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Primera vez
(No sexual)
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Rei nunca estuvo tan inseguro de algo en su vida como lo estaba en ese momento. ¿Debería matar a Tyson por la estupidez que hizo? ¿Debería agradecerle?
Estaba nervioso, estresado y sentía su cabeza a punto de explotar.
El mínimo ruido de la puerta abriéndose le provocó un pequeño salto y la sensación de que su corazón se le saldría por la boca.
—Lo siento, no quise asustarte.
La suave disculpa del Hiwatari sonó tan… rara. Es decir… Él nunca se disculpaba por nada, ni siquiera cuando en verdad debía disculparse.
—N-no te preocupes.
—Te traje esto —se acercó para entregarle un vaso con agua y, aparentemente, una aspirina en su interior—. Te ayudará con el dolor de cabeza.
El silencio que se formó después de aceptar aquel vaso resultó igual de extraño que la previa disculpa de su amigo, porque Rei recordaba con exactitud lo que dijo y lo que hizo la tarde anterior. ¡Se le había confesado a Kai! ¡Lo había besado! Y si no hubiera sido por Hiro, quien lo apartó de encima del ruso, se hubiera dormido encima suyo sin mayor problema. Lo particular de la situación radicaba en el comportamiento del bicolor; parecía demasiado tranquilo, como si no hubiera ocurrido nada entre ellos. ¿Eso era bueno o malo?
—Descansa un rato más, aún es temprano.
Sin siquiera notarlo, su mirada había permanecido en el objeto de cristal entre sus manos después de darle un par de sorbos a su contenido, y sólo hasta escuchar esas palabras fue que dirigió sus doradas pupilas hacia su compañero, encontrándose con la mirada escarlata. Un vistazo de unos segundos le bastó para rescatar de esos hermosos rubís algunos sentimientos que le costó un poco ubicar porque no solían estar ahí.
Desilusión y resignación.
—¡Kai, espera!
Detuvo a su amigo antes de que abandonara la habitación y, tras colocar el vaso en el mueble de noche, bajó de la cama de un salto para acercarse a donde el bicolor, quien se encontraba mirando hacia la puerta con el pomo de esta en su mano.
—Te-tenemos que hablar…
—No es necesario, Rei —le interrumpió—. Sólo estabas ebrio.
Negó con la cabeza, pero como el otro no le miraba actuó un poco impulsivo y le tomó por el brazo, tirando de el para hacer que lo mirara. En otro pequeño arrebato más empujó a Kai contra la puerta de la habitación, acorralándolo. Casi soltó una suave risa por la expresión sorprendida de su capitán; rara vez demostraba sus emociones y verle desconcertado dos veces en menos de veinticuatro horas era… Gracioso, aunque también tierno.
—Estoy enamorado de ti, Kai. Ebrio o no —confesó, sonriendo un tanto ruborizado—. Ya hice lo que me pediste: Lo repetí en mis cinco sentidos. Pero no quiero que hablemos, quiero que me beses como ayer.
De la sorpresa a la aceptación y finalmente… A la emoción. Ese fue el cambio que pudo apreciar en la encantadora mirada escarlata que había robado sus pensamientos desde algunos años atrás.
No fue necesario decir nada más.
Sus labios fueron tomados sin prisa, esta vez sin temores y sin límites. Se estremeció mientras cerraba los ojos y ponía sus manos en los hombros de Kai, sintiendo al mismo tiempo las manos de su compañero tomándole por la cintura.
Quizás no era su primer beso, ese había sido la tarde anterior, no obstante, sí era la primera vez que se demostraban cuánto se querían el uno al otro, la primera vez que entregaban todo de sí a alguien más a través de un beso. Y no podría ser mejor, no cuando aprendían juntos cómo besar, no cuando el calor del otro envolvía sus cuerpos, no cuando sentían que el mundo fuera de ellos había dejado de existir.
El resto del día fue exactamente igual.
Permanecieron en la habitación, viendo películas entre besos y caricias castas, su primer día juntos, una cita sin ser cita. Simplemente ellos dos ignorando la existencia de todo y todos afuera de ese cuarto.