Eran pasadas las 3 de la tarde cuando por fin vio el reloj de pared que se encontraba justo detrás de el; seguía en el mismo sillón en el cual lo dejo François; su respiración era pausada y sus movimientos pesados; sus pequeños ojos color miel se encontraban sin el brillo usual que los iluminaba, parecían marchitos debido a las lagrimas que había derramado en el transcurso de la mañana; dio un largo suspiro antes de levantarse de aquel mullido sillón con desgano. Ya de pie se quedo parado en medio de la habitación observando la puerta, esperando que esta se abriera y que por ella entrara el rubio que le robaba el aliento y hacía doler su corazón de tanto amor; después de varios minutos de esperar esperanzadamente volvió a tumbarse en el sillón agotado, unas ganas intensas de llorar lo invadieron pero las lagrimas simplemente se negaban a salir.
- Vamos Christian, entiendelo de una vez; el no va a regresar....... Acabo, todo acabo- su voz se tornaba temblorosa mientras se decía estas palabras de autoconvencimiento- Tienes que ser fuerte...-
Después de pronunciar esto se levanto de nuevo y se dirigió a su habitación dispuesto a dormir y huir por unos instantes de aquella realidad, tal vez sea un sueño, pensaba mientras se acomodaba en la cama, tal vez al despertar me daré cuenta de que todo fue una horrible pesadilla. Treinta minutos con diecinueve segundos más tarde se podía ver al esbelto chico tendido en la cama mirando el blanco techo de su habitación el cual todavía conservaba las pequeñas estrellas que había pegado recién había empezado a vivir solo. Simplemente le era imposible dormir; tantos recuerdos, tanta culpa, tantos porques y tanto enojo; tantas emociones en un día que lo estaban sofocando. Se sentía culpable, si tan solo no hubiera ido a esa maldita fiesta; pero cedió ante la insistencia de sus compañeros, los cuales constantemente le reclamaban el hecho de que no salía con ellos tan a menudo y a decir verdad el se sentía un poco fuera de lugar y había visto esa fiesta como la mejor oportunidad para reintegrarse. Quien diría que gracias a la presión social tomó la estupida decisión de embriagarse por primera vez perdiendo el control sobre sus acciones.
Por otro lado estaba François, se encontraba desconcertado por su reacción; sabía lo mucho que el creía en la fidelidad pero jamás había imaginado que el amor que le profesaba se podría esfumar de la noche a la mañana, la manera en la que no dejo que le explicara como habían pasado las cosas, quería decirle que no recordaba nada, lo mucho que se arrepentía de lo que había ocurrido; pero lo que más le dolió fue la manera en la que lo miró; la frialdad reflejada en sus ojos, hubiera deseado que esos ojos que tanto amaba estuvieran llenos de dolor, enojo, e incluso odio; pero en lugar de eso se encontró con una mirada indiferente, esa mirada le hacía reconsiderar si en verdad el hombre con el que habían pasado tanto tiempo lo seguiría amando y la sola idea lo estremecía.
Era cierto que la relación se había vuelto algo fría y distante, ya no se veían igual que antes debido a que el trabajo de su novio se había tornado más demandante por lo que el rubio viajaba constantemente; hecho que había sido motivo de constantes discusiones entre ellos en las cuales él le reclamaba lo poco que pasaban juntos, lo mucho que lo extrañaba y necesitaba e incluso llego a preguntarle si había alguien más en su vida, si seguía amándolo; hubieron varios momentos en los que había planteado terminar la relación, a lo que el rubio le rogaba que lo reconsiderara, que iba a intentar estar más tiempo con el; lo cual nunca cumplía. Siempre se decía que necesitaba algo más que una relación de 2 días a la semana, que necesitaba a alguien que lo amara más que a su trabajo; pero al imaginar una vida sin el le era imposible; como borrar a un hombre que le había hecho sentir tanto, con el que había pasado tanto tiempo, se negaba a alejarlo de él. Vaya todo iba mal; ya casi no hablaban, la comunicación era inexistente, mientras el decía a rayas el otro decía liso; incluso el sexo había disminuido, suspiró al recordar las salvajes sesiones matutinas o los momentos dulces de su compañero después de hacer el amor. Sus pensamientos iban de acá para allá, desde la primera vez que se vieron, su primer beso, la primera vez que hicieron el amor; hasta la última pelea y los momentos de apenas unas horas atrás. No supo cuando pero comenzó a sentir sus parpados hacerse cada vez mas pesados y su cuerpo más ligero hasta que sin oponer resistencia se dejo caer en los brazos de Morfeo.
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Ethan llegó al restaurante con tres horas de retraso, sabía que para cualquier otro esto podría costarle el empleo, pero no a él, no al top cheff del momento, tal vez era algo presuntuoso de él pensar de esa manera; pero por que negar su realidad. A sus escasos 26 años era el cheff estrella de "La Vie Boheme", uno de los mejores restaurantes de la cuidad, de apariencia era extremadamente atractivo, su cabello era negro como el onix de brillo singular que era superado por su sedosidad, sus labios eran delgados y llevaban un ligero tono rosáceo y unos ojos verdes enmarcados por unas largas pestañas; y su cuerpo, un cuerpo atlético deseado tanto por mujeres como por hombres. Un adonis en toda la extensión de la palabra. Sin prisa se dirigió a los vestidores en donde se colocó unos pantalones negros que enmarcaban su figura, su filipina blanca y por ultimo su toque.
- Llegas más de tres horas tarde- podía escucharse una voz femenina a sus espaldas.
- Surgió algo- contestó despreocupadamente mientras la miraba, para luego dibujar una retorcida sonrisa.
- Ethan... no puedo creer que lo hayas hecho de nuevo
- A que te refieres Jen?.... no se de que me estas hablando
- Como que a que?... a quien te llevaste a la cama esta vez?, ayer desapareciste de la fiesta sin decir adiós y hoy en la mañana estuve hablando a tu departamento y ni rastro de tu asquerosa presencia- decía algo alterada la chica- dijiste que pasarías por mi
- Lo siento cariño- Ethan se acerco a la chica y la abrazó cariñosamente- pero es que... este chico era apetitoso y tu... no- agregó burlonamente a lo que la pelirroja le contesto con un codazo en las costillas- Auch!!!
- Eres un idiota sabes?- Jen intentaba esconder una sonrisa con un curioso puchero- bueno ve a trabajar... esto no funciona sin ti y lo sabes
- Si jefa- agregó mientras llevaba su mano hacia su frente a manera de saludo militar.
Jen era una de las mejores amigas del moreno; mujer de carácter fuerte, emprendedora, métodica y muy respetada en el ámbito restaurantero; había heredado de su familia una cadena de comida rápida y gracias a su buen olfato para las inversiones decidió dejar esa área y comenzar en el área de los restaurants gourmets. Su apariencia era como la de una niña de preparatoria, media 1.58 m escasamente, complexión delgada, sus ojos azules eran pequeños y en su rostro se dibujaban gran cantidad de pecas; por ultimo se encontraba su rasgo característico; su inconfundible cabello rojo zanahoria.
A Ethan le parecía increíble que una relación que comenzó siendo meramente laboral haya madurado tanto. Se conocieron hace 4 años cuando la pelirroja fue en busca de talentos en el arte culinario a su escuela y a partir de ese momento comenzó a trabajar en "La Vie Boheme" como ayudante de cocina y gracias a sus esfuerzos hace dos años había logrado convertirse en el cheff estrella.
El día había sido largo, el ojiverde se encontraba acostumbrado a las largas jornadas de trabajo; vio el reloj de los vestidores, ya eran pasadas las 9 de la noche y se estaba preparando para marcharse a casa cuando una enérgica Jen entró rápidamente tomándolo por sorpresa.
- Entonces, que te parece si le invitas a tu hermosa jefa una cerveza y de paso le cuentas como estuvo tu noche
- Invitarte?... siento que abusas de tu poder- Ethan agregaba mientras arqueaba su ceja izquierda.
- Claro!... para que son las jefas- se acercó a su amigo y colocó las llaves del auto en su mano- tu manejas- termino guiñandole el ojo
- Ahora resulta que hasta chofer soy
- Si... y uno no muy bueno
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Era imposible concentrarse, las imágenes de Christian con otro hombre lo acosaban a cada minuto y le impedían concentrarse, motivo por el cual había cancelado varias citas con sus clientes; estaba cansado más emocionalmente que fisicamente; el día había pasado lentamente y ahora se encontraba en la oscuridad de su oficina, sentado detrás de ese gran escritorio de caoba tallado, observando por el gran ventanal el tono anaranjado del cielo al atardecer; en su mano sostenía dos boletos para la inauguración del festival de música electrónica que se llevaría acabo en "Avenue"; el club más grande y famoso el momento, donde se darían cita los mejores dj's europeos para hacer muestra de su talento. El sabía lo mucho que Christian amaba la música electrónica por lo que para compensar el hecho de su ausencia debido al trabajo se dio la difícil tarea de conseguir boletos para el evento; después de mover cielo, mar, tierra y hablar con varios de sus clientes, los logró conseguir la noche anterior y se había prometido que a primera hora de la mañana le llevaría la sorpresa. Lo tenía todo planeado, llegaría a eso de las nueve de la mañana, su novio le abriría la puerta y lo recibiría con un dulce beso en los labios, se ofrecería a preparar el desayuno y durante este le daría la sorpresa; el moreno se emocionaría le daría las gracias y terminarían teniendo una maravillosa sesión de sexo; si, todo fríamente calculado excepto por el hecho de que al llegar encontraría a su ahora exnovio con miles de marcas de sexo por su cuerpo, marcas que tristemente, no había hecho el. Al recordar los hechos apretó súbitamente su mano arrugando los dos boletos que se encontraban en ella y los aventó hacia una esquina de la gran oficina.
Escuchó la puerta de su oficina abrirse y unos pasos aproximándose hacia el.
- Dije que no quiero que nadie me moleste- su fuerte voz resonó en la habitación.
- Ni siquiera tu mejor amigo?
- Isaac... lo siento yo no quise gritarte- François volteó a ver a su amigo
- Vaya... que cara, ha pasado algo malo François?- preguntaba al momento que tomaba asiento frente a su amigo
- Christian se acostó con otro- contestó en voz baja sin mostrar signos de dolor
- Como?, digo, estas seguro de lo que dices?
- Absolutamente seguro, el lo confirmó
- No puedo creerlo!!... se veía tan enamorado de ti- agregaba un incrédulo Isaac
- Eso ya no importa- una expresión de tristeza se apodero del rostro del rubio- creo que es hora de irme, necesito pensar y estar solo.
- Seguro?, sabes que yo...
- Lo se- interrumpió al castaño- si necesito algo no dudare en llamarte, no te preocupes- después de pronunciar estas palabras se dirigió a la puerta- Adiós Isaac- para después salir de la habitación
François se dirigió al estacionamiento del edificio y subió a su automóvil, comenzó a manejar sin rumbo, el solo hecho de llegar a su apartamento lo alteraba, habían tantos recuerdos en aquel lugar; recuerdos de aquellos momentos en los que Christian y el se amaron; momentos que jamás se volverán a repetir, y su cama, no sabía si podría dormir en ella, todavía guardaba el aroma de su novio. Sentía la cabeza a punto de estallar; se masajeaba las sienes de vez en cuando intentando mitigar el dolor, pero al parecer este se negaba a desaparecer. Cansado de recordar François se detuvo en el primer bar que vio en un vago intento de olvidar sus problemas con el alcohol.