su personalidad, sus padres iban a enfadarse con él, tendría que arrancar por la mansión antes de que se dieran cuenta.


— Interesante —exclamó adoptando la misma posición—. Te escucho, joven Nova.


— Señor mayordomo —llamó el pequeño. El anciano mayordomo dejó sobre la meta un gordo maletín rectangular y lo abrió con elegancia bajo la vista de los presentes. Dentro, el cojín de terciopelo rojo sostenía tres barras cilíndricas de oro y una daga curva con hermosos detalles grabados. El pequeño demonio le estaba ofreciendo una alabarda de oro.


— ¿De dónde sacaste esto?


— ¿Interesado? Te lo diré si aceptas mis condiciones —Río enarcó una ceja con intriga, no recordaba haberle enseñado a conseguir cosas de tal valor, aún.


— Te escucho.


— Tío. Me enseñaste que si quiero conseguir algo bueno que me interese de una persona la forma más rápida era entregar algo que a la otra persona también le interese —Lía lo miró de manera acusadora debido a las cosas que su hijo estaba diciendo. Ya tendría una buena conversación con él—. Te ofrezco esta abalarda.


— Alabarda, cariño.


— Alaradba —todos rieron por lo bajo sin romper la seriedad del ambiente.


— ¿Qué quieres que te dé a cambio?


— Déjame jugar con mi hermano —declaró solemne con una postura muy autoritaria para un niño de tres años.


— Si quieres jugar con tu hermano ¿no deberías hablar con tu madre?


— Pero él está en tu estómago, ¿Por qué tendría que hablar con mamá? —preguntó inocente apuntando al vientre de Río.


Las manos del pelirrojo se cerraron de inmediato sobre su abdomen, y una exclamación se dejó escuchar por toda la sala.


— ¡Seré tía! ¡Seré tía! —gritó Lía corriendo por toda la mansión con su hijo en brazos, quien estaba muy insatisfecho al no escuchar la respuesta a su propuesta.


Una mano se cerró sobre su hombro, no les hacía falta explicar con palabras la gran felicidad que a ambos le recorría, podían sentirlo todo. Su familia estaba creciendo, y Río pudo sentir que la promesa de Leon se continuaba cumpliendo, ahora su felicidad se multiplicó por mil.


Entonces el omega se unió a los gritos de la casa, siendo observado por un alfa risueño que lo observaba con cariño, agradeciendo al destino lo que le tuvo preparado.

Notas finales:

Y llegamos al final de esta historia!!!

La verdad es que hay muchas cosas que quiero corregir, pero dada mi redacción me llevará algún tiempo hacerlo.

Gracias a todos quienes llegaron hasta aquí, espero que les gustara al menos un poco de lo que a mi me gustó escribirla, no fue una historia excelente, ni tenía una buena idea central, pero disfruté mucho con ella.

Esperen los 4 extras que faltan.

 

Sin más, me despido con un beso.

Isy


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