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131. Encontrar la Fortaleza (24) por dayanstyle

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Shotaro entendió que Sung Chan estaba tratando de distraerlo de todos los las cosas horribles que estaban pasando. Shotaro estaba agradecido por el intento, pero él no podía ignorar su disfuncional vida familiar. Shotaro podría tener una cuchara de plata en la boca, pero estaba empañada y nunca estaría limpia, no cuando tenía un padre como Charles y los monstruos deambulaban por la ciudad.

Y no estaba acostumbrado a los espacios pequeños. El apartamento de Sung Chan era bonito y acogedor, pero se sentía atrapado. Estaba acostumbrado a los tres mil metros cuadrados de la Mansión Osaki, mientras que la casa de Sung Chan era de aproximadamente doscientos metros.

—¿Ya terminó la espera?—Se dirigió a la ventana, pensando en lo que Sung Chan le había dicho. No importa cuántas veces le dijo Sung Chan a Shotaro que era guapísimo, después de veintiún años de palabras despectivas de su padre, Shotaro no estaba dispuesto a creerle.

Desafortunadamente, Shotaro todavía no tenía nada que ponerse aparte de su pijama, así que se vio forzado una vez más a vestirse con la ropa de Sung Chan. La ropa le colgaba haciéndole sentir diez veces más gordo.

—Estoy esperando a que Jongin llame, —dijo Sung Chan mientras traía a Shotaro una taza de chocolate caliente. Shotaro lo cogió y le dio una gran sonrisa, pero miró por la ventana sin tomar un sorbo.

También estaba preocupado por Lia. Se sentía horrible por tener sexo mientras ella podía estar en peligro. Pero mientras miraba por encima de su hombro a Sung Chan, ¿quién podría culparlo? El tipo era el sueño húmedo de cualquier hombre gay.

—¿Por qué no ha llamado todavía? —Shotaro se alejó de la ventana y puso su taza en una de las mesas auxiliares—. ¿Y si algo le pasó a mi abuela?

Shotaro acababa de dejarla atrás. La culpa se lo comía mientras él miraba hacia la puerta. Seguramente Frankfurt no lo estaba buscando aun, y Shotaro dudaba que él y Sung Chan estuvieran en peligro si volvían a la casa mientras Jongin estuviera allí. —¿No podemos ir a mirar?

—Es mejor si nos mantenemos fuera del camino.

Shotaro lo miró. —Eso es un montón de tonterías. Puedo ver en tus ojos que te mueres por saber qué está pasando. Por favor ¿podemos irnos? Prometo quedarme en el coche.

No se quedaría en el coche, pero Shotaro diría cualquier cosa para conseguir que Sung Chan estuviese de acuerdo.

—No creo que sea una buena idea, sin importar cómo me sienta.
—Sung Chan agarró el control remoto, se sentó en el sofá y levantó los pies. Shotaro quería patear a Sung Chan por no estar impaciente y preocupado como él lo estaba.
—¿Así que te vas a quedar ahí sentado viendo la televisión?—Shotaro tenía un par de pantalones para correr y una camiseta. Todo lo que necesitaba era un par de zapatos, un abrigo, un auto y estaría listo para irse.

Sung Chan miró a Shotaro por encima del hombro. —Quiero que vengas a sentarte conmigo y te relajes. Los lobos se encargarán.

—Es mi abuela la que está en peligro, —argumentó Shotaro. Sung Chan podría ser precioso, pero nadie se presentó ante Lia. Se dirigió a la puerta, listo para caminar hasta la casa si era necesario, pero cuando la abrió, el vecino de Sung Chan estaba allí al otro lado del pasillo, como si hubiera estado escuchando a escondidas.

Shotaro se asustó tanto que grito y salto de vuelta a dentro.

—¿Qué demonios estás haciendo?

—Yo...uh...

Era de la estatura de Shotaro y tenía el pelo castaño rizado y gafas gruesas. Los empujó por el puente de su nariz con mano temblorosa. Sung Chan estaba justo detrás de él, gruñendo mientras apartaba a Shotaro.

—¿Te importaría decirme por qué estás vigilando mi puerta?

El tipo parecía que estaba a punto de desmayarse. Shotaro habría sentido pena por él, si no hubiera sido un acosador espeluznante.

—Soy muy malo en esto. —El tipo se limpió la frente con la mano. Hasta que lo hizo, Shotaro no se había dado cuenta de que el tipo estaba sudando.

—¿Muy malo en qué?— Preguntó Shotaro.

—Pero me obligaron a hacerlo. —El vecino miró hacia arriba y hacia abajo del pasillo, como si alguien lo estuviera vigilando—. Amenazaron mi vida si no averiguaba lo que el Sr. Jung estaba tramando.

Sung Chan tomo al tipo por el frente de su camisa y lo metió en su apar- tamento zarandeándolo hasta que su cabeza se paró. —¿Quién eres y por qué estas espiándome?
—¡Deja de hacer eso!—Shotaro agarró al delgado hombre y lo movió lejos de Sung Chan—. Lo sacudes sin sentido.

—Haré más que eso si no empieza a hablar, —dijo Sung Chan.

—Mi nombre es Myron, —dijo el vecino—. Myron Brighton.

—¿Y?— Shotaro hizo un gesto para que Myron continuara.

—Y...— Myron retrocedió, como si fuera a correr en cualquier momento.

Sung Chan agarró su camisa de nuevo, y Shotaro una vez más tiró de su mano libre. —Deja de intimidarle.

—¿Me estás gritando?—Sung Chan miró incrédulo a Shotaro—. Él es el que me estaba espiando. Gritale a él.

Myron parecía inofensivo. De hecho, estaba temblando. Shotaro tenía la necesidad de darle una palmadita en la cabeza y decirle que era un buen chico.

—Ahora, —dijo Shotaro antes de respirar profundamente—. Empieza desde el principio y cuénteme lo que pasó. —Se giró y miró fijamente a Sung Chan—. Y no creas que me he olvidado de que vayamos a ver a Lia.

Sung Chan refunfuñó algo, pero Shotaro no se dio entero de que lo había hecho.

—Bueno. —Myron se volvió a deslizarse las gafas por la nariz—.
Nací…

—No tan atrás. —Shotaro palmeó su cara. ¿Estaba hablando en serio?— Desde el momento en que alguien se te acercó para hablar de Sung Chan.

—Oh. —Las cejas de Myron se levantaron mientras se sonrojaba—.
Sólo estoy nervios. Yo sabía de lo que estabas hablando.

—No hay necesidad de estar nervioso. —Shotaro miró a Sung Chan de nue-
vo—. No va a morder. Lo prometo. Sung Chan murmuró algo más y Shotaro juró que había dicho algo sobre convertir a Myron en un juguete para masticar.
—Estaba en el campus de la universidad en la ciudad, cuidando de los míos cuando ese bruto me agarró y me arrojó a su camioneta. —Myron apretó la espalda contra la pared y miró a su alrededor. Cuando él volvió a hablar, su voz apenas superaba un susurro—. Me dio una paliza y me dijo que si no hacía lo que él quería, me mataría. —Tragó con fuerza—. Para ser honesto, pensé que iba a...

—Está bien. — Shotaro frotó el brazo de Myron para consolarlo, igno- rando a Sung Chan mientras este gruñía—. Yo hubiera pensado lo mismo, pero por suerte no te mató.

Myron se mordió el labio. —Era lindo, pero mezquino. De todos modos, yo ya había pensado en decirle que estaba de acuerdo, y luego huir cuando me dejara ir. Pero el inyecto algo en mi cuello que no puedo sacar. Creo que es un dispositivo de rastreo.

Sung Chan levantó una ceja. Se acercó a Myron, con las palmas hacia arriba. —Donde te inyectó.

Myron se dio un golpecito en el cuello, pero Shotaro no vio nada inusual en el área.

—¿Hace cuánto tiempo de eso?— Preguntó Shotaro.

—Hace tres semanas, y déjame decirte que me pica como loco. A veces hasta duele.

—Todavía no me has dicho quién era. —Sung Chan sondeó en el cuello de Myron. Ahora Shotaro era el que quería gruñir. A él no le gustaba ver a su compañero tocar a otro hombre.

—No sé quién era, —dijo Myron—. Lo juro. Me tendió una trampa en el apartamento del otro lado del pasillo y me ordenó que le diera diariamente informes sobre lo que estabas haciendo.

Sung Chan parecía confundido. —Eso se habría arreglado presentándote.
—Yo quería, —dijo Myron—. Pero te ves tan intimidante que yo me acobarde. Cuando vi a tu compañero contra la puerta y me vio, pensé que esa era mi forma de entrar.

—Llamaré al médico del pueblo para que saque ese dispositivo de rastreo, — dijo Sung Chan.

—¡No puedes! —Myron palideció—. Si se entera de que me lo han quitado podría matarme.

Shotaro se volvió hacia Sung Chan. —¿Qué clase de vida has estado viviendo que tienes gente secuestrando a tipos inocentes e inyectándoles para que puedan espiarte?

—Es una larga historia. —Sung Chan sacó su celular de su bolsillo.

—Una historia en la que no me estas metiendo ahora mismo.

No estaba para nada contento que Sung Chan no se lo hubiera contado, pero Shotaro también era curioso. Quizás Sung Chan había sido miembro de la mafia y ahora estaba en protección de testigos, o era un agente secreto que viajaba por todo el país. ¿Haciendo cosas secretas de espías?

Vale, así que quizás Shotaro necesitaba un hobby, porque la emoción de lo desconocido hacia que todo su cuerpo se estremeciera de emoción. Se imaginó a alguien llamado Guido o Pauley apareciendo para matar a Sung Chan, o Sung Chan consiguiendo un trabajo en una operación encubierta, y llevando a Shotaro con él para localizar a algunos chicos malos.

Shotaro pensó que el trabajo de detective tendría sus momentos emocio- nantes, pero a él le gustaban más sus escenarios.

—¿Estás bien?— Myron lo miraba extrañamente—. Eres muy amable, por un minuto parecías ausente.

—Sólo deseando una vida más emocionante. —A pesar de que había tenido su cuota de excitación antes cuando los vampiros habían intentado atacarlos y Frankfurt los había perseguido.

—Confía en mí, —dijo Myron—. No quieres que nadie te secuestre y golpearte. No es divertido.
—No era esa clase de emoción, —dijo Shotaro. Bueno, tal vez, si los secuestradores no le hacían mucho daño y Sung Chan utilizaba sus habilidades para rescatarle.

Dios, realmente necesitaba salir más a menudo.

Sung Chan terminó su llamada y se volvió hacia ellos. —El Dr. Jaejoong estará aquí en cualquier momento para ayudarte, Myron. Puedes llevarlo a tu casa, apartamento. Shotaro y yo tenemos algunos asuntos que tratar.

Myron echó un vistazo a Shotaro. —Mira, podrías tener esa emoción después de que todo, —susurró.

Para ser un fisgón, Myron era un tipo bastante decente, y a Shotaro estaba empezando a gustarle. Tal vez podrían pasar el rato juntos cuando todo esto hubiera terminado. Shotaro no tenía exactamente ningún amigo. No cuando había estado aislado toda su vida.

Cuando dos hombres aparecieron en la habitación, Shotaro gritó. Su corazón acelerado mientras los miraba.

—Es sólo el doctor y su transporte, —explicó Sung Chan—. Lo siento, yo quise decirte que lo traía un elfo.

—Eso fue tan genial. —Myron se rió—. ¿Pueden hacerlo de nuevo?

—Pero yo quiero ser el que aparece en otro lugar, —dijo Shotaro.

—Eso parece divertido.

Sung Chan puso los ojos en blanco. —Necesitamos hablar seriamente.

Myron llevó a sus invitados a su apartamento. Mientras que Sung Chan tomo del brazo a Shotaro y lo saco al pasillo, luego cerró la puerta con llave.

—No puedo evitarlo, me gusta el drama, —dijo Shotaro—. He llevado una vida aburrida. No es que quiera que nadie salga herido ni nada, pero la emoción se vuelve… —No, no, no, no, no, no, no, no.
Una de las cejas de Sung Chan se levantó. —¿Ah, sí?
—Sí—. Shotaro bajó apresuradamente por la escalera trasera, dejando a Sung Chan con ese pensamiento.

continuará........


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