Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Más allá del Paramo por Tsumuru

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capitulo III – Athis

 

12 AÑOS DESPUÉS…

 

Athis se vio en el espejo que hacía solo un par de semanas habían colocado en la cueva que compartía con su hermano gemelo Athos.

El espejo se encontraba firmemente sujeto a la roca fría de la cueva y era del largo equiparable a la estatura de Athis. Estaba decorado todo alrededor con flores de diversos colores que, gracias a la magia de su padre, no se marchitarían aun entre cambio de estaciones.

Cada mañana, Athis se veía al espejo y se contemplaba, justo como lo hacía en esos momentos, y veía lo parecido que era con su hermano gemelo Athos.

Ambos eran iguales pero al mismo tiempo eran diferentes, tan diferentes que absolutamente nadie los confundía pese a ser físicamente idénticos.

Las manos de Athis tocaron su cabello, tan rubio como el de su madre.

Muchos en El Páramo les gustaba su cabello, que decían, habían sido tocados por los rayos del sol.

A diferencia de su madre, él llevaba el cabello corto, al estilo de cualquier varón porque, aunque sus rasgos fueran finos, Athis era un varón y el cabello largo no era mucho de su agrado.

El cabello largo tenía muchas desventajas y nada tenía que ver con el sexo de quien lo llevaba así. Se despeinaba, enredaba y se debía tener más dedicación al lavarlo y secarlo, dedicación que Athis no tenía al ser alguien perezoso en cuanto a ropa y arreglo físico. Él era feliz usando siempre la misma ropa y el mismo peinado.

Además, volar teniendo el cabello largo podía ser un poco tedioso según palabras de su propia madre que todas las tardes sin excepción, volaba en brazos de su padre por el Páramo.

Pero Athis no podía volar porque no tenía alas y por tal motivo no debía preocuparse por pequeñeces como que tu propio cabello obstaculizara tu vista cuando el viento soplara con fuerza debido a las ráfagas que había a cierta altura, y que para controlarlas, tus alas debían saber desplegarse si no querías caer en picada en un aparatoso, y peligroso, golpe.

Tus alas debían ser fuertes si se quería volar a grandes altitudes.

Alas…

Esa era una de las principales diferencias que lo separaba de Athos.

Su hermano tenía alas.

Su hermano tenía cuernos.

Su hermano tenía magia.

Pero en cambio él…

Athis arrugó la nariz al sentir el pellizquito de celos que siempre lo inundaba cada vez que pensaba en lo que Athos tenía y que él jamás podría obtener.

Athos sería el próximo guardián del Páramo, mientras que él…

Él solo sería un humano…

Porque aunque uno de sus padres fuera un hada poderosa, él tenía apariencia y complexión humana.

Athis no poseía ninguna de las características mágicas de Hayato, y no había forma de confirmar, o negar, si la misma longevidad de este, que también era una característica única de las hadas, también formaba parte de él. A Athis no le molestaba no vivir cientos de años, no le molestaba parecer un humano, después de todo su madre era uno y estaba orgulloso de esa parte de él, pero no podía evitar sentir celos de su hermano por aquellas cualidades que siempre deseó, y que en su momento, creyó que tambien tendría.

Cuidar del Páramo e impregnarlo de magia era su deseo más grande desde que era niño.

Desde que tenía memoria, veía a su padre darle vida con su magia a ese extenso territorio que era su hogar y que estaba llena de criaturas mágicas y maravillosas que contribuían, cada una a su manera, a darle al Paramo ese toque único que lo caracterizaba.

Su padre volaba cada mañana y cada tarde por el territorio del Páramo mientras de él emanaba aquella magia de color amarillo y que eran tan cálida que Athis podía sentir, bajo sus pies descalzos, la magia fundiéndose junto con la tierra llena de vida.

Él también haría lo mismo cuando fuera adulto, y mientras tanto, en lo que aquel deseo se volvía realidad, los sueños de Athis eran siempre de él volando por el Páramo mientras de sus manos emanaba magia del color del arcoíris, porque su magia seria del color del arcoíris, de eso estaba seguro.

Athis deseaba ser un guardián del Páramo como su padre, pero ese deseo se iba haciendo cada vez más borroso con cada año que pasaba, intensificándose ese sentimiento de alejamiento, así como la esperanza de que su magia despertara finalmente en vísperas de su cumpleaños.

A Athos le habían salido los cuernos un par de semanas antes de su cumpleaños número cuatro, así que aún existía la posibilidad de que sus cuernos salieran en su cumpleaños número dieciséis, ¿no? No era tan descabellado pensar que su magia solo se había retrasado un poquito, ¿cierto?

—Eres un iluso…— Athis se reprendió y de manera instintiva su mirada se dirigió hacia la caja que guardaba bajo una roca salida de la pared, ahí en donde escondía el regalo que su madre le diera hace 12 años.

Su madre, Haruki, supo de su tristeza cuando no hubo señal de que sus cuernos salieran aun días después de que los cuernos de Athos brotaran. Todos decían que era cuestión de tiempo para que a él también le salieran cuernos como a su hermano, después de todo ambos eran dos gotitas de agua e hijos de Hayato, el guardián y protector del Páramo, una de las hadas más poderosas que aun vivían, y que sin duda, dicha magia tan poderosa que poseía, seria heredada a sus hijos.

Y Athis era uno de sus hijos.

Él también debía heredar esa poderosa magia.

Pero los días y las semanas pasaron y en la cabeza de Athis no hubo ninguna señal de que sus cuernos estuvieran por brotar, por más que el pequeño se revisara la cabeza cada mañana al despertar y cada noche antes de irse a dormir, todo seguía igual.

Para Haruki era duro ver la decepción en el rostro de su hijo al percatarse que su cabecita seguía sin cuernos, así que se las ingenió para construir unos cuernos “provisionales” para Athis, utilizando una diadema, algo de cartón y tela.

<<—Unos cuernitos provisionales en lo que salen los tuyos. >>, esas habían sido las palabras de Haruki al darle el regalo a su hijo.

Athis aun recordaba su cara de alegría cuando se vio en el lago con aquel invento que le permitió tener cuernos por algunos momentos, llegando al extremo de no quitarse esa diadema ni para dormir.

De nuevo Athos y él eran iguales, y eso lo llenaba de alegría.

Pronto ambos serian guardianes del Páramo y de sus manos emanaría magia color arcoíris.

Sin embargo, cuando las alas de Athos salieron, y Athis seguía sin alas y sin cuernos, fue entonces que Athis comprendió que su hermano y él dejarían de ser dos gotitas de agua y la ilusión de llevar la diadema dejó de funcionar.

Con dolor guardó aquellos cuernos en una caja que año con año, solo el día de su cumpleaños, abría y contemplaba. Aquellos cuernos hechos, con amor por su madre, eran la última esperanza que tenia de convertirse en un hada protectora como su padre.

Conforme iba creciendo, Athis comprendía que ser un hada con magia del color del arcoíris solo eran los sueños de un niño.

Y él ya no era un niño.

—Athis, ¿irás al pueblo hoy? — La voz de Athos despabiló a Athis y apenas si tuvo tiempo de alejarse del espejo antes de que su hermano irrumpiera en la cueva que compartían. — Vocbok dijo algo de que irías.

—No, no iré. — Athis respondió ocultando los celos que volvía a sentir. Athos al poseer la magia de su padre, era capaz de comunicarse con criaturas como Vocbok, pero él sin rastro alguno de magia, solo escuchaba salir de la boca de Vocbok suaves chillidos sin sentido alguno, tal y como lo escucharía un humano.

—Mentiroso, tu capa está en la cama.

—Bien, iré, pero tú no vendrás y sabes el motivo. — Agregó al ver que su hermano se disponía a replicar. — Quiero pasar desapercibido y si vas conmigo, tus enormes alas atraerán la atención de todos.

—Usaré capa, genio. Ya aprendí bien a pegar mis alas al cuerpo para que no se vean y la capa las cubra. Es como si me abrazara a mí mismo. — Athos dijo mientras daba la demostración de cómo sus alas podían cubrir su cuerpo. – ¿Ves? Ahora soy como tú. — En cuanto se colocara la capa, Athos agregó sin mala intención, desconociendo la punzada de enojo que ese comentario traería en su hermano gemelo.

— ¿Por qué no te vas volando?— Preguntó aun recio a llevar a Athos con él.

—Tengo flojera, ayer volé todo el día con papá, y es más fácil viajar con el diente de dragón. — El gemelo con dos tonos de color de cabello dijo alzando los hombros. — Y papá dijo que debías compartirlo conmigo de vez en cuando, ¿recuerdas?

Athis suspiro, no tenía pretexto alguno para negarse a que Athos lo acompañara ahora que, en teoría, no era reconocible como el heredero del guardián del Páramo gracia a la capa que llevaba puesta. Además, su padre le había dado el diente de dragón para ir y venir al pueblo, porque al no tener alas con las cuales poder desplazarse con facilidad, y en menos tiempo como Athos, el diente de dragón era el objeto ideal para él ya que no necesitaba magia propia para poder utilizarse.

Sin embargo, Hayato al darle el objeto mágico, también le pidió a Athis que lo compartiera con su hermano de vez en cuando, y eso Athos lo sabía y lo utilizaba cuando más le convenía, es decir, cuando tenía flojera de volar un par de kilómetros que era casi siempre.

Así que sin más remedio, Athis aceptó aunque eso arruinara de cierta forma sus planes.

 

— ¿Tu plan era seguirme? Porque eres libre de ir a donde quieras, te veré en la plaza en dos horas.

Al llegar al pueblo, Athis supuso que Athos tomaría su camino, pero aparentemente su hermano disfrutaba seguirlo porque no importaba que rumbo tomara, Athos lo seguía.

—Vaya que este lugar es animado, y hay mucha gente. — Athos dijo ignorando las palabras de su hermano. Ahora que, según su padre, su magia finalmente se había expuesto por completo, Athos era entrenado por Hayato a diario para tener un mejor control y manejo de esta, con el propósito de que no solo el joven fuera capaz de utilizarla a voluntad, sino además, tuviera la habilidad y poder necesario para tomar el lugar de guardián del Páramo cuando llegara el momento. Debido a esto, el tiempo libre del que gozaba Athos era limitado, y al final del día terminaba tan cansado que lo único en lo que era capaz de pensar era en dormir y no en aventurarse en el pueblo como era su deseo.

—Es un pueblo, siempre hay gente.

—No en todos los pueblos. El tío Diaval me contó de pueblos en los que no hay habitante alguno, solo hay casa vacías.

—Esos solo son cuentos fantasiosos que no existen. — Athis dijo arrugando su nariz. Cuando era niño, al igual que Athos, amaba los cuentos e historias que Diaval les contaba. Reyes de tres metros de altura, países donde el agua no mojaba y sus habitantes eran tritones sin cola, dragones que lograban que su fuego se convirtiera en oro… Historias llenas de aventuras y cosas magnificas pero que al final solo eran eso, historias creadas por el mejor amigo de su padre.

Con el paso del tiempo, esas historias habían dejado de emocionarle al crecer, pero a su hermano le seguían fascinando y seguía creyendo en ellas.

— ¿Y cómo sabes que son mentira? — Athos replicó. — Nunca has ido más allá del Páramo o de este pueblo. No sabes que hay más allá de lo que tus ojos ven… Hasta que no descubras el mundo por tu propia cuenta y afirmes que las historias del tío Diaval no existen, entonces podrás decir que solo son cuentos fantasiosos. — No, Athos se negaba creer que el tío Diaval se inventara todas esas historias. Todo debía ser real y él algún día lo comprobaría con sus propios ojos. — Ya veras, cuando viaje y te traiga pruebas de que esas historias son reales, deberás disculparte conmigo.

— ¿Cuándo viajes?— Athis vio a su hermano y alzó una de sus cejas. — Claro, seguramente padre te dará permiso para ir más allá del Páramo, con suerte puedas llegar a un kilómetro del límite del Páramo. — Athis no pretendía burlarse pero a veces le daba la impresión que Athos no comprendía que ser guardián del Páramo conllevaba sacrificios antes y después de obtener ese título.

—Sí, cuando te salgan tus cuernos y alas, tendrás magia y así podrás ser tú quien se entrene como guardián del Páramo. Eres el hermano mayor después de todo, te corresponde ese título y responsabilidad.

—Athos… Sabes que eso no va a pasar…— De cierta forma agradecía que su hermano aun tuviera esa fe, tanto que lamentaba haberse sentido celoso de él. — Yo no tengo magia, yo soy como madre.

—Ambos somos como madre, somos humanos y hadas, y tu lado hada solo está dormido y necesita tiempo para despertar, exactamente como tú— Su hermano no era muy madrugador y tardaba demasiado en despertar. — Quizás este año sea el año en que finalmente tus cuernos hagan pup. Si, ya te veré diciendo que pesan demasiado y que son estorbosos.

Athis no pudo evitar reír ante el último comentario de Athos, los cuernos no hacían simplemente pup al salir, pero su hermano había logrado alejar toda esa congoja que de vez en cuando lo invadía al verse sin cuernos y alas.

—Así que prepárate, hermanito. — Athos siguió hablando. — Porque cuando finalmente expongas tu magia, yo tendré todo el tiempo del mundo y tú ya no tendrás tiempo de verte en el espejo por horas y de visitar el pueblo a diario. Tendrás que pasar todo el día con nuestro padre en lecciones de vuelo y magia.

— ¡Yo no me veo en el espejo por horas!— Athis se sonrojó, porque aunque le avergonzara, su hermano tenía razón, se veía bastante en el espejo desde que su madre le había conseguido uno.

—Ja, claro que lo haces aunque no se por qué, tu cabello sigue igual que todos los días y siempre te cubres con la capa, dudo que alguien te vea con esa tela cubriéndote.

En eso Athos también tenía razón, Athis pasaba varios minutos viéndose en el espejo, procurando que su cabello se viera bien por si debía quitarse la capa que siempre procuraba permaneciera bien colocada de tal forma que el gorro de esta no se cayera de su cabeza y así pasara desapercibido, no por vergüenza de su apariencia, que sabía era agradable a la vista, sino más bien para ocultar su sonrojo y expresión tonta al ver a cierto hombre.

Si, a Athis le gustaba alguien…

Era un soldado miembro de la guardia del rey Philip. El hombre no formaba parte de la guardia personal del rey y solo era un soldado de media categoría que patrullaba el pueblo a partir del mediodía, lo cual le permita a Athis verlo en sus rondas por las calles. Y para lograr eso, debía pasar desapercibido, o de lo contrario el soldado podría identificarlo y tomarlo por algún espía o algo peor, un acasador.

—Esa es la idea, Athos, que nadie vea que estoy aquí.

— ¿Por qué? Con esa capa negra llamas más la atención, pareces un ladrón.

—Llamaría la misma atención si me quito la capa. Mi cabello no será de dos colores como el tuyo, pero si me ven a los ojos sabrán quien soy y prefiero el anonimato. — No había alguien en el pueblo que no supiera que los sobrinos del rey tenían los ojos de diferente color y que uno de ellos era rubio. Dichas características no eran comunes en los muchachos humanos de su edad, y se armaría un zafarrancho si lo veían por ahí. La gente trataría de saludarlo a cada momento y le pedirían que mandara sus saludos y mejores deseos al rey Philip, así como a sus padres.

No, eso era algo que Athis prefería evitarlo a toda costa.

— ¿Y por qué?— Athos siguió insistiendo.

— ¿Por qué haces tantas preguntas?

—Porque hay algo raro… Hay algo que no me estás diciendo y está relacionado con que desde que llegamos al pueblo estás tratando de alejarte de mí, ¿qué ocultas? Tú tienes un secreto.

—Yo no tengo ningún secreto. — Athos en varias ocasiones podía ser insistentemente molesto.

—Claro que lo tienes… ¿Acaso es que vas a ver a tu novio o novia secreta?— Dijo más a modo de broma, pero al ver que Athis casi tropezaba y lo veía con una expresión de asombro, supo que sus palabras eran ciertas. — ¡Es eso! ¡Tienes novia!

—Cállate… Vas a llamar la atención innecesariamente. — Athis de inmediato intentó recobrar la serenidad y cubrió la boca de Athos con su mano. — Y no tengo novia o novio…

—Pero hay alguien que te gusta. — Dijo en cuanto Athis apartar su mano de su boca. — Aja, es por eso que pediste el espejo y vienes tanto al pueblo, ahora todo tiene sentido. ¿Y bien, de quien se trata?— Preguntó con una sonrisa traviesa, ahora que sabía el secreto de su hermano, se moría de ganas de saber quién era esa persona misteriosa. — Debe ser un humano, ¿cierto?

—Athos, no te diré nada. — Athis zanjó el tema y volvió retomar su camino por las calles del pueblo.

—Ay, por qué no.

—Porque si lo sabes tú, medio mundo lo sabrá. Eres pésimo guardando secretos.

—Entonces admites que hay un alguien. — Athos vio a Athis con expresión triunfal, al menos había logrado que su hermano admitiera que le gustaba alguien. — Oh vamos, prometo guardar el secreto. Confía en mí.

—Yo no admití nada. — Athis negó con su cabeza, admitía que Athos había sido inteligente en sacarle cierta información, pero era cierto lo que decía respecto a que su gemelo era malo para guardar secretos.

—Vamos, solo dime si es un él o es un ella.

—Athos, deja de insistir.

—Por favor, quiero saber.

—No, ¿ya olvidaste cuando te conté lo de las bayas?

—Lo de las bayas tarde o temprano nuestros padres se iban a enterar porque apestabas a bayas. Nadie se comería cuatro canastas de bayas sin que alguien se diera cuenta.

— ¿El asunto del gato?

—Fue Vocbok quien lo dijo, no yo.

— ¿Y quién le dijo a Vocbok?

—Eso fue una situación especial, Vocbok podía morir devorado, solo actué como un héroe.

—Athos, deja de insistir, no te diré nada…— Athis podía seguir dándole ejemplos a su hermano de las veces en que no había sabido guardar un secreto.

La lista era larga y el camino también, sin embargo Athis estaba tan empeñado en no decir nada, que no prestó demasiada atención en el camino y tropezó de frente con una persona. El golpe fue duro, tanto que Athis llegó a creer que el individuo tenía una gran piedra en vez de un pecho de carne y hueso.

—Lo siento yo no…— Athis se disculpó con la persona de pecho de piedra, pero no era un pecho de piedra lo que aquella persona tenia, era una armadura, y las únicas personas que llevaban armadura eran soldados, y los únicos soldados que hacían su ronda a esa hora por ese lugar era el grupo del hombre que le gustaba al mayor de los gemelos.

¡Debía irse de ahí inmediatamente!

Si no se iban, seguramente Athos ataría cabos y descubriría quien le gustaba si se llegaba a poner nervioso enfrente de los soldados.

Amaba a su hermano pero este era un soplón y sus padres no tardarían en enterarse de lo sucedido en el pueblo.

Athis ya podía imaginarse la situación y la charla que seguramente recibirían sobre el amor y todo lo que este conlleva, sobretodo a la tierna edad de 16 años.

Probablemente su padre les volvería a contar la historia de cómo conoció a su madre y todo el camino que tuvieron que recorrer para estar juntos. Se sabía esa historia de memoria, y aunque admitía era interesante, y tenía sus partes espeluznantes como la parte en que le cortaban las alas a su padre, Athis ya tenía suficiente de besos de amor verdadero y maldiciones de amor.

No, evitaría a toda costa volver a escuchar aquella historia de amor, y para eso debía marcharse de ahí con Athos en ese preciso instante.

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).