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A quien pertenezco por NanaeTsuki

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Notas del capitulo:

Algunos detalles con la personalidad de Heero

La fiebre puede probocar que uno actue un tanto extraño, ¿no creen?

Sentía el calor subir a sus mejillas, su mirada ahora se encontraba sobre sus manos, que movía de forma casi nerviosa... ¿El soldado perfecto estaba nervioso? No tenía idea de las palabras que pudieran haber salido de su boca, no era consiente de lo que aquellas pudieran representar... las consecuencias de éstas o de su valía. Sí aunado a eso se tenía en cuenta que habían sido dichas al siempre indescifrable Trowa, de reacciones siempre tan calmas, neutras... sin brindarle siquiera una pista...

¿Declaración?

—¿Estás bien? —Apenas una muestra casi imperceptible de emoción en la voz del ex-piloto 03... ¿preocupación? ¿por él?

Al antes agobiante calor que se había extendido en su cuerpo, ahora le remplazaba un terrible escalofrío, a pesar de su temperatura, a pesar de las mejillas ruborizadas...

Trowa posó su mano en la frente de Heero, lo que sólo logró intensificar el sonrojo, más aun cuando quitó los mechones de cabello húmedos de la frente del chico. Para el menor todo era confuso, aún le dolía el cuerpo, la cabeza; se sentía agotado, sin saber reaccionar a los roces de su piel, a tan leve caricia nunca antes recibida. Era como si todo diera vueltas a su alrededor, estaba mareado y...

—Tienes fiebre —anunció Trowa recostándolo—. Voy por un doctor.

Apenas se levantó sintió la mano de Heero retenerlo.

—¿Me dejarás solo? —era de vuelta el tono de sus delirios, mucho más sensible, mucho más frágil, vulnerable, sin ningún rezago de frialdad.

Las pupilas dilatadas al grado que sus ojos eran prácticamente negros, las mejillas rojas... una imagen completamente ajena a Heero y, aunque no lo aceptaría a viva voz, le provocaba ternura a un extremo que nunca antes nada, sino la misma Midii al llorar, le había causado.

Trowa oprimió le botón para pedir asistencia al cuarto, mientras permanecía al lado de Heero, acariciando su cabello. Eso le calmaba, o al menos le había aliviado de las pesadillas durante la semana anterior. Eran tan cálido y delicado... cerrando los ojos por breves instantes, como tratando de preservar la esencia de la caricia...

—¿Eres mi ángel guardián? —preguntaba nuevamente el moreno—. ¿Por qué... te preocupas por mí?

—¿Te molesta?

Heero negó con la cabeza

—Tú... siempre has cuidado de mí... sólo pensé...

Esos hermosos ojos azules le miraban casi en súplica, con esa voz tan vulnerable. A cada roce sentía la temperatura de Heero aumentado alarmantemente. Oprimió nuevamente el botón, esperando que llegaran pronto.

—Pensé que si era así... —pasó, incapaz de terminar la frase.

—Estoy aquí... No tienes que preocuparte más por estar solo.

Los ojos de Heero se cerraron fuerte y dolorosamente. Trowa, aunque no abiertamente, concordaba con la teoría de Quatre, que todo cuanto decía Heero, si bien no era conciente de ello por la fiebre, era lo que realmente sentía y pensaba, todo lo que normalmente callaría...

El cuerpo en la cama empezó a temblar, como si llorara, un sin derramar ni una sola lágrima, simplemente cerrando herméticamente los ojos, mientras cubría su boca con una de sus manos. se veía tan distinto, tan sumamente frágil... necesitado. Todos se preocuparon la primera vez que le vieron así... su voz, sus modos, sus ojos... ¿Ese era el niño antes de ser "re-programado" para convertirlo en el piloto de Gundam 01?

—Todo esta estará bien ahora... —susurró Trowa, volviendo a acariciar el cabello del niño— ya no tienes que luchar.

Para cuando llegó el doctor y la enfermera, Heero se encontraba más tranquilo, dormido, y si bien su temperatura no había bajado, por lo menos había dejado de subir. Le pidieron a Trowa salir al tiempo que inyectaban alguna especie de medicamento en la intravenosa de Heero. Asintió e hizo caso a la instrucción, mas de tanto en tanto volteaba a la habitación. Aún cuando los doctores se suponía cuidaban de él, no podía evitar preocuparse por el estado de Heero... simplemente, nunca había podido dejar de preocuparle.

Quatre le pedía ponerse de su parte... de alguna forma, que le defendiera a él en vez de a Heero, pero... Quatre siempre había contado con alguien que cuidara de él, que se ocupara de él, una familia, sirvientes, los Maganac... La mayor parte de su vida, Heero había dependido únicamente de él mismo, era obvio como había tenido que aprender a sobrevivir por su cuenta, más evidentemente en el hecho de que sabía curarse sus propias fracturas, reparar sus esguinces, los huesos dislocados... porque tenía que aprender...

Cuando auto-detonó su Gundam, a pesar de que entonces apenas lo conocía, admiraba su valentía, su entrega, su fuerza... Pero ahora, acabada la guerra, tal cual se lo había dicho a Quatre, una parte de él ya no deseaba ser fuerte, porque "cuando eres fuerte todos dejan que hagas las cosas por ti mismo... te dejan solo".

"Solo" ¿Cuántas veces entre sueños y delirios había dicho esa palabra?

Heero no lo aceptaría consiente, pero la muerte de Relena le había afectado en formas sumamente dolorosas, profundas... Esa vez había sido la primera que lo había visto llorar. En silencio y sin nadie más.

¿Por qué lo protegía siempre?

Porque no podía evitarlo... porque sabía que no tenía nadie más, porque no recurriría a nadie, pero no deseaba dejarlo solo más tiempo... Porque simplemente, deseaba protegerlo.

Se encontró con Wufei en la cafetería, mientras este leía el periódico y tomaba algo de café.

—Necesito un favor.

—¿Sí? —Cuestionó el chino arqueando la ceja, alejando su vista del periódico.


Quatre y Dúo habían ido a comer a un lugar cercano, hablando de trivialidades, sin querer tocar mucho el tema de Heero o de su estado y mucho menos de lo dicho por él. Mas, a fin de cuentas, y siendo tan inevitable en sus circunstancias, el tema surgió:

—¿Todavía estás enojado... bueno, tú sabes... por lo que dijo Heero? —Se aventuró Dúo a preguntar.

—¿Tú? —Preguntó Quatre, atendiendo la cuestión.

—¿Yo?

—Seguramente también te dijo algo para que no te hubieras quedado con él.

—Mmmh, Heero es Heero, eso no cambiará —dice Dúo en un suspiro, mientras mueve las manos al son de lo que dice—. En realidad no estoy molesto, pero —poniendo una mano en su frente y con una sonrisa torcida—, fue muy incómodo lo que dijo. Quería evitar oírlo de nuevo.

—¿Qué te dijo? —Preguntó Quatre entre preocupado y curioso.

—Pues... jejeje —contestó con una risa nerviosa— en realidad prefiero no hablar de eso. Pero bueno, ¿en serio planeas seguir molesto? Sé que Heero suele ser un insensible y que yo no tengo ni la menor idea de como estuvieron las cosas en habitación cuando estaba contigo pero... a fin de cuentas, estaba delirando.

—Lo sé —musitó Quatre en un suspiro frustrado, para luego tomar algo más de refresco.

—Tú no eres así normalmente, y la verdad es que esa actitud fría e indiferente no te queda para nada, jajajaja, ¡vamos Q-chan! Regálame una sonrisa —pidió Dúo ofreciendo la suya propia.

Es sonrisa del millón de dólares que desarma a cualquiera, total y completamente patentada, ¿cómo no hacer caso a la petición? Así que Quatre sonrió su amigo, la actitud relajada del trenzado siempre le ayudaba.

El resto de la comida evitaron el tema, pero en cuento llamaron a Dúo y este tuvo que irse, todas las dudas en Quatre y el conflicto interno que le había provocado lo dicho por Heero, volvieron...

Va a estar bien —susurraba Quatre mientras cubría la frente de Heero con una toalla húmeda— tú eres más fuerte que esto.

Ya no quiero ser fuerte... —había Heero dicho tratando de tomar bocanadas de aire, se notaba que le costaba mucho respirar—. Tú... tienes mucha suerte —decía mirándole—. Todos se preocupan siempre por ti... no esperan a que estés en un hospital para atenderte... Tienes una familia, sirvientes, a los Maganac... todos preocupándose sólo de ti.

La voz de Heero sonaba frágil, entrecortada, como si estuviera a punto de llorar. El dolor, la pérdida, la soledad, la desolación, ¿los celos?... todo eso lo sentía Quatre, le dolía escucharlo así, y le dolía la forma en que hablaba de él. Mas ni una sola palabra se atrevió a salir de sus labios en replica.

Tú... no eres fuerte —había dicho Heero—, por eso te protegen siempre, por eso nunca te dejan solo... puedes ser sensible, llorar si tienes deseos... cuando eres fuerte todos dejan que hagas las cosas por ti mismo... te dejan solo. Dependes solo de ti y no puedes mostrar lo que sientes, no importa si por dentro te sientes morir, tienes que permanecer frío y calculador, porque si algo pasa, nadie aparecerá a rescatarte.

Escuchaba en silencio, siendo herido por cada una de las palabras de Heero. ¡En cuántas formas le recordaba lo débil que era! Las personas que habían tenido que sacrificarse a causa de su debilidad, de su indecisión, de su sensibilidad... Era demasiado cruel, la forma en que le reprochaba... era demasiado hiriente.

Tú... has tenido todo... nadie nunca te obligó a matar, no te robaron tus emociones, no te abandonaron... Nunca sufriste sed o hambre, viviste en una mansión mientras Dúo, Trowa y yo nos esforzábamos por sobrevivir... no entiendo, no puedo entender porqué aun siendo piloto de Gundam... Es... muy injusto.

Sintió las lágrimas rodar por sus mejillas... Su debilidad había causado la muerte de su padre; su fragilidad emocional, que dos colonias fueran destruidas, que Trowa perdiera la memoria; su dependencia a los demás... todo había perjudicado solamente, ¿por qué Heero...? Él no podía decir que dependía enteramente de él mismo, y la prueba era que Trowa lo había llevado en brazos al hospital, que cuando estaba bajo los efectos del Sistema Cero Trowa lo defendió. Que en su momento, Relena también había tenido atenciones especiales con él.

Estaba solo porque no permitía a nadie acercarse lo suficiente, ellos estaban allí, pero si Heero mantenía esa barrera frente a todos, entonces nadie podría ayudarle. Era su culpa... él...

No importaba cuanto trataba de razonarlo, Heero seguía doliéndole. Mantenía esa barrera por todos los que le habían causado daño antes, porque ellos mismos, pilotos de Gundam, le había hecho daño en algún momento.

Sentía la soledad dentro de él... la soledad de Heero, el dolor, el resentimiento, el miedo a confiar, a abrirse para ser dañado. Era cierto, su entrenamiento había sido mucho mas duro que el suyo, y había sufrido de mayores carencias siempre, en especial la que más le dolía, la carencia de cariño. Y era obvio lo que Trowa hacia... estaba tratando de llenar ese hueco en Heero.

Ellos dos se entendía, Trowa cuidaba de Heero porque era el único al que permitía estar lo suficientemente cerca, el único que Heero le pediría ayuda. No podía culparlo, mucho de lo dicho tenía razón de ser... pero dolía.


—No lo haré —vociferaba Wufei, mientras salía de la cafetería seguido por Trowa—. Aunque logrará convencer a Une, dudo que Heero lo acepté. Conociéndolo, apenas le quiten el yeso querrá volver a los Preventivos.

—Tú habla con ella, yo me ocuparé de Heero.

—¿De verdad crees poder...?

—Sólo hazlo —concluyó Trowa, dirigiéndose de nuevo a la habitación de Heero.

Wufei simplemente le miró irse. Le había pedido que hablara con Lady Une para que evitara que Heero volviera a los Preventivos sino hasta que se recuperará por completo. Era una noble petición, pero no estaba muy seguro si Heero accedería a eso. Sabía lo que significaba mantenerse trabajando para Heero, tratar de encontrar un propósito después de la muerte de una persona que se quiere. Pero Trowa tenía razón. Heero estaba distraído y necesitaba lograr aclarar sus pensamientos antes de volver a trabajar, de lo contrario, podía constarle la vida.

—¿Bueno? —llamó por su teléfono—. ¿Coronel Une?

Dúo estaba en la habitación de nuevo, mirando dormir a Heero, callado, con la luz apagada.

—Se quedó dormido con lo que le dieron —anunció al ver a Trowa entrar, su voz estaba como ausente, no triste, pero tampoco alegre, tan solo neutra—. Se ve tan... apacible cuando duerme; bueno, cuando no tiene pesadillas.

—¿Estás bien? —Preguntó Trowa, yendo a su lado.

—Aja —dice con una sonrisa—. Gracias.

—¿Gracias?

—Por lo de... tú sabes... —titubeó, hasta ese momento apartando la mirada de Heero— “eso”.

—Ah...

—No es algo que suela hacer pero... ayudó. Creo que lo necesitaba. También te agradezco por no hablar de eso frente a los demás... —bajó levemente a mirada— no... no me agradaría mucho que se enteraran.

—Gracias —dijo Trowa de vuelva, colocándose junto al oji-violeta

—¿Por que me agradeces a mí? —preguntó tratando de dibujar una sonrisa, sin que llegara a ser convincente.

—Por confiar.

Dúo apartó la mirada con un sonrojo, redirigiéndola a Heero.

Habían sido las palabras del chico ahora dormido las que le habían hecho reaccionar así, necesitar salir de la habitación y terminar en la sala de espera sintiéndose vulnerable... haciendo esfuerzos para no llorar y sin embargo, con la sola presencia de alguien más terminar por liberar todas las lágrimas contenidas desde la guerra... o tal vez desde el incidente en la iglesia Maxwell.

Trowa había entrado esperando cuidar un poco mas le sueño de Heero, pero no esperaba encontrar a Dúo, mostrándose ahora tan pasible al estar callado, tan solo observando en silencio, esos enormes ojos violeta con un destello de tristeza... sus labios sin mostrar su característica sonrisa. Ya no había sentido para que fingiera frente a él.

Dúo era ciertamente más parecido a Heero de lo que se imaginaba. Los dos ocultaban sus verdaderos sentimientos, reservaban sus miedos y luchaban solos contra sus demonios... los dos eran desesperadamente independiente, y la vez... tan dulcemente frágiles para él. Una lágrima silenciosa brotando de los ojos de Dúo le saco de sus pensamientos...

—Quiero que se cure... —susurró con voz apenas audible.

Trowa lo acercó para abrazarlo, Dúo se sonrojó, pero aceptó y correspondió el suave y sobrecogedor abrazo, mientras dejaba que sus lágrimas se derramaran en el pecho de circense. Odiaba que lo vieran llorar, pero lo necesitaba, se estaba ahogando y lo necesitaba más que nada.

—¿Por qué estás tan triste? —preguntaba la frágil voz de Heero.

—¿Triste? —devolvió Dúo la pregunta con una sonrisa.

Siempre... pareces tan triste... como si desearas llorar —continuaba diciendo el japonés entre delirios, acariciando un segundo la mejilla de Dúo—. ¿Por qué? ¿Es que... perdiste algo que era valioso para ti?

El sólo escuchar esas palabras hicieron sentir a Dúo que algo dentro de sí se rompía... Había tantos malos recuerdos que resurgían. Las dolorosas experiencias, la muerte de sus seres queridos, la guerra...

En ese momento, con dificultad logró seguir sonriendo por apenas un par de segundos más, justo antes de tener que salir de la habitación de Heero y terminar en la sala de espera, que por ser las 3 de la mañana, se encontraba deshabitada. Sentado en una silla, agrupó su cuerpo para tratar de calmarse, ya sintiendo las amenazadoras lágrimas en sus ojos, sin haber sido derramadas...

¿Qué si había perdido algo valioso?

Más bien había perdido casi todo lo que consideraba valioso, a Solo, a sus amigos, a el padre Maxwell y la hermana Helen, su Gundam... su infancia, su inocencia... ahora solo le quedaban sus compañeros de batalla que apenas y le conocían. Pero ¿para que arriesgarse a abrirse de nuevo si para un Shinigami sólo implicaría llevar a sus seres amados a la muerte?

Entonces la voz de Trowa le llamo... Y las suaves y cálidas lágrimas brotaron una a uno de sus ojos, mientras su cuerpo se convulsionaba por el llanto que no le había ofrecido tregua alguna. Luego, el sutil abrazo de Trowa, sentado ahora a su lado, sin decir nada, sin hacer preguntas, simplemente abrazándolo y permitiéndole desahogarse... llorar a su lado. Simplemente, no dejarlo llorando solo.

—Todo estará bien —susurró al final le mayor, haciendo intensificando el abrazo—. Puedes ser tú mismo... todo estará bien...

Ante el recuerdo de aquel momento, Dúo estrechó aún más a Trowa. Una salida, un refugio, un confidente... ¡lo que fuera! Lo necesitaba.

Mientras, unos ojos azules contemplan la escena en silencio... Trowa, que estaba de espaldas a él, y Dúo, que le abrazaba, derramando cuantiosas lágrimas en el pecho del más alto. Ninguno de los dos se percataba de que tenían audiencia...

Heero, sin poder evitarlo, sintió como si una parte olvidada dentro suya fuera herida... lastimaba... por alguna razón, dolía demasiado verlos así a ellos dos... ¿Y por qué demonios precisamente ellos dos! ¿Por qué allí? ¿por qué cuando les miraba en silencio?

Seguramente era masoquista, porque no podía dejar de mirar.

Trowa estrechó aun más el abrazo y Dúo se aferró a la espalda de éste, arrugando con su mano la camisa del mas alto... y entonces los suaves sollozos de Dúo. Todo lo que ellos dos estaban haciendo le hacia reaccionar. ¿Qué era lo que sentía? ¿Acaso eran...? ¿celos? Trowa estaba susto frente a su cama, con sólo extender la mano le haría saber que estaba despierto, pero antes de poder hacerlo, se escuchó la serena voz de Trowa susurrando a Dúo:

—Todo estará bien ahora... —en el silencio de la habitación, el suave murmullo se escuchaba claramente—. Yo cuidaré que todo esté bien.

Dúo se acercó aún más y ahora sus sollozos era mucho más audibles. En tanto, Trowa le acariciaba el cabello y la espalada, tratando de calmarlo. Heero sintió que también lágrimas se acumulaban en sus ojos... ¿por qué...? ¿Por qué así? ¿¿Por qué ellos!! ¿Por qué de entre todos tenían que ser precisamente ellos dos!

Se volteó para no mirar, colocando una almohada sobre su cabeza... no quería verlos, tampoco oírlos... no así... simplemente... no así.

Dejó de oír los sollozos de Dúo, casi al mismo tiempo que sintió una caricia en su brazo, tal que le hizo estremecer... y ocultarse aún más entre la almohada y la cobija, colocándose en posición fetal, apretando la almohada contra sí. No quería ser visto, estaba confundido, quería entender primero que era lo que estaba sintiendo... quería desaparecer...

—¿Está bien? —era la voz de Dúo.

—Todavía tiene algo de fiebre —y esa la de Trowa—, pero no tanta como otros días.

—¿Crees que lo den de alta?

—Supongo, su estado ya no es tan delicado, de cualquier manera, no me gustaría que se quedara solo en su casa, prefiero que haya alguien a atenderlo, al menos hasta que su brazo y pierna estén bien.

—Mmmm... eso es difícil, no creo que Heero...

—¿Podrían callarse? —hablo al fin, en tono molesto... definitivamente no quería oírlos—. Si quieren hablar háganlo afuera, yo... quisiera dormir un poco.

—¿Te sientes mal? —Preguntó Trowa, en tono calmado, mas permitiendo que su voz mostrar un tanto de preocupación.

—Solo... quiero dormir, ¿de acuerdo? —la voz de Heero... sonaba tan sutilmente distinta. Dúo no lo habría notado, pero Trowa sí.

—Mmh... sólo porque estás enfermo —dijo Dúo saliendo de la habitación—. Te veo en la cafetería, Tro.

El latino asintió al tiempo que Dúo salía de la habitación, y una vez éste afuera, pregunto: —¿Qué pasa?

—Quiero dormir...

—Dudo que sea todo.

—¿Y qué importa? Por qué no te vas a comer con tu novio y...

—¿Novio?

—Dúo... yo... los vi abrazados.

—En realidad... sólo amigos.

Heero solo presionó más la almohada contra su cabeza, con la mano enyesada sobre ella.

—¿Es por eso que estás así?

—No... no me importa lo que hagan o dejen de hacer... Además de jaqueca, no tengo nada.

—¿Te molestó que le dijera a Dúo que cuidaría que estuviera bien?

—Mmh —“Sólo me preguntaba a cuántos le has hecho esa maldita promesa.”

Sintió como la almohada fue ligeramente removida, dejando descubierto gran parte de su rostro...

—Voy a protegerte —susurró Trowa al oído de Heero—. Aún si me cuesta la vida... no importa.

Los labios de Heero que, al igual que su oído, habían quedado expuestos al mover la almohada, ahora mismo solo le regalaban un suspiro. Era tan dulcemente tentador en ese estado... con ese sutil suspiro, el yeso en su brazo, su pierna ligeramente descubierta, el rubor que le provocaba ese poco de fiebre... “Hermoso...”

—¿Lo sabes? —preguntó Trowa, esperando una confirmación, mientras posaba su mano sobre le hombro de Heero, tan delicadamente que le provocó escalofríos. Su cuerpo reaccionaba a la caricia, y Trowa podía verlo.

—Yo... —el rubor se hacía más intenso, y aunque Trowa no veía sus ojos, veía sus mejillas ahora tiernamente adornadas por un rojizo impecable. Tan sólo logró asentir con la cabeza.

¿Qué si lo sabia? Claro que lo sabía, tendría que... se lo había demostrado cuando Quatre uso el Zero, y estando a punto de matarlo, él lo protegió recibiendo el ataque, Trowa siempre lo protegía... siempre lo cuidaba... él...

Sintió un suave beso sobre su mejilla, que ahora enardecía...

—Yo siempre voy a cuidar de ti, sin importar las consecuencias. No tienes nada que celar de Quatre o Dúo...

—Por favor... —interrumpió Heero— no digas más...

Trowa lo miró por instantes y, aunque quizá debía irse, permaneció un rato en silencio a su lado... sentado junto al cuerpo de Heero sobre la cama, dándole la espalda. Luego, sintió la calidez de la piel de Heero... su mano tocando la suya, y guiándola hasta su rostro para secar las lágrimas que ahora derramaba en silencio.

Trowa sonrió.

"Simplemente... perfecto" pensó cuando se acercó para depositar un beso en su frente, uno en mejilla, en sus ojos y finalmente... en sus labios.

Notas finales:

Por favor, digame que les parece

Vale la pena?

Criticas, felicitaciones, amenazas xD Lo que sea esta bien


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