Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Carpe diem por RLangdon

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Se quedó contemplando largo rato la fotografía de su móvil. Allí yacía él, acuclillado sobre la arena, al lado de Walter, ambos sonriendo mientras el cielo se difuminaba sobre ellos, degradándose del fuerte celeste a un suave atardecer naranja. 
 
Graham recordaba muy bien ese día en la playa. Lo que le costaba asimilar era la ausencia y posterior metamorfosis de sus propias emociones. 
 
Dolió dar por hecho la muerte de Molly, renunciar al alegórico cuadro de familia feliz que se había hecho trizas en el momento exacto que decidió prestar nuevamente su ayuda al FBI. 
 
Su astillada afinidad hacia el altruismo había ocasionado un daño irreparable. 
 
Y con el paso de los días, las posibilidades de recuperar a su hijo, se volvían más remotas. Entre más tiempo dejarán transcurrir, más se reducían las esperanzas, y mayor era la probabilidad de encontrar a Walter sin vida. 
 
"¿Lo prometes?, ¿Prometes que iremos a montar a caballo?"
 
Cerró los ojos. Las sienes le palpitaban a causa del estrés, sin embargo, era el dolor creciente en su pecho, la sensación más dañina y molesta de todas. Era como si estuviera envenenado y toda la materia corrosiva se desbordara dentro de él, quemando y destruyendo todo a su paso.
 
Transformación.
 
Hannibal le había dado la clave para acercarse al asesino, pero faltaba un anzuelo mucho más firme para asegurarse de que no escapara. 
 
**
 
Nada más atravesar el marco de la puerta, el fuerte aroma a antisépticos lo mareó. 
 
Su atención fue irremediablemente atraída hacia el blanco inmaculado de las paredes del quirófano en terapia intensiva. 
 
Will Graham bordeó a los dos agentes oficiales y, seguido de cerca por un serio Jack Crawford, llegó hasta la camilla del centro de la habitación. 
 
Y a pesar de sus intentos frustrados por evadir aquella nauseabunda sensación de culpa desde que recibiera tan inesperada llamada telefónica, no pudo menos que experimentar un revoltijo estomacal, mezcla de miedo y pesar hacia lo acontecido, hacia lo que él mismo había provocado de forma tan deliberada.
 
Vio con cautela la mirada incriminatoria que le dirigía Alana desde el otro extremo de la habitación antes de volver su atención hacia el cuerpo que yacía tendido sobre la camilla, envuelto en gruesos vendajes y con el torso al descubierto, exhibiendo parte de las horribles quemaduras a las que había sido sometido. 
 
El lacerado pecho de Frederick Chilton subía y bajaba a una velocidad pasmosa. Llevaba dos electrodos adheridos en el tórax, ambos conectados a un monitor de registro cardíaco. Su rostro, cubierto en gran parte por la mascarilla de oxígeno, dejaba entrever apenas sus párpados. 
 
—Frederick.
 
Inspirando hondo, Will se posicionó junto a la camilla, rogando internamente no ser escuchado. Sin embargo, los párpados temblaron suavemente tras unos segundos de angustiosa espera. 
 
Camino al hospital, Will había albergado la fútil esperanza de encontrarle ya sin vida, pero el destino se empeñaba en restregarle sus fallos a la cara, como funesto recordatorio de la naturaleza dañina de la que era portador.
 
—Sabías...— haciendo un esfuerzo sobrehumano, Frederick se alzó la mascarilla para emitir un jadeo ahogado, casi inenteligible. —Sabías que esto iba a pasar. 
 
Sabiéndose observado por los allí presentes, Will hizo amago de negar la afirmación, pero se detuvo al reparar en la ausencia de los labios de Chilton. De pronto su cuerpo se había paralizado de horror. No era, sin embargo, la visión de Frederick, lo que le afectaba, sino el constante recuerdo de Walter. Su difusa imagen a merced de un sádico asesino.
 
—Me... pusiste la mano— seguía murmurando la agonizante figura. —Le diste a entender que era tu mascota.
 
Paso a paso, Will se alejó de la camilla, siendo abordado de inmediato por Jack.
 
—Insisto en reforzar la seguridad de tu casa, Will.
 
No era sugerencia. El interpelado lo sabía. El cuerpo incinerado de Chilton era la segunda advertencia del dragón rojo. La primera había sido Molly. 
 
No habría una tercera. Porque Walter era lo único que le quedaba y no podía perderlo.
 
**
 
Su único vínculo y por ende, su única conexión con el dragón rojo, era Hannibal Lecter. Este, a su vez, había mantenido hilos de correspondencia mediante los avisos de ocasión encriptados del Tattler Crime. 
 
Graham sabía que no había manera de expresarle a Hannibal lo que tenía en mente. Al menos no de forma verbal, ya que corría el riesgo de ser descubierto por la policía, y de ser el caso, su plan, a medias cimentado, se estropearía, y con ello, su última oportunidad para rescatar con vida a Willy. 
 
Sentado a la mesa, notó la presencia de patrullas custodiando la fachada de su casa. Luminosos halos de luz rojiza penetraban los ventanales de la antesala. 
 
Tenía que ser cuidadoso en lo que hacía. 
 
Ocasionalmente se llevaba la cucharilla de sopa a los labios. Bajo el mantel al costado de su plato, estaba la hoja en blanco destinada para el borrador de su mensaje. Una misiva que pretendía hacer llegar al doctor Lecter de la misma forma que había hecho el dragón rojo con anterioridad. No obstante, debía usar las palabras precisas para que Hannibal supiera quién era el transmisor genuino del mensaje. 
 
Días antes había leído el inventario de objetos de la celda de Hannibal. Sabía los libros que tenía a su disposición. Sólo había que elegir correctamente. 
 
Y sobretodo, darse prisa.
 
**
 
Al despertar aquella mañana, Hannibal supo que acontecería algo insólito, tan inusual como la ocasión en que fue conducido hacía otra de las celdas aledañas a causa de un supuesto fallo en el sistema eléctrico del hospital. 
 
Estando encerrado, tenía más tiempo para pensar, y también para maquinar. 
 
Sabía, asimismo, que Will le necesitaba. Y al vislumbrar el singular diario, apilado sobre el resto de su correspondencia, tuvo la corazonada de que nuevamente tendría noticias suyas. 
 
Y no se equivocó.
 
Al abrir el Tattler en los avisos de ocasión, se encontró con un curioso anuncio sobre el extravío de un cordero. Figuraba a su vez en la página un número telefónico, que no era tal. 
 
Hannibal rebuscó entre sus escasas pertenencias aquel libro de cocina, en todo el volumen existía únicamente una receta para cordero al horno. Y fue en la misma página que se dio a la tarea de resolver tan enigmático puzzle, contando las palabras y después los párrafos, subrrayando con el índice y reteniendo mentalmente cada nueva palabra formada hasta que obtuvo el escueto mensaje.
 
"Se hará a su manera. Qué pide a cambio"
 
Con media sonrisa neutra, tomó uno de los sobres de su correspondencia. Mayormente solía recibir consultas de psiquiatras sobre temas en específico. Hannibal no se lamentó de utilizar tan nimio sobre para enviar su respuesta. Sólo necesitó hacer un par de recortes con los dedos de su libro de recetas. Formó la palabra valiéndose de unos cuantos dobleces y finalmente la introdujo en el sobre. 
 
Aún en aquellos momentos, Will Graham alimentaba su insana curiosidad sobre el impredecible rumbo de los acontecimientos. 
 
Resultaban vigorizantes los estímulos que despertaban en el ser humano a raíz de la desesperación. Will había llegado a ese punto. Y era precisamente, lo que Hannibal había estado esperando.
 
**
 
En primera instancia, Will vaciló al entrar a la oficina. Detrás del escritorio y devolviéndole una mirada de entera incredulidad, estaba Jack Crawford. 
 
—Toma asiento, Will.
 
Will así lo hizo. Y adivinó la respuesta de su interlocutor nada más reparar en la expresión del mismo.
 
—No estás de acuerdo en seguir mi plan— murmuró, pausada pero tajantemente. Lo habían discutido previamente por teléfono, pero no había bastado. 
 
Incómodo, Jack se removió en la silla.
 
—En efecto. Lo considero arriesgado.
 
Los nervios comenzaron a aflorar en Will ante la segunda negativa, pero procuró no evidenciarlo y, en cambio, se lamió los secos labios, presto a rebatir.
 
—Fuiste tú quien lo sugirió en primer lugar, Jack— lo acusó, sorteando la mirada de reproche del susodicho.
 
—Lo que sugerí fue una pantalla de humo respaldada por una falsa entrevista que se publicaría en la primera plana del Tatler, Will. Y ya has visto como terminó.
 
"Aún no termina" pensó Will, contemplativo. Movió ansioso sus pies bajo el escritorio. 
 
—¿Cuál es la diferencia?, El dragón rojo vendrá por mi de una forma u otra— expuso calmadamente. —Quiero hacerle creer que va en la dirección equivocada.
 
Jack negó con la cabeza.
 
—¿Cómo, Will? ¿Haciendo que se enfoque en Hannibal?...sabes que si no funciona, escapara. Asesinara a tu hijo, matará a otra familia y volverá a su escondite hasta la próxima luna llena. 
 
—No lo hará— Will se incorporó lentamente de la silla, sin despegar ni un segundo su mirada de la expresión circunspecta. —Tenemos que ser creíbles está vez, Jack. Sabes que mi plan puede funcionar— hizo una pausa antes de dejar caer el peso de su señalamiento. —Pero no confías en mí.
 
Poco a poco el rostro de Jack dejó de tensarse. 
 
Will acreditó el repentino cambio a la culpa. Había picado el señuelo.  
 
**
 
Mientras enfilaban hacia la celda, Will repasó mentalmente el cebo que había sugerido a Jack. Y cuando le pusieron la máscara y las esposas a Hannibal, trató de no hacer ningún tipo de contacto, y mucho menos, de mostrarse vulnerable. 
 
La propuesta era muy simple en realidad. Debido a la complicidad de los crímenes consumados por el dragón rojo, Hannibal sería puesto bajo custodia federal. Sería trasladado a la sección de seguridad máxima de un hospital psiquiátrico para veteranos de guerra. Y allí precisamente, fingirían su huída. Habría fotos y un artículo dedicado a ello. De este modo, cuando el dragón rojo leyera el Tattler y diera por sentado el escape de Hannibal, iría tras él. 
 
Miembros capacitados del FBI se encargarían de realizar un anuncio falso, citandolo con Hannibal para atraerlo hacia uno de los correos donde la policía aguardaría su llegada.
 
Al abordar uno de los vehículos policiales, Will se sintió aún más tenso. Tenía un nudo en el estómago, y su ritmo cardíaco estaba fuera de control. 
 
Rápidamente se abrochó el cinturón y cerró los ojos al ver la pálida silueta de Abigail observándole desde el asiento trasero del coche. 
 
"Sabes lo que tienes que hacer, Will"
 
Recuperando el dominio de sí mismo, Will abrió los ojos. Esperó a que el motor se pusiera el marcha y se recordó la razón de su actual proceder. 
 
No tenía que ver con Hannibal, tampoco con Abigail. Ni siquiera se debía a Molly. Era a Willy a quién debía proteger.
 
Una vez finalizado el trayecto, Will salió del vehículo y se reunió prontamente con Jack. 
 
No disponían de mucho tiempo para llevar a cabo la estratagema. No habían emitido ninguna orden previa al traslado, puesto que no contaban con pruebas fiables que incriminaran a Hannibal de su participación en los crímenes. Se estaban jugando todo en un simple plan.
 
—Solo unos centímetros, y no más de tres segundos, Will— le recordó Jack, andando por el corredor. 
 
Mecánicamente, Graham asintió. Sabía a lo que se refería. La prensa los seguía de cerca, y entre ellos, Freddie Lounds con su cámara preparada para las instantáneas. 
 
Cuando llegaron los custodios, guiando a Hannibal al frente, Will tragó en seco. Las náuseas trepidaban incesantemente por su garganta, los nervios volvían con renovado brío.
 
—Desde aquí me hago cargo— enfatizó Jack, instando a los custodios a esperar en el pasillo. 
 
Freddie Lounds apuntó hacia el rostro de Hannibal para hacer la primera toma mientras Jack lo conducía hacia su nueva -temporal- celda para después correr la puerta de barrotes y cerrar con llave. 
 
Will se dio prisa y se dirigió hacia el otro lado del edificio. La celda contaba con doble puerta, siendo la segunda activada mediante un dispositivo electrónico dentro de una cabina ubicada en la parte superior de la torre de mando. A su vez, la segunda puerta estaba orientada hacia el comedor. 
 
"Sólo unos centímetros, Will"
 
La voz de Jack lo acompañó en cada paso que daba hacia la segunda planta. Desde la parte superior, Will vio a Hannibal. Sus miradas se cruzaron por ínfimos instantes.
 
La voz de Freddie Lounds se dejó oír en la planta baja. No podía demorarse más tiempo. El plan consistía en oprimir el interruptor que abría la celda para que Freddie Lounds fotografiara el momento previo al supuesto escape. 
 
Cuando los dedos de Will dieron con el interruptor, sus latidos nuevamente se aceleraron. 
 
"Tres segundos, sólo unos centímetros."
 
Oprimió suavemente el botón. La cerradura del metal galvanizado chasqueó mientras la puerta corrediza se deslizaba hacia la derecha. 
 
Oyó el inconfundible sonido del flash de la cámara. 
 
—¡Ahora, Will!
 
Y el eco de la orden de Jack.
 
—¡Will!
 
Pero Will no acató. Dejó su mano sobre el interruptor, propiciando que la puerta se abriera en su totalidad. 
 
Hannibal corrió fuera de la celda, rodeó las mesas y se batió en un inútil forcejeo con Jack. Cuando esté fue empujado sobre una de las mesas, Will apenas si parpadeó. 
 
El plan tenía que hacerse en el único sitio que (además de encontrarse abandonado) contaba con dos puertas en cada rincón, salida de escape incluída.
 
Cuando los guardias entraron, alertados por el alboroto, ya era tarde. 
 
Will no puso reparo alguno cuando uno de los oficiales lo derribó para colocarle las esposas. 
 
La petición de Hannibal había sido contundente.
 
El quería su libertad. 
 
Y Will acababa de dársela. 
 
—¿Qué mierda hiciste, Will? ¿Qué mierda hiciste?— la increpación de Jack se le antojó tan lejana como su propio raciocinio.
 

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).