Había dudado mucho antes de comprar esa lámpara, realmente no la necesitaban pero le parecía un detalle agradable para su habitación y pensó que sería lindo encenderla un rato antes de dormir.
—Eres extraño —ambos estaban acurrucados sobre la cama, Haru entre los brazos de Rin y apoyado en su pecho mientras él jugaba con algunos mechones de su cabello.
—Creo que eres el menos indicado para decir eso —en su rostro se grabó una mueca de reproche mientras lo miraba.
—No entiendo porqué compraste eso, es raro —seguía apoyado en su pecho mirando hacia las pequeñas estrellas que la lámpara proyectaba sobre el techo—. ¿No se supone que usan esas cosas para mantener iluminado el cuarto de los niños?
—Bueno, sí... Son para eso —jugó con su cabello mientras miraba el techo también, quizá era una elección peculiar, pero no creía que fuera tan extraño—. Pero en las grandes ciudades no se pueden ver la estrellas, y pensé que sería agradable poder verlas antes de dormir.
Haru se acurrucó en su pecho sin despegar su mirada del techo, mientras las pequeñas estrellas hacían su recorrido no podía dejar de pensar en aquella noche que citó a Rin para pedirle que no dejara la natación.
Estaba concentrado solo en él, pero una vez que el malentendido estuvo solucionado se percató de la vista que el cielo les regalaba esa noche en que le había mostrado solo un poco de sus sentimientos por él. Y por absurdo que pudiera parecer, la forma en que esa nueva lámpara proyectaba la luz le recordaba ese momento.
Había sido muy importante para él, pues no fue sino hasta sentir que perdería a Rin de nuevo que fue capaz de entender lo importante que es para él y poco después que sus sentimientos por él iban más allá de la amistad.
—En Iwatobi podemos ver las estrellas desde la playa, como...
—La lluvia de estrellas esa noche que nos encontramos en la banca —Rin acariciaba su cabello lentamente mirando fijamente al techo, tampoco lo había mencionado antes, pero ese momento había sido un descubrimiento para él.
Se mantuvieron en silencio aferrados al otro mientras las pequeñas estrellas seguían viajando por el techo en su recorrido infinito. No sabían cuanto tiempo llevaban contemplándolas y pensando en aquel día, pero era evidente que para ambos significaba algo especial.
—Podemos ir a Iwatobi solo para verlas —Haru era serio y Rin lo sabía por la firmeza en sus palabras.
—Estás loco, tenemos competencia pronto y no creo que Mikhail o Azuma estén de acuerdo con tomarnos un día de descanso y menos para ver las estrellas —a Rin le hubiera encantado acampar juntos o poder pasar la noche abrazados mientras contemplan las estrellas sin pensar en nada más, pero era consciente de su situación.
—No tienen porque saberlo —Haru sostenía sus manos sin dejar de ver el techo, jugando un poco con sus dedos entrelazados—. Después de todo, no sería la primera vez que me convences de fugarnos antes de una competencia importante —recordaba a la perfección que tras su regreso de Australia no había dudado ni un momento antes de llevarlo a ver las clasificatorias de sus antiguos compañeros de equipo y lo maravilloso que había sido su viaje.
—Definitivamente estás loco... —podía ver la sonrisa en el rostro de su novio y se contagio de ella por lo resplandeciente que lucía—. ¿Debería conducir o prefieres hacerlo tú? Podría demostrarte que soy mejor conductor que tú aunque digas que no te sientes tranquilo.
—No te dejaré conducir todo el camino solo, quiero llegar vivo hasta allá y regresar a la competencia —Haru levantó su vista hacia él y la mirada cómplice previa al suave beso fue la forma de sellar esa promesa.
Quizá no era necesario viajar solo para ver las estrellas, pero definitivamente nada podría ser mejor que volver a un lugar tan significativo para ambos justo antes de su próxima competencia.