Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Liberty por RLangdon

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Los labios se les humedecían por la saliva compartida entre un beso y otro. A esas alturas Eren había dejado de preguntarse si lo que hacían era o no correcto, estaba bien o mal visto. De antemano conocía las respuestas, e intuía que su superior también. El asunto era, que a ninguno de los dos les importaba.
 
Tener el resbaladizo músculo del mayor repasandole el interior de la boca, le había desatado un sinfín de sensaciones, todas ellas imposibles de asimilar por separado. Era una marejada de éxtasis que lo recorría y sacudía por dentro cada vez que los labios de ambos chocaban y sus pelvis se adherían más y más a la otra, mientras sus temblorosas rodillas entrechocaban en un ligero bamboleo de nerviosismo, apenas sosteniendole en pie. Sus brazos se aferraban con fuerza descomunal a la ancha y firme espalda.
 
Ahí estaban ellos. Enredados en los brazos del otro, tocandose y besandose como si la vida entera se les fuera en ello, como si el tiempo se hubiera estancado y sus mentes se hallaran en un plano terrenal yuxtapuesto al real. 
 
Dos en uno, había pensado Eren la primera vez que tuvieron sexo en el castillo. Luego vino una segunda y una tercera, cada cual más pasional y deshinibida que la anterior. Admitía, no sin cierta verguenza de por medio, que su primer encuentro sexual había resultado muy diferente a cómo lo había imaginado. Fue incómodo, algo doloroso y, además, los nervios habían traicionado su cuerpo, impidiéndole llegar al orgasmo propiamente dicho. 
 
Sabía, asimismo, que para Levi tampoco resultó la gran cosa, pero ninguno se arrepentía, ni mucho menos. 
 
A ocho días de haber intimado, finalmente lograban compenetrar como nunca. Sus movimientos corporales eran más desenvueltos, sus besos más fogosos y duraderos, sus caricias más entretenidas, suaves, acompasadas. 
 
Tan pronto intercambiaban un beso, como después buscaban otro tipo de contacto. 
 
Una ligera succión en el cuello de Eren, una sutil caricia sobre la entrepierna de Levi, un beso cálido y opresivo que podía alargarse eternidades. Todo era válido y reconfortante. 
 
Las madrugadas estaban destinadas a la entrega total y mutua de sus cuerpos, la sincronía deleitosa de una unión que, tan pronto culminaba, volvía a iniciar, desmadejando un arrebato de voracidad carnal en la que el deseo reinaba y se desbordaba por cada uno de sus poros. 
 
Y a Eren le gustaba la basta variedad de sus fortuitos encuentros carnales. De sus desfogues pasionales que bien podían discurrir con él de rodillas sobre la cama o inclinado de pie y con el rostro vuelto hacia un costado. 
 
Le agradaba sentir las caderas del Capitan abriéndose paso entre sus piernas. Amaba la rudeza de su toque, la fiereza de sus besos, la demanda explícita de su mirada encendida, los embates fuertes que estremecían hasta la última fibra de su anatomía. 
 
Sentir a Levi era tan placentero, como arrollador. 
 
Sus dedos aferrandole las caderas con fuerza, sus dientes hincandose en su cuello, debajo de la nuez de adan, su aroma corporal confundiendose y fundiendose con el suyo. 
 
"Levi" 
 
El hormigueo intermitente esparciendose en expansivas ondas por su vientre. 
 
"Levi"
 
La dureza de la palpitante hombría entrando y saliendo, bombeando a un ritmo discontinuo, errático, rudo. 
 
Su brazo enredandose en la nuca de su superior, buscando un punto de apoyo más sólido que el tambaleante escritorio de madera que se sacudía ante cada frenética arremetida. 
 
"Levi"
 
Sus piernas cerrándose en torno a la cadera del susodicho, su cabeza inclinándose ligeramente hacia atrás, anhelante, extasiado. El orgasmo golpeandole con violencia, estremeciendo su bajo vientre en suaves, deliciosos y ritmicos espasmos. Y sus labios entreabiertos, enrojecidos y humedecidos por la saliva de ambos, emitiendo, a un tiempo, el terrible y delator yerro.
 
—Te amo. 
*
 
Se reunieron en el dormitorio después del entrenamiento matutino. Tenían poco tiempo disponible, por ende, nadie se atrevió a cuestionar la rápida y contundente perorata de Armin. 
 
Sentados en un círculo en el suelo, sondearon la ruta que Armin había trazado en la superficie de un improvisado mapa de la ciudad que exhibía el camino que tomarían hasta llegar al muro que delimitaba el distrito Karanese, cotejaron también el tiempo que tardarían si se trasladaban a caballo. 
 
Había un estimativo promedio de quince kilómetros. Les llevaría cosa de hora y media llegar hasta Eren, en el hipotético caso de que se encontrara en la base militar abandonada de la que Armin firmemente sospechaba. 
 
Jean escuchaba en silencio, siguiendo con la mirada el largo y pálido dedo de Armin deslizándose sobre el papel. Mikasa igualmente prestó atención al camino, descartando la ruta que había tomado Levi la última vez que fue tras él, sabiendo de antemano que aquel enano conocía de sobra sus intenciones al perseguirle, por ende había tomado un camino diferente al verdadero, para despistarla. Y ella se había confiado tontamente, arrastrada por el impulso de poder ver a Eren y estrecharlo. 
 
La furia volvía a nublar su juicio al recordar lo lejos que había estado de cumplir su propósito. Levi había calculado que le seguiría posiblemente desde el inicio, aún cuando le llevaba varios metros de ventaja...aunque ¿No podrían usar eso a su favor? 
 
—Opino que debemos separarnos— pensativa, Mikasa señaló la ruta secundaria adyacente al trazo de Armin. Habría que bordear el bosque, pero serviría en caso de que les siguieran la pista. Era preferible que atraparán a uno y no a todos. 
 
Armin estuvo de acuerdo con la sugerencia, meditando y calibrando en los posibles obstáculos que pudieran tener al paso. Había elaborado previamente el complejo itinerario de los capitanes al mando, pero desconocía los sitios que el resto de veteranos pudieran resguardar para esquivarlos. Seguramente la base en la que se encontraba Eren estaba constantemente vigilada para evitar no sólo el ingreso de soldados y civiles, sino para impedir el propio escape de Eren. 
 
Tenían que ir con cuidado también con Levi. Si los pillaba, el plan se hundía irremediablemente y perderían por completo el factor sorpresa al delatar sus intenciones por visitar a Eren. 
 
El semblante ensombrecido de Mikasa decayó aun más de un momento a otro. Armin y Jean la observaron juguetear con uno de los extremos de su bufanda. 
 
—Ya ha pasado una semana desde que me liberaron— musitó, sentándose sobre sus talones, sin dejar de observar el mapa—. No podemos perder más tiempo, Armin. Podría estar en peligro— añadió, memorando aquella golpiza a la que Eren había sido sometido. El sistema de leyes dentro de los muros estaba corrompido. Mikasa no tenía ninguna duda de ello. Se había convencido en su totalidad cuando apresaron a Eren por haber hojeado el libro de Armin. 
 
Desde el comienzo ella no había tenido ninguna expectativa o albergado un sueño más allá de permanecer a su lado. No era como Eren, ella veía la verdad, no era crédula e indulgente, tampoco condescendiente. Había seguido a Eren en su decisión por integrarse a la milicia porque Eren constituía lo único que le quedaba en la vida. Porque nunca aprendió a ir por su cuenta, a formar sus propios ideales. Solo quería cuidar de él. Eren también la había protegido en su niñez, la había salvado y la había recibido con los brazos abiertos en su familia, no como un estorbo, sino como un miembro más. 
 
Junto a Eren, había recuperado la familia que le había sido cruelmente arrebatada. 
 
Solo podía vivir si Eren vivía. Así de unida se sentía hacia él. 
 
La bufanda era el emblema representativo de ello. La había recibido cuando Eren le permitió unirse a su familia. No sólo se trataba de una prenda más para abrigarse. Era el recordatorio de que alguien la quería y la aceptaba. Alguien que la había salvado de su propia oscuridad. 
 
Supo que Armin había comprendido la estrategia que ella ya había perfilado, pues un esbozo de sonrisa cómplice delineó sus labios. 
 
—Entonces Jean y yo iremos por la ruta del capitán. 
 
—¿Te volviste loco?— le increpó Jean a la defensiva—. Nos atrapará en un abrir y cerrar de ojos. 
 
Todavía sonriendo despreocupado, Armin asintió.
 
—Seremos el elemento distractor. Mikasa irá por Eren. 
 
Estupefacto, Jean los miró a ambos. Ahora no le cabía ninguna duda de donde había adquirido Eren sus ideas suicidas. 
 
—¿Y después?—se atrevió a indagar.
 
Armin dibujó con el índice una línea imaginaria hasta la destruida puerta bloqueada que conectaba el muro Rose con Maria. 
 
No necesitó decir nada más. Jean deglutió indeciso. 
 

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).