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Service doble por PrincessGisel

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Vacaciones de verano. Esa temporada del año en que los jóvenes aprovechan para salir con sus amigos, viajar, quedarse en casa jugando videojuegos, ver series o leyendo historias. Matthew esperaba con ansia hacer todo lo mencionado anteriormente. Sin embargo, no imaginó que sus padres decidirían que sus vacaciones las pasaría con unos desconocidos.

Aunque él manifestó reiteradamente que podría cuidar de la casa y de él mismo, a sus padres les preocupaba que estuviera solo. Así que, allí estaba, en la cocina de una vivienda de madera de dos plantas, en un pueblito remoto, rodeado de extensas praderas y un montañoso valle.

Al principio le preocupaba que no tuvieran internet, al menos quería que tuviera algo con que entretenerse para no morir de aburrimiento. Pero se relajó al ver las torres de comunicaciones durante el trayecto.

Vio cientos y cientos de colinas grandes y pequeñas color verde claro, verde oscuro y verde pantano. El paisaje era hermoso, sí. Pero no estaba acostumbrado a presenciar el reinado de la naturaleza en todo su esplendor alrededor, menos a vivir en fincas y propiedades tan separadas unas de otras. Aun así, debía admitir que el paisaje era relajante. Era como si respirara aire puro en un mundo completamente diferente, separado de la gran ciudad con sus altos edificios y calles atestadas.

Su parte favorita había sido la bienvenida a la morada donde pasaría los siguientes días de su receso escolar.

Los cuadros, los objetos decorativos e incluso el color cálido de las paredes de la vivienda le transmitieron una sensación hogareña, en especial la señora Copper, que los trató con mucha afabilidad. Desde que se sentaron en el comedor él no había parado de sonreír y para su grata sorpresa no se sintió como un extraño; sino como un pariente lejano que venía de visita, aunque literalmente apenas se estaban conociendo.

La señora Copper era la amiga, ex compañera de la escuela o familiar de uno de sus padres -no le había quedado muy claro por estar distraído- y una mujer rechoncha y amable. Pudo percibir tras unos segundos de charla que era una persona dulce, divertida y de carácter franco. La agradable mujer les tenía preparado un banquete de recibimiento, pese a que habían llegado pasada la hora de la cena.

Les habló con cierto reproche (pero aun así se notaba el cariño que les tenía) de sus dos hijos gemelos: Samuel, apodado Sam y Louis, siendo este el más atrevido de los dos según las numerosas travesuras que les contó. En determinado punto de la animada conversación, se volvió hacia Matthew y le preguntó con una sonrisa:

- ¿por qué no vas a conocerlos? ya deben de estar abajo.

Matthew no quiso ser descortés y se levantó del asiento. Se sentía contagiado de un buen humor inusitado. Descendió por las escaleras mientras meditaba cómo sería vivir con ellos. Pensó que no sería tan malo pasar el resto de sus vacaciones con esa familia, si todos fuesen así de agradables. Le resultó curioso. Él no era dado a intimar con nuevas personas ni a tener expectativas en ese aspecto, aparentaba sentirse satisfecho para no molestar a otros, en especial a sus padres, quienes se esforzaban porque fuera feliz. Pero, no podía evitar sentirse mal cuando se forzaba a hacerlo.

Terminó de bajar los escalones adyacentes a la estancia y a lo lejos vio el espaldar del sofá y dos melenas cobrizas viendo la tele. Caminó en dirección a ellos y uno de los chicos, el que estaba en el lado izquierdo del mueble debió haberlo escuchado porque notó su presencia.

- tu eres Matthew ¿cierto? – preguntó sonriente. A Matthew le pareció que se estaban divirtiendo. Su compañero giró el cuello para verle.

-Mamá debió haberte hablado de nosotros- dijo. Ambos se colocaron de pie para acercársele y se pararon frente a Matthew, uno al lado del otro. Eran idénticos, en las facciones de la cara, el color del cabello, los ojos castaños, probablemente hasta tendrían también la misma estatura. Nunca en su vida había visto dos personas más parecidas.

-Te apuesto a que no puedes adivinar quién es quién-le retó el que estaba a su derecha. El segundo chico que le dirigió la palabra. Matthew los reparó un escaso segundo. Luego miró a su retador.

-tu eres Louis- dijo y el chico abrió los ojos con sorpresa. El otro gemelo agachó la cabeza tratando de ocultar su sonrisa.
- ¿cómo lo supo? - preguntó Louis mirando a su hermano.

Después de dejar a Louis boquiabierto y habiéndose despedido de sus padres, quienes conducirían toda la noche hasta la posada más cercana y luego a la urbe donde se llevaría a cabo la reunión a la que debía asistir su padre, la señora Copper llevó a Matthew a la habitación en la que dormiría las próximas semanas. Era un cuarto de tamaño medio con un armario, una cómoda de cajones horizontales y una cama mucho más espaciosa que la que tenía. Pensó en la posibilidad de que se tratara del dormitorio del señor y la señora Copper. Ella confirmó sus pensamientos al decirle que podía dormir allí, pues su marido casi siempre estaba fuera por trabajo. No parecía importarle demasiado, por lo que Matthew decidió aceptar su generosa oferta.

Creyó que ya iba a irse a dormir. Pero, en ese preciso momento aparecieron Louis y Sam diciendo que no era justo que tuviera para él solo la cama más grande y cómoda de la casa. Su madre los mandó a callar y salió de la habitación pasando por un lado e ignorándolos por completo. Cuando los gemelos empezaron a discutir cuál de los dos dormiría con el invitado esa noche Matthew les prestó atención un poco perturbado.

- ¿qué están diciendo? -replicó -No pueden estar hablando en serio si creen que uno de ustedes va a dormir aquí.

- tienes razón- dijo uno de los gemelos.

-podemos dormir los tres- contribuyó el otro.

- ¿qué? – Matthew estaba desconcertado. Los gemelos se acercaron y retrocedió atemorizado. Luego le agarraron cada uno por un brazo y lo llevaron casi a rastras. 

- ¡Esperen! -gritó- están bromeando ¿verdad?

No fue ninguna broma. A Matthew le disgustó bastante tener que compartir la cama y estar en el medio de dos varones esa noche. Además, porque ellos parecían dormir plácidamente, a diferencia suya. Se prometió a si mismo que a partir del día siguiente no dejaría que le molestasen.

Notas finales:

¡hasta la próxima!


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