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Percepción por rmone77

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Notas del capitulo:

Nothing on me—

¿Arrogante? Nunca.


¿Selectivo? Tal vez.


¿Directo? Siempre.


Un golpe en su mejilla y la piel comenzó a enrojecerse con la misma furia de la mujer que lo abofeteó. Kim, dieciséis años, cabello revuelto, mirada floja, alto y postura encorvada: la perfecta combinación atrayente para un adolescente. Kim no mentía nunca y por esa misma razón lo tachaban de desconsiderado y apático. Esas dos características le aportaban el misterio necesario para acrecentar su popularidad. ¿Quién no deseaba convertirse en su cercano y obtener los privilegios que los otros no podrían tener jamás?


Lucía una imagen atractiva.


SooJung vio en primer plano el golpe que arremetió contra el rostro del chico. Se compadeció de él porque, a diferencia de sus amigas, ella era un poquito como Kim. Detestaba las apariencias y superficialidades. A SooJung no le parecía que él fuese un mentiroso o un descarado, creía que era bastante honesto. Y esa convicción los unió a ambos.


SooJung atendió la mejilla maltrecha y, sin esperarlo, se ganó un espacio en el mundo selectivo de Kim JongIn. Preciosos ambos, crearon una dupla maravillosa que siempre llamó la atención. En ocasiones fue demasiado, lo que estrechó aún más el espacio en el que vivían. Un par más fueron los que se ganaron el favor de Kim, creando un grupo de selectas personas. ¿Qué tenían en común? Ninguno generaba expectativas en Kim, no le forzaban entrar a ninguna imagen prediseñada, le aceptaban por quien era, ni más, ni menos.


El castillo hormonal en el que vivieron las experiencias de su juventud creó una semilla que se depositaría en el corazón de Kim, alentando el ego y la vanidad que antes no estuvieron presentes.


Kim se volvió orgulloso y codicioso, obteniendo sólo lo que deseaba de las personas. ¿Por qué? Porque no había un interés real en quienes lo juzgaban, aunque aquello no lo alejaba del todo de ese gentío. Siempre podría desecharlos y volver a su mundo de selectos hombres y mujeres, que aceptaban sus caprichos y le daban el cariño que necesitaba. Ninguna de sus amistades lo criticaba, pues lo alentaban, pareciéndole cómica la actitud libertina de Kim. SooJung era la única que se preocupaba, puesto que era quien más lo conocía. De sus recuerdos se desprendía un muchachito que nadie comprendía y se contrastaba fuertemente con el hombre hambriento que ahora era Kim.


A través del tiempo el monstruo del interior de Kim, alimentado del éxtasis tras cada vivencia y experiencia nueva, ocultó al chico sencillo, de mirada perezosa. Si había destacado desde años iniciales, su presencia se transformó en miel dulce y adictiva para su entorno.


Insaciable, poderoso, lleno de confianza, transmitiendo en su mirada ávida los deseos que extendía sobre todos y cada uno, mostrando libremente lo que quería arrebatar. Seguía siendo directo y sincero, aunque desarrolló la elocuencia, atravesando las mentes y corazones de los demás.


Miles de experiencias fallidas y decepciones de una semana empujaron a Kim a creer que SooJung era la mujer ideal de sus sueños. Lo comprendía, conocía y aconsejaba perfectamente. Kim, a pesar de sentir una fuerte atracción por el físico de los demás, nunca se fijó en la apariencia de su amiga. Aun así, SooJung era la afrodita perdida en el continente asiático. Maravillosa y delicada, manejada por un espíritu feroz y un carácter duro pero benevolente en su interior. No fue complejo pensar que SooJung era de quien debía enamorarse y cumplir los deseos típicos de una familia. Y la formalización de la relación sumó la tentación a sus miles de cualidades y perfecciones. Sentirse deseado, más que nunca, terminó por ahogar al Kim original. Sólo buscó comprensión en los demás, pero la vida misma se encargó de posicionarlo en un pedestal altísimo, siendo admirado por masas.


Y de tanto querer tocar el sol, se quemó.


SooJung, infalible confidente, reconoció desde siempre la tendencia de JongIn por quienes expelían un aura de misterio e interés absoluto. Él detestaba ser presionado por expectativas ajenas, pero, inconscientemente, presionaba a su público designado a destacar por aquello que él los eligió. Si alguien le llamaba la atención por su inteligencia, en su interior Kim esperaba que esa persona siempre demostrara lo superior que era su raciocinio. Asimismo, para cualquier otro tipo de habilidad. Sólo los que se atrevían a engañarlo, caían por el propio peso de su mentira, pues nadie es capaz de mantener en el tiempo una máscara tan exigente.


SooJung vio incontables caídas y quemaduras de esas personas que se acercaban a través del cinismo, porque el único aspecto negativo que destacaba en Kim era la indiferencia absoluta cuando algo dejaba de parecerle apetitoso para su curiosidad. SooJung, la excepción a la regla. Destacó por empatía innata, comprendía todos los humores de Kim, algo tan natural, un recurso inacabable. Jamás dejaría de ser preciada para él.


Ella albergó desde el inicio la idea de que Kim JongIn no estaba hecho para las relaciones. Y aun así aceptó su proposición, porque a pesar de ser amigos, para SooJung, Kim significaba un estudio psicológico constante, un objeto de interés del cual nunca se cansaría de obtener deducciones e hipótesis. Sabía, además, que la amistad forjada era de acero, que nada, ni siquiera una relación fallida, podría acabarla. Así que aceptó, esperando ver el momento en que el ídolo cayera de su pedestal. Quien más deseaba ayudarlo siempre fue ella, nunca le deseó nada mal, pero como toda mujer las ilusiones surgieron, llevándola a creer que tal vez se equivocaba.


Erró.


Y no había momento para detenerse, tratar y eliminar esas ilusiones, su don natural de la comprensión le gritaba que Kim era prioridad. Así que siguió su instinto y lo empujó un poco más del pedestal del ídolo en que se encontraba, haciéndole enfrentar la realidad. Era homosexual.


SooJung misma vio los deseos reprimidos en las pupilas de Kim cada vez que un hombre llamativo se cruzaba por el frente. Tan curiosa y experta en leer la mente de su amigo, sabía, antes que él, lo que le provocaba. Sin embargo, las justificaciones no tardaban en ser lanzadas: bebía hasta la ebriedad, buscaba sexo de una noche o coqueteaba con cualquier mujer que se proclamara como tal. Actitud que, asertivamente, ella descifró, aún antes de especializarse en psicología.


— ¿Cómo es que siempre lo supiste?


SooJung sonrió por la pregunta. Iba a ser difícil explicarle que sus ojos nunca se apartaron de él, aprendiendo a leer hasta el pestañeo sutil en su mirada.


Le acariciaba el cabello y recordaba la primera vez que lo vio, con la mejilla izquierda enrojecida, indiferente, casi aliviado de ser dejado. Kim estaba deshecho, aunque intentase mostrar compostura, ella sabía que la seguridad que lo caracterizó se había desvanecido.


— ¿Era muy obvio?


Kim, por su parte, en cada pregunta que formulaba, traía un nuevo recuerdo de Do. Recordarlo no era sólo por la impresión que le había dejado, sino porque además se recordaba a sí mismo en cada momento reprimido. La normalidad en su vida fue siempre mirar el sexo femenino, porque era lo que tendría características más apreciables y enloquecedoras. Creyó que el interés en sus iguales se traducía en admiración y tolerancia, no en deseo.


—   ¿Tú lo conoces, cariño?


El apodo terriblemente meloso fue un acuerdo mutuo de tregua, a SooJung no le incomodaba y a Kim se le había pegado a la lengua por tantos años juntos.


— Es muy joven, a penas y está en su último año. Pero su cara… demuestra mucho menos.


La travesura se apoderaba de los gestos femeninos y negaba a sus preguntas, no tenía idea del chico, pero podía hacerse una perfecta imagen mental a través de las palabras de Kim.


— Tiene un aire nostálgico. ¿No te ha pasado que te sientes en un continuo deja vú acerca de alguien?


Una pregunta curiosa a la cual ella tenía la perfecta respuesta, una que no fue pronunciada. Quedó sorprendida por la mirada floja y la actitud paciente que de pronto se instauró en Kim. Era como mirarlo en el pasado, cuando lo conoció por primera vez. Hasta la postura encorvada y los brazos cruzados sobre el torso. A SooJung le parecía estar hablando con un chico de dieciséis años que no había visto hace tiempo. Y, entonces, la pregunta previa le pareció maliciosa.


— Sí, me está pasando justo ahora.


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