Esa sería su primera lección, apenas unos días antes había encontrado la patineta de Rin y cuando preguntó al respecto la expresión que hizo llamó su atención. Su mirada era diferente a lo que reflejaba al hablar de la natación, pero veía determinación y pasión y quería saber a que se debía.
Rin no se negó a mostrarle los trucos que sabía y estaba emocionado al ver a Haru tan curioso al respecto. No tenía mucho tiempo para practicar y cada vez tenía aun menos considerando los entrenamientos y la larga lista de responsabilidades que tenía.
Y ahí se encontraban, empezando por explicarle a Haru como mantener su centro de gravedad y la posición en que debían estar sus pies sobre la tabla. Escuchaba atento la explicación y hacía los movimientos tal cual le decía.
Se lo estaba tomando en serio y a Rin le emocionaba verlo; pese a lo que se podía pensar Haru estaba dispuesto a probar cosas nuevas si llamaban su atención y se las tomaba tan seriamente como nadar.
Luego de enseñarle lo básico y ver que podía hacerlo sin problema decidió comenzar a enseñarle algunos trucos para principiante. Era algo sencillo, Haru aprendía rápido y él se encargaba de ser lo más descriptivo posible, enseñándole la posición que debía tener y los movimientos que debía hacer.
Haru miraba atentamente a Rin, era fascinante para él verlo patinar y no quería perderse ni un detalle en sus movimientos. Definitivamente era un paisaje nunca antes visto, y le encantaba la idea de poder compartirlo con él.
Luego de un par de horas practicando decidieron volver a casa aun con la emoción recorriendo su cuerpo. Siempre hacían cosas juntos y disfrutaban hacerlo, pero no imaginaban que podrían encontrar otra actividad para hacer juntos que pudieran disfrutar tanto como nadar.
—Rin para nuestro próximo día libre vayamos a patinar de nuevo —se aferró a su cuello apoyando su rostro sobre su hombro—. Y también al siguiente, y el que sigue.
—Ni siquiera estoy seguro de que tengamos tantos días libres —sonrió un poco mientras su mirada se endulzaba, Haru podía ser adorable cuando se lo proponía, aunque también un poco caprichoso—. Lo haremos siempre y cuando me prometas que la próxima vez caminarás y no me harás llevarte...
Había insistido en que debía pasar más tiempo en la patineta para hacerlo bien, así que al terminar no se bajó de ella y se aferró a él pidiéndole que lo llevara así, como si tirara de un carrito.
—Hasta que logre ser mejor que tú tendrás que llevarme así —ni siquiera lo miró, no estaba dispuesto a ceder.
—Entonces tendrás que darte prisa y superarme porque no pienso hacer esto ni una vez más —nada lo hacía más feliz que competir con él así que aceptaría su reto sin dudarlo, incluso si eso significaba tener que llevarlo así.
La advertencia de siempre, hasta aquí la historia
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