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Liberty por RLangdon

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Los tres días subsecuentes al profundo y deliberado beso fueron para Eren como un sueño. No solamente porque se había sentido irreal y extrañamente gratificante. Había aceptado de buenas a primeras el suave cosquilleo que se había expandido dentro de su estomágo. Era una sensación similar al ejercicio donde debía caminar sobre pilas inestables de tarimas para mantener el equilibrio. La sensación de adrenalina había sido parecida, y sin embargo, quedaba lejos de cualquier otra que Eren haya experimentado anteriormente. En su vida como civil, o dentro de la academia militar.
 
Por tres días sintió la ingravidez envolverle. Tenía más energía y denuedo que nunca. La misma Hanji se lo había hecho saber con alegría en las mediciones de velocidad al verle correr por el patio con una ligereza sorprendente, haciendole también notar que hacía tiempo que no le veía sonreír de aquella manera. Hasta entonces Eren ni siquiera había caído en la cuenta de ello.
 
Se sentía étereo, fortalecido, jubiloso, pero sobretodas las cosas...se sentía vivo.
 
Fue hasta el cuarto día cuando la burbuja reventó, haciendole caer de nuevo a su situación actual.
 
Durante tres días Levi se había ausentado para ir a una expedición al exterior de los muros. Eren había creído que las barreras entre ellos no existirían más. Pensó que Levi le daría un trato diferente tras haberle besado de una manera tan pasional que, no permitía cabida a la duda. La atracción entre ellos se había vuelto obvia y casi palpable.
 
No esperaba verlo sonreír, ni tampoco supuso que habría mayor efusividad que la mostrada hasta la fecha. No obstante, cuando El Capitán del escuadrón 104 llegó de su viaje, Eren notó un cambio demasiado significativo como para pasarlo por alto.
 
Levi había desmontado su caballo metros antes de llegar al castillo y, al ver su gallardo porte a la distancia, la explosión de alegría dentro de Eren fue casi incontenible.
 
Se había sentido confundido al principio, pero tras largos días de meditación, finalmente lo aceptaba. Le gustaba, Levi le gustaba mucho.
 
-Capitán.
 
Corrió a recibirlo, dejando la escoba tirada junto a la fortaleza para acudir con su superior.
 
La expresión ausente de Levi hizo a Eren retroceder un paso en automatico, asustado, casi a la defensiva.
 
Levi Ackerman miraba al frente como si estuviera narcotizado, sin pestañear. Su mirada vacía de sentimientos no evidenció mayor alteración ante el llamado, pese a llevar las manos a sus costados apretadas en firmes puños, ansiosos de descargar su furia en cualquiera que se le atravesara.
 
-Capitán- esta vez la voz de Eren se volvió un susurro apagado.
 
La enajenación de Levi tomó matices contradictorios. Hizo una mueca de molestia con los labios, escupió hacia un lado y sin siquiera devolverle la mirada a Eren, siguió su camino hasta la planta alta de la infraestructura.
 
Pasmado, Eren se llevó la mano al pecho, sin llegar todavía a entender qué era lo que pasaba.
 
No lo supo hasta el día siguiente. Levi había salido desde temprano. Eren había escuchado el resuelto trote de su caballo en las proximidades. No le había oído bajar desde su llegada. Levi no solo no había notado lo resplandeciente que había dejado cada parte del inmueble, sino que además, ni siquiera le había dirigido la palabra. Una mirada, un saludo, nada.
 
-¿Eren?
 
Cuando Hanji se presentó, Eren todavía estaba en el comedor, sentado frente a un plato de sopa sin tocar y sosteniendose la cabeza en un intento de aplacar el dolor que se había desatado por la madrugada. Había pensado en demasiadas cosas a la vez, sin llegar a ninguna conclusión favorable sobre el estado actual de Levi.
 
En momentos así, Eren habría dado lo que fuera por ser menos transparente con sus emociones. Hanji podía leerle sin dificultad, como un libro abierto exhibido a quien quisiera acercarse a interpretar su contenido.
 
-Ah, ya lo viste. Lamentable, ¿Verdad?
 
Las palabras de la médico no habían tenido coherencia, hasta que las repasó despacio. Solo entonces, Eren dejó de sostenerse la cabeza, estirando el brazo sin muchas ganas para que Hanji pudiera hacer su trabajo.
 
-¿Qué ocurrió?- temía preguntar, pero le asustaba más conocer la respuesta. Aún así, debía saberla, de otro modo no podría ser de ayuda.
 
Hanji no respondió a la primera. Mantenía la mirada baja, centrada en palpar la vena del brazo para aplicar las inyecciones. Tras un suspiro de reflexión, introdujo la aguja. Eren se mordió el labio inferior cuando el líquido ingresó en su torrente sanguíneo. Pronto no tendría más noción de si mismo, ni de nada en derredor. Imploró una vez más con la mirada, hasta que Hanji se dejó caer en la silla de al lado.
 
-Los acribillaron a todos. Otra flota enemiga, aliados de Marley- empezó con gesto pensativo, serio. Era la primera vez que Eren la veía de ese modo-. Todo el escuadrón de Levi pereció en combate. Gunther, Auruo y Petra. No debería decir esto, pero, viendo el asunto en retrospectiva, es muy probable que pronto invadan la isla.
 
Eren, que se había inclinado un poco en la silla, retrocedió el cuerpo de golpe.
 
Quería preguntar muchas cosas, pero su mente empezó a desconectarse rápidamente, diluyendo sus ideas en un fino halo de duda que se desvaneció a los pocos segundos.
 
En su mente solo quedaron impresas dos palabras.
 
"Invasión y muerte"
 
*
 
Levi había recibido la funesta noticia en plena reunión con los miembros del cuartel general. En la junta se habían abordado las posibles resoluciones para poner fin a la carestía de alimentos debido a la sobrepoblación en el interior de la muralla Rose. Desde que los sobrevivientes del muro Maria habían acudido a refugiarse, la provisión de alimentos escaseaba de manera progresiva y alarmante.
 
Era, por tanto, menester, recuperar territorio y hacerse de nuevos cultivos, bayas, frutos silvestres, asi como valerse de la caza como medio primario para subsistir.
 
El segundo punto a tratar era el posible arribo de fuerzas militares de rango superior. Flotas, navíos, coalisiones de paises extranjeros que estuvieran al tanto de la situación y quisieran adelantarse al poderío militar de Marley para dar el golpe decisivo.
 
Se introdujo en el mismo tema la droga experimental que estaban perfeccionando. Levi aguardaba expectante oír aquella parte más que ninguna. Estaba sentado en una de las sillas laterales a la amplia mesa de cedro cuadrangular. Tenía el porte relajado. Piernas y brazos cruzados, mirada altiva. Erwin fue el primero en abordarlo, interrumpiendo el coloquio que ofrecía Dot Pixis para llevarle a la antesala y soltarle que su escuadrón no existía más.
 
Por breves momentos, Levi no supo cómo reaccionar. Tenía años lidiando con la muerte de sus camaradas. Siempre que conseguía sentirse parte de un grupo, los perdía. Debía llevar a cuestas todas aquellas muertes. Sus cadetes, sus compañeros. Todas las personas que alguna vez le pidieron que confiara en ellos, que sabían cuidarse, estarían bien, no nos subestimes.
 
Siempre ocurría lo mismo.
 
Isabel. Furlan.
 
Gunther, Petra, Auruo.
 
De pronto, sus labios se sesgaron levemente, contorneando media sonrisa invertida. Sus pupilas plomizas se habían teñido de un tono casi endrino.
 
Solo por ese dolor que Levi conocía tan bien, sabía que le estaba terminantemente prohibido, por inventiva propia, formar más lazos.
 
*
 
Dentro de aquella estructura de piedra, una vez que se hubo quitado la capa del uniforme, Levi giró en lentos círculos, sin dejar de mirar el considerable cambio que había pasado por alto en su anterior visita. El lugar no solo estaba limpio, sino impecable. Las superficies de los muebles brillaban, los muros no exhibían una sola mota de polvo y, ya no quedaba rastro alguno de telaraña en los rincones superiores.
 
Había pasado la noche bebiendo junto a Erwin y el resto de comandantes y capitanes de sus respectivas tropas.
 
Pensó que beber le ayudaría a olvidar los rostros de sus camaradas, pero el alcohol solo lo había aturdido. El crudo y frío anochecer lo había alcanzado dentro del cuartel, pero no quiso pasar la noche allí. Todo el tiempo, desde que había salido del castillo, no dejaba de pensar en Eren. En sus estupidos y relucientes ojos verdes que lo perseguían hasta en la más honda oscuridad de su alma.
 
Su sonrisa ridículamente entusiasta.
 
Aquel insólito hálito deslumbrante de encanto que irradiaba su semblante cuando las circunstancias eran propicias.
 
Se dio cuenta demasiado tarde de lo embelesado que estaba por un niñato impulsivo. Le había impresionado la fortaleza de Eren ante las dificultades que la vida le presentaba.
 
Siguió el camino hacia la escalera de caracol, avanzando despacio, subiendo uno a uno los peldaños y sintiendo manifestarse un nuevo mareo a causa del licor.
 
Las únicas veces que Levi había bebido tanto se limitaban a la muerte de Isabel y Furlan, el reencuentro con su tío y, ahora.
 
El dormitorio de Eren estaba doblando a la derecha, la habitacion provicional a la que se suponía debía ir, a la izquierda. Sin embargo, su instinto lo llevó en la dirección opuesta.
 
No podía seguirse engañando, había ido directamente al castillo abandonado porque sentía una necesidad imperiosa de ver a Eren.
 
-Capitan Levi.
 
La suerte le había sonreído esta vez. Eren estaba despierto, sentado al borde lateral del colchón, con la luz de la luna perfilando los contornos de su cuerpo, como si de una aparición se tratase.
 
Sus expresivos ojos esmeralda lo enfocaron con un rastro de perplejidad que Levi habría podido notar de hallarse en sus cinco sentidos.
 
-Lamento el...yo...bueno- las frases torpes y atropelladas de Eren, secundadas por balbuceos de disculpas, quedaron atascadas entre los labios de ambos cuando Levi se sentó a su lado y lo tomó de la barbilla, virandole con suavidad el rostro hacia él para besarlo por segunda ocasión.
 
De nuevo allí estaba. Ese electrizante impulso sacudiendo su cuerpo, haciendolo temblar de gozo ante tan insignificante y nimio acto.
 
Sus labios buscaban amoldarse al mismo ritmo cadencioso que llevaba su lengua, primero acariciando, después degustando. Prolongó el beso todo lo que le fue posible, hasta que se sintió asfixiar y tuvo que deshacer el íntimo contacto.
 
La contemplación de Eren lo magnetizaba. No había rastro alguno de fastidio o queja asomando a sus ojos, solo nerviosismo. Ni una palabra de reproche por su imprudencial proceder. Tan solo su azorada media sonrisa, gesto que se desvaneció tan pronto Levi lo empujó del pecho para que se recostara.
 
-Detenme ahora o juro que no podrás hacerlo después, Eren- advirtió, dedicandole una mirada extraña, mezcla de deseo y ansias al ver fisurado su propio autocontrol.
 
Eren dejó en claro su pensamiento al tomar las mejillas heladas del Capitan entre sus manos, haciendo que se inclinara sobre su cuerpo, cerrando los ojos y siendo en esta ocasión él, quien tomaba la iniciativa del beso.
*
 
Se estaba aburriendo de aguardar por el resto en el sótano. Casi media hora de espera era más que suficiente para volver loca a cualquiera. Al menos así lo pensaba Ymir.
 
Desde que la cobarde de Annie decidiera enlistarse en la policía militar y Eren fuera trasladado a otro distrito, solo quedaban Reiner, Bertholt y ella. Sabía de antemano que salía sobrando entre aquel par. Aún así, Ymir nunca había sentido particular inclinación de camaradería hacia nadie. Daba lo mismo si se trataba de Sasha, Conny, Jean. Nadie más le importaba, nadie excepto Krista.
 
Y temía, en parte, estarse volviendo predecible debido a sus sentimientos.
 
-¿Te enteraste de la nueva flota enemiga que llegó a Paradis?
 
Ymir, que se había sentado en una de las cajas de armamento junto a la bodega, le restó relevancia al comentario del recién llegado con un encogimiento de hombros.
 
En silencio, siguió afilando un trozo de madera con ayuda de su navaja. Movimientos rápidos, firmes, fuertes.
 
-Murió toda la cuadrilla del Capitán- Reiner entró a la bodega, su fría mirada puesta en su compañera, quien no se tomó la molestia en ocultar una sonrisa por la noticia.
 
-Y una mierda con lo que les pase a todos- con toda tranquilidad, retomó su actividad, afilando los bordes irregulares para eliminar las astillas sobrantes-. Oye, Reiner, ¿No me digas que te has vuelto sentimental?- arguyó ante el sepulcral silencio. Reiner seguía bloqueando la entrada con su monumental cuerpo. Musculoso y rollizo a la vez, como una mole a la expectativa.
 
-Debiste ver sus cuerpos. Estaban todos mutilados.
 
Ymir torció los labios, delatando abiertamente su enfado por la insistencia de aquel idiota.
 
-Ya te dije...
 
-¿Estarías igual de despreocupada si hubiera sido Krista la que murió?
 
Los ojos de Ymir se encendieron, cual hornillas al rojo vivo, chispeando en ellos la más pura animadversión.
 
Se levantó de un salto, tomando al otro con la guardia baja, sometiéndolo del cuello fibroso con una llave y blandiendo la estaca de madera contra su tráquea.
 
-No involucres a Krista en tus sentimentalismos de porquería, Reiner.
 
Viendo la furibunda expresión de cerca, Reiner la comparó con una bestia carroñera a punto de abalanzarse sobre su presa.
 
¿Tal era el amor que le tenía Ymir a una rosa tan vulnerable y frágil como lo era Krista?
 
Costaba creerlo, pero la verdad tarde o temprano salía a la luz.
 
-Ayer te vi hurgando en los registros- carraspeó Reiner al ser soltado-. ¿Ibas a borrar tu nombre y el de Krista del expediente?, ¿Acaso pretendes escapar?
 
El semblante endurecido de Ymir se recompuso a uno de perenne seriedad. Irguió la espalda como la soldado que era. Se había jurado a si misma no permitir que nadie la amenazara nunca. Años de abusos, soledad e injusticias, la habían orillado a convertirse en lo que actualmente era. Un ser egoísta, pero poderoso, firme en sus convicciones.
 
-¿Vas a delatarme? -retó-. No lo creo. No eres de ese tipo, Reiner. Así que, dime de una vez ¿Qué es lo que realmente has venido a decirme?- suspiró y afirmó la estaca al ver que Reiner pretendía responder-. Y ni se te ocurra mencionar a Krista de nuevo o te rebanaré la garganta sin dudar.
 
Reiner relajó el gesto antes de asentir.
 

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