Estaban listos para partir hacia el trabajo, era evidente que la noche anterior fue larga y aunque quisieran poder estar juntos todo el día tenían obligaciones que debían cumplir y no podían retrasarlas.
Además, al menos habían podido pasar un poco de tiempo juntos en la bañera antes de ir al trabajo así que eso ayudaría a sobrellevar el tiempo que pasaran lejos, incluso si lo que más querían era estar juntos.
Aunque Haru no quería dejar a Rin solo, luego de compartir un momento tan íntimo juntos, lo único que podía pensar era en protegerlo y no dejar que nadie se acercara demasiado a él. No quería mostrarse posesivo, pero su parte irracional le pedía hacerlo.
Por eso aprovechó el tiempo que compartieron en la bañera para dar pequeños besos sobre la marca y frotarse lentamente contra él intentando que su aroma se quedara sobre su piel por el resto del día.
Aunque a Rin no le molestaba que lo hiciera, ni siquiera porque era consciente de que era una forma en que su parte irracional lo reclamaba como suyo. Si bien era incómodo para él esa actitud, también sabía que se esforzaba por controlarlo.
Así que simplemente dejaba que lo hiciera sin ningún reproche, pues de alguna manera llevar consigo el aroma de Haru lo hacía sentir más tranquilo y menos solo cuando estaban lejos.
Y no podía reprocharle nada cuando el mismo lo había hecho en más de una ocasión, no sabía si todo se debía a que son destinados o que estaban enlazados, pero su deseo de marcarlo como suyo era fuerte y difícil de controlar.
También fue ese su principal motivo para sugerir los anillos a juego. Portaba el suyo con orgullo y sabía que Haru también lo hacía, con solo mirarlo recordaban todo los momentos que han compartido en ese tiempo y las promesas que día a día se hacían y cumplían.
Pero también era consciente de que el instinto era algo importante en sus vidas, y que la principal forma de mostrar que estaban juntos era mediante la marca y su aroma, así que de vez en cuando dejaba su aroma en la ropa de Haru.
Ambos podían darse cuenta del momento en que el otro lo hacía, y la mayor parte del tiempo fingían no hacerlo. Eso no hacía ninguna diferencia, pero se habían acostumbrado a que fuera de esa manera y lo tomaban como una pequeña sorpresa para el otro.
Sus aromas combinaban a la perfección ¿Por qué perder la oportunidad de que lo hicieran? Se amaban, y nada era mejor que sentirse cerca incluso estando lejos, incluso si era un poco egoísta el dejar su aroma impregnado en el otro.
Estaban por partir y justo en la puerta se besaron suavemente, Haru dio pequeños besos hasta llegar a su cuello acariciando la marca con la punta de su nariz. Rin sintió cosquillas y una ligera risa escapó de sus labios.
—¿Qué estás esperando? Debemos ir al trabajo, solo hazlo —giró un poco su rostro para que pudiera dar pequeñas mordidas en esa zona, incluso si no eran profundas su olor quedaría grabado en él.
Volvieron a besarse suavemente y antes de salir Rin se aseguró de frotar su cabeza contra su cuello para dejar su aroma en Haru. Solo pudieron reír al separarse y darse un último beso antes de partir.
En las últimas semanas muchas cosas habían ocurrido, pero la más importante es que encontraron un equilibrio entre su instinto y su lado racional. No tenían porque ser una pareja entre alfa y omega convencional, mientras estuvieran felices con la forma en que llevaban su vida y su cuerpo y mente estuvieran equilibrados, lo demás poco importaba.