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Benjamín. Tomo 1 y 2 (Traducción finalizada) por yuniwalker

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Incluso aunque era joven, estaba preocupado de que fuera un trabajo físico increíblemente duro para él. Por supuesto, resultó que era más fácil de lo que había imaginado. En la zona cero y en la ciudad verde, se introdujeron tecnologías de vanguardia y también se utilizaron máquinas de limpieza. Por supuesto, algunos lugares, como la limpieza en los pequeños huecos de las habitaciones, requerían de manos humanas y dedos largos. Aún así, incluso con tanta ayuda, definitivamente era agotador subir y bajar del primer piso al décimo piso e ir corriendo de un lado a otro. También estaba el problema de tener que terminar de limpiar rápidamente a tiempo y además, muy pocas veces, se daba el lujo de quedarse en cuclillas en alguna esquina de la habitación. Aunque por supuesto que los descansos siempre se agradecían.

Felipe, un joven con el que estaba trabajando, sonrió y le tendió un vaso de agua:

"¿Está difícil?"

"Para nada."

"Tomate un pequeño descanso. De todos modos, tienes que limpiar las paredes y los pisos todo el día".

Ante las palabras de Felipe, Benjamin se rió. Solo se había ocupado de las paredes y de los pisos durante una semana así que ya hasta podía hacerlo con los ojos cerrados. Aun así, se estaba moviendo constantemente y los desplazamientos hacia y desde el trabajo tomaban tanto tiempo que terminaba muerto. Dormía profundamente todos los días, no importaba la posición. Aunque era ruidoso, no se despertaba a menos que escuchara el sonido de su alarma y por supuesto, ya se había hecho una costumbre en él que dictaba que tan pronto como llegara a casa del trabajo, se lavara y se quedara completamente rendido. Gracias a esto, el terrible dolor de cabeza había desaparecido y podía descansar sin necesidad de utilizar tapones para los oídos. Definitivamente fue bueno para su salud así que Felipe incluso comenzó a elogiar el color de su rostro. Ciertamente pareció como si ahora tuviera un tono de piel más brillante que antes.

Después de beber la mitad del agua en su cantimplora y ponerla en el banco de trabajo, Felipe señaló la ventana y preguntó:

"Aún así, difícil y todo, el paisaje es muy hermoso ¿No lo crees?"

"Si. Es realmente diferente desde las alturas".

Fuera de la ventana, junto con otros edificios de gran altura, había una ciudad limpia y ordenada y un área verde que parecía ciertamente interminable. Era una escena nunca antes vista en la Ciudad Vieja, un atractivo visual impresionante de todos los días que le hacía pensar que definitivamente había tenido muchísima suerte de tomar el empleo.

No parecía tomar mucho tiempo en autobús desde allí hasta la zona cero, pero era un hecho irrefutable que ese lugar y la ciudad verde estaban muy separados la una de la otra. Había una enorme muralla en el medio que dividía la ciudad de las ruinas ocasionadas debido a la guerra y aunque todos querían vivir definitivamente en la Ciudad Verde, no había espacio ni capacidad para alojar un nivel tan exagerado de personas en su interior. Cuando notaron que la gente deseaba desesperadamente vivir en la Ciudad Verde y comenzaban a migrar en grandes caravanas, el gobierno de la ciudad construyó entonces esa cerca. Impidieron estrictamente la entrada de forasteros y para quienes eran lo suficientemente necios como para escabullirse, siempre se implementaba un plan de ejecución. Entonces, con el tiempo, lo que se le ocurrió al gobierno para dejar de lado sus funciones agresivas fue implementar un mayor sistema de inmigración a través de un método de detección más organizado. Se establecieron instituciones desde la zona cero, creadas para permitir que únicamente quienes cumplían determinadas condiciones pudieran entrar y salir como trabajadores o como ciudadanos. Por supuesto, los que eran reconocidos por las empresas más importantes pudieron trasladarse a la nueva localidad y de esta manera, los disturbios que habían ocurrido anteriormente parecieron simplemente desaparecer. El gobierno de coalición controlaba efectivamente a sus ciudadanos y los ricos, establecidos en Ciudad Verde, obtuvieron mano de obra barata y eficiente. Todos ganaban.
Desde ese día, conforme miles de personas iban y venían, los edificios comenzaron a levantarse tanto por encima de los muros que comenzaron a parecer más bien unos castillos medievales. Sus ventanas y luminarias iluminaban todas las noches y a veces hacían estallar fuegos artificiales en los aniversarios importantes. Por supuesto, algunos centímetros alrededor de la zona cero, más allá de las murallas y los árboles, todavía era peligroso estar con vida y no había ni la más pequeña señal de progreso. Aún así, incluso aquellos que no tenían la oportunidad estaban llenos de esperanza. Siempre al acecho unos de otros y buscando alguna salida. Fácil o difícil.

En este lugar, a diferencia de la zona cero o de la Ciudad Vieja, las personas se saludaban con caras conocidas y mostraban una infinita bondad los unos con los otros. Un ejemplo de ello era Felipe. Siempre fue terriblemente amable con Benjamín.

"Mira eso. ¡Es un avión!"

"¿Un avión?"

Benjamin se sorprendió mientras seguía sus dedos con la mirada. Como había dicho, una enorme máquina parecía estar volando en el cielo.

"Cosas como esas son propiedad de los más ricos. Quiero decir, personas en el gobierno. Quizá incluso sea de los Shanfield ".

"Umm..."

"Oh, ¿No los conoces?"

"Oh no. Si los conozco. Ellos son muy ricos."

"Lo son. Además de la Ciudad Verde, también tienen edificios en otras comunidades y regiones en los que parece imposible de entrar".

Felipe bajó la mano y señaló un gran edificio cercano. En frente, casi pegada a la puerta, tenía la escultura de un enorme león negro con la palabra "Shanfield" escrita en él y decorada con piezas de oro.

"A diferencia de los nuevos ricos, esa familia es la definición perfecta de lo que es un linaje real".

Los Shanfield no eran solo los aristócratas más importantes de la ciudad, sino verdaderos nobles. De esos de la "vieja escuela." Habían transmitido su linaje de generación en generación hasta volverse las personas más ricas del mundo. En la zona cero, Benjamín había escuchado de ellos gracias a la inmensa cantidad de periódicos tirados por las calles. Es decir, las personas siempre sentían curiosidad por saber lo que sucedía dentro de los lugares más importantes de la región, aunque evidentemente fueran sitios a los que no podrían entrar jamás. Benjamin había estado leyendo su apellido por todos lados recientemente así que mientras inclinaba la cabeza y comenzaba a crear un montón de teorías extrañas dentro de su cabeza, Felipe sonrió y le ofreció unas de sus ya muy conocidas palmaditas en el hombro.

"¿Qué pasa con esa cara? ¿Sigues teniendo miedo a los lugares altos?"

"Un poco... La verdad."

"Pues ahora es el momento perfecto para acostumbrarse ¿Sabes? Yo también estaba muy nervioso al principio. Pero trabajo es trabajo así que no queda de otra."

Felipe le dio un par de nuevas palmaditas, dijo que se acostumbraría pronto y anunció después que el descanso ya había terminado. Benjamin sacudió la cabeza para quitarse todas las preocupaciones anteriores, dijo que  y corrió de nuevo a su lado, barriendo el piso y pasando después una aspiradora.

Felipe dijo que había estado trabajando aquí durante dos años. 

Su objetivo era ascender a puestos directivos y migrar a Ciudad Nueva a más tardar en tres años. Su padre había trabajado durante mucho tiempo como electricista en Ciudad Verde pero como su carrera no era precisamente la más importante de la región, la migración pareció volverse más que imposible. Aun así, envió a sus hijos a la única escuela de la zona cero y luego trabajó muchísimo más para lograr enviarlos a la ciudad. Aún así, había una diferencia abismal entre educación en Ciudad Nueva y educación por los alrededores de la zona cero así que Felipe tuvo muchísimas complicaciones en su camino. Se graduó de la escuela con buenas notas pero, bueno, terminó siendo conserje de un hotel.

"Aún así, es mejor comenzar desde abajo en un buen lugar que no tener oportunidades en absoluto. Trabajando como empleado de un hotel, luego puedes volverte un gerente."

"¿Sí? ¿No puedes conseguir un trabajo de gerente directamente mostrando tus papeles?"

"No es fácil. Por cierto, ¿De dónde es Benjamín? No creo que hayas vivido por la zona cero toda tu vida".

"Ah... Pues yo soy del campo. Me mudé aquí en busca de trabajo".

"Debe haber sido difícil. Dicen que el costo de la mudanza es exorbitante".

"Sí. Nací en un lugar agrícola, pero me fuí a otro lugar para buscar trabajo y oportunidades y, pues terminé aquí."

"¿Un lugar agricola? Debe haber sido un lugar menos contaminado que aquí".

"Es un área llamada "Corona" ¿Lo conoces?"

"No hasta ahora. Hay muchos lugares fuera de la ciudad de los que no sé".

"La población es pequeña y todo lo que puedes ver allí son solo montañas y campos. En realidad no te estás perdiendo de tanto".

Era un lugar que conocía a la perfección, pero del que Felipe nunca había oído hablar. Benjamín sonrió tristemente debido a sus recuerdos, y, cuando estaba a punto de decir algo más, de repente, sonó la radio de Felipe:

"Sí. Ahora estoy en el piso 80. ¿Si? Sí, señor. Iré de inmediato".

La expresión de Felipe se había puesto completamente seria. Benjamin miró hacia arriba con nerviosismo, preguntándole algo como ¿Qué está pasando? Y mirando para todas direcciones como si estuviera en completo caos. Felipe cambió la dirección de la máquina.

"Ahora que vienen los invitados, primero tenemos que limpiar el ático".

"¿Si? Aún no he..."

"Todas las personas importantes parecen estar viniendo de repente. En ese caso, hacemos primero lo más difícil para ir acelerando después."

Felipe arrastró apresuradamente la máquina hasta el ascensor de personal. Benjamín tomó sus herramientas y lo siguió.

El ático era diferente a todo lo que hubiera visto durante su estadía en el hotel. Los otros lugares eran lujosos y limpios pero Felipe le había contado que el ático era tan increíble y ornamentado que hasta se sentía un tanto asfixiante. Originalmente no era su área a cargo así que, Benjamín, quien lo vio todo por primera vez ese día, se quedó sin palabras en un único segundo. Era sorprendente. Una vista panorámica de la Ciudad Verde que se podía ver a través de las ventanas de vidrio. El campo verde, que pareció extenderse sin cesar, corría kilómetros y kilómetros mientras el cielo parecía estar envolviéndolo todo en un color azul casi inmaculado.

"Woow."

"Date prisa, primero limpia la mesa. Es un gran problema si queda una sola pieza de polvo allí".

Cuando volteó, descubrió que todo el personal inactivo parecía haber sido llamado al ático. Aproximadamente diez personas se estaban haciendo cargo de cada área, limpiando y sacudiendo y volviendo a limpiar como si tuvieran miedo de hacerlo mal. No había tiempo para relajarse. Benjamín barrió el piso con fuerza y luego utilizó la aspiradora para quitar el polvo. Los otros empleados estaban limpiando la mesa, quitando la suciedad que se había pegado a la pared y a los bombillos y organizando las pequeñas tacitas sin ocasionar ningún problema en absoluto.

La radio volvió a sonar.

"Los invitados están llegando".

"Todos, vayamos al ascensor. ¡Dense prisa!"

A los huéspedes del hotel no les gustaba encontrarse con conserjes. En particular, cuando eran invitados así de distinguidos. Benjamin, que recibió instrucciones de tener cuidado, siguió a Felipe para ayudarle a mover la máquina y la aspiradora y sin embargo, cuando se estaban acercando al ascensor, otro empleado gritó:

"¡Ah, esperen!"

"¿Qué ocurre?"

"Dejé el trapo que estaba usando. ¡Debe estar en la cocina!"

Ante esas palabras todos parecieron honestamente confundidos y después, cada uno de los ojos se pegaron en Benjamin, que no había entrado al ascensor todavía:

"¡Ve y consíguelo!"

Un empleado experimentado le había ordenado esto a Benjamin así que, avergonzado, pero incapaz de negarse, Benjamin se dio la vuelta y corrió al ático.

"Está bien, entonces lo traeré".

"¡Date prisa Benjamín!"

"Espera ¡La llave!"

Felipe y el resto del personal dentro del ascensor se apresuraron a gritar sus instrucciones pero Benjamin, alterado y nervioso, ni siquiera tuvo tiempo de escucharlos. Sin llave maestra, sin saber que hacer, llegó al ático. Afortunadamente los clientes aún no habían entrado al salón así que camino a la cocina pensando que tenía tiempo. Como dijo Bonni, había un trapeador al lado del fregadero y un trapo que se había vuelto negro mientras limpiaba. Si los invitados lo vieran, seguramente iban a comenzar a reclamar y terminarían perdiendo dinero. Benjamin lo dobló y rápidamente lo metió en el bolsillo de su ropa de trabajo. Abrió la puerta y corrió de nuevo. Pero cuando estaba a punto de ir al ascensor del personal, se abrió la puerta del ascensor del ático. Dentro, había varios hombres enormes. Trajeados, elegantes, con el cabello lleno de gel. Al frente, el gerente los estaba guiando hacia la zona de reunión así que parecía no haber notado su presencia. Sin embargo, de pronto salió un hombre con un físico considerablemente más pequeño. Utilizaba gafas de sol, ropa negra y el cabello todo despeinado para adelante. Benjamin miró rápidamente a su alrededor pero, aunque lo pensara y lo pensara otra vez, no tenía más remedio que pasarlos para llegar a la salida. No había ningún espacio que fuera únicamente para el personal por lo que no había sitio para esconderse. Estaba mirando a la derecha y a la izquierda, mirando al gerente aproximarse mientras lo seguía ese mismo joven alto con gafas de sol. Por cierto, ahora que observaba un poco más de cerca, había logrado notar que a diferencia de los otros hombres que venían junto a él, su ropa no era un traje. No, ¡Él estaba siendo rodeado por los trajeados! ¡Mierda! ¡Debía ser increíblemente importante! Entonces, cuando escuchó llegar al ascensor, el que era para uso general, decidió que lo mejor era ir para esa dirección e intentar marcharse. De hecho, había salido un carrito de servicio y unos botones que tenían platos dorados bien organizados en las manos. Los hombres que cuidaban el camino del chico con gafas, allanaron el camino y luego, el gerente y el hombrecito de las gafas miraron directamente hacia el espectáculo.

Ahora solo había una oportunidad. 

Benjamin abrió la puerta de par en par cuando el carro se acercó. Los botones parecieron tan desconcertados que metieron el carrito dentro y preguntaron:

"¿Qué estás haciendo aquí? Nos dijeron que la limpieza ya había terminado".

"Estoy... En una limpieza rápida".

"Ven con nosotros para que los invitados no se den cuenta".

Benjamin asintió, tomó el carrito entre sus manos y mientras tanto, escuchando los terribles latidos de su corazón, entró otro invitado. Benjamin apartó las maletas y miró más de cerca: Todos los hombres eran grandes, pero este individuo pareció serlo un poquito más. Una cabeza mas alta que él. Llevaba una gabardina, una camisa azul con dos botones en la parte superior y pantalones del mismo tono oscuro de sus zapatos. Parecía que había ido a un funeral. Además, tal vez por su ropa negra, su excepcionalmente limpia y blanca cara se sentía muchísimo más pálida de lo que aparentemente era. Tenía los ojos cubiertos con gafas de sol y de todos modos, aunque no se veía muy bien lo que estaba haciendo, algo dentro de él le dijo que debía ser muy, muy guapo. Podía saberlo con solo mirar su nariz bellamente levantada y sus labios definidos. 
Benjamin, sin saberlo, se escondió detrás del carro y espió al hombre un poco más. Era mucho mejor que los modelos que había visto en las revistas del hotel.

Y mientras pensaba en ello, el hombre volvió la cabeza.

No era exacto debido a las gafas de sol negras, pero parecían haber chocado miradas. Benjamín inmediatamente inclinó la cabeza, empujó el carro vacío y se hizo muchísimo más pequeño en su lugar. Los botones ya estaban llevando su equipaje a la habitación. Maletas muy caras con logos que no conocía. Todos los empleados se estaban dirigiendo a la habitación principal casi al mismo tiempo así que los hombres de traje se detuvieron junto a la entrada, como si fueran una barrera impenetrable. Incluso si se quedaban quietos, con un rostro inexpresivo y las manos en la espalda, podía descubrir que se respiraba una atmósfera dura y común para unos guardaespaldas.
El gerente ya había volteado la cabeza y también lo estaba mirando con una expresión desconcertada. El hombre de las gafas estaba diciendo algo mientras señalaba en dirección al elevador así que el gerente estaba tratando de explicarlo. Benjamin había cometido un error. Un estúpido, estúpido error. Avergonzado, se dirigió rápidamente hacia el ascensor para los empleados y frenó su respiración.

Afortunadamente, el problema no parecía ser con él por lo que, como resultado, los invitados no parecieron ni siquiera haber notado su existencia en absoluto.


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