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La profunda marca del alma por Yukino

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La profunda marca del alma

Fanfic yaoi por Yukino

Basado en el anime de Yuri!!! On Ice

Viktor x Yuuri

Omegaverse

Capítulo 5

 

… las personas dicen sentirse solas y buscan algo fuerte, como el amor…*

 

 

 

 

En sus sueños, bailaba sobre sus pequeños pies, al ritmo de la guitarra que su hermosa abuela interpretaba. Esos eran sus momentos, fue ella quien le dio fuego a sus piernas y que definió su camino en la vida. Zapateaba con fiereza, luego él le daba ese toque personal al brincar un poco y caer sobre la punta de su pie derecho. La mujer después de eso soltaba la guitarra y lo cargaba con ternura.

 

Viktor veía desde los elevados brazos de su dama favorita a su hermano mayor, en la esquina de aquella puerta. Dimitri siempre los observaba cuando danzaban, pero el niño más pequeño no podía interpretar aquella mirada. La abuela entonces ponía a Viktor en el piso de nuevo e iba a abrazar a su otro nieto. Dimitri se asustaba un tanto, pero recibía el cariño de la mujer con todas sus fuerzas.

 

Luego, ella con dulzura regresaba a Viktor y ponía su dedo índice sobre la punta de su nariz, indicándole que todo estaba bien. Todo estaría bien.

 

Viktor abrió los ojos, esta vez ya sin angustia, sin sobresaltos. Llevó su dedo índice con algo de nostalgia la punta de su nariz, y lo que vino de inmediato a su memoria fue Yuuri. Así que era eso, ese toque que se le hizo tan familiar, el que le hizo sentir que su corazón salía de su pecho y se iba tras ese muchacho de ojos sesgados y cabellos negros. Ese pequeño toque que lo trajo de vuelta al planeta tierra, luego de estar ausente de la realidad por tanto tiempo. Estaba confundido, porque sentía que Yuuri no podría estar con él como lo deseaba, con las desenfrenadas ansias de su alma y cuerpo. Porque su chico japonés ya le pertenecía a alguien, un alpha le había ganado la medalla de oro a la vida del joven, y era un podio que ya no podría ocupar jamás.

 

Miró por la ventana de su cuarto, apenas si rayaba el alba. Esa leve luz rojiza lo llevó a las reflexiones. Él ya no tenía la edad para amores de verano, menos con un omega marcado que al final, terminarían llevándose de su lado. Quizás Yuuri solo estaba siendo arrastrado por su instinto y su aroma, porque en aquel lugar extrañaba a su alpha, por eso le seguía el juego de las caricias. Viktor se tomó el rostro con algo de desesperación, eso que estaba sintiendo por el chico, tendría que tener un freno. No podía seguir arrastrándolo en un juego en el que ambos iban a salir muy lastimados. Sentía que quería demasiado a su Yuuri como para causarle algún problema que no tuviera reversa.

 

También pensó en que podía pedirle que acabara el vínculo con su pareja. El problema eran las posibles consecuencias en la salud del japonés. Además, sin la sangre del alpha, no podía hacerse mayor cosa. De hacerlo de forma unilateral, podría llevarlo incluso a la muerte, y lo prefería con otro, que muerto o enfermo.

 

Odió ese lazo poderoso que había entre humanos, ¿por qué no pudo ser él, quien se cruzara en su camino antes que ese otro hombre? Él que tantas veces había ido a Japón, por qué no sintió que algo lo llamaba, que algo le mostraba el camino hacia Yuuri, así haberlo tomado, y haberlo hecho suyo primero, haberle mordido con tal ferocidad, como para que nunca olvidara a quién pertenecía. Entonces, Yuuri le habría salvado de ese camino tan oscuro en el que anduvo por tanto tiempo, en el que su cuerpo y su semen se revolcaron por doquier, al compás de amantes que ni siquiera recordaba.

 

—Parece que hoy despiertas muy bien, hermanito —dijo Anna entrando a la habitación, con una taza de café en la mano.

 

—Los sueños esta vez fueron muy confusos. Y solo me presagian soledad. —Anna lo miró con algo de nostalgia.

 

—No me digas que te peleaste con Yuuri, ¿qué le hiciste? —La chica se sentó en la cama de su hermano y le hizo cosquillas en lo pies. Viktor con esa sonrisa que iluminaba el mundo, recogió las piernas, y se las abrazó.

 

—Voy a terminar todo, antes que hacerle algo.

 

Anna, no entendió muy bien las palabras de su hermano menor, y no pudo disimular el dejo de angustia que aquello le causó. Viktor tenía esa mirada resuelta, misma que usaba cuando iba a salir a alguna rutina, dispuesto a ganar, así su cuerpo estuviera al límite de sus fuerzas.

 

En la clase, no obstante, se encontraba muy ausente, distraído. Estaba en la parte alta del salón, junto a J.J, que claro, se daba cuenta de aquella actitud. Desde abajo, Yuuri ocasionalmente viraba a verlo, intentando hallar sus ojos para poder saludarlo, o al menos saber si algo malo sucedía, pero era claro que Viktor estaba evitando su mirada.

 

Angustiando y con un dolor desconocido en el pecho, Yuuri miraba constantemente su celular, esperando ese mensaje de buenos días, que esa mañana, no llegó. Cada que el aparato vibraba, lo hacía también su corazón, creyendo que era la señal de humo de ese hombre que le gustaba tanto. Pero nada sucedía, en absoluto.

 

—¿Te pasa algo, Nikiforov? Te ves muy preocupado, ¿malas noticias? —preguntó en voz baja Leroy, al verlo tan ausente del momento.

 

—No es nada serio. Solo reflexiono sobre muchas cosas.

 

—Deberías saludar al menos a tu novio, no ha dejado de ver hacia acá, buscándote.

 

—No quiero verlo.

 

J.J abrió los ojos muy sorprendido. Bajó la mirada y se encontró con la de Katsuki, y no supo qué hacerle saber, así que solo sonrió. El chico del Japón regresó sus ojos al maestro, y entendió que algo estaba muy mal ese día.

 

—¿Qué tanto ves hacia atrás? ¿Viktor está enfermo o algo?

 

—No, parece muy sano.

 

—¿Y él…? —susurró Gino algo sonrojado, haciendo bailar la pluma en sus dedos.

 

—Él también parece muy sano. Acaba de sonreírme. —Yuuri vio la expresión de alegría que se dibujó en el rostro de su amigo, que claro no iba a voltear a mirar jamás. La orden de «restricción» que él mismo había pedido a la rectoría estaba en curso, así que debía hacerla cumplir. A pesar que se le estuviera haciendo un infierno todo aquello, pues a esa distancia que era prudencial, podía sentir el aroma de Jean, como si le estuviera quemando la piel.

 

La clase llegaba entonces a su fin. Era hora de tener un receso y comer algo. Se levantaron todos, menos Viktor, que seguía en la luna. Con algo de molestia, Jean le tocó el hombro para que reaccionara, era hora de salir de ahí, pues quedaba claro que Viktor lo necesitaba.

 

El de cabellos grises se dio cuenta que el salón estaba quedando vacío, tomó su bastón con desgano y se dispuso a bajar las escaleras. Al final de estas, casi en la puerta, Gino iba al lado de Yuuri. Estaban a pocos pasos de toparse, así que J.J se giró para darle la espalda al joven editor y esperar que saliera primero. No quería bajo ninguna circunstancia romper el acuerdo, esperaba con eso hacerle saber a su omega, que era un hombre confiable. Sin embargo, eso partió el corazón de Gino, pero era algo que él mismo había provocado, y que iría hasta cuando él dispusiera lo contrario. Aun así, lo peor estaba por venir. Viktor llegó al escalón en el que Jean estaba de espaldas y cuando iba a preguntarle por qué demonios hacía eso, vio hacia la puerta y de manera inevitable se encontró con la mirada esperanzada de Yuuri. El rey del hielo no supo qué hacer, mucho menos cuando el chico del Japón empezó a subir las escaleras para llegar a su lado. Una vez muy cerca, extendió su brazo con la intensión de poder tocar su rostro.

 

—¿Estás bien? Te ves algo… —y justo cuando deseaba terminar de hablar, Viktor golpeó su mano con fuerza para impedirle que llegara a su mejilla.

 

—¡No me toques! ¡Déjame en paz! —gritó de inmediato luego de apartarlo de manera tan brusca. Todos se quedaron con la boca abierta, aterrados. Yuuri se tomó la muñeca, aquel manotazo había dolido mucho. El día estaba predispuesto a las estupideces, y Viktor, al igual que Jean, las cumplían a cabalidad.

 

Gino tomó a Yuuri por la chaqueta y lo haló hasta sacarlo del salón. J.J se dio la vuelta y le empezó a recriminar, más con sorpresa que con rabia, la actitud hacia Katsuki. Era claro que no quería verlo, pero apartarlo así, había sido muy violento. Viktor soltó su bastón y se dejó caer en la silla que tenía a su lado. Se llevó luego las manos a su cabeza, no respondía nada, y el otro patinador dejó entonces de preguntar. Algo le estaba pasando, algo muy malo. Creyó que quizás había sido un revés en su aparente rehabilitación, no debía ser nada fácil dejar atrás su vida pasada, con tantos excesos y con tanto sexo. Se sentó una silla más abajo, sin decir nada. No quería dejarlo solo, no parecía ser el momento.

 

–Está marcado —suspiró Viktor, mientras se incorporaba un poco y veía por la ventana.

 

—Lo sé, a pesar de que desea ocultarlo, puede vérsele la mordida. —Hizo una pausa y agregó —: ¿es eso lo que te tiene molesto? ¿Qué ya en apariencia pertenezca a alguien más?

 

—Me molesta el hecho de saber que no podré llegar con él más lejos, que lo que nos pueda ofrecer una aventura. Aún no hacemos el amor, y he hecho mi mejor esfuerzo por no tomarlo a la fuerza. Pero, ¿qué va a pasar una vez este ridículo curso se termine? De seguro regresará a su país, al lado de su alpha. Y yo, seré de nuevo un amante más. —Viktor miró la nuca de J.J, esperando con ansiedad alguna respuesta, por mucho que pudiera caerle mal.

 

—¿Y sí Katsuki está en este curso, porque desea alejarse de esa persona? Él no parece ser del tipo desleal, jamás hubiera permitido que le tocaras ni un cabello, de estar enamorado de alguien más. Hubiera sido fiel a su pareja, además que solo podría responder a esta… Pero no me creas a mí, tú deberías hablar con él de esto que me cuentas. Tú estás tan acostumbrado a estar con personas que solo se interesan en el sexo y el dinero, que ahora estás confundido. ¿Es horrible verdad? Que te guste tanto alguien y no tengas la menor idea de qué hacer, cuando el camino simple es llevártelo lejos, vivir en una montaña solo tomándolo y criando hijos. Así debería ser, pero por alguna razón, las espinas de la rosa nos atraen más.

 

Jean, no volteó a verlo ni un segundo, por eso no pudo ver el rostro de estupor de Viktor, que había quedado mudo ante sus palabras. Todo lo dicho por ese idiota, era cierto. No iba a poder hacer otra cosa que hablar de frente con Yuuri y dejar de hacer supuestos en su cabeza. También era cierto que no tenía idea de cómo lidiar con aquello de la forma correcta, por que no se había enamorado antes, por que sus relaciones no pasaban de unas cuantas horas en una cama. Y con su niño de cabello negro, lo deseaba todo. Pero él no quería una casita en las montañas, él la deseaba en la playa. Sonrió, Jean parecía más sensato de lo que pudo imaginar. Gino estaría con un muy buen hombre, si acaso se decidía a aceptarlo.

 

—Voy a patinar un rato, ya me hace falta la práctica. ¿Quieres venir conmigo? Te hará bien respirar el aire frío, te pondrá las neuronas en orden —habló Jean mientras estiraba sus brazos, aún sin levantarse de la silla.

 

—¿Y sobre qué piensas patinar? ¿Sobre el césped o la piscina? Eres un tonto.

 

—¿Pero qué estás diciendo? —Jean se giró en la silla y lo vio con sorpresa. —¿No sabes que hay una pequeña pista de hielo? ¿En serio? Creí que una de las razones por las que habías aceptado venir acá era que podías estar en contacto con el patinaje… Por Dios, eres un imbécil.

 

Jean no pudo soportar y se echó a reír de Nikiforov, que ignoraba por completo que tenía la posibilidad de estar cerca de una pista de patinaje sobre hielo. Mientras escuchaba las escandalosas carcajadas de su rival, creyó entender un poco la insistencia de su madre en que estudiara ahí precisamente. No supo cómo sentirse. Todos parecían siempre querer favorecerlo, por mucho que se equivocara. Pero no quería eso con Yuuri, no quería que esta vez todo fuese un error, no quería dañarlo, no obstante, recordó lo que había pasado minutos atrás y supo que había cometido su primer traspiés.

 

—Está bien, iré a verte patinar, a mí también me hace falta reír un poco.

 

J.J le hizo una mueca de desagrado. Salieron de ahí a la famosa pista, que para su fortuna estaba desierta. No tenían idea que eran seguidos por la mirada severa de Gino, que deseaba hablar con Viktor acerca de su odiosa actitud con su amigo, sin embargo, al ver que iba junto ese alpha que era su destinado, se contuvo un poco. Pero, no podía dejar pasar más tiempo.

 

Leroy alquiló unos patines, que le desagradaron mucho, al menos, eso sí, estaban muy bien las cuchillas. Le pidió al amable encargado que pusiera la música y aunque el sonido no era muy pulcro, servía para el propósito. Caminó seguro hasta la pista, mientras Viktor miraba con atención sus movimientos. El muchacho hizo unos ejercicios de estiramiento, su físico estaba intacto, no obstante, la práctica se había reducido mucho desde que, al igual que Viktor, entró en ese caballo desbocado de vida, luego que le rompieran el corazón. Quería lucirse con el número 1 del mundo, guardando las precauciones.

 

Como si fuera un entrenador, Viktor sacó su móvil y empezó a anotar lo que creía, J.J debía mejorar. Había ejercicios menos exigente que podía hacer, debía fortalecer más el movimiento de sus brazos, que también eran muy importantes. Ese había sido el punto débil del canadiense, la leve falta de sincronía entre sus manos y pies.

 

Madame Butterfly empezó a retumbar en las gradas vacías, y el artista comenzó a danzar con su tristeza. Había mucha gracia en sus movimientos, a pesar de no ser una melodía que Leroy normalmente interpretaría. Seguro estaba triste, confundido y aquella pieza lo representaba un poco.

Un precioso salto simple, que Viktor tuvo que alagar. Se recostó un poco en la baranda, mientras seguía anotando lo que le parecía había que mejorar. No quiso hacerle un video, eso sería mostrarle mucha importancia y en apariencia debían caerse mal.

 

Pero por el túnel de la entrada que iba hacia las barandas, un alma cautivada caminaba directo a ver al patinador. Esa música, esos movimientos, ese aroma, todo lo llamaba para que estuviera ahí presente, porque, aunque triste, esa danza era para él. Gino entró a la luz, con los ojos extasiados, como si fuera testigo de algo maravilloso. Viktor lo vio cuando llegó, y se quedó estático. No quiso decir nada que interrumpiera a J.J y tal vez sufriera una caída. Gino tomó con fuerza la baranda, sin siquiera parpadear. El patinador no se daba cuenta de nada, él danzaba, dejaba todas esas frustraciones que estaba sufriendo en el filo de sus cuchillas.

 

El ruso, tomó sus cosas y salió lentamente del lugar. Ese no parecía ser el momento para que estuviera presente, sabía por la mirada de Gino, que ahí iba a comenzar una bella historia de amor, que el corazón astillado de Leroy, iba a ser reparado tal vez para ya nunca más ser roto. Pensó, que era el momento de él mismo, buscar a su artista.

 

Gino inclinó un poco su cabeza, ver danzar a su alpha era de las cosas más bellas que había experimentado. Claro que había buscado sus presentaciones en la red, pero nada se comparaba con ese instante, cuando podía tenerlo en vivo y en directo. La música llegaba a su fin y en un precioso giro, Jean clavó su patín derecho al piso y terminó con una pose en la que levantaba los brazos, que le dolían un poco. Apenas si podía con su respiración y esperaba alguna palabra de Viktor para dejar su pose.

 

—Es de las cosas más lindas que he visto en el mundo –dijo Gino casi en un susurro, que hizo eco en todo el sitio. Ninguna historia de las que había leído y corregido, se comparaban con la belleza que había vivido al verlo patinar.

 

Jean hizo un movimiento brusco que por poco lo hace caer. No sabía que hacer, estaba agitado, bañado en sudor, y ahora con el corazón a punto de salirle del pecho con el impacto que le causó ver a su omega en ese sitio. No obstante, a diferencia de siempre, la expresión de Gino era cautivadora. Poco a poco se deslizó sobre los patines y llegó hasta el muchacho editor, que tomaba aún más fuerte la baranda, porque el aroma de ese hombre lo estaba enloqueciendo, más aún que transpiraba y respiraba agitado. Jean también estaba haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, pues el aroma del muchacho estaba mucho más intenso que siempre.

 

Levantó una de sus frías manos y la dirigió con algo de precaución a la mejilla de Gino, que sintió ese tacto congelado, que le ayudaba a aminorar el calor que lo estaba invadiendo. Cerró los ojos, levantó un poco el rostro para hacerle saber que su puerta por fin estaba abierta. Jean no dijo una palabra, ese no era el momento para hablar, así que con toda la ansiedad y felicidad el mundo contenida en su cuerpo agitado, se acercó lo suficiente para así poder besarlo. Y entonces comenzaba su historia.

 

Viktor caminó directo al cuarto de Yuuri, era también hora de saber que podía suceder con su propia vida. Llegaba el momento de saberlo todo, de tener claridad en lo que deseaba el chico del Japón, y él mismo. Ese sentimiento que no había experimentado nunca en los muchos labios que había besado y que ahora se desbordaba en la presencia de ese niño de cabellos negros, debía entenderlo y ponerle un nombre. Si era amor, si ese calor en su pecho cuando lo veía sonreír significaba que estaba enamorado, entonces lucharía por seguir con él. Si tenía que luchar con ese otro alpha que ya lo había marcado, entonces, que así fuera.

 

Tocó insistente en la puerta de Yuuri, pero no obtuvo respuesta, de seguro estaba en la biblioteca. Cuando iba de regreso, vio la puerta de las escaleras abierta, y ese algo lo llamó, es algo que no entendía, pero que no era un aroma. Arriba en la terraza, vio a Yuuri agazapado en un rincón, abrazado a sus piernas. Poco a poco se acercó, mas el chico no parecía darse cuenta de su presencia.

 

—Estoy aquí, Yuuri.

 

El muchacho se sorprendió mucho, y no tuvo tiempo de limpiar el mar de lágrimas que derramaba. Viktor se inclinó con algo de dificultad, pero quería estar a su altura. Luego lo tomó con delicadeza por atrás de su cabeza, para poder pegar su frente con la de él.

 

—Solo dime que no sientes nada por ese que te marcó, dime que no lo amas, que tu corazón no le perteneces. Solo dilo, por favor…

 

Yuuri no paraba de llorar, sin embargo, no dijo nada. El hombre de cabellos como la luna tenía entonces, según él, todo muy claro y empezó a soltarlo. El llanto del japonés era sobrecogedor, pero no debía ser él quien lo consolara. Ya de pie dispuesto a irse y salir de la vida del joven para siempre, sintió como era tomado con mucha fuerza por su muñeca. Bajó la vista, Yuuri al parecer sí tenía algo más que decir.

 

—¡No lo entiendes! ¡No amo a nadie más que no seas tú! ¡Pero también vas a dejarme! ¡También me abandonarás! —gritó sollozando, desesperado. Viktor creyó que el pecho iba a estallarle de dicha, pero no se esperaba que Yuuri se levantara de manera intempestiva y saliera corriendo como si le persiguieran.

 

Quiso seguirlo, por supuesto, pero su pierna aún no era tan rápida como su voluntad. Cuando terminó de bajar las escaleras ya no lo vio por ninguna parte y tampoco parecía estar en su habitación. Viktor pensó que era mejor dejarlo solo en ese momento, así que empezó a caminar hacia su departamento. Miró hacia el cielo, y sonrió al ver la luna tan brillante.

 

—Muy bien, Yuuri. Es hora entonces que yo cruce montañas y mate dragones para estar contigo.

 

 

***

 

Con amor: Yukino

 

Fragamento Ta Lila Boku wo de Nana Mujika

 

 

 

 

 

 


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