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Clockwork Absolution por hana midori

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Notas del capitulo:

¡Hola! Vengo a dejarles el siguiente capítulo antes de irme a mi clase de TKD, jajajaja. Espero que les guste <3 Recuerden, como siempre, que hay ligeras menciones de tortura y muchos traumas que superar. También, recuerden que les comenté que este fanfic no tiene rigor médico por lo que, si los tiempos de recuperación están un poquito exagerados, es adrede, jajajaja. En fin, cualquier error de ortografía o de redacción, pido una disculpa de antemano :3 ¡Disfruten!

 

Day 6: Tsunami.

 

En un proceso de recuperación, existen dos tipos de días: los días buenos y los días malos. En los días buenos casi no había dolor, todo avanzaba tremendamente bien y la esperanza de recuperarse pronto era tan palpable que casi podía olvidarse la enfermedad. En los días malos, por el contrario, el dolor no paraba, todo se iba al carajo y cualquier avance parecía insignificante comparado a lo que se estaba sufriendo en ese momento. Hoy, Jack estaba viviendo uno de esos días malos.

 

La cosa no había empezado esa jornada, sin embargo. Los eventos se alinearon de tal manera durante las últimas semanas que, llegados a este punto, Jack no soportaba más. Todo comenzó con una noticia aparentemente buena: Hiccup operaría a Eros para retirarle gran parte de sus alas. No podía quitarle todo porque afectaría su espina dorsal, pero sí que podía hacer más ligero el diseño para que Eros no sintiera agujas cada vez que se movía rápido o se agachaba.

 

Eros, aunque aparentemente emocionado, se veía nervioso. Como no, si ésta sería la primera intervención importante que Hiccup le haría. Cuando le quitó las garras, sólo usó anestesia local, lo que le permitió estar despierto y por ende, sentir que tenía algo de control sobre lo que pasaba. Pero ahora tendría que dormir, algo que, a pesar de estar a salvo, resultaba aterrador.

 

Jack hizo lo que pudo para animarlo, diciéndole que Hiccup sería cuidadoso y que no sentiría dolor durante la recuperación. Eros le escuchaba, aunque sin oírle. Jack se daba cuenta por la forma en que asentía y no le pedía que repitiera las cosas para asegurarse de que entendió todo el mensaje.

 

Por otro lado, Jackson no se separaba de Eros. A donde se trasladara, ahí estaba su hermano, ya fuera para ayudarle con lo que estuviera haciendo o sencillamente para ser un pilar en caso de que lo necesitara. Esa fue quizá la primera alarma para Jack: el que Jackson no parecía tener más que ojos para Eros y lo que necesitara.

 

Cuando llegó el día de la operación, Eros fue en la mañana y se despidió de Jack. Parecía querer decir algo además de un “nos vemos luego”, sin embargo, las palabras no alcanzaron sus labios. Jack se atrevió a darle una de sus medusas metálicas, diciéndole que se iba a enojar si no se la regresaba. Eros la apretó entre sus manos y se fue sin decir nada.

 

Hiccup apareció en la noche para comentarle que todo salió bien, sin embargo, Eros no podría venir a verlo hasta que se recuperara. Podrían ser desde cuatro semanas hasta seis, dependiendo de como evolucionara. Jack se sintió feliz porque Eros seguía vivo y en una pieza… aunque un nudo se formó en su corazón al saber que no lo vería por un tiempo. Esa fue, sin duda, la segunda alarma.

 

La tercera tardó unos días en sonar. Durante ese tiempo, Jackson sólo aparecía a la hora de la comida. Peor aún, se retiraba apenas Jack terminaba porque, en sus palabras “Eros no se podía quedar sin supervisión”. Él entendía, en verdad que entendía. Por eso intentó distraerse con los libros que Hiccup le daba, con las pequeñas medusas que se posaban sobre él si se quedaba lo suficientemente quieto. Pero una mañana, Jack sintió enojo ante la prisa de Jackson. Jack sintió ira cuando rechazaba sus intentos de conversación.

 

Tal vez las cosas se habrían quedado en la tercera alarma si no fuera porque, apenas 48 horas después de sus arranques de enojo, Hiccup le dijo que tenía que ausentarse unos días. No quiso decirle para qué, pero parecía bastante importante. Antes de irse, sin embargo, le dio a Jack un obsequio: una cajita llena de más animales mecánicos.

 

Jack observó maravillado los pequeños pececitos de colores, los caballitos de mar, las estrellas marinas, los moluscos y los cangrejos. Eran tan delicados como las medusas, pintados de distintos tonos y brillando cuando los rayos del sol les alcanzaban. Eran tan bellos que Jack olvidó durante unas horas su desasosiego… hasta que la noche llegó y Jackson sólo le dio la cena y un buenas noches demasiado rápido.

 

Esa fue entonces la cuarta alarma. Jack estaba solo, solo en su tanque, en su prisión de cristal. Los animalitos que Hiccup hizo para él comenzaron a ser odiosos, molestos. Los dibujos que estaban en el techo resultaban una tortura, pues sabía que nunca, jamás, estaría en mar abierto ni vería a todas esas criaturas. Estaría el resto de su maldita vida en este tanque, en este sitio, atrapado en un apéndice metálico que cada día pesaba más y más.

 

Esa mañana, ese mal día, Jack explotó. Luego del desayuno, algo dentro de él pareció quebrarse ante la presión, y golpeó tan fuertemente el cristal que todo el ecosistema tembló a su alrededor. Incapaz de controlar su ataque, Jack tomó piedras, arrojándolas contra el vidrio, contra el techo. Luego, cuando no le quedaron más, tomó los animales metálicos y empezó a lanzarlos fuera del tanque, lejos de él.

 

Estaba ya tan harto de esto. Tan harto del encierro, del silencio, de la soledad, de la prisión. Estaba sanando físicamente, ¿pero qué había de su corazón? Nunca podría salir, nunca podría acompañar a Hiccup a ningún lado, a su hermano, a Eros. Estaba atado al agua, a los filtros, a lo artificial. ¿Para qué valía la pena vivir? ¿Para qué lo intentaba?

 

Jack no supo cuánto tiempo duró su rabieta. Pudieron ser horas, pudieron ser minutos… pero cuando el sentimiento de ira se fue, sólo quedó la miseria. Entonces se dio cuenta de lo que hizo, de lo que había roto, y no pudo evitar llorar. En esto se había convertido: en un monstruo, en una cosa que no era humana, que respiraba pero no vivía. ¿Por qué él? ¿Por qué tenía que ser él quien tuviera que sufrir esto?

 

“Hiccup…”

 

Le odiaría en cuanto viera lo que hizo. Le odiaría en cuanto viera que destruyó lo que con tanto esfuerzo creó para él. Se daría cuenta entonces del tipo de monstruo que era, y no volvería a hablarle. Tal vez ni siquiera volvería a mirarle. Y entonces sí, estaría solo, sin sus medusas de luz, sin sus pinturas en el techo, sin sus ojos verdes…

 

Jackson no se apareció a la hora de la comida. Jack sólo se percató de ello porque, cuando el reloj marcó las doce, las puertas no se abrieron. Por un momento, Jack se preguntó si había escuchado todo y no quería acercarse por miedo a que le hiciera daño… sin embargo, antes de que pudiera sentirse más miserable, la entrada se abrió, revelando no a Jackson sino a Hiccup.

 

Tenía el rostro muy rojo, como si hubiera corrido. Tal vez lo hizo, y saberlo le provocó a Jack una vergüenza tal que no supo que hacer más que esconderse entre las pocas algas que todavía quedaban en el tanque. Entonces Hiccup se acercó y dio toques suaves al cristal, llamándolo.

 

Jack hizo oídos sordos. No quería verlo, no quería encontrarse con su expresión llena de ira, con su expresión llena de asco. Sin embargo, un ruido lo hizo levantar la cara, un ruido que conocía bien: el columpio. Jack notó que Hiccup lo sacaba y que… se sentaba en él. Iba a entrar al tanque. Ya estaba haciéndolo.

 

Asustado, Jack intentó detenerlo. Jamás había hecho algo así, y la única vez que Eros se lo pidió, Hiccup se negó rotundamente, argumentando que debían mantener lo más estéril posible el habitad de Jack. Pero ahora aquí estaba, sumergiéndose. En cuanto Jack le puso las manos en las piernas para que saliera del agua, Hiccup lo jaló y…

 

—Está bien, Jack, —le escuchó susurrar en su oído, mientras lo apretaba más contra él, mientras lo envolvía más en ese cálido abrazo, —está bien.

 

El nudo en su corazón se deshizo. Jack lo sintió tensarse y romperse, liberarle la pena del cuerpo. Entre mudos sollozos, Jack se escondió en su pecho, todo sin que Hiccup dejara de decirle que todo estaría bien y que estaba ahí, con él. Sus manos cálidas iban de su cabello a sus hombros, de sus hombros a su espalda.

 

Jack no quería dejarlo ir. Jack no quería que Hiccup le dejara ir. El resto de la tarde, Hiccup permaneció en el tanque, sentado en el columpio y medio sumergido. No apartó a Jack, y cuando dejaron de abrazarse, Jack recostó su cabeza en sus piernas y así se quedó, soñando despierto. Las alarmas se fueron apagando, hasta que ya no quedó más que calma en su cabeza. Por fin el día malo había terminado.

 

Notas finales:

¡Y listo! Espero que les haya gustado :D Vamos avanzando más y más en la trama, jejeje. ¡Nos vemos en el día trece!


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