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Clockwork Absolution por hana midori

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Notas del capitulo:

¡Hola! Vengo con el siguiente capítulo :D Este es uno de mis favoritos, jajaja, más que nada porque me encanta el personaje de Eros. Como bien dije al inicio, no me pertenece, sino que es de Scorpio251095. Ella lo ha hecho desde cero y yo nomás se lo pedí prestado, jajajaja. En este capítulo tiene un poco más de protagonismo, y se explican algunas cosas referentes a él, y, por supuesto, a lo que pasó con Jack. Espero que les guste :D <3

 

Day 9: Fanges.

 

Aunque Jack no estaba en el tanque, Eros continuó yendo a su habitación, haciendo sus ejercicios y leyendo mientras, de cuanto en cuanto, levantaba la vista para encontrar los animales artificiales que se movían en el agua. Sin su amigo entre ellos, le provocaban un escalofrío. Eran, hasta cierto punto, parecidos a ellos, con sus piezas metálicas, sus voluntades mermadas al deseo ajeno. Eros no entendía como Jack podía quererlos tanto, y la idea de que Jackson creara unos pensando en él, lo perturbaba en extremo.

 

“Supongo que somos diferentes” se dijo luego de un rato, intentando con eso dar por zanjado el asunto, no ahondar demasiado en la idea. Lo último que quería era que ésta se quedara fija en su mente y, sin pensar, se la dijera a Jack. Todo era ya difícil para él, y no necesitaba que Eros volviera a arruinarle la existencia con sus decisiones egoístas.

 

Egoísmo. Era un concepto interesante. Antes de este asunto, Eros nunca le dedicó demasiada reflexión al mismo. Solía pensar que no era una persona egoísta, pues siempre hacía su mejor esfuerzo por alegrar a los que estaban a su alrededor, por hacerles su vida un poco más ligera con bromas y sonrisas. Decían que él era un sol, y lo creía. Pero entonces Pitchiner llegó y todo se fue al carajo.

 

“Las personas revelan sus verdaderos colores cuando la muerte les mira…”

 

—¿Eros?

 

Al escuchar su nombre, Eros pegó un brinco. Las puntas de sus alas chocaron momentáneamente contra la silla, haciendo que un pinchazo le subiera desde la base de su espalda hasta los omoplatos. Jackson, quien fue el que le llamó tan de sorpresa, pareció notar el dolor que le recorrió e inmediatamente se puso de rodillas a su lado.

 

—¿Estás bien? ¿Qué te duele?

 

—Nada, nada, —se apresuró él a decirle, sonriendo a pesar de las punzadas, —sólo me sorprendiste, estoy bien.

 

Jackson le creyó a medias, como siempre que le comentaba algo respecto a su salud. Aunque no se le podía culpar, ¿verdad? Y es que Hiccup y Jack podían haber desarrollado una confianza que les permitía seguir adelante con procesos quirúrgicos complicados, pero él no. Él odiaba que se le acercaran, que le tocaran, que le dijeran con palabras condescendientes que esto era lo mejor para su bienestar. La misma mierda de Pitchiner, la misma mierda de todos los locos bastardos. Por supuesto que eso último Jackson no lo sabía. Para Jackson, sencillamente el trauma era demasiado.

 

—Entonces, ¿para que necesitas mi brillante presencia?

 

Esperaba que Jackson pusiera los ojos en blanco y le dijera que estaba saltándose alguna tarea doméstica importante. O quizá que se riera y le comentara que lo buscaba porque no quería que estuviera solo. Sin embargo, Jackson puso una expresión seria, expresión que podía significar dos cosas: Hiccup o Jack.

 

—Hiccup quiere hablarte de algo, —y lamentablemente, era la primera.

 

Eros respiró hondo. Luego, dejó lentamente sus cosas sobre una de las mesas que estaban en el cuarto. Se preguntó entonces qué nueva cosa sacaría, qué nueva excusa habría para que le revisara…

 

—Vamos pues, —dijo, controlando sus ideas, sus miedos, sus nervios. —Te sigo, —nadie podía notar nada. Nadie podía saber nada. Era mejor de esa forma. Si no veían tu miedo, acababan rápido. Y si lo veían… bueno, Eros había visto gente acabar peor que Jack.

 

Hiccup se encontraba en una de las habitaciones vacías de esa ala. Tenía en su escritorio un montón de papeles, papeles que Eros se preguntó si serían referentes a Jack o a él. No tuvo que quedarse demasiado tiempo con la incógnita, pues Hiccup ni siquiera esperó a que se sentara para empezar a hablar.

 

Primero, le aseguró que la recuperación de Jack iba mejor de lo que esperaba. Eso le hizo sonreír genuinamente, aunque no veía por qué tenía que verlo en su estudio para saber eso. Luego, le contó que, dado que el diseño de la cola de Jack estaba funcionando de maravilla, pensó en hacer lo propio con las alas que Eros tenía en la espalda.

 

—Quité la mayoría del mecanismo cuando te operé hace unos meses, pero creo que ahora puedo retirar todo e instalar un nuevo modelo. Ya no te dolerá la espalda y podrás prácticamente hacer todo, hasta correr.

 

Eros se lo imaginó. Se imaginó otra vez en la mesa, otra vez con las manos en el interior de su espalda mientras él intentaba por todos los medios no gritar, no llorar, no rogar por un descanso… y sin lograrlo.

 

“Vamos, tranquilo. ¿Crees que esto duele? Apenas son los nervios secundarios. Ahora, esto…” Pitchiner apretó algo, algo que hizo que Eros gimiera tan fuerte que la garganta le ardió como fuego líquido. “Esto sí duele. Así que aguanta, querido. Te voy a enseñar en un rato lo que es realmente dolor”.

 

—¿Entonces? ¿Te gustaría?

 

Eros parpadeó. Todavía podía sentir las manos de Pitchiner en su espalda, el filo del bisturí destazando su piel. Pero aquellas sensaciones de terror no llegaban a su rostro. En éste tenía una expresión serena, contemplativa. Y con una voz suave, que no revelaba lo que realmente estaba pensando en ese momento, dijo:

 

—Claro.

 

Era mejor si le daba por su lado. Era mejor si sencillamente lo aceptaba. Dolía menos de esa forma, le tocaba menos de esa forma. Jack nunca le dio por su lado a Pitchiner. Luchó por mucho tiempo, se resistió… y él no había contribuido en nada para evitar que lo hiciera.

 

Hiccup se puso a hablar de otras cosas, cosas que Eros ya no escuchó. Luego, cuando terminó, Eros se puso de pie y caminó lentamente hasta su cuarto. No se dio cuenta de que Jackson venía detrás hasta que se giró para cerrar la puerta.

 

—¿Estás bien?

 

—Claro, estoy bien, —le dijo en automático, componiendo una sonrisa, —¿vas a pasar?

 

Jackson entró. Eros buscó la cama y se recostó en el colchón, quedándose quieto. Esa era una de sus especialidades: la inmovilidad. Podía mantener una misma posición por horas, sin apenas notarse que estaba vivo. Era tan bueno que varias veces tuvieron que pincharlo con agujas para lograr que se moviera, aunque sólo lo hacía un poco.

 

“Bueno, supongo que todavía no estás del todo bien. No te preocupes, esperaremos un poco más. Por mientras, trabajaré en tu compañero. Voy bastante bien con mi sirena, te encantará cuando la veas”

 

De pronto, Eros sintió que alguien le acariciaba el cabello. Aunque se tensó, no se movió, metido como estaba en ese trance de quietud. Poco a poco fue reconociendo el calor de Jackson, y una parte de su cabeza se preguntó por qué estaba él ahí. Por qué a pesar de toda la mierda que había hecho, las mentiras, su egoísmo, Jackson estaba ahí, como una recompensa, como un pilar que le cubría ahora de las cosas malas.

 

“Es su hermano, y aun así está aquí conmigo y no con él. Es su hermano y yo no debería de estárselo quitando, no después de… de…”

 

—Soy un monstruo, —susurró. Jackson no dejó de acariciarle el cabello a pesar de sus palabras.

 

—No, no lo eres, —Eros sabía que se lo decía por las alas, por su apariencia física. Pero Eros no se refería a eso. A pesar de todo, era consciente de que las modificaciones sólo afectaban su apariencia, su piel… lo que tenía dentro, en el corazón, estaba intacto… y eso era lo que le convertía en un monstruo.

 

—Lo soy… porque yo… yo…

 

Se sintió feliz cuando Pitchiner llegó con Jack. Sabía que le dejaría en paz unas cuantas semanas en lo que destazaba al recién llegado. Se sintió todavía más feliz cuando Pitchiner se emocionó con sus avances, porque dejó de decirle a Eros lo que le haría y empezó a contarle sobre lo que estaba haciéndole a Jack. Ya no había promesas de piernas de león en lugar de las humanas, y cabeza de águila en lugar de la suya. Sólo había palabras referentes a sirenas, a colas metálicas, a piernas que estorbaban y que una noche dejaron de hacerlo… y cuando retomó con él y le tocó los nervios que dejaron paralizada una parte de su cuerpo, fingió que dicha parálisis era más grave de lo que aparentaba, que le duró semanas en lugar de unos cuantos días… semanas que Pitchiner utilizó en Jack.

 

Solían decir que las personas mostraban sus verdaderos colores, sus verdaderos colmillos, cuando la muerte y el sufrimiento los elegía como amigos. Eros había visto a algunos sacrificarse por otros, llamar la atención de Pitchiner de forma intencional para comprarles a los demás unos cuantos días… esos eran los verdaderos seres humanos. Pero él no hizo nada de eso. Él, apenas pudo, lanzó a las vías a quien se le pusiera enfrente para salvarse. Él era un monstruo por lo que tenía en el corazón.

 

Y ahora que se lo confesó a Jackson, que le dijo la verdad de lo que ocurrió en ese infierno… sabía lo que se venía. Sabía que se iría, que le miraría con asco. Entonces quizá Eros tendría por fin la maldita voluntad de terminar de una vez con esto… y quien sabe, tal vez entonces podrían darle sus pulmones y piernas a Jack. Tal vez podría volver a sentirse una persona.

 

—Eros.

 

Eros levantó el rostro de la almohada. Aunque su voz fue suave durante toda su confesión, tenía la cara bañada en lágrimas. Eros miró los ojos de Jackson, esperando encontrar ese repudio… pero en su lugar, todo lo que vio fue una comprensión inhumana, una calidez cósmica. Suavemente, como quien lo hace con una persona a la que ama mucho, Jackson le limpió las lágrimas, todo mientras decía con extrema dulzura:

 

—Las personas hacemos lo que podemos para sobrevivir. Incluso cosas que no reflejan nuestro corazón. ¿Y sabes por qué lo sé? Porque has estado con Jack desde el momento en que salimos. Lo has cuidado, lo has apoyado, lo has entendido cuando ni yo ni Hiccup hemos podido. Si fueras un monstruo, si realmente tu corazón estuviera lleno de cosas horribles, no lo querrías. No estarías aquí haciéndonos la vida más bella.

 

Eros se quedó sin habla. Las palabras de Jackson se iban instalando en su cabeza, peleando con todas las que él mismo se había dicho desde esa noche en que escaparon del sótano. Eran contradictorias, eran mágicas, eran todo lo que quería creer, todo lo que no merecía.

 

—Me hice su amigo por culpa, —le confesó. Jackson le acunó el rostro entre sus manos y pegó su frente con la de él.

 

—Conozco la culpa, la siento cada día que despierto, —dijo, cerrando los ojos, —no te hiciste su amigo por eso.

 

No, no fue por eso. No completamente al menos. Había algo más, una razón todavía más poderosa…

 

—Pensé que… que si era su amigo… que si podía conocerlo, entonces… entonces yo… yo no… yo no volvería a dejarlo solo. Yo no volvería a arrojarlo a los lobos como lo hice antes…

 

Jackson asintió. Se separó un poco, sin soltar sus mejillas, para poder verle a los ojos. Así, con sus miradas ancladas la una en la otra, Jackson acarició su rostro, bajando sus manos por su cuello, sus hombros, hasta llegar a sus manos reconstruidas y llenas de cicatrices.

 

—Nada de lo que pasó fue tu culpa. Nada de lo que tuviste que hacer es un reflejo de tu corazón. Ahora estas a salvo, y ahora puedes decidir que poner y que desechar de él.

 

¿Podía? ¿Realmente podía? ¿Aunque siguiera siendo egoísta? ¿Aunque hizo tanto daño y nunca pudiera repararlo, sanarlo? Quería creerle. Desde lo más hondo y desesperado de su alma, quería creerle…

 

—No quiero las alas nuevas, —dijo, levantándose, escondiéndose en el pecho de Jackson, —no las quiero.

 

Jackson asintió mientras le respondía aquel abrazo, mientras, con mucho cuidado, dejaba una de sus manos en su cintura y la otra subía hasta su cabello rojizo.

 

—Entonces le diré a Hiccup que deje el tema, —prometió.

 

Eros cerró los ojos. Aunque volvió a quedarse inmóvil, está vez no se entregó por completo al trance, sino que se permitió ser consciente de sus sensaciones. No quería que nadie le tocara, nadie que no fuera Jackson. Y aunque deseaba hacerle una última pregunta, decidió guardarla de momento. Todavía tenía que hablar con Jack. Todavía tenía que decirle todo lo que tenía dentro antes de pensar en que quizá, en que tal vez, eso no era un reflejo real de su corazón.

 

Notas finales:

¡Y eso es todo! Sé que parece relleno porque Jack y Hiccup no salen tanto PERO les juro que todo tiene un por qué, jajajaja. En fin, ¡nos vemos para el día diecinueve!


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