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DRAGONES por yukihime200

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Notas del capitulo: Como bien dice el título, este capítulo fue eliminado de la historia (más bien reemplazado, en realidad). Es lo que hubiese sido el capítulo 19, denominado "Fractura".


¿Por qué lo quité? Porque sentí que este capítulo le daba un giro demasiado oscuro a toda la mentalidad de Río y no sabía muy bien como abordar correctamente el tema desde ahí.


No es necesario que lo lean (solo si quieren), dado que no tiene ninguna influencia en la historia.

 



 

Especial 1: Capítulo eliminado


Dormir no había funcionado. Aún recuerda la sensación en sus manos, en sus dedos, en su piel. Como la carne dura se hundía y los músculos se movían en un ángulo anormal con cada golpe que daba al rostro del lobo. El olor metálico, y como la sangre se volvía fría después de unos segundos.


Todos se encontraban rodeando a Cassandra, Mihail y Lía en el comedor mientras le contaban lo que había sucedido en la Ciudad de bestias, pero él no podía oír nada. Sus dedos se movían inquietos bajo la mesa por la comezón que sentía en ellos, pero su expresión inalterable y practicada con los años no permitía que nadie se diera cuenta.


Soltó al aire una frase, no estuvo seguro si alguien lo escuchó, ni si él lo hizo; pero suponía que habló algo sobre retirarse a su cuarto.


Todo estaba mal, pero aun así no lo suficiente como para que su mente colapsara. Podía verlo, como las paredes estaban salpicadas en sangre incluso sabiendo que no era así. Se detuvo ante la puerta de su habitación. La sangre que salía bajo ella rodeaba sus zapatos y estaba seguro que se metía bajo ellos poco a poco. Pero no era real, lo sabía.


Entrar a su cuarto fue como pasar a hundirse en un estanque. Sentado en la cama de cobijas azules miró sus manos con aburrimiento, el líquido rojo que goteaba de ellas comenzó a llenar el lugar cada vez más rápido. El extraño sonido molestaba sus oídos, como la estación de una radio mal ubicada.


Pero a pesar de todo Río se quedó ahí, viendo como el agua subía hasta su cuello, sumergiéndolo. Debería estar asustado, frenético, pero un su lugar una extraña satisfacción lo recorría, porque toda esa sangre sabía quién la había derramado. Sus labios se curvaron en una sonrisa casi imperceptible.


 –¿Río? – Lía lo miraba aferrada a la puerta, y luego retrocedió un par de pasos cuando con su llamado el pelirrojo la miró con sus ojos dorados, fríos como una barra de oro, vacíos, y asesinos.


–¿Qué sucede? – Ella lo había traído devuelta de su ilusión, estuvo a punto de sumergirse por completo. No podía volver a cometer otro error como ese, hace mucho tiempo que ya no sucedía algo así, asustar a una persona de esa manera. Lía lo miraba aterrada, tal como Luna alguna vez lo hizo, y no habían visto lo peor.


–Supe lo que sucedió allá. Solo quería ver como estabas. –No quería ver otra vez esos ojos helados, por lo que su mirada se clavó en el piso mientras entablaban conversación.


–Ahora que todo ha pasado creo que estoy muy enojado. Lamento asustarte. – Los hombros de la chica se relajaron cuando soltó el aire que ni ella misma sabía que estaba conteniendo y escuchó la voz siempre amable y traviesa de su amigo. Río ocultó todo rastro de sus raras emociones.


Se quedaron ahí toda la tarde conversando, mientras el lambda le contaba su parte de la historia a la joven omitiendo algunas cosas importantes, y luego ella le relató sus días de felicidad cuando Río cambió el tema centrándolo en su romance. Las horas pasaron tan rápido que ella terminó quedándose dormida a su lado, sentía pena por el pobre chico que hoy tendría la cama vacía junto a él.


Se quedó ahí tendido mientras Lía utilizaba uno de sus brazos como almohada, y cuando giró su rostro hacia ella se quedó pasmado. Su adorada Luna estaba junto a él esa noche. Un grito casi escapó de su garganta, pero alcanzó a retenerlo en el momento justo colocando una mano sobre su boca. ¿Qué demonios estaba sucediendo? Trató de estabilizar su respiración errática a medida que la imagen frente a él volvía a ser otra. Su mente estaba fuera de control.


Sus terribles ojeras de color morado a la mañana siguiente evidenciaban su falta de sueño reparador.


–¿Fue mi culpa? –La joven le preguntó con un puchero sentada junto a él mientras abrazaba una almohada.


–Por supuesto que no. Algunas pesadillas me asaltaron anoche, no te preocupes. –Posó una mano en su cabeza y le desordenó con brusquedad su cabello mientras se reía de ella para aligerar el ambiente.


Pero eso fue solo el comienzo de sus problemas.


Las alucinaciones comenzaron a empeorar, en un segundo todo estaba bien y al siguiente las cosas se teñían de rojo. Fuera de producirle terror, las escenas que se reproducían frente a sus ojos le causaban una gran repulsión. La extraña euforia que sentía antes quedó en el olvido, se sentía cansado ya de ver tanta sangre.


La gota que rebalsó el vaso cayó en un día de entrenamiento. Luchando como siempre con uno de sus compañeros lo sintió en su mano. Su lanza atravesó su cuerpo, y no solo ese, muchos más estaban tendidos en la tierra.


Todos quedaron sorprendidos cuando la arrojó lejos y se miraba las manos en pánico, observando hacia todos lados con desesperación, preocupado de lastimar a las personas cercanas a él. Al final, los días de mal dormir y el cansancio acumulado le pasaron factura. Río colapsó frente a todos, y fue alcanzado antes de tocar el piso gracias al soldado más cercano a él. Alguien fue en busca de Leon mientras que otro un poco más experimentado se hacía cargo por el momento buscando algún indicio de emergencia vital, al no encontrar nada fue trasladado después a su habitación para que un médico le atendiera cuando llegara.


***


Dio un salto cuando el frío del mango metálico reptó desde su mano por su brazo. La navaja brillaba a medida que él la giraba interesado y la luz alumbraba ciertas partes de ella. Sus compañeros lo miraban burlescos desde una distancia cercana, algunos apostando y otros solo riendo.


–Solo tiene catorce, un dólar a que no puede.


–Cinco a que sí, y me debes una botella de vino.


–Ya, niño. Decide rápido si lo harás o no.


En el centro de la habitación, hecho un ovillo tiritón, se encontraba un viejo sujeto, estaba seguro que era uno de los tantos que pedía dinero y nunca lo devolvía. Balbuceaba tanto y tan bajo que no era entendible ninguna de sus súplicas, pero Río sabía que siempre eran las mismas, “por favor, no”, “prometo que esta vez pagaré”, “solo denme otra oportunidad”. Miró aburrido a todo el mundo, mientras más rápido acabara más rápido podría volver con Marie.


Acercándose decidido sujetó al adulto por su cabello, y de un certero golpe un chorro de sangre saltó de un lateral de su cuello, ahí donde estaba su arteria carótida. Sus compañeros se quedaron en silencio un instante para luego soltar algunos aplausos y comenzar a cobrar apuestas, indiferentes ante el hombre que gemía desangrándose frente a ellos volvía oscura la ya roja alfombra.


Recibió un par de palmadas en la espalda a modo de felicitación, y a partir de ese momento fue entrenado como uno de los luchadores principales de la organización en la que se había integrado. No sentía nada especial cuando sus manos se manchaban, era uno de los mejores del lugar, muy rápido y despiadado. Fue expulsado cuando en un arranque de furia asesinó a uno de sus colegas, había terminado con un par de heridas luego de que algunos intentaran detenerlo, pero no fue nada grave dado que logró escapar gracias a su gran agilidad.


A los diecisiete ingresó bajo el mando enemigo de su antiguo jefe, era una medida de protección que había tomado después de estar un tiempo ocultándose de ellos.


Bajo su mando se terminó acostumbrando de manera definitiva al tipo de trabajo sucio, al asesinato, al robo, a veces secuestro, tortura, y los golpes que venían cuando a veces desobedecía una orden.


Cuatro de siete días tenía que hacer algo cruel. Mientras terminaba de golpear a un sujeto en el mismo cuarto donde una vez fue castigado creyó ver un reflejo en un espejo que estaba seguro jamás había estado ahí. Un par de hermosos ojos verdes lo veían empañados por la tristeza. Detuvo en el momento todo acto que estaba realizando y se giró de un movimiento, pero nadie lo esperaba, sacudiendo su cabeza de un lado a otro olvidó lo ocurrido y retomó su tarea.


Un día no alcanzó a cambiar su ropa antes de ocultarse en casa con Marie y su hija. Ambas lo miraron espantadas, pero Río miraba la imagen borrosa parada detrás de ellas y sus ojos verdes.


–Río, cariño, ya basta. –Su madre adoptiva lo miraba a punto de llorar y alzaba sus manos temblorosas en dirección a su rostro para tomarlo con delicadeza. –No debes lastimar a las personas.


–Es trabajo, Marie.


–Entonces déjalo. –En ese punto los pequeños ríos salados fluían rápido por sus mejillas y un nudo se formó en la delicada garganta que le impedía soltar sollozos fuertes. –Podemos encontrar otra cosa para ti.


–Soy bueno en lo que hago, no es necesario buscar algo más. Este trabajo nos da lo suficiente para vivir.


–¡Río! – La miró molesto por unos segundos, pero fueron los suficientes como para que nunca más quisiera volver a hacerlo. Marie quitó espantada las manos de su rostro y Luna se aferró con miedo a la falda de su madre obligándola a retroceder un par de pasos. Lía lo había mirado así antes. “¿Quién es Lía?”. Un agudo pinchazo de dolor atravesó su cabeza para luego volver todo a la normalidad. –La gente fuerte existe para proteger, Río. Lo que tú haces está mal.


Fragmentos de recuerdos pasaban tras sus párpados cada vez que pestañeaba, no estaban todos completos, pero podía ver en ellos ese par de ojos verdes que venían persiguiéndolo hace tiempo. Recuerdos donde un amable hombre recogía una pelota, cuando aguantaba las acusaciones de la gente, regalándole una flor. Leon era una persona gentil, el tipo de persona que Marie quería que fuera. Una sonrisa suave surcó sus labios al encontrar una respuesta que no sabía que estaba buscando y que por fin calmó el vacío que lo consumía desde la primera vez que tomó una cruel decisión.


Miró sus manos con asco. Ella tenía razón. Un par de manos fuertes existían para proteger, para tocar el cabello de alguien con cuidado, no para lo que él estaba haciendo.


–Gracias, Marie. – La mujer le sonrió con cariño y colocó su frente en la contraria. Después de soltar un escueto “cuando quieras”, las imágenes frente a él comenzaron a desvanecerse como polvo siendo llevado por el viento.


***


Le tomó muchos parpadeos rápidos poder adaptar su vista a la luz blanca de la llena habitación. “¿Por qué hay tanta gente?”


–¡Río! – El grito colectivo lo despertó por completo, y ayudado por Leon logró sentarse en la cama con cuidado.


–Dormiste por un día completo, hombre. –Liam cruzó sus brazos sobre el pecho y lo miró de manera acusadora. Sus palabras, y la apariencia de todos en el lugar, le dijeron que habían pasado la noche ahí, de seguro apiñados uno sobre otro esperando a que despertara. Una sonrisa agradecida curvó sus labios.


Entendió algo de las situaciones que había vivido. No era que en realidad disfrutara de hacer esas cosas, solamente era lo único que conocía, y revivir en la Cuidad de Bestias algo similar le hizo apegarse por un momento a su antiguo mundo causándole caos. Al parecer en su interior aún pensaba en ese lugar. Pero ahora todo estaba bien, porque conoció algo distinto. Tomando con suavidad la mano del hombre a su lado sus sentimientos terminaron de aclararse. Desde ahora sería una mejor persona.


–No vuelvas a hacer eso, Río. Si te sientes mal tienes que decirlo. –Esos ojos tristes que ahora lo observaban se veían exactamente igual que como en su sueño, su cerebro hizo un buen trabajo con eso.


–No te preocupes. Todo está bien ahora. – Atrayendo al hombre junto a él en la cama para fundirse en un abrazo miró al resto que entendieron de inmediato, y abandonando la habitación les dejaron a los dos un momento a solas que supieron aprovechar muy bien.


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