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131. Encontrar la Fortaleza (24) por dayanstyle

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A Shotaro no le gustó la forma en que Sung Chan giró su cabeza hacia la puerta. El detective tenía una mirada dura en sus ojos antes de apartarla.

—¿Qué ocurre?

Sung Chan se llevó el dedo a los labios. Lo sabía. Frankfurt los había seguido. El lobo no permitiría que Shotaro escapara, no cuando estaba bajo las órdenes de Charles. Pero, ¿cómo los había seguido Frankfurt? No pudo rastrear sus aromas, no cuando habían ido en coche al menos a ochenta por esas carreteras secundarias.

Shotaro se levantó del sofá y rebotó de un pie a otro mientras se mordía las uñas. Imágenes de Frankfurt atacando a Sung Chan y despedazándolo inundaron su mente. Corrió a la puerta y negó con la cabeza.

Tal vez si Sung Chan no lo abría, Frankfurt no entraría.

Cuando las uñas en una de las manos de Sung Chan crecieron, Shotaro ja- deó. No pudo evitarlo. En todo el tiempo que Frankfurt había estado en Osaki Manor, Shotaro nunca lo había visto cambiar, ni siquiera un poco.

La vista tenía a su corazón galopando como loco.

Sung Chan puso su otra mano en el pomo de la puerta. Shotaro sentía que iba a desmayarse en cualquier momento. El suspenso era demasiado. Estaba listo para abrir la puerta sólo para ver quién estaba allí.

Pero no tuvo que hacerlo. Sung Chan la abrió, sus garras preparadas, pero rápidamente bajó el brazo cuando vio al extraño. Shotaro ladeó la cabeza hacia un lado. Bueno, eso fue un poco inesperado.

—¿Quién eres tú?

—Tu vecino al otro lado del pasillo. —El tipo miró a Shotaro de arriba abajo como si fuera fango bajo el zapato del hombre—. Entregaron esto en mi apartamento por error.

Fue entonces cuando Shotaro notó la caja roja y blanca en su mano. Shotaro la cogió. —Gracias.

Con un olfateo, el hombre dio la vuelta y se alejó.

—Tienes unos vecinos bastante engreídos. —Shotaro comenzó a tirar del cartón.

Sung Chan cerró la puerta. —Claro, adelante, abre mi paquete.

Shotaro se sonrojó. —Lo siento, no recibo muchos paquetes en casa y me emocioné un poco.

La abrió y buscó dentro de la caja, luego frunció el ceño cuando sacó una pieza de plástico. Había estado esperando algo más emocionante.
—¿Qué es esto?

—Un plug anal. —Sung Chan lo cogió y se dirigió por el pasillo.

—¿En serio?—Tenía la sensación de que Sung Chan se estaba riendo de él, pero una parte de Shotaro deseó que no fuera así. A pesar de haber estado atrapado en casa y aislado socialmente, Shotaro tenía un ordenador portátil e internet.

Y había descubierto el maravilloso mundo de la pornografía.

—Estaba bromeando. Es una pieza vital del equipo que necesito.
—Sung Chan entró en un dormitorio, seguido por Shotaro. O debería haber sido un dormitorio. En cambio, la habitación parecía una oficina, pero era la oficina más desordenada que Shotaro jamás había visto. Componentes electrónicos abarrotaban una larga mesa con una silla frente a ella.

—Sé que no todo el mundo tiene una señora de la limpieza, pero limpiar un poco el polvo no haría daño. —Shotaro deslizó el dedo sobre uno de los estantes en una librería—. Si quieres, puedo limpiar este desorden.

—No es un desorden, —argumentó Sung Chan—. Sé exactamente dónde está todo.

—Pero…
—No toques nada. —Sung Chan se sentó y usó la pieza de plástico que acababa de recibir como una herramienta para armar algo que se parecía a una bomba casera. Había visto suficiente televisión para saber cómo se veía una. Shotaro arqueó una ceja.

—¿Le guardas rencor a alguien?—Se sentó al lado de Sung Chan y se inclinó sobre su hombro—. ¿A quién pretendes hacer volar con esa bomba casera?

—No voy a volar a nadie. —Sung Chan volvió la cabeza y le dio Shotaro un beso rápido—. Ahora deja de molestarme.

—¿Mi vida es un caos y quieres actuar como si te molestara?

—Sabes que eso no es lo que quise decir. —Sung Chan levantó la pieza de plástico—. En realidad estoy reparando una tubería en mi baño. Está goteando.

La verdad no era tan emocionante. Shotaro se había imaginado a los dos en alguna misión encubierta para colocar la bomba, y luego esperar a que su enemigo volara por los aires. —¿Eso no debería hacerlo un fontanero?

—No me gustan los extraños en mi apartamento, —dijo Sung Chan—. Y además, sé cómo arreglar una tubería. Es algo simple de lo que me puedo encargar yo.

—¿Por qué no te gustan las personas en tu apartamento?— Shotaro sabía muy poco sobre Sung Chan, de dónde era, cómo fue criado, cómo había sido su vida antes de convertirse en detective. Y Shotaro se dio cuenta de que quería saber todo sobre su compañero.

Dejando la pieza a un lado, Sung Chan se volvió hacia Shotaro. Se restregó la mano por la mandíbula, como si se preguntara qué decir. Shotaro se quedó allí pacientemente, esperando a que Sung Chan le respondiera.

Entonces su compañero tomó a Shotaro en su regazo. A Shotaro le gustaba estar en el regazo de Sung Chan. Le gustaba estar cerca de Sung Chan. Punto.

—Te conté que mis padres me abandonaron siendo niño. Shotaro asintió.
—Fui de una casa a otra toda mi vida. Tenía tanto miedo de que alguien descubriera que era un shifter, que me aseguré de que nadie quisiera mantenerme.

—¿En cuántas casas viviste?— Shotaro no podía imaginar tener que conocer una familia diferente una y otra vez. ¿Cómo podría Sung Chan haber hecho relaciones de amistad en la vida si nunca se quedaba en un lugar el tiempo suficiente?

—Doce, —dijo Sung Chan.

Shotaro levantó las cejas. —¿Doce?

—Y siempre me recordaron que no pertenecía, que era un forastero. Incluso antes de que comenzara a portarme mal para que me enviaran a la siguiente casa. Es irreal la cantidad de personas que da acogida a niños sólo por el dinero, y no porque realmente les importe lo que le pase a un niño.

Sung Chan hablaba con calma, pero Shotaro vio las emociones en sus ojos, el dolor, el resentimiento, la tristeza.

—Entonces cuando me hice adulto y obtuve un lugar propio... no sé.
—Sung Chan miró hacia otro lado—. Tiendo a ser territorial, sin importar donde viva. Lo sé, suena ridículo, pero…

—A mí no me parece ridículo. —Shotaro quería alejar esa mirada ausen- te de los ojos de Sung Chan. Quería verlo sonreír—. Yo soy muy territorial, también.

Sung Chan miró a Shotaro con una sonrisa asomando en sus labios.
—¿Sobre qué?

—Sobre ti.

—Pero sólo hemos estado juntos una noche.

Shotaro se encogió de hombros. —He estado encerrado en esa casa toda mi vida, sin tener a nadie. Quiero decir, tengo a Lia, pero... es difícil de explicar.

Sung Chan apartó el pelo de Shotaro de sus ojos. —Debe haber sido duro estar tan solo.

—No tienes idea. —Shotaro pensó en lo que acababa de decir e hizo una mueca. Sung Chan podría no haber estado encerrado, pero había estado igual de solo. Tuvo que apestar alejar a la gente para que no descubrieran su secreto, sin poder relacionarse con nadie.

—Somos dos guisantes en una vaina, —dijo Sung Chan.

—Dos cerdos bajo la misma manta.

Sung Chan se rió y el sonido derritió el corazón de Shotaro. —No tengo idea de lo que eso significa.

—Yo tampoco, —dijo Shotaro—. Simplemente se me vino a la cabeza, así que lo dije. —Se acurrucó en el pecho de Sung Chan, preguntándose si sería demasiado pesado para el regazo de su compañero—. Voy a buscar algo para beber.

Por mucho que Shotaro no quisiera levantarse, se apartó del regazo de Sung Chan, esperando no aplastar los muslos del hombre. El cuerpo de Sung Chan era espectacular. Tenía un paquete de seis, era musculoso y magnífico como el infierno. Shotaro seguía sin comprender cómo el hombre podría desearlo.

Sung Chan agarró la mano de Shotaro, deteniéndolo. —¿Qué pasa? Shotaro frunció el ceño. —¿De qué estás hablando?
—Siento tu inquietud. —Deslizó el pulgar sobre la mano de Shotaro, la caricia enviando pulsos de necesidad a través del cuerpo de Shotaro. Tenía la irresistible urgencia de desnudarse y suplicarle a Sung Chan que lo jodiera.

—¿Puedes sentir eso?—Preguntó Shotaro—. Pero es una emoción.
¿Cómo puedes sentirlo?

Sung Chan llevó a Shotaro de vuelta a su regazo. —Háblame.

Shotaro agitó una mano hacia su cuerpo. —No tengo exactamente cuerpo de modelo. Tenía miedo de que mi peso te lastimara.
Sung Chan miró incrédulo a Shotaro. —¿Hablas en serio?—Sacudió su ca- beza, como si Shotaro estuviera siendo ridículo—. No te quiero delgado, Shotaro. Tienes el tamaño perfecto para mí. —Recorrió la mano por la cadera y el muslo de Shotaro—. Sólo tengo más que amar.

De ninguna manera Sung Chan era perfecto. El puñado de veces que Shotaro fue a hurtadillas a la ciudad, ningún hombre le había prestado atención. Bueno, eso no era verdad. Algunos lo habían mirado como si su peso les disgustara. No era tan grande, pero Shotaro se sentía como si lo fuera. Su autoestima nunca había sido muy buena para empezar.

¿Cómo podría serlo cuando tuvo a Charles por padre?

—Eh. —Sung Chan le palmeó la cadera—. Lo digo en serio. Eres perfecto.

Ahora Shotaro estaba sonrojado. No sabía cómo manejar el cumplido.
—Yo, um... gracias.

Una vez más, Sung Chan sonrió, y luego le dio a Shotaro un beso demole- dor que hizo que se le curvaran los dedos de los pies. —De nada.

—Voy a por algo para beber. —Esta vez, Sung Chan no lo detuvo, y Shotaro estaba agradecido. Necesitaba un momento a solas. Estar cerca de Sung Chan era como verse atrapado en un tornado. Shotaro apenas podía recuperar el aliento y sus pensamientos eran un caos.

Aún así, Shotaro mantenía dudas en el fondo de su corazón de que Ri- chard se sintiera realmente atraído por él. Pero hasta que Sung Chan le diera la patada, Shotaro disfrutaría su tiempo con su detective.

 

Jongin no había podido contactar con Frankfurt, y cuando llegaron a la casa, Charles no estaba por ningún lado. Tenía el presentimiento de que el lobo había llevado a Charles a algún lugar donde esconderse cuando vio a Jongin y sus hombres venir.

Definitivamente trataría con Frankfurt más tarde.

—Comprueba el resto de la casa, —le ordenó a Siwon, Chanyeol, Chen y Minho—. Quiero que encuentren a Charles. —Luego se volvió hacia los hermanos Wu. A los tres les encantaba explotar cosas, pero Jongin no pretendía quemar la casa de Lia—. Si se encuentran con ghouls, mátenlos.

Kris le dio a Jongin una sonrisa de comemierda. —¿Estás seguro de que no podemos usar nuestro lanzacohetes?

Jongin rodó los ojos. —Pensé que te dije que lo dejaras en casa.

—¿Dónde está la diversión en eso?— Kris dijo antes de que él y sus hermanos se alejaran.

—¡No vuelen nada por los aires!— Gritó Jongin mientras desaparecían por un pasillo. Un segundo después, uno de ellos asomó la mano en la esquina, y levantó el pulgar.

Los despellejaría vivos si usaban ese maldito lanzacohetes.

Jongin se dirigió al dormitorio de Lia mientras pensaba en lo que Sung Chan había dicho. Un hogar de ancianos no era una mala idea. ¿Por qué no había pensado Jongin en eso? Tenía más dinero del que podría gastar en diez vidas, de modo que comenzó a pensar en cómo podría hacer el hogar gratis para aquellos que lo necesitaran.

Y no sería uno de esos espeluznantes donde los empleados ignoraban a los pacientes y les robaban. Había oído lo horrible que algunos de esos lugares podían ser, y Jongin estaba decidido a hacerlo lujoso, con personas atentas que se ocuparan de los ancianos.

Podría nombrarlo Lia.
Abrió la puerta de la habitación y entró. Como no quería que la diera un ataque al corazón, cerró la puerta ruidosamente. —Hola, Lia, —dijo—. Soy Jongin.
Nada. Tenía que dormir profundamente si no lo había escuchado. Jongin fue a la cama a despertarla y vio que estaba vacía.

Los caninos perforaron sus encías mientras sus garras se extendían. Perseguiría a esos jodidos vampiros, y si la habían tocado un solo cabello en su cabeza, los haría sufrir terriblemente antes de hacerlos caminar bajo el sol.

 


Cuando Shotaro fue al baño a darse una ducha, Sung Chan se dirigió a la sala de estar y se detuvo en la puerta de entrada. No conocía a sus vecinos, y no planeaba conocerlos, pero estaba absolutamente seguro de que no había estado viviendo en frente de él ningún shifter.

Sung Chan había inspeccionado todo el edificio cuando alquiló el apartamento. Había ido de piso en piso, olfateando cada puerta. De todos los apartamentos, sólo tres habían olido a no humano, y dos de esas puertas habían estado en el primer piso, mientras que el tercero había estado en el último piso.

Sung Chan salió al pasillo y cruzó la alfombra, mirando la puerta frente a él. Olfateó, y sí, definitivamente olía a lobo.

Cuando presionó su oreja en la puerta, todo lo que escuchó fue un televisor con su volumen tan bajo, que Sung Chan apenas pudo detectar el sonido. Sólo un no humano podría escucharlo en ese volumen.

El tipo no podría haberse mudado. Sung Chan lo habría sabido.

No vio ningún camión de mudanzas, y el propietario- barra- gerente no le había mencionado nada. Sung Chan había hecho buenas migas con Hoss la primera vez que hablaron, y al hombre le gustaba hablar. Si alguien nuevo se había mudado, Hoss se lo habría mencionado a Sung Chan.
—¿Qué haces aquí afuera?
Sung Chan se volvió para ver a Shotaro en la puerta, nada más que una toalla envuelta alrededor de su cintura. Su cabello rubio todavía estaba mojado de la ducha, y maldición si no se veía lo suficientemente bueno como para follar por el resto de la noche.

—Me pareció escuchar algo. —Sung Chan persuadió a Shotaro para que entrara. Si su vecino realmente no era de fiar, Sung Chan no quería a su humano involucrado. Shotaro tenía suficiente que manejar en este momento.

Sung Chan cerró la puerta y miró a su compañero, su boca babeando por probar sus pezones duros como piedras.

—¿Por qué me miras así?— Shotaro se apartó el pelo mojado de los ojos. Luego puso los brazos en su abdomen, como si quisiera esconder su cuerpo de Sung Chan.

Sung Chan podía ver ahora que tendría que convencer a su compañero de cuán hermoso era, y que su peso adicional sólo encendía a Sung Chan. Los huesos eran para los perros, y como Sung Chan era un gato, tenía más con que jugar cuando se trataba del cuerpo de Shotaro.

Enganchó su dedo entre la toalla de Shotaro, luego tiró. La toalla cayó y Shotaro se sonrojó tan fuerte, que el color se extendió por todo su cuerpo. Sung Chan se rió mientras se acercaba. —Sabes exactamente por qué te estoy mirando.

Shotaro acercó la mano y sostuvo su polla mientras se mordisqueaba el labio inferior. Dios, Sung Chan quería sentir esos suaves labios alrededor de su miembro. —¿Alguna vez has chupado una polla, cariño?

El rubor de su compañero se hizo más profundo. Sung Chan amaba los diferentes tonos de rojo mientras se extendía como una fina capa de humo sobre la pálida piel de Shotaro. —¿Qué te hace pensar que no lo he hecho?

Sung Chan estaba lejos de ser estúpido. Sabía cuándo había tomado a Ga- ry que su compañero era virgen. —Sólo responde la pregunta, cariño.
La mirada de Shotaro se posó en la entrepierna de Sung Chan antes de apartarla rápidamente. —¿Por qué lo preguntas?
Su inocencia era tan adorable que Sung Chan apenas era capaz de conte- ner a su puma. Su gato aulló que derribara a Shotaro, y lo reclamara una vez más.
Agarrando la muñeca de Shotaro, Sung Chan lo atrajo más cerca. Guió la mano de Shotaro en su erección atrapada bajo sus jeans. —Creo que puedes imaginar por qué.

Mientras Shotaro miraba fijamente su mano, Sung Chan se desabrochó los jeans y sacó su polla. Se acarició un par de veces, luego retrocedió hasta que estaba apoyado contra la puerta principal. —Ven aquí, Shotaro.

Shotaro apartó la mirada de su mano y miró a Sung Chan a la cara.

—Prometo que mi polla no morderá. —Sung Chan agarró la mano de Ga- ry, tirando de su compañero hacia él—. Ponte de rodillas.

Shotaro le dio una sonrisa diabólica. —Di por favor.

Sung Chan acarició su carne dura unas cuantas veces más mientras gotas de pre semen se esparcían por la abertura en la cabeza. —Por favor.

Shotaro se puso de rodillas, luego simplemente se quedó mirando a la polla de Sung Chan. Demasiado nervioso para esperar, Sung Chan ahuecó la parte posterior de la cabeza de Shotaro y guió la boca de su compañero a su polla.

—Sólo una regla.

Shotaro levantó la mirada. —¿Y cuál es?

—Sin dientes.

Shotaro le dio una mirada que decía que no era tan tonto. Entonces abrió los labios y Sung Chan contuvo la respiración, observando cómo Shotaro tomaba su polla entre sus labios.
Sung Chan mantuvo su mano en la parte posterior de la cabeza de Shotaro, ayudándolo mientras se balanceaba hacia adelante, lentamente follando la boca de Shotaro. Para alguien que no había chupado una polla antes, Shotaro era increíblemente bueno en ello, y eso hizo gruñir a la bestia de Sung Chan.
—¿Con quién has estado practicando?
Shotaro se echó hacia atrás cuando su rubor se intensificó. —He visto mucha pornografía.

Eso tomó por sorpresa a Sung Chan. No parecía ser el tipo de persona que pasaba interminables horas viendo a otras personas tener sexo. —Me alegra que encontraras internet tan útil.

Una vez más, la polla de Sung Chan se hundió profundamente en la boca de Shotaro. Lamió con su lengua, tarareó, luego succionó su polla apretadamente para llevar a Sung Chan al borde.

—Joder, voy a tener que asegurarme de que mires porno con más fre- cuencia. —En sólo unos segundos, Sung Chan estaba gruñendo su liberación, disparando su semen en la garganta de Shotaro. Cuando Sung Chan pudo abrir los ojos, miró abajo, luego sonrió.

Shotaro se había corrido, y su mano estaba cubierta de semen. —No tienes idea de lo jodidamente caliente que eres. —Sung Chan lo ayudó a ponerse de pie, luego arrastró a Shotaro de vuelta a la ducha.

 


continuará...

Notas finales:

dejen rws    /                                                                                                      __ 


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