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Au nom de l'amour. por ShushLY

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Capítulo 2. Precálculo.

 

Aún faltaban varios días antes de comenzar la audición por las voces principales; sin embargo, habíamos recibido varios aplicantes para la banda sonora, así como muchos nombres para la audición de gente que no pertenecía al coro previamente.

 

-          Chicos, todavía quedan espacios disponibles para el viaje. ¿Quiénes faltan por apuntarse? – preguntaba el profesor Jiraiya.

 

Cada año hacíamos alrededor de tres viajes a Francia, la capital de la Ópera. Siempre íbamos a presenciar una puesta en escena y a participar en alguna competencia.

Los últimos años no nos había ido demasiado bien en ello. Las competencias fuera de Francia eran bastante complicadas, principalmente porque los demás equipos buscaban siempre una nueva forma de destacar. De modernizar la Ópera, y dejar atrás lo más tradicional. Y aunque yo compartía su enfoque progresista, Karin y Hidan no parecían estar de acuerdo con esas opiniones.

 

-          Profesor, esos lugares que quedan serían para compartir estancia con Sasuke, ¿cierto? – preguntó Nagato, un idiota, igual que su amigo Kisame.

-          Sí, Nagato, ¿algún problema?

-          ¡No, en absoluto! – contestó enérgicamente antes de comenzar a susurrar para sus amigos y para mí. – Después de todo los eunucos no tienen nada que se les pare. – él y sus amigos comenzaron a reír por lo bajo ante su comentario.

-          Creo que querías referirte a los castrati, Nagato. Verás, a ellos sí les quitaban las bolas para poder mantener su voz al cantar; pero también te hubieras equivocado. Sigo teniendo bolas, ¿o es que estás igual de desesperado que Kisame por verlas? – respondí molesto y tajante.

 

Los amigos de Nagato nuevamente se rieron, con más fuerza. Mientras que el profesor sólo nos miraba decepcionado de nuestro comportamiento; pero sin decir nada. Los profesores del instituto sabían de mi situación de acoso y aunque no paraban tácitamente esas actitudes, tampoco me decían nada por defenderme.

 

Luego de aquella escena, Nagato decidió no decirme nada. Quizás vergüenza, quizás planeaba vengarse después; pero me dejó en paz el resto del día.

Esto me permitió concentrarme en el resto de mis materias hasta que llegó el receso y pude ver a mis amigos.

 

-          Escuché que te peleaste con Nagato ahora. – declaró Gaara sin quitarle su atención al bento que abría con mucho cuidado.

-          Sí, bueno. Él también es un imbécil. – agregó Shikamaru antes de darle un bocado a su onigiri.

-          Lo es. – coincidí dejando mi bento casi lleno a un costado. – De nuevo Jiraiya quiere que más chicos se unan al viaje y sólo quedan espacios en mi estancia. Nadie se unirá; pero no deja de insistir.

 

Gaara asintió como si estuviera diciendo lo más normal del mundo. Eran mis amigos, sin lugar a duda; pero había muchas cosas que no podían comprender de mí. Había aún algunas actitudes en ellos, como vestigios de la antigua homofobia que los inundaba, y que quisiera resurgir. Y todas esas veces me preguntaba si realmente se trataba de un vestigio, o si simplemente estaban reprimiendo sus ideas con la esperanza de que mi homosexualidad fuera una fase rebelde, como si quisiera existir para molestar a los demás.

 

-          De cualquier modo, suena fantástico ir a Francia. – comentó Shikamaru mirando de reojo a Gaara. - ¿Cuántas veces has ido ya?

-          No lo sé. Llevo desde la primaria en el coro, ¿recuerdas? No siempre he ido al viaje; pero sí que han sido demasiadas veces. – respondí casi sin interés.

-          ¿Y cómo son las cosas allá? Me refiero… - la voz de Shikamaru se apagó lentamente conforme se acercaba al final de la frase.

-          ¿A los gays? – pregunté tentando a mi suerte. Sabía que a ellos también les era difícil aceptar del todo quién soy.

-          Uh-huh. – asintió Shikamaru dando otra mordida a su onigiri.

-          No es tan malo realmente. Supongo que es muy parecido aquí. Hay gente a quiénes no les preocupa, hay quiénes aún cometen crímenes de odio. – expliqué casi mecánicamente.

 

Sabía que les preocupaba que me sucediera algo por el hecho de ser quien soy. Mis padres tampoco se tomaban la molestia de esconder su desagrado, por lo que estaba acostumbrado a no sentirme parte de ningún grupo desde que se había corrido la voz.

Sólo me sentía tranquilo en esos breves viajes. Generalmente implicaban estar solo la mayor parte del tiempo, leer, cantar, y dormir. Vivir por mi cuenta, sin que nadie me molestara. Era ideal.

 

Después de unos minutos más en completo silencio sonó la campana para volver a las aulas. Tomé mi bento prácticamente lleno y me despedí de mis amigos con un ligero movimiento de cabeza, como asintiendo, y me dirigí al aula designada.

La institución había tenido una idea casi brillante. Juntaría el tronco común de nuestras materias y mezclaría a los alumnos. Era un desesperado intento de provocar integración entre los distintos grados, salones y cursos, mismo que, de conseguirse, daría un mejor aspecto sobre el ambiente interno para los futuros aspirantes a la academia.

 

Antes de entrar al aula revisé los asientos asignados. Siempre buscaban tener el control en la mayor cantidad de situaciones posibles. Eso incluía la asignación de asientos en todas y cada una de las clases y talleres, cosa que siempre me ha hecho sentirme agradecido. Yo también aprecio la sensación de control.

Confirmé mi asiento dos veces antes de ingresar. Miré todos los asientos lo más discreto posible, quería saber con quiénes tendría que compartir la materia de “Precálculo”. Me alegré internamente cuando vi que ninguno de los presentes solía prestarme mucha atención.

 

Dirigí la mirada a mi asiento, y encontré a alguien ya ocupando el asiento contiguo.

 

-          Tienes que estar bromeando. – susurré.

 

En silencio, sin levantar la mirada de su cuaderno, intentando desesperadamente encontrar una solución a un problema de álgebra que tenía anotado, estaba el mariscal de campo del Instituto, una maldita eminencia en el deporte. Casi contuve la respiración, tentado a volver por donde venía, arriesgándome a recursar la materia.

 

No recordaba haber sido blanco de sus burlas, ni una sola vez. Tampoco sabía de él más allá de lo básico. Era jodidamente popular sólo por su figura y rostro. Era casi como si fuéramos dos especies diferentes.

 

-          Hola, asumo que tú eres Sasuke, ¿cierto? – habló con una gran sonrisa en el rostro tan pronto levantó la vista de su cuaderno, viéndome cerca de mi asiento, en silencio, sin respirar. – Espero que seas bueno en matemáticas, yo siento que leo otro idioma diferente.

 

Me tomó unos segundos procesar las intenciones del comentario. Tomé mi asiento, relajándome ligeramente. Si quisiera hacerme algún comentario, podría haber comenzado en ese momento. En lugar de eso, mi mente fijó la suave risa que salió de su boca después de su broma. ¡Genial! ¿Cuánto tiempo la repetiría mentalmente como si fuera una canción pegajosa que no puedes soltar?

 

-          A decir verdad, me gustan las matemáticas. – expliqué pobremente.

 

La sensación de nerviosismo que tenía originalmente había sido suplantada por unos nervios completamente diferentes. La sonrisa que él mostró en respuesta a mi explicación provocó una sensación extraña, parecida a un escalofrío recorriéndome la espalda; pero en lugar de ser una sensación desagradable, fue como escuchar mi canción favorita y sentir que los vellos del cuerpo se erizan.

 

-          Al menos ahora sé a quién preguntarle cuando no entienda – continuó girándose ligeramente hacia mí. – Soy Naruto, por cierto.

-          Sasuke; pero eso ya lo sabías. – respondí frunciendo el ceño. ¿Qué clase de respuesta idiota era esa?

 

La clase comenzó, evitándome la vergüenza de atreverme a decir algo aún peor. La materia era sencilla, básica como su nombre lo indicaba. Tenía alguna experiencia con las matemáticas desde hacía un tiempo. Mi padre tenía su propia empresa, y en los veranos solía trabajar para él en el área de finanzas.

 

De eso hacía ya demasiado tiempo. Antes de decirle que me gustan los hombres. Antes de que decidiera enviarme a vivir a los dormitorios del instituto.

Me obligué a prestar atención a la clase de nuevo. No saldría nada bueno de permitirme viajar a esos días donde la relación con mi familia se fue a la mierda. Miré la pizarra fijamente, no me había perdido de mucho al divagar en esos recuerdos, y ciertamente nada de lo explicado había sido nuevo para mí.

 

Miré de reojo a Naruto. Él parecía tener problemas para seguir el ritmo de la materia. Miraba constantemente a la pizarra y hacía anotaciones que posteriormente tachaba para dejar alguna otra en su lugar. Sus apuntes carecían de sentido y orden, y me pareció que quizás así se vería su mente también. Desordenada, en todo y en nada al mismo tiempo, sobreponiendo información constantemente.

 

-          Lo anotaste al revés. – dije sin pensar. Naruto me miró confundido y volvió a revisar sus anotaciones.

-          ¿Dónde? – preguntó sin entender de qué hablaba.

-          Ese teorema – respondí mientras le mostraba a qué me refería mientras lo señalaba con la punta de mi bolígrafo. -. La forma correcta es “Si f es biyección de A sobre B y g es biyección de B sobre C, gof es biyección de A sobre C.”. Lo pusiste al revés. Precálculo está directamente relacionado con las clases de lógica, ¿ya tomaste la materia?

-          Eh… Creo que sí.

 

La duda en su voz y en su mirada me dejaron en claro que no entendía de qué hablaba, y tampoco recordaba la materia que había debido cursar previo a esta. Suspiré y retomé mis apuntes, procurando que fueran lo más legibles y claros posible.

 

-          Puedes tomar mis apuntes después. Te servirán más que los rayones que has hecho. – dije casi jugando, cuidando que no sonara a burla.

-          ¿En serio? – la incredulidad e inocencia en su voz fueron refrescantes. – Gracias. La verdad es que no entiendo nada de lo que la gente dice cuando hablan de matemáticas, por más que lo intente.

-          Me sucede con los deportes.

-          Entonces ¿no juegas nada? – preguntó levantando una ceja, sorprendido.

-          No. Lo mío es la música.

-          ¿Estás con el coro? – asentí a su pregunta sin dejar de anotar lo que el profesor decía. – He pensado últimamente en ir a verlos. Me gusta cantar; pero nunca he dejado que nadie me escuche hacerlo. – confesó casi en susurros.

-          Te entiendo. Nunca he mostrado cómo canto en realidad.

-          ¿Por qué? – hasta ese momento, Naruto había fingido hacer el vago intento de seguir anotando. Dejó el bolígrafo a un lado, y acercó su pecho a la mesa, recargando sus brazos en ella y mirándome fijamente con honesta curiosidad.

-          Soy contratenor. Mi voz es… aguda. – evité su mirada a toda costa. Sabía lo que venía; pero no tenía caso ocultarlo, todos hablaban de eso.

-          No me parece que lo sea en absoluto. – casi percibí un tono de coquetería en su voz; pero tenía que estar mal.

 

No continuamos conversando durante la clase. Y aunque guardábamos silencio, no noté en él ninguna incomodidad o malicia después de lo que dije.

 

Sonó la campana del término de materia y dejé el bolígrafo a un lado. Cerré el cuaderno y se lo entregué a Naruto sin decir nada.

 

-          ¿En serio puedo llevármelo? – preguntó sin tocar el cuaderno aún y mirándome a los ojos.

-          Sólo no lo olvides para la siguiente clase. – pedí con una ligera sonrisa donde sólo el lado derecho de mis labios se elevaba suavemente.

-          Gracias – tomó el cuaderno. Lo solté y tomé mis cosas dispuesto a irme en silencio. –. ¿Qué materia tienes ahora?

 

No esperaba que la conversación continuara, mucho menos cuando parecía que no teníamos mucho en común, cosa obvia desde el físico.

 

-          Química 101.

-          ¿Aula 304? – preguntó recogiendo sus cosas para irse.

-          Uh-huh.

-          Yo también. Voy para Ingeniería Química, ¿tú qué cursas? – Naruto había comenzado a caminar; pero volteó a verme, detenido en el mismo lugar donde me había levantado para irme, y se detuvo también, invitándome a continuar el camino con él con un ligero gesto con la cabeza.

-          Medicina. – retomé mi camino, acercándome a él, yendo juntos a la siguiente aula.

-          ¿Estarás en las audiciones de la siguiente semana? – el cambio de tema me desbalanceó. Justo como creía, tenía miles de pensamientos al mismo tiempo y le era difícil llevar el hilo de cada uno de ellos sin confundirse entre tanto desorden.

-          Uh… sí.

-          Bien. No sé cómo se escucha un contratenor; pero deberías ir. Quizás te vea ahí.

-          ¿Te registrarás?

-          Tal vez. Lo he pensado mucho últimamente.

 

Llegamos a la nueva aula. Asientos separados, como claramente suponía desde un inicio. No podía estar más agradecido de esa distancia, había sido demasiado para mí esa breve conversación, sus sonrisas, su risa, y que haya querido venir al aula conmigo a su lado. Su mente era un laberinto, tenía demasiado por decir, demasiado por pensar. Y gustosamente me perdería ahí cualquier día.

Notas finales:

Debido a la tardanza, decidí dejar un capítulo más largo que el anterior.

 

Espero que les agrade.


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