—No puedo creer que de verdad me hayas convencido de esto —se sentía tan avergonzado que no podía decir nada más.
—¿Cuál es el problema? Aun es temprano, nadie notará que no dormí en mi habitación —intentaba despertar para poder partir, era temprano y él tampoco se había acostumbrado al cambio horario.
—Siempre haces que todo parezca tan fácil...
—Y tú que todo parezca difícil —sonrió antes de besar rápidamente sus labios mirándolo con ternura—. Buenos días cariño, te veré más tarde —sabía que cuando hacia algo repentino Rin no podía hacer más por la vergüenza y se aprovechaba de eso para provocarlo.
El día pasó con normalidad, parecía que en verdad nadie había notado nada fuera de lo normal y el más agradecido era Rin. Tenían entrenamiento ese día y al siguiente la competencia, lo que menos necesitaban eran regaños de de su entrenador y meterse en problemas.
Ni siquiera había podido ver a Haru luego de esa mañana, tenían mucho por hacer y luego de la práctica cada uno se había reunido con su entrenador para puntualizar lo que debían hacer durante la carrera.
Luego de todos sus pendientes solo les quedó un poco de tiempo para compartir durante la cena antes de ir a dormir. Debían poner todo su esfuerzo para seguir avanzando y llegar a las finales, así que no podían distraerse ni un minuto.
Rin se preparaba para dormir cuando encontró entre sus cosas la sudadera que usaba Haru la noche anterior. Seguramente la había dejado cuando se quedó a dormir en su habitación, aunque le sorprendía un poco que no lo hubiera notado.
Estaba por salir para poder devolvérsela, pero cuando la tomó no pudo hacer más que pegarla a su pecho mientras aspiraba el aroma de la prenda. Quizá no había prestado demasiada atención antes, pero su ropa mantenía un olor peculiar.
Al olfatearla podía percibir el aroma característico del agua en la piscina, pero al prestar atención no era la única fragancia presente. Olía también al café que compartían en las mañanas desde que comenzaron a vivir juntos, a la caballa asándose para el almuerzo o los platillos con carne que con tanto esmero preparaba para verlo feliz.
También como al parque cerca de su hogar en el que salían a correr por las mañanas, al shampoo y al jabón que usaron la primera vez que se bañaron juntos, a tulipanes, a los bocadillos que eligieron para su fiesta.
También podía percibir el olor de esas tardes tranquilas viendo películas, los días que apenas se vieron por los entrenamientos, las discusiones, las peleas, los besos compartidos, las tímidas caricias que compartieron la primera vez que estuvieron juntos.
Era la fragancia de Haru, no había nada más que eso y mientras su nariz se llenaba de esos olores solo podía recordar los momentos que habían vivido juntos. Abrazaba con fuerza la prenda como si se tratara de su pareja, apenas podía creer todo lo que había pasado y lo que les faltaba por compartir.
—Rin creo que dejé aquí... —la puerta estaba a medio cerrar y no dudó en entrar sin siquiera llamar—. Puedes quedartela si la necesitas, usaré algo más —la expresión que tenía mientras se aferraba a su ropa era sorprendente para él, pero sabía que si Rin lo había hecho es por la falta que le hacía estar a su lado.
—No sé que estás pensando, pero te aseguro que no es eso —estaba avergonzado, no esperaba que Haru llegara y lo encontrara así incluso si no era nada extraño.
—Quédatela, la necesitas más que yo —quería molestarlo, era divertido verlo avergonzado y sin saber que decir o hacer—. Descansa, cariño —depositó un suave beso en su frente y salió de la habitación sin decir más.
Rin se quedó sin palabras, sin poder hacer más que cerrar la puerta y regresar a la cama. Haru siempre lo tomaba desprevenido, no importa cuanto tiempo pasara; de alguna manera u otra terminaba haciéndolo sentir como el día en que le confesó su amor. Y siendo sincero, era lo que más le gustaba.