Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

131. Encontrar la Fortaleza (24) por dayanstyle

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Sung Chan entró en el aparcamiento de la comisaría y miró fijamente hacia su edificio. No estaba de humor para ir a casa, no cuando había encon- trado a su pareja. Sung Chan estaba inquieto, muriéndose por ir con Shotaro. No sólo porque Shotaro fuese suyo, sino que había sentido algo… fuera acerca de la casa. Sung Chan no podía decir por qué, pero sintió como si Shotaro estuviese en peligro.

 

Ese era un pensamiento ridículo. Vivía con su anciana abuela.

 

En esa enorme mansión.

 

—  

26

¿Qué estás haciendo aun dando vueltas por aquí? —Preguntó Axel cuando salió de la comisaría—. Vives en la puerta de al lado. Pensé que es- tarías poniéndote cómodo en casa ahora mismo. ¿Te lleva qué, cinco segun- dos llegar a tu departamento?

 

Sung Chan se rio entre dientes. —Quizás diez si subo por las escaleras.

 

Axel llegó a su camioneta e hizo un movimiento con la mano. —Ten una buena noche.

 

Sung Chan le devolvió el saludo, sus pensamientos aún en Shotaro. No podría hacer daño pasar por su casa y comprobarlo. Sung Chan podría decir que se estaba asegurando que el ladrón no hubiese regresado.

 

Miró fijamente hacia el sol desvaneciéndose antes de dirigirse hacia el aparcamiento detrás de su edificio de apartamentos y entrar en su Charger verde. La temperatura había parecido lo suficientemente decente cuando había salido de la comisaría, de manera que Sung Chan bajó la ventanilla uno o dos centímetros, sonriendo ante el pensamientos del clima cálido.

 

El invierno había sido brutal, lo que había averiguado era poco común en estas partes. Todo el mundo en Villa Kim estaba preparado para librarse de la nieve y ponerse protector solar. Sin embargo, Sung Chan no estaba demasiado interesado en el verano. Odiaba el calor. Una pena que la primavera y el otoño no pudiesen durar todo el año.

 

A medio camino a casa de Shotaro, Sung Chan tuvo que volver a subir la ventanilla. Con el sol poniéndose, el poco calor desapareció. Un ligero escalofrío se adhirió al interior de Charger, pero el explosivo calor del salpicadero le superó rápidamente.

 

Pero el escalofrío regresó cuando Sung Chan condujo por el largo tramo de camino que llevaba a la mansión. La estructura de piedra se alzaba en el crepúsculo de anaranjadas y rojas rayas en el cielo, como un amenazante centinela que le advertía que regresase.

 

Eso era de locos, y se reprendió a sí mismo por tener tales pensamientos, pero Sung Chan no pudo evitar la sensación que algo oscuro y peligroso     27

acechaba detrás de esas paredes.

 

Incluso su puma se inquietó. Aulló y siseó cuando Sung Chan aparcó y salió. Un movimiento sobre él atrapó su atención, pero cuando miró al piso superior de la torreta izquierda, no vio nada excepto ventanas oscurecidas. La mansión no era tan acogedora como lo había sido durante la luz del día.

 

—  Espeluznante casa, —murmuró cuando cerró la puerta del coche.

 

Sung Chan no había dado dos pasos antes que la puerta principal se abriese. Shotaro estaba ahí de pie mirando fijamente con los ojos como platos, como si Sung Chan fuese un fantasma viniendo a atormentarle.

 

—   ¿Qué estás haciendo aquí? —Shotaro cerró la puerta detrás de él, mi- rando alrededor—. No deberías estar aquí.

 

La nerviosa tensión en la postura de Shotaro también tuvo a Sung Chan mirando alrededor. El viento soplaba suavemente a través de los árboles, y algunos bichos del bosque corrieron más allá de la línea de árboles. Sung Chan no vio nada que justificase la asustada expresión de Shotaro.

 

 

—   ¿Pasa algo? —Sung Chan estaba preocupado por el extraño compor- tamiento de Shotaro.

 

—   ¿Por qué estás aquí? —Shotaro miró de nuevo alrededor, luego miró sobre su hombro como si esperase que alguien saliera por la puerta principal en cualquier momento.

 

—  Vine a ver cómo estás.

 

Shotaro le miró sorprendido. —Eso fue, uh, muy amable de tu parte, pero todo está bien. Odio que recorrieses todo este camino para nada. La próxima vez deberías llamar.

 

Tenía el número de teléfono de su pareja del informe que Shotaro había completado, pero Sung Chan no había querido utilizarlo para una llamada personal. Tampoco le gustaba que Shotaro le estuviese ahuyentando. — ¿Al menos puedo entrar y saludar a Lia?    28

Por la incierta expresión de Shotaro, Sung Chan pudo decir que su pareja quería invitarle a entrar, pero algo estaba reteniendo a Shotaro. Shotaro abrió la boca y Sung Chan estaba seguro que su pareja le alejaría, pero antes que pudiese hablar algo se estrelló en el interior de la casa.

 

Sung Chan comenzó a avanzar, pero Shotaro levantó ambas manos, mo- viéndolas hacia atrás y hacia adelante. —Probablemente fuesen los perros. Puedo ocuparme de eso. Deberías irte.

 

¿Qué jodidos perros? Sung Chan no había visto ninguno la última vez que había estado aquí.

 

—   Y una mierda que me iré. —Sung Chan pasó a su lado y entró al gran vestíbulo. La casa estaba tan silenciosa como un cementerio mientras miraba alrededor. No vio nada derribado o roto. Shotaro entró corriendo detrás de él, retorciendo sus manos delante de él.

 

—  Es tarde, — dijo Shotaro—. Deberías irte.

 

Sung Chan comprobó su reloj. —Sólo son las siete de la tarde.

 

Shotaro se estiró, dando un falso bostezo. —Por aquí, nos vamos temprano a la cama.

 

Sung Chan torció los labios hacia un lado y entrecerró los ojos. — ¿Qué me estás escondiendo?

 

—   ¿Quién, yo? —Shotaro se rio de manera nerviosa—. Nada. No tengo nada que esconder.

 

—    Lia podría haberse caído. —Sung Chan estaba genuinamente preocupado por ella. Ese estallido tenía que haber venido de alguna parte—. Sólo deja que la vea para asegurarme que esté bien.

 

Los pasos de Sung Chan fueron largos mientras iba hacia el dormitorio  de Lia. Shotaro tuvo que correr para seguirle el paso. Cuando alcanzó la puerta, Shotaro entró delante de Sung Chan. —Debería asegurarme que ella esté visible.

 

Estaba haciendo tiempo. ¿Pero por qué? Sung Chan estaba determinado a descubrir qué estaba pasando en esta casa de gran tamaño.

 

 

 

No. Entres. En Pánico, repitió Shotaro en su cabeza mientras corría junto a Sung Chan, rezando a quien quiera que escuchase que Frankfurt no le atrapase en la casa.

 

Tan aterrorizado como estaba Shotaro, también estaba secretamente feliz por ver de nuevo a Sung Chan. Sólo se había ido hacía unas horas, pero para Shotaro, se sintió como toda una vida. Hizo todo lo posible por no mirar descaradamente, no molestar abiertamente a Sung Chan con sus ojos, pero su mirada siguió desviándose hacia el guapo detective.

 

Hasta que intentó abrir la puerta del dormitorio de Lia. Frankfurt había contratado de nuevo a Maria y Derek, y Shotaro no quería que Sung Chan se

 

encontrase con cualquiera de ellos. No eran amistosos con los extraños, y teniendo en cuenta que eran vampiros, cualquiera de ellos podría darle un mordisco a Sung Chan.

 

Shotaro tenía que asegurarse que Maria no estuviese en la habitación con Lia. Pasó corriendo a Sung Chan y se quedó de pie frente a la puerta de la habitación, sus brazos estirados. —Debería asegurarme que esté presentable.

 

Antes que Sung Chan pudiese pasar junto a él como había hecho en la puerta principal, Shotaro se deslizó en el interior de la habitación de Lia se sintió aliviado que Maria no estuviese a la vista. Lia estaba sentada junto a la ventana, revisando un montón de viejas fotos.

 

Hacía eso a menudo, más en el último año. El mayor miedo de Shotaro era perderla, pero sabía que su abuela no podría vivir para siempre.

 

El montón de fotos estaba colocado al azar frente a ella sobre la mesa, pareciendo listo para caer en cualquier momento. —Deja que te ayude.                                             30

Mientras Shotaro enderezaba el montón, la puerta del dormitorio se abrió. Sung Chan entró, mirando alrededor antes que su mirada aterrizase en Lia.

 

—   ¿Por qué no esperaste en el pasillo? —A Shotaro le gustaba la confianza de Sung Chan, la forma en que se hacía cargo de sí mismo, pero necesitaba aprender límites—. ¿Qué pasaría si Lia no estuviese vestida?

 

Sung Chan le dio esa media sonrisa, por la que Shotaro estaba cayendo con fuerza. Metió las manos en los bolsillos delanteros de sus vaqueros y una suave risita retumbó en su pecho. —Entonces le habría traído una bebida.

 

—   ¡Gilbert! —Lia sonrió ampliamente a Sung Chan—. ¿Dónde has estado? Te busqué por todas partes. Pensé que te habías caído de nuevo en el estanque.

 

Shotaro le dio una palmadita en su arrugada mano. —Es hora de ir a la cama, abuela.

 

—   Oh, bah. —Le indicó que se fuera—. Gilbert está aquí. Quiero que me cuente la historia de aquella vez que corrió desnudo con los leones en África.

 

Sung Chan miró a Shotaro con una mirada interrogante, como si le pregun- tase si debería inventar una historia para aplacarla. Shotaro sacudió la cabeza, tomó la foto de ella y la puso en su mesa antigua. —Podrá contártela mañana. Necesitas tu sueño de belleza, ¿recuerdas?

 

—   ¿Por qué? —Preguntó Lia mientras permitía que Shotaro la ayudase a levantarse de la silla. — ¿Gilbert me llevará a una cita? —Ella se sonrojó y Shotaro tuvo que reprimir su sonrisa—. No podemos decírselo a nadie. Sería un escándalo si supiesen que estaba saliendo con el empleado doméstico.

 

Sung Chan echó hacia atrás las mantas de la enorme cama victoriana antes de dar un paso hacia un lado. —Prometo no decir una sola palabra, Lia.

—Sung Chan le guiñó un ojo, y el corazón de Shotaro se derritió por lo paciente y   cariñoso que era con ella.                                                                                                           31

Se estaba convirtiendo en el hombre perfecto un hombre con el que Shotaro nunca podría estar. El pensamiento le sacó del tierno momento. Hizo a un lado a Sung Chan con una mano y se ocupó de Lia, metiéndola en la cama, y luego besándola en la frente. —Dulces sueños.

 

Shotaro sacó a Sung Chan de la habitación y cerró la puerta detrás de él.

—De acuerdo, la has comprobado. Ahora puedes irte.

 

—   Estoy comenzando a pensar que no te gusto, — bromeó Sung Chan—.

¿Por qué no podemos tomar una taza de café y hablar?

 

—   Me he quedado sin café y se está haciendo tarde. —Shotaro se dirigió hacia la puerta principal, pero cuando miró detrás de él, Sung Chan no le estaba siguiendo. El detective estaba de pie delante del enorme cuadro de los padres de Shotaro, estudiándolo.

 

El cuadro mostraba un tiempo más feliz, antes que la madre de Shotaro hubiese muerto, y antes que Charles hubiese sido atacado y muy desfigurado.

 

Antes que su padre se hubiese convertido en un monstruo.

 

Shotaro regresó lentamente hacia Sung Chan, luego se quedó de pie a su lado, levantando la mirada hacia su hermosa madre. Su cabello era largo y rubio, y colgaba en suaves ondas por su espalda. Tenía unos encantadores ojos azules, labios perfectos y delicados rasgos. Había muerto un año después  que Shotaro hubiese nacido. Ni siquiera la había conocido, pero no obstante su pecho le dolía.

—  Ella es impresionante, —dijo Sung Chan—. Veo mucho de ella en ti. Shotaro no. Todo lo que había heredado de su madre eran sus ojos, el co-

lor de su cabello y sus delicados rasgos. De acuerdo, de manera que quizás

hubiese mucho de ella en él, pero aunque sus rasgos hubiesen formado a una mujer impresionante, los de Shotaro habían formado a un chico insípido.

 

—   Su nombre era Amariana, —dijo Shotaro. No había dicho su nombre

en tanto tiempo que pareció más un secreto que estaba compartiendo con         32

Sung Chan.

 

—  ¿Y tu padre?

 

—     Realmente deberías irte. —Shotaro se alejó, incapaz de hablar de Charles. Una vez había sido un hombre alegre al que le había encantado reír, y había traído tanta alegría a Osaki Manor. Había hecho fiestas en el gran salón de baile. Había venido gente de todas partes.

 

Eso fue lo que Maria le había dicho. Shotaro no lo sabría porque eso había sucedido antes de que naciese. El Charles que ahora existía nunca reía, nunca sonreía y definitivamente no hacía fiestas. Nunca le había dicho a Shotaro que le amaba. Nunca había abrazado a Shotaro, ni mostrado cualquier clase de afecto hacia su único hijo.

 

Maria y Lia habían criado a Shotaro.

 

—   Hey. —Sung Chan le alcanzó y le tocó el brazo. Al igual que en camino de entrada, electricidad le atravesó. Shotaro jadeó y dio un paso hacia atrás, parpadeando hacia Sung Chan con asombro.

 

 

—   ¿Ves? —Dijo Sung Chan con una encantadora sonrisa—. Eso quiere decir que deberíamos tener una taza de café y hablar.

 

Tantísimo como Shotaro quería, tanto como ansiaba la compañía de Sung Chan, sabía que el detective no podía quedarse. Sung Chan podría ser un shifter, descubrir que un shifter lobo y vampiros vivían aquí no debería ser una sorpresa para él, pero las criaturas que deambulaban por estos pasillos eran malhumoradas y desagradables peones de trabajo. Shotaro no podía arriesgar la seguridad de Sung Chan.

 

—    Quizás podamos encontrarnos mañana en la ciudad en esa pinto- resca cafetería. —El riesgo de ir a la ciudad era grande, pero Shotaro tenía que verle de nuevo. Simplemente aquí no.

 

Sung Chan sonrió y asintió con la cabeza. — ¿Al mediodía?

Una puerta se cerró en algún lugar del pasillo. El pánico se apoderó de           33

Shotaro. Ahora mismo estaría de acuerdo con cualquier cosa que Sung Chan qui- siera con tal que se marchase. —De acuerdo, al mediodía.

 

Shotaro prácticamente le empujó por la puerta y la cerró de un portazo, su corazón latiendo tan rápido que la sangre pulsó en sus oídos. Cuando Shotaro se dio la vuelta, Frankfurt se estaba acercando.

 

Se detuvo a mitad de camino y olfateó el aire. La garganta de Shotaro se resecó cuando un gruñido vibró en el pecho de Frankfurt. — ¿Quién estuvo aquí?

 

En lugar de responder, Shotaro corrió hacia su dormitorio.

 

Cuando fue a la cama, Shotaro soñó con el guapo detective sosteniéndo- le, haciéndole el amor y alejándole de este lugar de pesadilla.

 

 

 

Sung Chan no estaría esperando hasta mañana al mediodía. No cuando sabía que algo sospechoso estaba pasando. Shotaro había estado tan nervioso, su rostro sonrojado mientras sacaba rápidamente a Sung Chan por la puerta principal.

 

Iba a conseguir respuestas, de manera que condujo por el largo camino que se alejaba de la casa de Shotaro, y luego aparcó el coche sobre la hierba y apagó el motor. Con la oscuridad llegó el frío, y Sung Chan no se había vestido para andar por ahí afuera.

 

Pero a su puma no le importaba el frío.

 

El viento era suave, apenas levantando su cabello cuando Sung Chan se desnudó y lanzó la ropa al asiento de atrás. Sus testículos intentaron retraerse en su cuerpo cuando se estremeció, poniendo las llaves de su coche bajo el asiento del conductor.

Luego cambió y salió disparado hacia la parte trasera de la imponente          34

mansión de ladrillo. Altos arbustos se alineaban a un lado, y altos setos estaban en el patio trasero. Sung Chan se lanzó detrás de ellos mientras avanzaba hacia una puerta de madera a la izquierda.

 

Se detuvo, olfateando el aire, luego dio un bajo y silencioso gruñido.

El olor no era humano.

 

Era de shifter lobo.

 

Ahora más que nunca Sung Chan estaba determinado a encontrar a su pa- reja. Si Shotaro supiese acerca del lobo, entonces tendría algunas explicaciones que dar. Shotaro era la pareja de Sung Chan, y la idea de otro macho alrededor de Shotaro hizo que Sung Chan quisiera arrancar la columna vertebral del lobo.

 

Nunca había experimentado una conexión como la que sentía hacia Shotaro. Le guio cuando se encontró atravesando una puerta y una bodega don- de filas y filas de estantes contenían cientos de botellas. Cajas de almacena- miento, barriles de madera y polvorientas cajas también llenaban el espacio. Sung Chan navegó por el sótano, olfateando el aire mientras se acercaba a los escalones.

 

 

Hizo una pausa cuando escuchó a un hombre y una mujer hablando. Sung Chan retrocedió, escondiéndose detrás de un enorme barril cuando la puerta se abrió con un chirrido.

 

—   Frankfurt jura que olió a gato, —dijo el hombre—. Si me preguntas, se está volviendo senil.

 

—   Aún tenemos que comprobar cada centímetro de la casa, —dijo la mujer—. El amo no estará feliz si hay un intruso.

 

Por razones que Sung Chan no podía explicar, no buscaron en el sótano. Incluso después que hubiesen dicho que tenían que buscar en cada centímetro. Quizás no tomasen en serio a este Frankfurt. Cualquiera que fuese la razón, Sung Chan se alegraba que no lo hubiesen hecho.

 

Esperó hasta que las voces se desvaneciesen antes que saliese dispara-do hacia la puerta. Tuvo que cambiar para abrirla. Cuando la atravesó, se  35

encontró en la maldita cocina más grande que jamás había visto.

 

Demasiado grande sólo para Shotaro y Lia.

 

Sung Chan cambió de nuevo a su puma y corrió hacia el pasillo. Cuando llegó a una escalera de caracol, atrapó un olor que hizo que su sangre se helara.

 

Vampiro.

 

continuará...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).