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Insomnia por RLangdon

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Naruto odiaba el silencio, le frustraba tanto que, siempre, solía hacer cualquier cosa para producir un poco de ruido. En las misiones con sus compañeros de equipo, éstos tendían a reñirlo -especialmente Sakura- porque hablaba "supuestamente" en exceso, además de entorpecer la concentración del resto e inestabilizar la seriedad requerida para llevar a cabo las encomiendas.


Por supuesto a Naruto no le importaba. Al menos no mucho. Su hiperactividad lo influenciaba, en cierto modo, para hacer mejor las cosas. Si se trataba de una misión, quería ser el primero, si alguien entablaba una conversación, Naruto demoraba poco y nada en unirse a ella. Era participativo a su manera, aunque igualmente impulsivo. Pocas cosas le avergonzaban, y no recordaba ninguna experiencia tan atroz como la acontecida dias antes en la intersección del bosque.


Había tenido una hemorragia...


Una nasal. Y se suponía que solo los pervertidos, depravados a límites insospechados, tal como el sabio pervertido o Kakashi Sensei, los tenían. Quizá la situación no habría sido tan melodramatica de no ser porque el motivo en cuestión -y desencadenante totalitario- había sido ni más, ni menos que Itachi Uchiha.


Naruto sintió un profundo malestar de solo imaginar la expresión circunspecta de Itachi en aquel momento. Seguramente ahora lo tacharía de extraño...y homosexual.


Bueno, tal vez fuera bisexual. El punto era que no podría plantarles frente y fingir que nada había ocurrido (pese a que sonara tentador).


¡Era ridiculo! sobretodo porque Naruto había huido cual vil cobarde al percatarse de su sangrado nasal. Y pensar que recién le habían dado la pauta para unirse a entrenar con ellos...


Sentado en posición de loto, Naruto abrió un ojo e inspeccionó uno a uno los peluches de sapo que lo rodeaban. Los había dispuesto en la cama para inspirarse un poco, simulando que eran su publico. Ellos lo entendían, sabían claramente por lo que estaba pasando.


-¿Qué dices, Gamakichi?- rompiendo su pose de concentración, Naruto tomó el pequeño sapo rosa y lo acercó a su oído. Todos los peluches habían sido un obsequio de Jiraiya por su cumpleaños. Pero su favorito sin duda, era ese. -¿Crees que debo vengarme de alguna otra manera para demostrar mi inconformidad con ellos?


La idea era tentadora. Indendientemente de la treta que les había jugado en el lago. No era suficiente. Esos dos lo habían hecho a un lado todo este tiempo, ni siquiera se dignaban a preguntar por él, siendo que no se había presentado en el distrito en los dos últimos días. Ya debían haber entregado el informe de la misión, por lo tanto, no les era nada complicado visitarlo para saber novedades. Sin embargo eran Uchihas...


-Tienes razon, Gamakichi. La venganza se sirve mejor fria, dattebayo- asintió al tiempo que acariciaba la felpuda cabeza rosada. De pronto su mente empezaba a maquinar todo tipo de planes. Esta vez no iba a fallar, tenía que burlarse de esos dos a toda costa. Entonces tal vez dejarían de ignorarlo.


-Sé que no esta bien, Gamabunta- frunciendo el ceño, Naruto arrojó el peluche más grande bajo la cama. Cómo odiaba sentirse solo. Minato apenas si abandonaba su puesto en la torre Hokage, mientras que Kushina se pasaba horas cotillando con su mejor amiga que, hilarantemente, no era otra que la mamá de Itachi. Naruto se había enterado el día anterior en la merienda que Mikoto Uchiha estaba embarazada.


Al principio le alegró mucho la noticia. Ya tendría otra excusa más para pisar territorio prohibido. Sin embargo le entristecía un poco pensar en Itachi. Seguramente lo desplazarían cuando el bebé naciera. Puede que Itachi ya fuera un adulto, pero parecía más necesitado de afecto que ningun otro Uchiha.


Después de maldecir la ausencia de Kurama, Naruto se encaminó hacia la mesa y arrancó un trozo de papel. Buscó en el cajón tijeras, pegamento y algunos moldes de letras para improvisar la misiva. Tenía que parecer autentico y muy, muy serio.


***


Shisui pensó, si bien por una fracción de segundo, que nada acontecería esa noche. Se mantuvo recargado contra uno de los muros laterales de la fortaleza, siempre sigiloso y atento a cada presencia que, silenciosas como sombras, se deslizaban en la seguridad de la penumbra.


Eran miembros del escuadrón Anbu. Todos ellos portaban sus estoicas máscaras blancas, perennes objetos que se encargaban de mantener en el anonimato a todo Shinobi que la portara.


Agudizando la mirada, Shisui se vio tentado a usar el sharingan. Ansiaba desvelar cada secreto albergado en las entrañas de la tierra. Raíz, la incipiente base al mando de Danzo Shimura, figuraba actualmente como uno de los mayores peligros para el bienestar de la aldea. La corrosiva y enigmática organización de Anbu, estaba destinada meramente a generar desgracias. Shisui lo sabía, y había llegado a una conclusión certera para frenar el régimen impuesto por Danzo Shimura.


La estratagema estaba lejos de ser sencilla. Sin embargo, la eficiencia de aquel genjutsu estaba garantizada.


El Kotoamatsukami representaba la mejor y única alternativa para detener el golpe de estado que, de forma inevitable, se presentaría.


"Si pudiera acercarme más"


Shisui aspiró lentamente una bocanada de aire al contemplar la silueta de Danzo junto a dos miembros del Anbu. Seguramente realizaría otra de sus asambleas en pos de encontrar una alternativa para lo que se aproximaba. Solo que, la resolución que pretendía llevar a cabo Danzo, en conjunto con los miembros del consejo, era la exterminación del clan Uchiha.


Danzo pasó de largo hasta el interior de la fortaleza, emitiendo la silente orden de que los shinobis responsables de custodiar la entrada, reforzaran aun más su labor.


A Shisui le pareció un imposible filtrarse en aquel momento. Aun si conseguía traspasar la barrera, dentro estarían esperando al menos dos decenas de Anbus. Para cuando terminara la contienda, Danzo y el resto de sus séquitos ya habrían sido alertados de la situación.


Tenía que esperar a que Danzo se encontrara solo y con la guardia baja. De esa manera podría apropiarse de sus pensamientos y usarlos en su contra. Lo forzaría a confesar, delante de todo el consejo de Konoha. Y quizá, quizá el clan estaría a salvo.


***


-¿Qué ocurre, Itachi?, llevas veinte minutos mirando tu plato y no has dicho una sola palabra desde entonces.


Alertado por la autoritaria voz de Fugaku, Itachi salió de su profundo ensimismamiento. No lo entendía, nuevamente estaba experimentando esa sensación molesta y opresora de ya haber realizado determinadas acciones. Era, en escencia, como un presentimiento. Uno extraño pero factible.


-¿Itachi?- Fugaku dejó el tenedor a un lado y endureció la mirada. Odiaba que su hijo prodigio, y mayor orgullo, se comportase de manera tan indiferente en la cena que pretendía ser amena. Mikoto estaba esperando otro varón, y el asunto con el clan estaba en su punto álgido. Era cuestión de tiempo para que todo se efectuara correctamente. Con Itachi como espía, les sería más sencillo determinar en qué momento Minato cometía su último descuido, la más mínima falla sería aprovechada y, entonces, podrían rebelarse. -Itachi- suspirando ruidosamente, Fugaku se puso de pie. Sabía el estrés que su hijo llevaba sobre los hombros, pero era indispensable que soportara un poco más la presión actualmente ejercida. -Se te ha asignado una misión de gran importancia para mañana...


Itachi levantó la mirada de su plato, su entorno y, su propia presencia, se le antojaban irreales, falsos como si no debiera estar allí.


No. Más bien, como si ya hubiese vivido aquello...


-Tienes que estar preparado, Itachi. No pensaba decírtelo hasta mañana pero creo que será prudente anticiparte a los hechos.


Todo cuánto decía Fugaku sonaba tan repetitivo que, Itachi solo atinó a mirarlo de forma pertinaz.


Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Fugaku, durando apenas lo suficiente para que Itachi lograra presenciar el gesto.


-Serás...


-Enlistado- dijo Itachi, casi arrastrando las palabras en un sutil titubeo. Su tono delató que en realidad había preguntado, sin embargo, poco despues afirmó con más seguridad en sí mismo. -Seré enlistado oficialmente al Anbu.


El semblante de Fugaku evidenció cierto grado de perplejidad que, luego fue reemplazado por incertidumbre, esceptisismo y finalmente, confusión.


-¿Cómo fue te enteraste?- preguntó, francamente asombrado por tal deducción. Ni siquiera Minato estaba consciente de ello, al menos no del todo.


La expresión de Itachi se tornó más seria y reflexiva. Ese era el meollo del asunto, no lo sabía. No tenía idea de cómo lo sabía, solo lo había...


"Recordado"


Pensado...


-Supongo que lo soñé- murmuró en voz apenas audible. Y después se dio cuenta de que había estado pensando en Naruto durante todo ese tiempo...


***


"Es el plan más idiota que se te ha ocurrido" eso le había dicho Kurama al despertar de su larga siesta, producto, según el bijuu, de la verguenza ajena que le generó su "amanerado" jinchuriki.


Naruto lo había ignorado monumentalmente. Tenía otras cuestiones de las que ocuparse como para estar dialogando con el zorro demonio que no hacía más que humillarlo verbalmente.


Su plan tenía que resultar esta vez. Ya solo tenía que cumplir con la última fase de todo, y la cuál consistía en reunir una cantidad razonable de arena para gatos.


Oh si. La acomodaría toda en un recipiente enorme sobre la puerta del almacen, y cuando esos dos aparecieran...


Sonriendo jocosamente, Naruto se colocó la diademilla que simulaba las orejas de un gato. Se introdujo sigilosamente en la infraestructura y caminó silenciosamente por las cajas.


-¡Meow mi vida esta arruinada!


Naruto se sobresaltó al oír un lloriqueo lastimoso que provenía del ala derecha de la sección. Decidió no prestarle atención y continuó con su recorrido hasta que el maullido se tornó insoportable.


-¡Meeeeow!...¿Qué hice para merecer esta traición?, ¿Acaso no le demostré más amor que a mi bola de estambre?


-!¿Pero qué rayos?!- retrocediendo sobre sus pasos, Naruto siguió los lamentos gatunos hasta su origen. No quería perder más tiempo, pero esos maullidos no lo dejarían concentrarse en su labor de reunir la arena que había visto la última vez que estuvo en ese sitio. -Oye tú- señaló al causante de los maullidos con el índice, sin reparar en la botella de licor junto al minino.


Se trataba de un gato rollizo, de pelaje naranja con blanco. A Naruto le pareció demasiado esponjoso y por un segundo quiso abrazarlo, pero al recordar su misión actual, optó por darse prisa.


-¿Por qué lloras?- inquirió al tiempo que se ponía de cuclillas frente al gato. Este abrió mucho la boca, tratando fallidamente de enfocar la silueta felina que tenía delante, sin embargo, la embriaguez le impidió dilucidar la realidad de las cosas.


-Tú- el gato ninja largó un suave ronroneo antes de incorporarse del cojín, se posicionó en cuatro patas y olisqueó la fragancia sutil y afeminada que impregnaba el ambiente. Sin duda estaba siendo recompensado por aquella relación fallida e hiriente. -Eres hermosa.


La ceja izquierda de Naruto sufrió un leve tic cuando aquel gato gordo empezó a restregarse contra su pierna. No podía estarle sucediendo eso...


-Eres la indicada, miau...te trataré como una princesa y tendremos cincuenta hijos...no, cien.


-¡Apartate, gato borracho!- Naruto retrocedió tambaleante, sin recordar en ningun momento que llevaba puestas las orejas de gato. Ni siquiera sabía que esos gatos parlanchines pudieran tomar vino. ¡Era una locura!.


-No me importa si eres casada- gimoteó el felino mientras se acercaba cada vez más a Naruto, arrinconandolo contra una hilera de cajas. No iba a desperdiciar semejante oportunidad con esa bella hembra, tenía que ser suya.


-¡No soy un gato, dattebayo!- exclamó Naruto en tanto daba los últimos pasos. Lo siguiente que vio le pareció que acontecía en cámara lenta. Aquel gato gordo y ebrio había arrojado un kunai por encima de su cabeza, fallando el blanco por centímetros, o eso creyó Naruto antes de que las cajas se vinieran abajo...


***


-No es real- determinó Shisui al tiempo que golpeteaba la hoja con los nudillos. Itachi la vio más de cerca, y estuvo de acuerdo al instante. Claramente se trataba de un truco, uno muy infantil.


Habían encontrado la nota cuando se dirigían al campo de entrenamiento, dispuestos a intercambiar las primicias en lo referente al golpe de estado. La nota había sido adherida a uno de los robles más cercanos a la zona frecuentada por ellos. Una simple hoja de papel con recortes que anunciaban el "supuesto" secuestro de Naruto. Aparentemente el secuestrador en turno exigía que nadie más se enterara de ello, advirtiendo que el hijo del Hokage sufriría las consecuencias de no acatarse la enmienda. Abajo de todo habían unas coordenadas con la ubicación exacta del lugar al que Naruto había sido llevado.


-Pienso que nos subestima- opinó Shisui. Chasqueó la lengua y negó con la cabeza, dando su negativa absoluta. -Recuerda lo que hizo en el lago...


-Considero que deberíamos ir- Itachi releyó la nota y la guardó en uno de sus bolsillos. Era lógico suponer que Naruto la había hecho, pero en esta ocasión, deseaba hacerle frente, tratar de indagar más acerca de él. Había algo en el Uzumaki que a Itachi inquietaba de un modo extraño.


¿Será que él me...?


-Bien- accedió Shisui en un resoplido. -Iremos, veremos que está en perfecto estado y si se le ocurre engañarnos...


Itachi asintió autómatamente a lo dicho. Realmente esperaba que solo se tratara de una simple broma.


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