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131. Encontrar la Fortaleza (24) por dayanstyle

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Shotaro no se quedaba para descubrir qué intenciones tenían Derek y María. Gritó a Sung Chan que lo siguiera mientras salía corriendo hacia el ala oeste de la mansión. No tenía idea a dónde ir para protegerse él y Sung Chan de los vampiros. Podían moverse mucho más rápido que Shotaro.

¿Cómo demonios se suponía que iba a huir de ellos?

Sung Chan agarró la mano de Shotaro y corrieron por la primera puerta que se encontraron. La cerró de golpe y presionó sus palmas contra la madera. Shotaro abrió la boca para decir algo, pero Sung Chan presionó un dedo contra sus labios.
El corazón de Shotaro latía aceleradamente mientras asentía, su cabeza rebotando arriba y abajo mientras miraba alrededor de la habitación. Casi todas las habitaciones en la mansión tenían sábanas cubriendo los muebles. Con sus nervios tan crispados, parecía como si una docena de fantasmas estuviera detrás de ellos.

—Necesito mi maldito teléfono, —susurró Sung Chan tan bajo que Shotaro apenas captó lo que había dicho.

—¿Para qué?— Gesticuló Shotaro.

—Para que pueda llamar al Príncipe Jaehyo y que se encargue de tus vampiros.

—No son mis vampiros, —argumentó Shotaro. Saltó cuando escuchó un ruido detrás de él. ¿Algo se había movido en la esquina? Quería seguir moviéndose porque quedarse quieto le daba tiempo para pensar en lo mucho que odiaba esta casa, lo aterrado que siempre vivió aquí, y cómo nunca sintió que encajara no sólo en su familia, sino en la casa en general.

Si Shotaro pudiera marcharse y llevar a Lia con él, lo haría. Pero no tenía dudas de que Charles enviaría a Frankfurt tras él y los traería de vuelta. Se sentía atrapado y su vida apestaba. Real y verdaderamente apestaba, y Shotaro no sólo pensaba eso porque esta era una casa de locos. Pensaba eso porque, bueno, esta casa era una casa de locos y él nunca podría escapar de la locura.
Jamás.

Shotaro golpeó el brazo de Sung Chan y señaló la chimenea. Era lo suficientemente grande como para que un hombre adulto entrara, y había un pasadizo secreto detrás de los ladrillos.

Sung Chan lo siguió, sin hacer preguntas. A Shotaro le gustó eso. Sintió como si el detective confiara en su protección, una confianza que Shotaro estaba decidido a no traicionar.

Ningún fuego había ardido en la chimenea por décadas. Cuando Shotaro
estuvo de pie dentro de ella, sabía cómo se sentían los ladrillos. Ningún fuego había ardido dentro de él desde. nunca. No hasta que Sung Chan entró en su vida. Ahora Shotaro sentía una chispa de vida brillando en su interior, y él quería alimentar esa chispa, hacerla crecer hasta que las llamas lo consumieran.

Sung Chan lo miró con expresión interrogante. Shotaro presionó un ladrillo, y una pared secreta se abrió, revelando un conjunto de escaleras. Sung Chan agarró su mano y lo arrastró adentro, luego cerró la puerta detrás de ellos. Shotaro tuvo que tocar la pared mientras descendían para mantener el equilibrio la orientación, también.

—¿A dónde lleva esto?—Preguntó Sung Chan.

Shotaro había descubierto el pasadizo hacía mucho tiempo y no podía recordar donde terminaba. —No sé.

—¿Qué quieres decir con que no sabes?—Preguntó—. Vives aquí. ¿No conoces cada ladrillo de tu casa?

—No voy exactamente a explorar. —No cuando Charles mantenía tales criaturas malvadas como sus sirvientes. La única persona con que Shotaro se había sentido seguro era Lia, y tenía que llegar hasta ella. Si Charles descubría que Sung Chan estaba aquí, podría usar a su propia madre como presión para controlar a Shotaro.

—Tengo que admitir que todo sobre tu vida me confunde, —Sung Chan dijo. Cuanto más descendían, más frío se volvía el aire. Desnudo, Sung Chan tenía que estar helado. Shotaro sólo llevaba puestos los pantalones del pijama y estaba tiritando.
Por otra parte, podría estar temblando por miedo a lo próximo que se encontraran. —¿Por qué es eso?

Shotaro estaba aterrorizado de que Sung Chan descubriera los secretos de Osaki Manor y decidiera dejar a Shotaro atrás y no volver a verlo.

Sung Chan podría ser un shifter, pero no había firmado para adentrarse en
tal locura. Llegaron a la base de los escalones de piedra. La tierra compacta bajo los pies de Shotaro era desigual, las raíces y las rocas presionaban en las plantas de los pies, amenazando con hacerlo tropezar mientras Sung Chan tiraba de él.

A pesar de la gravedad de la situación, a Shotaro le gustaba sostener la mano de Sung Chan. La conexión lo hacía sentir seguro, y Shotaro tenía que estar loco porque también estaba excitado. La mano de Sung Chan era fuerte, cálida, y mantenía un estricto control sobre la de Shotaro.

—Lamento que mi guardián intentara atacarte.

—Sí, sobre eso. —Sung Chan lo guió a través de una serie de oscuros túneles—. No me dijiste por qué los vampiros viven contigo.

Una mentira surgió a la mente de Shotaro, pero rápidamente la descartó. Era horrible mintiendo, y se delataría si lo intentaba. Pero la verdad no era algo que quisiera compartir. No cuando podría costarle a Sung Chan.

Mientras pensaba qué decir, algo se movió por delante. El túnel estaba demasiado oscuro para que Shotaro lo viera, pero escuchó el ruido de deslizamiento. Sung Chan se detuvo tan rápido que Shotaro chocó contra su espalda.

Shotaro sabía lo que Sung Chan quería decir cuando le apretó la mano. Ser lo más silencioso posible. Shotaro disminuyó su respiración hasta el punto de que sus pulmones ardían.

El ruido de deslizamiento se acercaba.

Luego, Shotaro escuchó el sonido de un chapoteo. Iba a enfermar. El sonido era repugnante e hizo que todo tipo de imágenes aterradoras se le vinieran a la mente.

Shotaro extendió su mano libre para agarrarse a Sung Chan, luego la retiró cuando accidentalmente agarró el trasero del shifter. Bajo otras circunstancias, podría haber dado un apretón a ese globo redondeado, pero ante la inminente amenaza delante de ellos, Shotaro estaba demasiado asustado como para aprovechar la situación y meter mano.

Sung Chan olfateó, luego un gruñido retumbó en los tenebrosos túneles.

—¿Qué es eso?— Susurró Shotaro.

—Ghouls.

 

El olor a muerte y putrefacción era inconfundible. ¿Pero por qué habría ghouls aquí abajo en estos túneles? Por lo general, solían vagar cerca de los cementerios, comiendo la carne de los recién muertos. La casa de Shotaro estaba volviéndose más extraña por segundo, y Sung Chan estaba haciendo su mejor esfuerzo para entender lo que estaba pasando, pero no tenía ni idea.

¿Vampiros y ghouls? Y juraba que había visto algo acechando en la esquina de esa habitación. Pero Shotaro parecía tan normal, y definitivamente era humano ¿Por qué estaba rodeado de criaturas tan viles que no dudaban en atacar? ¿Y qué otros secretos escondía Shotaro?

Sung Chan estaba decidido a descubrir qué estaba pasando, pero primero tenía que llevar a su pareja a un lugar seguro. Podrían haber burlado a los vampiros, pero no sería por mucho tiempo.

La luz se filtraba al final del túnel. Sung Chan y su compañero tenían que escapar de los ghouls. Presionó Los labios contra la oreja de Shotaro, inhalando su aroma a lavanda. —Voy a cambiar. No importa qué, quedate detrás de mí.

El agarre de Shotaro en la mano de Sung Chan se tensó. —¿Y si te logran pasar?
—No los dejaré. —Sung Chan le dio un beso en la mejilla—. Ten un poco de fe en mí.

—Tengo fe en ti, —susurró Shotaro—. En esas cosas, no tanto.

—Cuando salgamos de aquí, tienes un infierno de explicaciones que darme.

Con su visión superior, Sung Chan podía ver el miedo y la vacilación en los ojos azules de Shotaro. Soltó la mano de Shotaro y cambió, decidido a alejar a los ghouls.

Avanzó, listo para atacar justo antes de que los ghouls salieran corriendo, chillando mientras desaparecían por el túnel. Cobardes. Sung Chan se alegraba de que no fueran diferentes de otros de su clase. Los ghouls eran carroñeros, no tenían agallas.

Cambió y regresó junto a Shotaro, luego lo sacó del túnel de tierra. Dios, el aire fresco olía increíblemente bien. Sung Chan inhaló una bocanada de aire cuando emergieron, aunque sabía que todavía no estaban fuera de peligro. Había olido al hombre lobo en su camino a la mansión y tenía el presentimiento de que aún acechaba en algún lugar cerca.


Era como tratar de salir del zoo de Bela Lugosi y Boris Karloff. Medio esperaba que el monstruo del pantano viniera tras él. —Permanece cerca.

—No te preocupes. —Shotaro tenía un agarre infernal en su mano—. No planeo ir a ninguna parte.

La fuerte lluvia que había golpeado más temprano aún seguía cayendo, y las gotas apedreaban la piel desnuda de Sung Chan como aguijones. Podría no ser capaz de contraer neumonía, pero se enfrió antes incluso de que rodearan la casa.

Y Shotaro no estaba mejor. Parecía una rata empapada mientras se apresuraba al lado de Sung Chan.

Un aullido tronó en algún lugar detrás de ellos. Sung Chan aceleró bruscamente de velocidad. Si estuviera solo, se habría enfrentado al hombre lobo, pero tenía a Shotaro con él, y Sung Chan no estaba seguro de que a pesar de que esta era la casa de Shotaro su compañero estuviera a salvo. No iba a correr ningún riesgo.

—No puedo seguir el ritmo, —gritó Shotaro—. Por favor, Sung Chan. Necesito descansar.

Sung Chan se detuvo el tiempo suficiente para arrojar a Shotaro sobre su hombro. Descansar no era una opción, no cuando los pelos de sus brazos estaban de punta. El hombre lobo estaba cerca. Su instinto se lo decía.

Afortunada y milagrosamente, llegaron al coche de Sung Chan sin encontrarse con el lobo. Pero todavía no estaban fuera de peligro.

Sung Chan abrió la puerta del acompañante y depositó a Shotaro en el asiento antes de rodear rápidamente el capó y saltar dentro. Tenía tanto frío que su mano temblaba mientras trataba de poner la llave en el contacto. Sung Chan gruñó para sí mismo, y finalmente consiguió arrancar el coche. Dio la vuelta al coche en el césped mojado.

Y fue entonces cuando vio al lobo corriendo hacia ellos.

—¡Está viniendo!— Shotaro rápidamente se abrochó el cinturón de seguridad mientras Sung Chan salía a toda velocidad de la entrada—. ¿Qué pasa con Lia?— Preguntó Shotaro—. ¡No puedo dejarla aquí!

—Volveremos por ella. —Sung Chan dudaba que ella sufriera ningún daño. No tenía idea de cómo sabía esto, pero lo sabía—. Ahora mismo tengo que sacarte de aquí.

Shotaro miró por encima del hombro mientras Sung Chan aceleraba en el húmedo pavimento. —Deja de mirar, —dijo. Ver al lobo perseguirlos sólo asustaría aún más a Shotaro.
—No puedo creer que esto esté sucediendo. —Shotaro se instaló en su asiento—. Es como si todos hubieran perdido la maldita cabeza.

Sung Chan quería saber quién era todos, pero primero necesitaba alejarse lo más posible de Osaki Manor. Interrogaría a su compañero más tarde.

Giró a la derecha y salió a la carretera principal de doble sentido demasiado rápido, casi conduciendo a la zanja en el lado opuesto. Sung Chan enderezó la rueda a tiempo, corrigiendo su error, pero no disminuyó la velocidad. Aceleró, sobrepasando el límite de velocidad no señalizado.

Entraron a la ciudad diez minutos después. La gente todavía estaba afuera en la calle y se cruzaban con coches en su camino. Sung Chan redujo la velocidad, pero su corazón no lo hizo. Sus venas aún bombeaban adrenalina mientras se dirigía a su apartamento.

Dejó escapar un largo suspiro, diciéndose a sí mismo que Shotaro estaba a salvo y que podía relajarse, pero él sabía mejor que eso. En su línea de trabajo anterior y actual, Sung Chan había visto algunas cosas bastante jodidas y sabía cómo de feas se podían poner las cosas.

Ese lobo era muy agresivo, y a Sung Chan no le extrañaría que intentara rastrear a Shotaro.

Cuando se detuvo en la parte posterior de su edificio de apartamentos, Sung Chan se sentó allí por un momento, reflexionando sobre todo lo que había sucedido, mientras trataba de regular su respiración.

—Lamento mucho que te haya pasado esto. —Shotaro se sentó allí mirando por la ventanilla lateral, como si esperara que el hombre lobo apare- ciera de repente—. Traté de advertirte que no volvieras, pero no me escuchaste. —Se volvió y miró a Sung Chan—. ¿Por qué no me escuchaste?

—Porque, —dijo Sung Chan—, eres mi compañero, Shotaro, y nada en este mundo me mantendría alejado de ti.

Shotaro miró incrédulo a Sung Chan, con la boca abierta. —No, — susurró—. No puedes estar diciendo la verdad.


Sung Chan se pasó una mano por la cara, el cabello empapado por la llu- via todavía goteando en sus ojos. —¿Por qué es tan difícil de creer? Está claro que sabes sobre los no humanos. ¿Por qué es tan descabellado pensar que eres mío?

—Me va a castigar. —Shotaro miró hacia otro lado, pero no antes de que Sung Chan viera puro terror en sus hermosos ojos azules.

 

Todo esto era culpa de Shotaro. Debería haber hecho que Sung Chan se fuera tan pronto como el detective entró en su habitación. No, debería haber sido más firme cuando Sung Chan se acercó a él después de buscar huellas dactilares.
Pero si Sung Chan estaba diciendo la verdad acerca de ser compañeros, entonces Shotaro no podría haber hecho nada para disuadir al hombre. Sí, Shotaro sabía todo sobre los compañeros. María y Derek eran compañeros, y María le había explicado hace mucho tiempo lo que eso significaba.

Echó un vistazo al apartamento cuando Sung Chan se fue por el pasillo. Shotaro habría supuesto que fue a por ropa seca, pero había ropa seca en el coche.
Charles iba a ponerse furioso por esto. Shotaro no sólo había permitido que un extraño entrara en la casa, sino que el extraño era el compañero de Shotaro. Ninguna historia en el mundo aplacaría a Charles. Infiernos, Shotaro no podía pensar en una mentira lo suficientemente buena como para decirle a su padre.
—¿Tienes hambre?—Preguntó Sung Chan cuando regresó a la sala de estar. Tenía unos pantalones de chándal negros y una camiseta azul en sus manos y se los dio a Shotaro.

—¿En serio?—Shotaro se desnudó allí, dejando a un lado la ropa empapada. La ropa de Sung Chan era demasiado grande, pero era mejor que mantener puesta la ropa húmeda. También era cálida, y olía a Sung Chan—. Después de lo que acabamos de pasar, la comida es lo último en mi mente.
En verdad, se moría de hambre, pero no podía comer. No cuando eraconsciente de las preguntas que venían, preguntas que no quería responder.
Cuando Sung Chan entró a otra habitación, Shotaro lo siguió. Tuvo que sujetar el elástico de los pantalones de chándal o se le caerían a los tobillos. Sung Chan agarró una taza y se preparó una taza de café.
Shotaro se sentó a la mesa, rezando para que Sung Chan olvidara la locura de la que acababan de huir, a pesar de que eso era imposible.

—Bien. —Taza en mano, Sung Chan se volvió y se apoyó en el mostrador—. Empieza a hablar.

—Bonito apartamento. —Shotaro retorció las manos con nerviosismo en su regazo, su corazón acelerado—. Muy acogedor.

Sung Chan le dio una mirada que dijo que darle evasivas no iba a funcionar. Maldita sea. Valió la pena intentarlo. —¿Dónde quieres que comience?

—Puedes decirme por qué hay vampiros, ghouls y un hombre lobo en Osaki Manor. —Sung Chan tomó un sorbo de café, pero su mirada nunca se apartó de Shotaro.

—¿Qué pasa si te cuento la verdad y me odias?—Preguntó Shotaro—. ¿Y si crees que estoy loco y no quieres tener nada que ver conmigo?

Sung Chan dejó la taza a un lado, se acercó a la mesa y se puso en cuclillas frente a Shotaro. Tomó las manos de Shotaro en sus fuertes manos, y frotó los pulgares sobre la piel de Shotaro.

A Shotaro se le puso la piel de gallina. Amaba cuando Sung Chan lo tocaba. Esa sensación electrizante no había disminuido. La corriente corría a lo largo de los brazos de Shotaro, haciendo que su estómago se sintiera cálido.

—Cariño, no creo que haya nada que puedas decirme que pueda hacer que te dé la espalda.

Aunque las palabras de Sung Chan eran reconfortantes, el miedo aún se aferraba al pecho de Shotaro. Con un profundo suspiro, abrió la boca para decirle a Sung Chan que no tenía nada que explicar, pero no podía mentir al hombre. De modo que no dijo nada en absoluto.


continuará....

 

 


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