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Carmesí (re-escrito y re-subido) por Cat_GameO

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos por aquí!

Espero que se encuentren de maravilla y que si están de vacaciones lo disfruten mucho.

Lo prometido es deuda, así que hoy, diligentemente, me pongo a subir otro capítulo más.

Estamos a un par de días de fin de año así que tengo que darme prisa.

¡Nos seguimos leyendo!

Capítulo ocho


El asesinato de Aram Vega


 


Había transcurrido casi una hora desde la muerte de Hiro Goromaru y los noticieros ya estaban atiborrados por notas especiales para cubrir la nota del crimen.


Carmesí sacaba del clóset de la habitación las armas. Había preparado dos pistolas de mano, una metralleta de defensa, dos granadas explosivas y una de gas. Había cargado todas las armas necesarias y había guardado dos cuchillos profesionales en las fundas de la gabardina gruesa. Incluso había escondido un control remoto especializado para activar bombas de largo alcance.


En menos de quince minutos había sacado toda la ropa de las cajoneras y la había quemado y tirado en una bolsa negra. Había tirado también todos los utensilios que había usado durante casi el mes y medio que había habitado el departamento. Se aseguró de que nada quedara visible y que ningún objeto pudiera ser usado por la policía. Hasta había machacado la computadora que había empleado para trabajar en conjunto con su hacker y especialista en sistemas.


No había tenido tiempo para cambiar el atuendo, pero estaba más interesado en salir del sitio y buscar a su última víctima que el resto de los detalles absurdos.


Junto a todas las armas, Carmesí había asegurado que el control especial de activación de bombas estuviera protegido por un seguro extra que el aparato mostraba para evitar errores. Previamente, con ayuda de la información que había recibido por parte de su cliente, había colocado las bombas de activación remota en los almacenes de toda la ciudad de la empresa farmacéutica llamada Black Horse. Estaba listo y seguro de que nada se interpondría en el paso final.


 


 ***


 


—El único Vega que mantuvo asociación con las víctimas es Aram Vega —la voz de Matthew se escuchó en la sala de la casa—; el dueño de las farmacéuticas Black Horse. También es parte de los nombres que alguna vez habíamos encontrado.


Matthew y Rosa estaban sentados en el sillón frente a la mesita de centro. Habían ignorado las órdenes del jefe Larson y no se habían presentado en la oficina. En lugar de eso, habían llegado hasta la casa de Matthew. Era una fortuna que el sito ya estuviera desolado, pues los hijos de Matthew viajaban junto a su tía fuera del país en estos instantes.


—Aram Vega llegó a Gold hace casi veinte años —Rosa externó al tomar una hoja de los documentos— y llegó como uno de los candidatos favoritos para diputado de la alcaldía de Gold.


—¿Quién lo envió? —Matthew preguntó pensativo.


—No hay récords sobre esta parte de la información. Lo único que se sabe es que, públicamente, era un sobrino o familiar del alcalde de ese tiempo.


—Obviamente fue otro movimiento corrupto entre los funcionarios públicos y la política general del país.


—Al cabo de unos meses de su llegada —Rosa continuó el informe—, inició el proyecto de las farmacéuticas Black Horse, haciendo una inversión de más de noventa y tres millones de libras leontinas. Desde entonces, abandonó la política y se dedicó al activismo médico. Con su empresa de fármacos, inició la campaña para el apoyo a los hospitales públicos y convertiste en uno de los proveedores de medicamentos controlados y especializados para las enfermedades psiquiátricas.


—Todo es una pantalla de humo, Rosa —Matthew opinó molesto al cruzar los brazos—, ya que ese cabrón está asociado a Valdez, a Goromaru, a Brave y a los demás. Todos son parte de un grupo organizado… ya sea de la droga o de la explotación infantil.


—O ambas —Rosa concluyó al dejar la hoja sobre la mesa.


—Carmesí está por atacar, eso es más que claro debido a lo que dijo en la grabación. Aquí la verdadera cuestión es dónde. Black Horse cuenta con ocho almacenes en todo Gold y tres en Woods, y hay dos cedes principales de sus oficinas centrales; una en Gold y una en Woods.


—Vega está aquí —Rosa informó sin titubeos— porque Carmesí no atacaría tan rápido sino tuviera bien armado el plan y la estrategia.


—O, tal vez, lo ha provocado para que venga hasta acá y lo enfrente. Si es un mafioso de mierda, el tipo no va a dejar que cualquier matón haga este tipo de desplantes.


—Entonces —Rosa dijo con calma—, ¿crees que… debamos ir a las oficinas centrales de aquí?


—Sólo así obtendremos el lugar donde se enfrentarán —Matthew corroboró al asentir con la cabeza.


—¿Estás completamente seguro? No podemos perder más tiempo si queremos atrapar a Carmesí.


—Sí. —Matthew se puso de pie y anduvo hasta el recibidor. Estaba en exceso consternado, pero sabía que no podía darse por vencido. Menos ahora que estaba tan cerca de atrapar al asesino. —Nuestra mejor opción es ir hasta los cuarteles generales de Black Horse y obtener la locación de Vega nosotros mismos. No podemos involucrar a más personas. En esta misión estamos solos.


—Ya… —Rosa comprendió. Se incorporó y caminó hasta la posición de Matthew—. Lleva tu placa y cartuchos extras.


—Tú también. Falta muy poco para acabar con este maldito caos. Ha llegado la hora, Rosa.


—Vayamos, Matt —Rosa afirmó y mostró un rostro seguro para tranquilizar a Matthew.


 


 ***


 


Carmesí había manejado por calles poco transitadas y había arribado a un edificio lujoso que parecía una casona tipo posada. Estacionó la motocicleta deportiva casi en la entrada y bajó con seguridad.


Los dos guardias de la puerta sacaron las pistolas. Ellos vestían como meseros para algún evento de alta alcurnia con trajes oscuros y corbatines rojos. Los dos hombres murieron de inmediato al recibir balazos directos en la cabeza.


Con un paso sólido, Carmesí se adentró al edificio y preparó las dos pistolas.


En el interior, había dos guardias en la recepción y uno extra que cuidaba el elevador. Carmesí volvió a disparar con precisión y rapidez y mató a los tres sujetos. Se dirigió al ascensor y destruyó el control para dejarlo inútil.


Prosiguió por unas escaleras y en el trayecto se deshizo de las cámaras y los pobres guaruras que trabajaban para Vega.


Una vez llegó a una especie de sala tipo vestíbulo superior que tenía una fuente en el centro y unas bancas en las esquinas, Carmesí se ocultó en un pilar y esperó a que las ráfagas enemigas se detuvieran. Sujetó la metralleta que portaba colgada en la espalda, retiró el seguro y disparó a las zonas que usaban los contrincantes para defenderse. Primero mató a dos que se ocultaban detrás de la fuente y a uno que estaba en el pilar de la esquina frontal. Después, corrió hasta la fuente y mutiló el cuello del que todavía quedaba con vida, para así dispararle al último que se escondía en el otro pilar.


La gran mayoría de los achichincles de Vega eran mujeres y hombres sin mucha experiencia en los asesinatos continuos y a sangre fría. Sabían apretar el gatillo, pero nada más. Era obvio que Vega prefería personas sin entrenamiento y que se dejaban vislumbrar por el dinero. Ninguno era un asesino profesional.


Carmesí siguió por el pasillo y usó las paredes de las esquinas e intersecciones para evitar las balas de los contrincantes. Mataba sin emoción alguna y sin importar si eran personas jóvenes, adultas o adolescentes, pues su objetivo real era Vega.


Cuando llegó a un corredor amplio, con una puerta ancha hasta el final, encontró una barricada casi hasta el fondo. Carmesí se ocultó detrás de la pared y se percató de que los enemigos usaban ametralladoras de alto calibre. Sería muy riesgoso iniciar un asalto directo.


De manera inteligente, Carmesí sacó la granada de humo y la arrojó hasta los enemigos. Con rapidez, aprovechó la imposibilidad para ver y atacó la barricada. A dos les cortó el cuello con profesionalismo, a uno le metió un tiro en la cien y a la muchacha que usaba la ametralladora la acuchilló en el vientre y la empujó hasta la puerta.


Se adentró sin esperar más y sin soltar el cuerpo moribundo de la guarura. En el interior recibió acribilladas y aprovechó el cuerpo de la enemiga para cubrirse.


De pronto, se escucharon aplausos y las ráfagas se detuvieron. Carmesí arrojó al suelo el cuerpo de la occisa y disparó a dos hombres que estaban al frente; empero, sintió que una bala atravesó su hombro izquierdo y detuvo el asalto al soltar la pistola.


—Estás completamente desprotegido —la voz de Vega se hizo presente en todo el sitio.


La sala era una especie de anfiteatro amplio adornado con tonos rojizos opacos. Vega estaba en el escritorio frontal posicionado sobre una especie de escenario. Él sonreía y vestía el traje lujoso que lo caracterizaba. Su cabello estaba estilizado hacia atrás, y mantenía una pose de plena tranquilidad.


En el resto de la sala, de entre los asientos, estaban los trabajadores de Vega que todavía seguían con vida. A unos dos metros de Vega se hallaba una muchacha extraña. La chica parecía una adolescente por el peinado de dos coletas elevadas y el vestido como de una muñeca gótica. Sin embargo, su rostro estaba en exceso serio y su cuello tenía una marca horrenda de algún tipo de cicatriz.


—Dime —Vega continuó con el tono seguro—, ¿de verdad creíste que sería muy fácil matarme? No soy estúpido, Carmesí, y sé que tú no eres el único enfermo con las capacidades para asesinar de la forma en que lo haces. Por eso, desde nuestra última reunión, había comenzado a sospechar. Verás —pronunció al dar unos pasos al frente y sacar un cigarro para fumar—, desde que la Patrona dejó de responder mis mensajes me percaté de que tu juego de asesinatos era una farsa bien orquestada. La verdadera cuestión aquí es quién fregados te ha enviado.


Carmesí no dijo nada. Había apuntado al frente, pero no era capaz de jalar del gatillo. Sabía que no era atacado porque Vega buscaba la verdad.


—¿No hablarás? —preguntó Vega levemente molesto.


Nuevamente hubo silencio. Vega suspiró con cinismo para denotar una mueca de decepción casi falsa.


—No me dejas muchas opciones, Carmesí. Tendré que pedirle a mis hombres que te torturen hasta que estés dispuesto a hablar.


De un momento a otro, dos enemigos dispararon al frente. Carmesí se agachó y usó las sillas para cubrirse. Aunque su posición era levemente ventajosa, no tenía suficientes armas para enfrentar a todos. Del mismo modo, no había muchos lugares para obtener una buena defensa.


—¡Captúrenlo! —ordenó Vega.


Carmesí cambió de arma y seleccionó una de las granadas explosivas. Entonces, la arrojó hasta el centro, donde se concentraban la mayoría de los enemigos, y se escudó de vuelta.


—¡Hijo de puta! —Vega renegó al saltar hacia atrás del escritorio y protegerse—. ¡Oye, niña! ¡Te contraté para que mataras al cabrón de Carmesí! —recriminó al dirigirse a la extraña mujer.


La muchacha solamente se había movido hacia atrás y había resguardado su cuerpo con ayuda de uno de los pilares de contención de los costados. Por supuesto, no dijo nada.


Carmesí utilizó la metralleta y mató a otros pobres guardias sin suerte. Quizás podría acabar con la mayoría en este lugar y sólo encargarse de Vega.


Sin embargo, la puerta fue abierta y un grupo nuevo de hombres y mujeres trajeados atacaron al asesino. Carmesí se movió hasta la hilera siguiente y recibió otra herida cercana al costado derecho.


—¡Estás completamente rodeado, maldito! —Vega gritó triunfante.


Carmesí aguardó en el escondite y analizó todas las alternativas. Todavía tenía una opción para provocar a Vega, así que actuó de inmediato.


—Bien, me tienes —la voz distorsionada de Carmesí se percibió—. Pero si me matas ahora, no descubrirás quién te ha mandado asesinar. ¿El Saltamontes Dorado?, ¿La Patrona?, ¿tu ex-jefe de los Soldados Plateados?


—¡No lo maten! —Vega ordenó con rapidez.


Los hombres de Vega se acercaron a Carmesí y lo amenazaron con sus armas. Carmesí fue sujetado y golpeado en el estómago varias veces. Los enemigos despojaron al enmascarado de todas sus armas y lo subyugaron del cuello y brazos.


Los pasos de Vega resonaron y por fin se puso frente a Carmesí. Su rostro, nuevamente, lucía sonriente.


—Carmesí —Vega decía con morbo y disfrutando el momento—, me has causado más problemas de los que desearía aceptar, así que primero lo primero.


Sin previo aviso, Vega metió la mano en la gabardina de Carmesí y tocó su torso. Carmesí no se inmutó ante el tacto del otro. Había detectado que el hombre de la derecha, de cabello chino, tenía el control remoto especial para detonar las bombas que había preparado.


—Eres un hombre —Vega pronunció gustoso. Detuvo su mano en la entrepierna de Carmesí y toqueteó al asesino—. Y yo que creí que podrías ser una chica. Eso quiere decir que todos aquí tendrán que usar tu trasero para satisfacerse.


De manera pronta, hubo burlas por parte de los subordinados de Vega.


—¿Esa es tu estrategia? —Carmesí soltó sin reproches—. ¿Violarme y humillarme? ¿Dónde quedó la opción de que me torturarías?


Vega se echó a reír con descaro y dio un paso atrás.


—No desesperes, te prometo que habrá muchísimo sadismo durante la violación a tu cuerpo —Vega aseguró con un tono de total placer.


Carmesí identificó un momento de calma en el ambiente y consideró que sufriría un par de balazos más. Acto seguido, empujó hacia atrás a los opresores, pateó el rostro de Vega y cortó el cuello del que mantenía el control remoto con el cuchillo que habían utilizado para amenazarlo. Algunos dispararon, pero Carmesí corrió hasta una puerta de la derecha, una vez recuperó el control remoto.


—¡Hijo de la chingada! —Vega gritó molesto—. ¡Sawyer, qué fregados estás esperando! ¡Todos, vayan detrás de él!


Carmesí cerró la puerta con seguro y la atrancó con una caja pesada que había en el almacén. Por fortuna, sólo una bala más había rosado cerca de su oreja izquierda. Se acercó hasta una ventana alta y usó unas mesas viejas para escalar. Ni siquiera prestaba interés en todo el dolor que sentía por las dos balas incrustadas en su brazo y espalda.


La puerta recibió golpes, arremetidas y balazos hasta que por fin fue tumbada. Aunque Carmesí ya estaba casi fuera del edificio, no escapó de inmediato.


—Si no te das prisa, Vega —Carmesí dijo antes de saltar al exterior a través de la ventana—, toda tu Luna será quemada.


—¡Cabrón! ¡Deténganlo! —Vega gritó de nuevo.


Carmesí saltó y cayó en unos arbustos de los jardines traseros de la construcción y no esperó ni un segundo. Se echó a correr rumbo al estacionamiento. Se encubrió de las ráfagas de los enemigos e ignoró nuevamente el dolor de las heridas en su cuerpo.


Cuando llegó al frente, robó una pistola de los achichincles y la usó para matar a los que alcanzaron sus pasos. Subió a toda prisa a la motocicleta y la encendió.


La puerta principal fue abierta y el fuego reinicio. Vega se adelantó hasta las escaleras y maldijo con furia.


—¡Hijo de puta! ¡Todos, a los autos! ¡Sawyer, tú también irás!


—De acuerdo —sonó la voz de la chica peculiar.


 


*** 


 


Matthew y Rosa se dirigían en torno a la dirección que habían obtenido de uno de los oficinistas de Black Horse. Habían utilizado el típico método para intimidar a los civiles para conseguir información de primera mano.


—Es por esta calle —Rosa expuso al notar la colina que conducía hasta una especie de hotel de arquitectura clásica y antigua.


—Sí —Matthew afirmó.


Sin embargo, Matthew tuvo que frenar de golpe ya que una motocicleta pasó cerca de ellos y a toda velocidad.


—¡Es él! —Matthew gritó con rapidez.


Y, antes de poder dar la vuelta, un montón de carros, motos y camionetas se unieron a la persecución.


—¡Joder! —Matthew expuso preocupado.


—Es Vega —Rosa confirmó también consternada.


Los perseguidores ignoraron el auto de Matthew y prosiguieron por el trayecto detrás de la motocicleta.


—¿Vamos a seguirlos? —Rosa inquirió.


Matthew giró por completo el volante y pisó el acelerador.


—¡No hay opción! —Matthew aseguró.


La adrenalina era parte del momento y era una especie de guía que permitía que los sentidos de Matthew se mantuvieran en total alerta. Por esta razón, era capaz de evitar choques masivos con el tráfico y aplicar su pericia para seguir de cerca a Vega.


Todo habría sido más fácil, pero algo nuevo ocurrió sin previo aviso. En la lejanía, en diferentes locaciones de toda la capital, explosiones comenzaron a aparecer. El humo se percibía y parecía como si alguien atacara puntos claves. Este hecho provocó que los hombres de Vega se dispersaran y tomaran rumbos distintos.


—¿Matt? —Rosa pronunció a toda prisa al notar los cambios en las rutas de los enemigos—, ¿a quién vas a seguir?


Matthew no podía identificar cuál de todos los carros y camionetas pertenecía al líder, así que probó su suerte al girar a la derecha y persiguió a los autos que viraban rumbo al noreste.


 


 *** 


 


La motocicleta deportiva se unió al carril derecho de la avenida Medalla hasta que se estacionó frente a un local.


Carmesí bajó a toda prisa y rompió el vidrio de la puerta principal. Utilizó la mano y abrió. Se movilizó sin parar y se dirigió hasta la cocina del café Montoya. Conocía muy buen el sitio así que no tardó en llegar a la bodega de alimentos.


Cuando abrió la bodega, movió unos costales de granos y empujó una caja hasta el frente. Con ayuda del cuchillo rompió el seguro y retiró la tapa. En el interior había una persona con la boca cubierta por un pedazo de cinta y el cuerpo atado. Lucía en estado deplorable pero todavía respiraba. Carmesí sabía que Hector Bold llevaba apenas un par de días en la caja y sabía que nadie había notado su presencia.


Con facilidad, Carmesí sacó el cuerpo de Hector Bold y lo arrastró hasta la cocina y la barra. Hector lucía como un adulto joven de entre unos veintiocho o treinta años, con el cabello largo y desaliñado, así como un cuerpo en exceso delgado.


De pronto, se escuchó el sonido de llantas de autos al frenar con ímpetu y personas al bajar.


Carmesí aprovechó y pateó el cuerpo de Hector para girarlo rumbo al exterior de la barra.


La reacción de los enemigos fue la esperada. Los balazos aparecieron y perforaron el cuerpo de Hector sin piedad.


—¡No sean estúpidos, ese es nuestro! —la voz de Vega resonó con fuerza.


—Nos asustamos, jefe —opinó uno de los hombres trajeados al bajar su pistola.


El cuerpo de Hector se desangró con rapidez y su corazón se detuvo sin reparo. Había sido matado por sus propios compañeros.


—¿Qué pasa, Carmesí? ¿Te has quedado sin ideas? —inquirió Vega.


Carmesí tomó los cuchillos más afilados de la cocina y corrió en dirección a la barra. Las acribilladas re-iniciaron y se incrustaron en la pared que conformaba la parte baja de la barra. Los vidrios se rompían y los trastes eran desplomados por los impactos.


—Explotaste Luna y eso lo pagarás con tu vida, malparido —Vega divulgó en total calma y con un aire triunfal.


Sin previo aviso, Carmesí aprovechó el instante de pausa y salió del escondite. Lanzó los cuchillos en torno a dos hombres y consiguió perforar sus cabezas. Dos de los enemigos se acercaron a la barra en internaron atacar. Inclusive Vega había disparado, pero sin mucha suerte.


Para Carmesí estas personas no eran más que un obstáculo minúsculo. Así que los guió en torno a la cocina y utilizó todo lo que había a su disposición. Primero golpeó al de la derecha y lo despojó de su arma. Lo había azotado contra la mesa junto a la estufa. Retiró el seguro de una prensa de supresión especial que se empleaba para el empaquetado de los productos de café y dejó que golpeara el cráneo del pobre hombrecillo. Luego, con profesionalismo, enfrentó al siguiente y lo acuchilló tres veces en el cuello para destrozar la vena yugular. Los dos últimos hombres de Vega siguieron a Carmesí por el pasillo que conducía a los casilleros. Obviamente hacían su mejor esfuerzo, pero no podían contrarrestar la habilidad del asesino. Cuando quedaron frente al enmascarado, sufrieron balazos en la cabeza y murieron de inmediato.


Carmesí regresó de vuelta a la barra y encontró a Vega junto a la muchacha bizarra.


Vega lucía en extremo molesto y ya había guardado su arma. Extrañamente, todavía contenía la calma.


—Sawyer —Carmesí habló con relativa seriedad—, este es un asunto muy distinto a los típicos asesinatos que realizo. No quiero matarte.


De pronto, Vega rió con fuerza.


—Sawyer fue contratada por mí, Carmesí —Vega divulgó.


Sawyer sonrió como si fuera una especie de maniática que estaba a punto de caminar por brazas en fuego.


—No me interesa tu trabajo, Carmesí —Sawyer habló. Su voz sonaba a la par con la imagen tierna y peculiar que mostraba—. Yo estoy aquí por la paga.


—Voy a darte una última oportunidad —Carmesí insistió. Acto seguido, apuntó al frente con la pistola de uno de los empleados de Vega—. No estoy jugando. Mi cliente es alguien muy poderoso y demasiado peligroso incluso para ti.


—¡Qué sorpresa! ¡Un cliente peligroso! —Vega opinó al mofarse.


—¡Excelente! —Sawyer dijo excitada.


A una velocidad alarmante, Sawyer corrió hasta la barra y sacó dos cuchillos largos como espadas cortas del moño que había sido parte de su atuendo. Carmesí esquivó el ataque y se adentró por la puerta que llevaba hasta el salón de preparación.


—¡Hazlo sufrir, Sawyer! —Vega pidió gustoso.


Una vez los dos asesinos a sueldo quedaron en el interior del taller, Carmesí sólo pudo dar saltos acrobáticos y evadir las agresiones de Sawyer. La chica era una experta con armas de corto alcance y giraba con elegancia y prontitud.


Durante unos minutos prolongados, Carmesí se escudó con ayuda de las cajas y sacos de café. Rodaba, saltaba y a veces detenía las cuchillas de su contrincante.


—No estoy bromeando, no deseo matarte —Carmesí volvió a probar su suerte.


—Sólo pelea, ¿quieres? Desde hace tiempo tú y yo tenemos asuntos pendientes por resolver. Ademas, ¿lo has olvidado? ¡Quién logre cortarte la cabeza conseguirá la mejor reputación del continente entero! Para mí, no eres más que un puto trofeo —Sawyer dijo con su voz tierna y afeminada.


Casi como si hubiera sido un comando, Carmesí dio una patada aérea y desestabilizó a la chica.


—Te lo advertí —Carmesí pronunció sin culpabilidad.


Con una maestría impensable, Carmesí despojo a Sawyer de una cuchilla y con uno de los listones de su vestido la aprisionó a la máquina de molido. Ambos dieron espadazos y chocaron las armas como expertos en esgrima y otras artes de ataque con armas blancas. Empero, Carmesí doblegó a la chica y rompió el contenedor gigante que parecía una chimenea ostentosa para dejar a las aspas de la máquina de molido al aire.


Sin titubear, Carmesí encajó una de las cuchillas en el estómago de Sawyer y colocó uno de sus brazos dentro de la moledora. Sawyer pateó a Carmesí y usó la mano libre para atacar al otro. Carmesí encendió la moledora y dejó que triturara el brazo de su homónima. Sawyer no expresó dolor alguno, sólo utilizó la cuchilla para herir el pecho de Carmesí. Ninguno de los dos hacía sonidos de jadeos por el daño que recibían.


Carmesí dio un paso atrás e ignoró la sangre que salía de su propio cuerpo. Contempló a Sawyer y descubrió que la muchacha se liberaba. Entonces, Carmesí tumbó a Sawyer con una patada en las pantorrillas y encajó la espada en la frente de la chica.


El rostro de Sawyer se quedó pasmado e inmóvil. De sus ojos salieron lágrimas de sangre y su cabeza se adornó con un charco rojizo por debajo.


Carmesí se alejó del cuerpo de la otra asesina y calmó la respiración agitada. Sentía su cuerpo pesado y cansado. Las heridas de balas y las llagas de los cuchillos eran más profundas de lo que aceptaba, así que estaba por llegar al límite.


Con un paso seguro, salió del salón de preparación y se quedó parado frente a la barra. En la otra mano, Vega se mostró disgustado y un poco asustado.


—¡¿C-Cómo carajos?! —Vega dudó.


Rápidamente, Carmesí se lanzó con un salto por la barra y enfrentó a Vega. Primero golpeó su rostro y luego pateó su costado derecho. Vega cayó sobre una mesa y por el impacto la rompió.


Carmesí no perdió el tiempo y despojó a Vega de su arma. La arrojó a la barra y regresó al enfrentamiento físico. Vega contrarrestó algunos golpes y consiguió conectar dos puñetazos en el estómago del asesino.


Como un estruendo, Vega sujetó la cabeza de Carmesí y la estampó contra el pilar para subyugarlo. Carmesí, con una reacción pronta, se agachó y sujetó el torso de Vega para hacerlo chocar contra otra mesa y la pared. Luego, utilizó el cuchillo profesional y apuñaló el pecho de Vega con su propio peso.


La batalla parecía que estaba por terminar, hasta que Vega desestabilizó al enmascarado y lo movió al costado. Carmesí resintió una herida, pero pateó a Vega y lo hizo caer otra vez.


Ahora Carmesí no permitió que Vega se incorporara de manera libre y lo arrastró del cabello y brazos hasta el pilar principal donde se sostenía una pantalla plana. Caminó rumbo a la barra y sacó una soga que había dejado preparada previamente.


Por su cuenta, Vega ya tenía el rostro ensangrentado y había intentado ponerse de pie. Sin embargo, Carmesí lo doblegó de nuevo y esta vez lo ató de los brazos y el pecho en el pilar. El cuerpo de Vega quedó sentado en el piso.


Carmesí buscó el teléfono celular de Vega y lo tomó.


—¡¿Qué carajos estás haciendo?! —Vega renegó con una voz cargada de ira.


El asesino no replicó. Retiró el guante izquierdo para manejar el aparato y buscó una aplicación popular para contactar por videollamada a un número extranjero y cifrado. Después, puso el teléfono sobre la barra y lo sostuvo con ayuda de un estante de panecillos para que la cámara grabara de frente la escena.


—¡Pelea como hombre! —Vega insistió.


De forma rápida, Carmesí colocó el guante de vuelta, buscó unos cuchillos de acero sin mango de madera que solían usarse para la mantequilla y los enterró en las piernas de Vega. La víctima gritó y maldijo al misterioso. Carmesí no se detuvo y ahora amarró unos cables de improviso que había conseguido anteriormente de la bodega y los peló de las puntas. Los enroscó en los cuchillos metálicos y luego en los fusibles de la caja de luz de la pared derecha.


—¡Hijo de puta!


La respiración de Carmesí era un poco agitada. Estaba casado y muy lastimado. El tiempo se agotaba. Sin embargo, no era una persona que le agradaba dejar las cosas a medias, así que se alentó a seguir.


A continuación, Carmesí se inclinó un poco y sostuvo la cara de Vega con una mano. Sin remordimiento alguno, el asesino incrustó el cuchillo profesional en el interior del ojo derecho de Vega. Los chillidos de Vega se intensificaron y Carmesí sólo movió de un lado a otro el filo. Sacaba el ojo del hombre como si fuera una acción fácil. En realidad, era cuidadoso para no perforar más allá del nervio óptico y no dañar el cráneo ni los nervios principales de la cabeza.


Al extraer el ojo de Vega, Carmesí se incorporó y se quedó junto a la caja de los fusibles de luz. Los descalificativos que Vega usaba eran algo que para Carmesí no tenía importancia alguna. De modo que siguió con la tortura. Así que levantó la palanca y permitió que el cuerpo de Vega se electrocutara sin piedad. Repitió el acto unas cuantas veces más hasta que se percató de que el cuerpo de su víctima se llenaba de espasmos una y otra vez y de su boca salía espuma.


—¿Es suficiente? —Carmesí cuestionó con un susurro.


Con un paso tranquilo, se acercó a Vega y lo contempló. Sabía que no había más tiempo para jugar con el pobre hombre, por lo que optó por acortar el sufrimiento. Detrás de la barra, buscó el arma de Vega y la revisó. Era un revolver de alto calibre con capacidad de siete balas.


—Hasta nunca, Vega —Carmesí pronunció al quedar frente al mafioso y apuntar con la pistola—, nos veremos en el infierno.


Como si no existiera emoción alguna en su interior, Carmesí tiró del gatillo dos veces y daño el pecho de Vega. Regresó a la caja de luz y dejó la palanca arriba.


Por fin había terminado su trabajo. Acto seguido, se dirigió a la barra y tomó el teléfono de Vega. Terminó la extraña videollamada y guardó el aparato en su gabardina. Carmesí tomó rumbo a la salida y estuvo a punto de tirar la pistola. Sin embargo, un auto capturó su atención.


Del auto tipo sedan de color blanco, un hombre y una mujer salieron. Ambos apuntaron al asesino y se resguardaron detrás de las puertas.


—¡Carmesí, no te muevas! —gritó el hombre como una orden autoritaria.


Y, sin titubeos, Carmesí disparó a los intrusos y consiguió que se cubrieran por completo. Se movió rápidamente hasta la motocicleta y manejó rumbo al sur de la ciudad.


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