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Circunstancias coloridas por 1827kratSN

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Después de esas cortas vacaciones el humor de ambos era el mejor, más aún porque varios días festivos abarcaban su siguiente fin de semana, mismos que coincidían con los descansos de Reborn.

Era un sueño tener tiempo para ambos, pues entre los estudios de Tsunayoshi quien todavía le costaba acostumbrarse a estudiar y trabajar, además de Reborn siendo un interno en el hospital 24/7 ocasionalmente, siempre fue difícil relajarse juntos.

Tsuna recitaba o intentaba cantar alguna canción en inglés que escuchó por ahí y buscó en internet, se deslizaba por el departamento arreglando algunas cosas, y Reborn no hacía más que mirarlo cuidadosamente mientras fingía estar usando el computador. Porque le gustaba cuando Tsuna olvidaba la vergüenza y se mostraba como era.

Un ser gentil e inocente, divertido como un niño, y obstinado como un adulto malhumorado.

Lo persiguió hasta la habitación que compartían, viéndolo mover la cadera suavemente al ritmo del celular que estaba en alguna repisa, preparando el futón para descansar pues pronto la luz se iría. Lo observó desde la puerta, y sonrió cuando aquella mirada chocolate se encontró con la suya.

—¿Quieres? —Tsuna sonrió y ofreció lo que masticaba hace un momento.

—¿Fresas  antes de dormir?

—Sí —extendió una de las frutas que le sobraban—. Esta rico, toma.

Aceptó gustoso, dejando que los dedos de Tsunayoshi lo alimentaran, viéndolo sonreír mientras masticaba tranquilamente la fresa que le quedaba. Le dio una caricia en la mejilla con su pulgar y se acercó para abrazarlo por la cintura.

Bailaron de lado a lado al ritmo de la canción que resonaba mientras se miraban y reían por algún secreto silente que compartían. Entre juegos se empujaron uno al otro, se arrojaron las almohadas y quedaron sentados en el futón, despeinándose mutuamente, riéndose de la infantil situación, y finalmente quedándose en silencio al mirarse.

El primer beso se dio, lento y cariñoso, probando los labios ajenos, suspirando entre sus pieles.

Un besito más, sus manos que se buscaban entre sí, la travesura de uno de ellos que los llevó a recostarse en el suave lecho y juguetear rodando un par de veces para pugnar el control y superioridad.

Una confesión entre besos mariposas, un juramento de quedarse juntos para toda la vida.

Fueron los brazos de Tsuna los que rodearon el cuello de Reborn para acercarlo un poco más y cederle un beso más apasionado, de aquellos que te quitan el aliento y cortan la línea de sus pensamientos.

Las manos del azabache inquietas se deslizaron despacio por la piel ajena, explorando aquellas zonas que hacían a Tsuna emitir un suave suspiro sorprendido, zonas que había explorado muchas veces antes, en acciones coquetas que fueron correspondidas respetuosamente.

Y fue un poco más allá.

Para ninguno de los dos era ajena aquella sensación de euforia que los desbordaba y los guiaba a tocarse un poco más, solo un poco, explorando las sensaciones normales de la piel sensible. La vergüenza se les fue de pronto cuando sus latidos desbocados se sincronizaron uno con otro, sus labios se buscaban con desespero y sus manos no deseaban separarse del cuerpo ajeno.

—¿Quieres que me detenga ahora?

—No.

—Ey —Reborn sonrió divertido—, sabes que juegas con fuego.

Con las mejillas rojas, la respiración ya incontrolable, manteniendo el cuerpo del médico entre sus piernas, sujetándolo de los hombros fuertemente, sintió aquella necesidad que hasta ese punto solo había crecido sin control.

—Si te detienes ahora, juro que mi vergüenza no te dará una segunda oportunidad, Reborn.

—Eh… Está bien.

Depositó un besito en aquellos labios, deslizó en caricias mariposas por aquel cuello, le mordió suavecito la clavícula y lo escuchó ahogar una queja. Le respiró sobre la piel y aun así, el castaño no escapó.

Se deseaban mutuamente.

Era el punto cúlmine de aquella relación tan bonita que mantenían. Se confiaron uno al otro, enredando sus dedos mientras sus pieles se encontraban y sus labios exploraban cada porción de piel ajena. Pronto fueron sus dedos los que produjeron escalofríos agradables y sus labios emitían suaves sonidos satisfechos.

Se tomaron el tiempo necesario para jugar, saber lo que le gustaba al otro, y para confesar sus deseos escondidos porque aquello pasara. Porque llevaban mucho tiempo sin saber cómo dar el siguiente paso, cómo confesar lo perdidos que estaban en el calor ajeno.

Fue un placer lento.

—Siempre juntos.

—Siempre.

Se aferraron el uno al otro, con la promesa de no separarse, cediendo parte de su alma misma mientras ahogaban su éxtasis en los labios ajenos. Tomaron cuidado de cada susurro lanzado y forjaron un vínculo más especial.

Fue su primera vez.

Fue especial.

Y aun después, cuando el calor había bajado, se tomaron de las manos, repartieron suaves besos, y se quedaron un rato en silencio sin hacer más que compartir gestos cariñosos hasta que sus corazones dejaran de estar eufóricos.

Se miraron entre risitas mientras compartían la tina, tomándose su tiempo para dejar que el agua aliviara la tensión de sus músculos, y aprovecharon el valor que aun tenían en sus cuerpos para apreciar las evidencias de aquello que no fue un sueño.

El despertar fue más vergonzoso, y aun así, se quedaron abrazados un largo rato antes de continuar con su plan de prepararse un café, aunque Tsuna añadiría algo de leche también.

—Comprobé que tu salud es buena.

—¿De qué hablas?

—Tu próstata está bien, la revisé ayer.

—¡Reborn! —le lanzó el mantel.

—Te dije que alguna vez lo haría, ¿recuerdas? —rio bajito, divertido a más no poder.

El azabache estuvo preparado para esquivar el siguiente ataque, y sin embargo, no vio más que el aura negra rodear al siempre animado castaño amor de su vida. Jamás lo había visto más enfadado. Y obviamente fue su señal de alarma.

Porque esa mirada siempre gentil, se volvió fría y la sonrisa desapareció.

—Tsuna…

Ya era tarde.

—No volverás a poner nada tuyo dentro de mí otra vez —su voz ni siquiera tembló—. Y si quieres repetir lo de ayer, vas a tener que ser tú el de abajo. ¿Entendido?

—Ey, solo bromeaba.

—Pues yo no.

—Tsunayoshi, espera.

—Prepárate el desayuno tú solo —se encaminó a la habitación—. Buona fortuna a dormire in soggiorno.

Un portazo y silencio.

Y sí, Reborn acababa de tentar a su buena suerte hasta ese día.

Porque si se tardaron mucho tiempo en dar aquel gran paso fue porque Tsuna presentía que su querido doctor privado iba a salir con alguna tontería como esa, y no se equivocó.

Grandes méritos iba a tener que mostrar Reborn para obtener perdón y para hacerse a la idea de su nuevo rol, porque Tsunayoshi Sawada no era de los que se arrepentía de su decisión o se retractaba de sus palabras.

Pero hasta ese entonces, en la sala reflexionaría sobre su error.


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