Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Liberty por RLangdon

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Al despertar todavía seguía gritando y el  corazón le latía a trompicones contra el pecho. Le tomó algunos minutos darse cuenta de dónde se encontraba y, al hacerlo, sus desaforadas exclamaciones cesaron. 
 
Una pesadilla. Solo había sido una pesadilla. 
 
Agitado, vislumbró a detalle el contorno de la infraestructura. Estaba de vuelta en el castillo Utgard, su nueva estancia temporal. 
 
Toda la tensión acumulada brotó a través del hondo suspiro al levantarse de la cama. 
 
Estaba a salvo. Quizá no en casa ni con su familia y amigos, pero se recordó a sí mismo que su panorama podría pintar de un tono más lúgubre de no haber sido por Levi.
 
Después de mirar por la ventana de la cornisa y notar la ausencia del Dosanko negro, decidió ir a la planta baja. 
 
—Buen día, Eren.
 
En el espacio destinado al comedor, la joven de rubia cabellera corta le dedicó una sonrisa demasiado tirante para ser considerada auténtica. 
 
—Buenos días— saludó con menor efusión al sentarse junto a la mesa. Usualmente solía ser El capitán Levi quien le recibía al amanecer, si bien no de manera cálida, al menos Eren ya se había acostumbrado a su presencia. 
 
Sus ojos verde esmeralda se abrieron más al dar por sentado que Levi no se había presentado para despertarlo como antaño. A juzgar por la posición del sol, debía ser casi mediodía. El entrenamiento matutino tenía lugar entre las cinco y las seis de la mañana. 
 
¿Qué había pasado? 
 
La curiosidad de Eren se volcó entonces en la mujer. 
 
—Levi...— Se mordió la lengua ante su propio yerro. No debía tutear a ningún superior. —El capitán— corrigió al tener frente a si un platillo a base de frutas silvestres, pan de molde y café. 
 
—Ha debido ausentarse por la nueva misión— La breve explicación fue acompañada de una sonrisa más tenue pero igual de robotica. 
 
Eren no dijo nada más. Asintió, agradeció el desayuno y procuró engullir lo que se le había servido. Pese a todo debía reconocer que la comida estaba buena, quizá demasiado. Lo único que le incomodaba era el semblante indescifrable de la mujer rubia. 
 
Todo lo que sabía de ella era que se llamaba Yelena, se trataba de una prisionera de guerra y reciente aliada de la nación de Eldia. Al igual que a él, se le había concedido el indulto con la condición de cumplir sin cuestionamientos los mandatos del Rey, los cuales aparentemente incluían que se sumará a la vigilancia del castillo.
 
Aunque parecía ansiosa por preguntarle cosas, Eren agradeció interiormente que Yelena se reservara sus dudas y le permitiera tomar tranquilamente su desayuno. No fue sino hasta que engulló el último bocado que la rubia se levantó de la silla y tomó una suerte de libreta de la mesa. 
 
—Debo tomar nota de las actividades de cada día— aclaró Yelena mientras garabateaba en el papel. 
 
Lleno de dudas, Eren quiso echar un vistazo, pues le resultaba incomprensible que empezara a anotar cosas cuando aún no habían hecho prácticamente nada, sin embargo Yelena se volvió rápidamente y guardó el cuaderno de bitácora en el bolso oscuro de cuero junto al resto de sus pertenencias. 
 
—Espero que estés listo, Eren— comentó, con su oscura mirada chispeante de anhelo. —Hoy te enseñaré a disparar.
*
 
—Este será el campo de tiro. Lo usaremos tres veces a la semana.  
 
Eren asintió de forma mecánica mientras contemplaba el terreno cuadrangular más alejado del sendero que conducía al poblado de la segunda muralla. Se trataba de una zona desierta y carente de vegetación. Una gruesa polvareda se levantaba esporadicamente con la brisa. 
 
Los únicos objetos a la vista eran las armas y municiones sobre una pequeña mesa de madera, además de unos aros con circunferencias más chicas al centro ubicadas a unos dos metros de altura en la muralla. 
 
—Estos son los proyectiles— explicó Yelena, sosteniendo las diminutas piezas con un revestimiento metálico. Eren tragó pesado al tener el arma en sus manos. No era el hecho de disparar un arma lo que le ponía en extremo nervioso, sino el pensar en quitar una vida con ella. 
 
¿Realmente tendría el valor necesario para usarla correctamente? 
 
Desde que Levi y Hanji le habían trasladado de vuelta a Rose, ya no se sentía con la fuerza necesaria para seguir combatiendo. 
 
Vagamente recordaba haber estado en una jaula peleando contra alguien más, pero por más que había preguntado a Hanji, no había obtenido respuestas. 
 
La voz de Levi también acudía y se mezclaba entre las imágenes difusas de cuando se creía inconsciente. 
 
—Primero debes expulsar el cargador— una vez más la voz de Yelena lo forzó a espabilar. La vio oprimiendo el diminuto botón al costado del arma y tirando la rejilla hacia atrás, revelando la cámara vacía segundos antes de insertar la bala y presionarla hacia abajo, enganchandola en la placa de resorte. —La llenas con municiones y colocas de vuelta el cargador. 
 
Poniendo toda su atención en ello, Eren fue capaz de imitar las acciones de la fémina, paso a paso y de forma sistemática. Yelena sabía lo que hacía, tenía tal experticia en el manejo de las armas que, Eren no pudo evitar sentir curiosidad una vez más hacia su pasado y cómo había terminado atrapada allí dentro. Siendo enemiga, debería odiarla, pero no era así, solamente no le parecía alguien de fiar. 
 
 —Sujetala firmemente. 
 
Eren titubeó al rodear el mango del arma con los dedos. Puso los dedos índice, medio, anular y meñique bajo el seguro. Por más que lo intentaba, las manos no dejaban de temblarle. Temía errar el tiro, así que bajó el arma, inhaló profundo, relajó los hombros y volvió a la posición inicial ante la mirada expectante de la joven. 
 
En silencio la imitó, separando los pies a la altura de los hombros, mientras flexionaba un poco las rodillas. Lentamente extendió los brazos al frente, con los codos flexionados ligeramente y los hombros rectos. Se inclinó en dirección al objetivo que tenía la diana roja. 
 
Mantuvo la mirada puesta en las mirillas, tal como Yelena hacía para instruirle. Entonces apuntó y presionó con fuerza el gatillo. La pequeña implosión lo hizo trastabillar varios pasos atrás. Pero cuando vio a Yelena, este le sonreía con una mueca de aprobación. 
 
—Siguen los rifles. 
 
Eren atrapó al vuelo la nueva arma, suspiró cansado y un súbito mareo lo paralizó por breves instantes. Al reponerse y enfocar mejor la mirada, notó que Yelena tomaba notas en la bitácora.
 
Ojalá Levi regresara pronto. 
*
 
Después de la larga reunión que había tenido lugar en el cuartel general, Levi había podido tomarse un respiro. Dentro de dos días iniciarían una nueva exploración de los daños provocados en el exterior, instalarían suministros para recuperar el territorio perdido antes de que el enemigo lo reclamara. Ya habían osado enviar tropas navías para la invasión que, afortunadamente, fueron interceptadas a tiempo. 
 
Entró al castillo y su nariz se arrugó en un gesto de insatisfacción al ver el polvo acumulándose en los muebles. Al parecer alguien había tenido el desatino de relegar sus labores de limpieza. 
 
—Eren— clamó a viva voz. Era inaceptable que disponiendo de cinco horas en su ausencia, el chiquillo no cumpliera una encomienda tan básica. 
 
Empezaba a fastidiarse mientras subía las escaleras rumbo a la segunda planta. Tenía varias recriminaciones que hacerle ver a Eren. Sin embargo cuando entró al cuarto y vio a Hanji sentada junto a la cama de Eren, todas sus imprecaciones se volvieron polvo. 
 
—¿Hanji?— dudó. Tenía entendido que la médico tampoco se presentaría ese día pues debía vérselas junto a su cuadrilla de enfermeras para atender a las tropas heridas por el bloqueo del navío enemigo. 
 
Resoplando una maldición, la susodicha se volvió para mostrar un semblante lleno de angustia. De inmediato Levi se puso en alerta, volviendo su atención al chico que yacía en la cama con el rostro perlado de sudor, respirando con dificultad y haciendo movimientos erráticos en un infructuoso intento de levantarse. 
 
—No le ha bajado la fiebre— dijo Hanji a modo de explicación, limpiándose las empañadas gafas. —Tiene tres horas así. 
 
Levi frunció el ceño al acercarse. 
 
—¿Cómo pasó?— miró a Hanji. Tenía los codos apoyados en la cama, en sus ojos resguardados tras las gruesas gafas brillaba la preocupación. 
 
—Se me notificó que debía venir aquí— contestó, ahogando un bosquejo de culpa al exprimir el paño en la fuente de agua fría antes de ponérsela a Eren en la frente. —Yelena fue la última en estar con E....¡Eh, Levi, espera!
 
Pero ya era tarde. Nada más hacer mención de la prisionera de guerra, Levi había salido hecho un vendabal de furia. Su destino, no obstante, era claro. Tan claro como la luminosidad del alba que resplandecía en lo alto del cielo. 

 
El ambiente dentro del cuartel de la policía militar se había tornado denso desde la llegada del Capitán de la Legión de reconocimiento. 
 
Hitch y Marlowe intercambiaban miradas de desconcierto, mientras que Annie Leonhart permanecía a la expectativa, cruzada de brazos con su usual expresión de apatía apenas disuelta cuando entró Kenny Ackerman.
 
—¿Se puede saber a qué se debe tu visita?— la voz de Kenny resonó cantarina y retadora como de costumbre. 
 
—Yelena— el tono que empleó Levi, en cambio, llevaba impresa una nota implícita de amenaza. 
 
Annie sonrió cuando los dos pares de miradas hostiles se encontraron. El Rey había puesto a Yelena a disposición de Kenny y este a su vez de Eren. De eso debía ir todo el asunto. 
 
—¿Qué hay con Yelena?— inquirió Kenny, quitándose el sombrero para colgarlo en el perchero junto a la puerta, pasando monumentalmente del gesto retador de su sobrino, como si fuera una insignificancia su presencia. 
 
Levi se acercó con pasos calculadores, levantó el índice para posarlo directamente en el pecho de su pariente. Hitch y Marlowe actuaron con gran rapidez, izando ambos sus armas en dirección a la potencial amenaza que se cernía sobre el líder. Solo Annie se mantuvo neutral, observando a la distancia. 
 
—No la quiero cerca de Eren— Dictaminó Levi su sentencia. 
 
Enseguida Kenny rompió a reír, instando a Hitch y Marlowe a bajar sus armas. Antes de que Levi abandonara el despacho se atrevió a fastidiar una vez más. 
 
—¿O qué?
 
Con la perilla de la puerta entre los dedos, Levi se dio media vuelta. Su mirada plomiza encontró la de su pariente. Dos abismos insondables de odio y rencor acumulados a lo largo de los años. 
 
—La mataré. 
 
Divertido, Kenny se alzó de hombros. 
 
—Quisiera ver eso. Y apuesto que el Rey también. 
 
Haciendo caso omiso de la advertencia, Levi dejó el cuartel.
 
*
Krista mantenía su mirada puesta en la silueta junto a la ventana del dormitorio. Ymir no había dicho una sola palabra desde que la descubriera oculta en el sótano de la sección de entrenamiento. Ella en cambio, tenía demasiadas dudas que debían ser aclaradas. No le había increpado nada los primeros días desde que regresaron de ese lugar, desde que vio a Reiner luchando con aquel combatiente. Le había dado su espacio porque ella misma se había sentido culpable de faltar a su voto de confianza para espiarla durante varias noches en que su conducta se tornaba cada vez más sospechosa. 
 
La ley del hielo se levantó entre ambas por casi una semana entera. Pero Ymir finalmente había roto el silencio durante la merienda para tomarla del brazo y llevarla hasta allí. Su expresión reflejaba contradicción, como si luchase consigo misma por no poder tomar una decision sólida.  A Krista no le importaba, solo quería oírlo de sus labios, ella le creería, entendería lo que le dijera y así podría ayudarla. Volverían a estar juntas de nuevo pues sin importar cuantos muros levantara Ymir, al final Krista conseguía derribarlos para llegar hasta ella. 
 
—Fue un mandato del Rey— empezó Ymir, con las manos cruzadas a sus espaldas, con la mirada perdida en el reflejo de la ventana. Krista esperó a que continuara, pero, al ver que le costaba seguir hablando, se acercó a ella para tomarla de la mano. 
 
La mirada dura de Ymir se reblandeció por breves instantes, pero siguió guardando silencio. 
 
—¿Tú vida corre peligro, Ymir?— indagó, sin dejar de sostenerle la mano, su mirada temerosa cristalizandose rápidamente debido al silencio. Lo que más deseaba saber Krista era si la vida de Ymir estaba en juego. Podía vivir llevando a cuestas una posible traición e incluso el abandono, pero jamás se perdonaría si Ymir padecía en silencio hasta ser llevada a su propia muerte. Había visto como Reiner luchaba cuerpo a cuerpo en una brutal pelea que, estaba segura, debía repetirse con Ymir. 
 
—Por ahora estoy a salvo, Krista— sonrió Ymir, desvaneciendo las dudas. —Me he vuelto más fuerte y he aprendido nuevas técnicas de pelea. 
 
Krista soltó lentamente su mano para estrecharla en un firme abrazo. Su semblante, no obstante, siguió evidenciando preocupación.
 *
 
A todo galope se abrió paso a tráves del denso follaje de arbustos, setos y magnolias que le salían al paso. Más de una espina le rasgó el rostro y los brazos a medida que se adentraba en el boscoso paraje. Veloz, avizora, y aún asi, guardando una distancia prudente de quince metros de su objetivo. 
 
El aire caliente de la tarde le llenaba los pulmones. Tenía muy presente su meta y ello le impelía a seguir adelante, a no detenerse ni amonirar la marcha de su caballo. Estaba llegando, lo presentía. 
 
El sudor le corría por la nuca en húmedos y delgados filamentos, adheriendole el cabello a la piel en una sensación molesta. Tiró con más fuerza de las bridas cuando su objetivo ganó velocidad para sortear los altos cipreses y las múltiples ramas al paso. 
 
Varios rasguños más le recorrieron las mejillas y los hombros. Primero fue un molesto pinchazo y después el ardor latiendole bajo la dermis. Apretó los dientes. No iba a devolverse. No sin él. 
 
El paraje se volvía más estrecho y difícil de penetrar. En cuestión de segundos estaba perdiendo de vista a su objetivo. Los gruesos haces solares se filtraban ya por las copas de los árboles, dibujando una línea irregular en el terreno, dificultandole la visión y obstaculizandole aún más el recorrido. 
 
Entonces le vio desmontar su caballo, aún a pleno galope. El jinete había soltado las bridas al pasar su pierna izquierda junto a la derecha en un movimiento previamente calculado antes de saltar en dirección a ese flanco. Ligero, raudo y certero, como si llevara un mecanismo integrado que le permitiera hacer tan riesgosa acrobacia.
 
Tuvo que aferrar las correas y tirar con todas sus fuerzas para frenar a tiempo. Y asi y todo, el caballo no se detuvo sino cinco metros más adelante. De un salto abandonó su medio de transporte y, ya en tierra firme, avanzó decidida hasta la delgada y atletica silueta varonil que caminaba despreocupadamente por uno de los recodos que bordeaban uno de los extremos de la muralla.
 
Le había seguido desde que abandonó el comedor, siempre atenta a sus movimientos. Esta vez se había anticipado para no perderle el rastro. Tenía días planeandolo y, tras dos intentos infructuosos, se propuso centrarse y ser más eficaz en su cometido. Frialdad ante todo, solo asi podía hacer correctamente las cosas.
 
 —No te rindes, Ackerman. 
 
Pese a que la voz delante de ella sonó autoritaria, no flaqueó en su amenaza. Con el filo de la navaja resplandeciendo bajo la intensa luz del sol, adelantó otro paso para poder rozar la punta en el costado del cuello de su actual enemigo y presa. 
 
—Llevame con él— demandó, apoyando mejor la punta de la navaja. Aunque Levi Ackerman se hallaba de espaldas a ella, Mikasa casi pudo adivinar su eterno rostro indolente. No quería ser impulsiva, ni fallarle a Armin, pero no podía esperar un solo día más sin tener la minima noticia de Eren. ¿Cómo podía ella seguir viviendo tan comedidamente cuando Eren bien podía estar en grave peligro y necesitandola? 
 
Se había jurado a sí misma protegerle por encima de todos, y vaya si pensaba cumplir su promesa. A cualquier precio.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).