—¿Qué estás haciendo? No podemos escabullirnos a mitad de la noche para visitar la ciudad, tenemos práctica por la mañana y ni siquiera me he acostumbrado a la diferencia horaria —por más que dijera eso no podía detenerse, sabía que había una buena razón para que hiciera algo así y quería descubrirla.
—Mientras menos te quejes más rápido podremos volver —sostenía su mano mientras seguía caminando, se había asegurado de aprender el camino para llegar y si Rin lo distraía sería más difícil.
Quería sorprenderlo, llevaba varios meses preparándolo y no dejaría que nadie, ni siquiera Rin y sus quejas, lo arruinara. Sabía que era arriesgado, y que si sus entrenadores se enteraban estarían metidos en grandes problemas.
Y aun así, estaba arriesgando todo por cumplir ese deseo que Rin había mencionado un poco antes. Se había asegurado de investigar todo lo que necesitaba saber y planear una forma de llevarlo a cabo.
Y por fin llegaron, estaban sobre el puente de las artes contemplando la maravillosa vista nocturna del Sena. Prácticamente solo la luna iluminaba el lugar, y aun así, Rin lo reconoció con solo estar ahí.
Él también había investigado un poco con la esperanza de tener al menos unos minutos libres para conocerlo y contarle a Haru su razón para llevarlo ahí.
—"Sería romántico escapar por un momento y celebrar nuestro aniversario sellando nuestro amor ahí también", eso fue lo que dijiste —sujetaba su mano con fuerza mientras sus ojos se clavaban en él.
—No tenías que tomarlo tan literal —estaba sorprendido, mucho. Aun si esas fueron sus palabras no lo había dicho con la intención de hacerlo en realidad—. Además, ya ni siquiera...
—Pueden ponerse los candados, lo sé —lo interrumpió, y tan pronto terminó la oración sacó una pequeña caja de uno de sus bolsillos y se la extendió—. En realidad, eso no importa. Nuestro amor es libre ¿Por qué no solo dejarlo ser así para que siga avanzando hacia adelante?
Rin por fin abrió la caja, había dos grullas de papel: una de color rojo y una de color azul, además de varias flores de cerezo. No estaba entendiendo lo que Haru pretendía hacer y solo podía mirarlo esperando una explicación.
—Las grullas se regalan en los matrimonios para desear prosperidad, y frente al cerezo hemos compartido momentos importantes. Dejemos que sigan sus caminos hacia el mar juntos.
No podía sentirse más avergonzado por lo que acababa de escuchar, pero su corazón latía rápido y con fuerza. Haru tomó algunas flores y las dejó caer lentamente al río.
Rin por fin había reaccionado e imitó su acción antes de tomar una de las flores y ponerla sobre sus labios. Haru lo besó suavemente, y juntos lanzaron esa última antes de dejar caer una grulla cada uno.
La corriente hizo que empezaran a avanzar hacia el frente, lentamente. Sus manos se entrelazaron mientras contemplaban el camino que seguían iluminado por la luna.
—Haru —su mirada no se despegaba de las figuras sobre el río y su mano no soltaba la de su pareja—. ¿Estás seguro de que esto no es ilegal? —giró por fin para mirarlo, había sido una gran sorpresa, pero le preocupaba que pudiera tener consecuencias.
—Es libre, cariño —sus miradas se encontraron, sonreía y se acercó lentamente para depositar otro suave beso sobre sus labios antes de comenzar el camino de regreso.
—Es una lástima que no ocurriera como en Australia...
—Podemos dormir juntos incluso si no es así.
—No voy a compartir una cama tan pequeña.
—Estaremos más cerca, incluso podríamos...
—Ni se te ocurra, no voy a dejar que me quites más tiempo para dormir...
En ese preciso momento lo único que deseaba era abrazarlo con todas sus fuerzas y no preocuparse por nada más, pero no estaban ahí para celebrar ni nada parecido así que después tendrían tiempo para eso.
Por ahora debían prepararse para la competencia, después de todo, se habían esforzado por ese lugar y debían aprovecharlo. El escenario mundial los esperaba una vez más, y compartirlo luego de todo lo que había pasado ya era un maravilloso regalo.