Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

8 Semanas por Naruko

[Reviews - 591]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Comienzo la cuenta atrás, de ahora en adelante iré contando las semanas que van transcurriendo en la historia hasta llegar al desenlace. Como veis, ya vamos por la siete.

 

 

 

Los personajes de este fic no me pertenecen. Van a cuenta del señor Kishimoto-sensei. 

Notas del fic:

Comienza la cuenta atrás. A partir de ahora iré contando las semanas que faltan para llegar al desenlace final que publiqué al inicio del fic. Él o yo.

 

Cap 03: Lo que va mal… puede ir a peor.

 

Siete semanas antes…

 

—Esto no quedará así, Uzumaki Naruto.

 

Y desde luego, Naruto podía dar fe de que el asunto de marras estaba lejos de ser solucionado, por lo menos de forma civilizada. Si en algún momento pensó que Sasuke no haría nada al respecto, estaba muy equivocado.

 

No lo volvió a ver, pero no había sido necesario verlo para ser consciente de que el bastardo seguía tras él, presionando, hostigando, indagando en su pasado. Primero con llamadas anónimas; las que básicamente se constituían de amenazas o sobornos. Segundo, contratando a varios detectives privados que, lejos de practicar el oficio en el anonimato, lo asediaban por la calle, en su trabajo, en su casa, fotografiando cada uno de sus pasos, sondeando a sus más allegados, y removiendo en su pasado en busca de esos trapos sucios que le hicieran claudicar en su empeño por mantener a buen recaudo las fotografías de Sasuke. Incluso asaltaron su despacho de madrugada y lo registraron de arriba abajo en busca de las preciadas instantáneas, sin ser conscientes de que Naruto, previniendo sus acciones, las había sacado del gabinete y guardado en la caja fuerte del banco.

 

La gota que había colmado el vaso fue la carta anónima que había recibido esa misma mañana, en la que cuyo único contenido figuraba una fotografía. Pero no una cualquiera, sino una en la que aparecían juntos y risueños él y Gaara.

 

O mejor dicho. Él y su exnovio Gaara.

 

“Va siendo hora de hacerle una visita, ¿no crees?” se escribía al dorso con una caligrafía impecable.

 

Grandísimo cabrón.

 

Eso era ir demasiado lejos. De ninguna forma dejaría que involucrara a personas inocentes y ajenas al caso. Si Sasuke pensaba que conseguiría algo con la extorsión, amenazando con hacer daño a sus personas más queridas, es que aún no lo conocía.

 

Definitivamente no se dejaría vencer.

 

Ese bastardo no se saldría con la suya.

 

La partida estaba a punto de terminar. Su última carta sería colocada boca arriba sobre el tablero de juego y así aprendería, que con Uzumaki Naruto, no se juega.

 

 

—2—

 

 

Sakura comprobó por tercera vez que había metido en su bolso de lona todo lo necesario para un largo y tedioso día de trabajo en el hospital, y con un gesto mecánico, cerró la cremallera.

 

Frente al espejo del tocador, se atusó los cabellos sin dejar de pensar en el curioso artículo de revista que publicaba su semanario favorito; infidelidades. Un tema de especial interés para ella.

 

“Si pensamos en por qué nuestra pareja puede llegar a sernos infiel, concluimos en que posiblemente él o ella no se sientan satisfechos con la relación, ya bien a nivel emocional o sexual. Y ello les lleva a buscar a una tercera persona que llene ese hueco, ese vacío existencial que habita en su interior y del que muchas veces, no son conscientes.”

 

Discrepaba profundamente con el artículo.

 

Llevaban juntos más de cinco años. Y aunque Sasuke nunca había sido un hombre muy dado a expresar sus sentimientos, Sakura sí creía tener la suficiente confianza con él como para contárselo todo; miedos, inquietudes, gustos o rechazos. No creía tener secretos en su relación, por lo menos por parte de ella, y salvo en esta última etapa rebelde por la que atravesaba Sasuke, nunca antes había sentido esa extraña inquietud.

 

Si tenía que basarse en ese estúpido artículo de revista… ¿Qué cosa no era capaz de pedirle Sasuke como para tener que buscar consuelo en una tercera persona?

 

No quería alardear respecto al ámbito sexual, tampoco es que ella fuera una experta en el tema, pero siempre había creído poder manejar ese terreno sin mucha dificultad y sobre todo, satisfacer a su pareja.

 

Tal vez debería intentar avivar la chispa de la relación comprándose algún conjunto de ropa interior sexy, o con alguna nueva postura. ¿Cómo la recibiría Sasuke si, al llegar a casa, la encontrara totalmente desnuda y dispuesta?

 

Sakura rió, sumida en su fantasía. Lo haría, hoy lo recibiría justo como se lo estaba imaginando. Y solo así saldría de dudas.

 

Con los ánimos renovados, dio un último vistazo a sus cabellos perfectamente peinados y se colocó la bolsa de lona sobre un hombro, dispuesta a afrontar con energía otro duro día de trabajo en el hospital.

 

Pero cuando se disponía a salir de la casa divisó apoyado en la pared, el maletín de cuero que normalmente utilizaba Sasuke para trabajar. Al parecer se lo había olvidado en casa. Lo recogió, dispuesta a llevárselo a la oficina antes de acudir a su trabajo y al abrir la puerta se topó de frente con la última persona a la que jamás creyó encontrar frente a su puerta.

 

—Naruto…

 

—Disculpa mi intromisión. Sé que este no es el mejor lugar para hablar, pero necesitaba verte.

 

—No te preocupes. No llegas en un mal momento. Él no está en casa.

 

—Lo sé. Lo he visto salir hace algo más de una hora. Nunca habría llamado a tu puerta de saber que él se encontraba dentro —aseguró, como el que revela de forma explícita que ha estado esperando fuera hasta tener la seguridad de no toparse con Sasuke—. ¿Puedo pasar?

 

—Claro, por supuesto —la joven se hizo a un lado, no sin antes realizar un rápido vistazo al exterior en búsqueda de vecinos o conocidos que pudieran delatarla. No encontró ninguno—. No esperaba tu llegada. Hace varios días que intento contactar contigo sin éxito.

 

—Disculpa el retraso. Alguien me ha mantenido muy ocupado últimamente —el rubio inclinó la mirada, estrujando entre sus dedos la carpeta marrón que portaba.

 

Lo iba a hacer. Estaba más que decidido. Solo tenía que alargar el brazo y entregar las fotografías. No tenía que dar ninguna explicación al respecto, las imágenes hablaban por si solas. Pero por alguna extraña razón su brazo no se movía.

 

—Entonces… ¿Tienes algo interesante que contarme esta vez?

 

—Bueno, se podría decir que sí —musitó con la boca seca y la respiración acelerada. Con nerviosismo se humedeció los labios, inspiró hondamente, y finalmente se decidió a contar esa verdad que llevaría a Sasuke directo al purgatorio.

 

—Sabes, he estado dándole muchas vueltas a todo este asunto —lo interrumpió la joven repentinamente, frenando su avance—. Y creo que me estoy volviendo un poco paranoica con todo este asunto. Conozco a Sasuke, sé que es una buena persona y que él no haría nada que pudiera hacerme daño. Es cierto que a veces puede resultar un poco arisco e indiferente, y se deja llevar por su temperamento. Pero en el fondo tiene un buen corazón. Lo sé. Y estoy segura de que todo esto tiene que haber sido una ridícula equivocación… ¿verdad?

 

Alzó el rostro, y a Naruto le pareció ver un resquicio de esperanza en el hermoso semblante de la joven, que anhelante, esperaba su aprobación.

 

Y entonces dudó…

 

La entereza y la decisión con la que había llegado a su apartamento se resquebrajaban nuevamente, igual que la primera vez que quiso entregarle las fotografías. Sabía lo que ocurriría, lo había vivido muchas otras veces a lo largo de su profesión. Le entregaría el dossier, la joven contemplaría las fotos y su semblante mudaría a la sorpresa, después a la incomprensión y finalmente a la tristeza o la cólera.

 

Ese bastardo desalmado no tenía ni idea del daño que sus acciones estaban a punto de ocasionar en el bello rostro de aquella joven.

 

—¿Esa carpeta es para mí? —dudo la joven al revisar sus manos.

 

—Sí, digo no, digo… —estaba hecho un lío, hasta el punto de no saber si entregárselas o esconderlas tras su espalda. El tintineante sonido de un cascabel llamó de repente su atención, y allí en el suelo, divisó relamiéndose las patas delanteras un felino curiosamente conocido—. Ese gato…

 

—Sí, es el mismo —aseveró la joven adelantándose a sus palabras—. Me  dijiste que Sasuke cuidaba de un gato callejero, y por eso lo subí a casa. La verdad es que Sasuke no esperaba que yo fuera a hacer algo así, pero ahora ya no tiene excusa para llegar tarde.

 

Naruto enmudeció, mientras una finísima gota comenzó a descender lentamente por su sien. La idea del gato se la había dado él. Seguro que cuando Sasuke vio al felino instalado cómodamente en su domicilio, monopolizando su cama, su sofá y seguramente afilando sus garras entre sus cosas más valiosas, habría maldecido al idiota que le metió esa estúpida idea a su prometida en la cabeza de meter un gato en casa.

 

Pero eso ya no era algo de su competencia.

 

—¿Ese no es el maletín de trabajo de Sasuke? —dudó el rubio descubriendo el mismo objeto posado en el suelo, muy cerca de la joven.

 

El tintineo de unas llaves, el metal atravesando el cerrojo y el chasquido de la apertura de la puerta, vaticinó la entrada inminente de una persona nueva al domicilio.

 

Naruto contuvo la respiración, con los ojos fuera de órbita y el corazón en un puño sin dejar de observar horrorizado cómo aquel hombre, visiblemente distraído, entraba refunfuñando alguna maldición entre dientes en busca del maletín de trabajo que había olvidado en casa.

 

Nunca antes Naruto deseó con tal fervor que el suelo que pisaba se abriera bajo sus pies y se lo tragara hasta lo más profundo. Pensó en la ínfima posibilidad de empujarlo y salir corriendo de allí antes de que Sasuke pudiera reconocerlo, pero su cabello era demasiado llamativo, y sus pies no parecían querer moverse de allí. Estaba clavado al suelo, cual gárgola de monasterio.

 

Y todo su mundo se vino abajo cuando el moreno alzó la vista y lo descubrió junto a su prometida.

 

Durante unos segundos que le resultaron eternos, el detective vio como el rostro sereno de Sasuke mudaba bruscamente a una mezcla de sorpresa y temor, tan palpable que cortaba el aliento. La misma imagen de estupor que plasmaban la fotografías al ser descubierto. Podía apostar sus ahorros a que sobre la mente de Sasuke tan solo pasaba la idea de que finalmente había ido a delatarlo.

 

Y no se equivocó. Los inquietos ojos negros lo analizaron de arriba abajo hasta descubrir entre sus dedos el comprometido dossier con el logotipo del gabinete dibujado en una de las esquinas.

 

—Sasuke-kun —la joven saltó repentinamente sobre él, para darle una cálida bienvenida que no hizo más que desconcertarlo—. Iba a ir a tu oficina en este momento, te olvidaste la maleta, ¿no es así?

 

Dubitativo, el moreno cabeceó a duras penas, desviando reiteradamente la mirada del rostro de Naruto a la carpeta, y viceversa. Que el detective aún las portara significaba que no habían sido entregadas a su destino.

 

—Es raro en ti olvidar cosas en casa —le sonrió tiernamente asiéndole cariñosa de una mano—. Últimamente andas un poco despistado.

 

—Hn.

 

Intranquilo, Sasuke volvió a centrar su inquisidora mirada sobre Naruto.

 

—¿Nos conocemos? —inquirió repentinamente Sasuke hacia el joven detective, como si realmente no lo conociera.

 

—Ah, perdona. No os he presentado. Este es Uzumaki Naruto —se adelantó la joven con gesto improvisado y ligeramente nervioso. No resultaba apropiado comunicar cual era el oficio de Naruto, por lo que necesitaba una coartada urgente—. Él es... es…

 

—Un paciente del hospital —resolvió airoso el detective.

 

Ambos hombres compartieron en silencio una cómplice mirada. O continuaban con la farsa hasta el final, o Sakura descubriría que ambos ya se conocían con anterioridad.

 

—Un paciente —repitió Sasuke con cierto retintín, entrecerrando los ojos malicioso—. ¿Y qué hace aquí?

 

Naruto frunció la boca con desagrado, dispuesto a darle réplica a su pregunta. No le gustaba en absoluto el tono altivo con el que se dirigía a él, pero de nuevo la joven se le adelantó a su respuesta.

 

—Vino por una consulta íntima que no podía tratar allí.

 

Sasuke cabeceó conforme con la respuesta sin osar apartar su mirada ónice, tan oscura como la noche, de los de su visitante.

 

—¿Y qué es lo que le ocurre que no puede tratarse en el propio hospital? —cuestionó entretenido Sasuke escuchando las improvisadas mentiras de su prometida.

 

—Gonorrea.

 

El rostro estupefacto de ambos jóvenes recayó súbitamente sobre la chica. En el de Sasuke animado con una divertida sonrisa. En el de Naruto con una gruesa e indignada vena palpitando sobre su sien.

 

¿No había otra enfermedad más comprometida que esa? podía leer Sakura sobre el rostro del detective sin esfuerzo. A su silenciosa respuesta la muchacha se mordió el labio inferior con pesar, pidiendo una muda disculpa.

 

—Así que gonorrea…

 

Un tic parpadeó ligeramente sobre el ojo izquierdo de Naruto. ¿Había notado claramente un tono de burla en la voz del bastardo, o era su impresión? 

 

—¿Y la receta? —prosiguió Sasuke—. No veo que le hayas hecho ninguna receta médica de tratamiento.

 

—¡Ahh! La receta, por supuesto —apresuró a rebatir efusivamente Sakura—. Ahora mismo se la iba a entregar…

 

Con pasos inseguros Sakura dio media vuelta, perdiéndose a lo largo del pasillo hacia el despacho interior de la casa, donde guardaba su talonario de recibos médicos.

 

Sólo cuando ambos tuvieron la seguridad de que ella no los escuchaba, dejaron caer las falsas apariencias.

 

—Dame esa maldita carpeta.

 

Sasuke se abalanzó violento sobre Naruto, quien previniendo sus movimientos, forcejeó ocultando las fotografías a su espalda, fuera de su alcance.

 

—No hay que ponerse violento, Sasuke —siseó el rubio marrullero, interponiendo un brazo entre ellos para alejarlo—. Ante la ley esto se podría denunciar como agresión y robo con violencia.

 

—Dámelas —susurró hosco acercando su rostro amenazante hacia el detective, tanto que sus narices se chocaron.

 

—Ni hablar. No son para ti. De verdad, aún no me explico cómo tu prometida puede estar interesada en alguien como tú. Yo intento apreciarte, pero tú no me dejas.

 

—¿Acaso no ha sido de tu agrado mi último regalo? —inquirió, haciendo referencia a la instantánea de Gaara—. No me importaría realizarle una visita a tu amigo.

 

Naruto apretó los dientes tan fuerte que su mandíbula crujió. De nuevo volvía a amenazar con visitar a personas inocentes. Sasuke resultaba ser una persona despreciable y sin escrúpulos.

 

Y lo que Naruto menos quería en aquel momento de su vida era volver a encontrarse con Gaara, para bien o para mal. No tenía ni idea de si Sasuke había indagado demasiado en la relación que compartió con el pelirrojo en el pasado, pero si conocía el final, podía hacerse una idea de por qué no quería enfrentarlo de nuevo.

 

—Hagamos un trato —propuso el rubio recomponiendo su serenidad—. Yo me deshago de estas fotografías y tú no vuelves a inmiscuirte en mi vida ni en la de mis amigos, jamás.

 

Un gorgorito parecido al de una risa brotó de la garganta del moreno.

 

—¿Crees que soy tan estúpido como para creer que te desharás de ellas y no intentarás chantajearme en un futuro? —cuestionó frunciendo enérgico el entrecejo, haciendo ademán de continuar con el forcejeo en un intento por conseguirlas—. Dámelas, es mi última palabra.

 

—Opciones, Sasuke. Te voy a dar dos. Primera, dejas en paz a Gaara y yo me deshago de las dichosas fotografías. O segunda, las entrego y desatas el caos —replicó el rubio con la misma seguridad—. Esa es la última palabra.

 

El sonido de pasos acercándose hacia el salón captó la atención de los dos jóvenes. Si no se apartaban, Sakura acabaría descubriéndolos enzarzados en medio de la riña.

 

—Te estás quedando sin tiempo, Sasuke —presionó Naruto sin moverse un ápice de su posición—. ¿Qué decides?

 

—Vete al infierno.

 

Viéndose acorralado ante una decisión no satisfactoria, hizo un último y rápido intento por arrebatarle el dossier de sus manos y Naruto retrocedió atropelladamente chocando contra la pared.

 

Y entonces ocurrió.

 

El intento de robo se detuvo abruptamente, dejándolos paralizados y con los ojos en órbita cuando sus cuerpos chocaron, y cuando sus bocas se encontraron de forma accidental.

 

Una boca, y unos labios que jamás creyó tan cálidos y mullidos.

 

—Aquí está.

 

Naruto acertó a dar un contundente empujón a Sasuke antes de que la joven entrara en el recibidor, sin llegar a descubrirlos.

 

—La receta —informó la joven médico jugueteando en el aire con el papel—. ¿Ocurre algo? —preguntó dudosa al visualizar la extraña reacción envarada de ambos hombres, quien trataban desesperadamente de ocultar el furioso sonrojo sobre sus mejillas.

 

—¡Claro que no! Aquí no ocurre nada, ttebayo.

 

Con apresurados movimientos, el rubio le arrebató bruscamente la receta médica de las manos de la muchacha.

 

—Te… te lo agradezco de veras, Sakura. Digo, doctora. Yo… yo… —desvió fugazmente la mirada hacia el moreno y su sonrojo se acentuó—, me tengo que ir.

 

Se dirigió a toda prisa hacia la puerta y sin querer echar la vista atrás, se apresuró a salir de la vivienda como alma que lleva el diablo.

 

—¿Sasuke-kun?

 

La suave voz de su prometida lo sacó de su letargo y tras parpadear varias veces regresando de donde quieran que le hubiesen llevado sus pensamientos, giró el rostro brusco hacia ella, sin lograr disipar por completo un leve matiz de perplejidad.

 

—¿Te encuentras bien? Pareces… no pareces tú —acertó a decir.

 

Como respuesta sólo recibió un ligero cabeceo afirmativo y una clara evasiva. Sin pronunciar ni un triste gruñido, el moreno cerró la mano alrededor del asa del maletín, desapareciendo de igual forma de la vivienda.

 

—¡Espera un momento! —lo frenó la joven reteniéndolo del antebrazo.

 

—Sakura, llego tarde —gruñó más arisco de lo que pretendía.

 

—Sí, lo siento. Es solo que… últimamente te he notado un poco distante. Y había pensado que tal vez… nosotros podríamos hablarlo, si tienes algo que decirme, sabes que puedes confiar en mí.

 

—Hn.

 

—Y también quería que fuéramos juntos a un sitio del que me han hablado maravillas.

 

El moreno suspiró con sufrida paciencia, encarando finalmente a su prometida.

 

—¿A dónde? —preguntó con desgana viendo que no se libraría de esa conversación hasta que no tocara su fin.

 

—A un consejero matrimonial.

 

Sasuke enmudeció, convencido de que aquella nueva y disparatada ocurrencia tenía algo que ver con el rubio idiota. Como la idea de meter un gato en su casa.

 

Y durante unos segundos inciertos, se replanteó seriamente los pros y los contras de contarle él mismo a su prometida toda la verdad, con tal de evitar más situaciones innecesarias como aquella.

 

 

—3—

 

 

Con gesto malhumorado Naruto abrió las puertas acristaladas, cruzando el recibidor del gabinete con la extraña corazonada de que a pesar de haber sufrido un día nefasto, todavía podía ir a peor.

 

Hinata, sentada tras el recibidor, le hizo unas tímidas señas alzando las notas de llamadas telefónicas que había recibido en su ausencia.

 

—Ji… Jiraiya-sama ha preguntado por ti —le informó insegura—. Qui… quiere que vayas a su despacho.

 

Y no se había equivocado, el día iba aún podía ir a peor.

 

—Y no te habrá dicho lo que quiere ese viejo pervertido, ¿verdad? —cuestionó haciendo un repaso mental de lo que podía querer su jefe de él.

 

La joven negó inclinando el rostro con turbación.

 

—Solo me ha dicho que te avisara en cuanto entraras en la oficina.

 

El rubio asintió, y con pasos desanimados se encaminó hacia el despacho del viejo. No llamó a la puerta, ni siquiera vaciló al girar el pomo. Lo que provocó que la persona en su interior diera un respingo, junto a un reniego.

 

—¡Maldito mocoso! ¿Cuántas veces te he dicho que toques a la puerta antes de entrar? —gritó Jiraiya al tiempo que golpeaba compulsivamente el teclado de su computadora intentando cerrar en vano las diversas páginas que revelaban imágenes y sonidos de lo más obscenos.

 

¡Así! ¡Dame fuerte! Hashiramaaa…

 

Una gruesa gota cruzó lentamente por la sien del rubio.

 

—Si te centraras en tu trabajo y dejaras de ver películas indecentes en internet no tendrías de qué avergonzarte, viejo pervertido —recriminó.

 

Jiraiya tosió intencionadamente tras su mano, haciendo oídos sordos al último comentario. Solo cuando consiguió anular por fin el dichoso sonido, accedió a levantar la vista hacia su discípulo.

 

—Mira, chico. Estoy a punto de jubilarme. ¿No pretenderás que me vaya al otro mundo sin haber descubierto todos los grandes placeres de la vida?

 

—Llevas repitiendo la misma frase durante los dos últimos años, y no veo que tengas la más mínima intención de jubilarte.

 

—Bueno. Es un paso importante que no hay que tomarse a la ligera —replicó alzándose, y rodeándolo el escritorio hasta quedar apoyado en el borde.

 

Naruto mantenía una relación con su jefe, que sin lugar a dudas, iba más allá de la amistad. Más bien discurría entre la relación que podían tener un padre con su hijo, o por edades, un abuelo con su nieto. Y no era para menos. Jiraiya fue el único que quiso hacerse cargo de él y enseñarle una profesión de futuro cuando aun siendo un bebé, quedó huérfano de padres.

 

—¿Para qué querías verme?

 

—¿Leíste el caso que te di hace tres días?

 

Maldición. Lo había olvidado por completo. El bastardo de Sasuke lo había mantenido lo suficientemente ocupado como para no poder centrarse por completo en su trabajo. Y ahora de repente le llegaba a la memoria dónde había colocado el nuevo dossier que le entregó Hinata, justo encima de su escritorio, donde continuaba acumulando polvo.

 

—Lo suponía —indagó Jiraiya, reconociendo en su rostro un claro gesto de evasiva—. Haz el favor de tomarte las cosas con seriedad, Naruto. El trabajo no es ningún juego.

 

—No estoy jugando. Lo leeré esta misma noche, te lo prometo.

 

—Bien. Pero antes de que lo hagas me gustaría ponerte en antecedentes. Entre los diversos documentos que recoge el dossier, se encuentra un informe policial que apunta el suicidio de un hombre. Pero mi cliente, familiar de la victima, asegura que fue un asesinato. Todavía no se han encontrado ningún tipo de pruebas acusatorias que puedan llevarnos al asesino. Por eso quiero que te encargues de investigar el entorno de la víctima.

 

Los ojos de Naruto brillaron con ilusión.

 

Un homicidio. Por fin le daban un caso importante, uno en el que poder emplearse a fondo y desenmascarar criminales. Quizás finalmente el día no iba a acabar de mala manera.

 

—Me pondré con ello enseguida.

 

Se dispuso a salir del despacho cuando Jiraiya lo volvió a frenar.

 

—Por cierto, ¿terminaste con el otro caso? —cuestionó despreocupado volviendo a su silla—. El de Sakura, la discípula de Tsunade —le recordó.

 

—Ohh, sí. Ya está… completamente cerrado —improvisó.

 

—Bien, me parece perfecto —el viejo sonrió con astucia—. En ese caso estoy seguro de que podrás explicarme por qué no hemos cobrado todavía.

 

Naruto nunca había sido partidario de la mentira, pero no le quedaba más opción que continuar con la farsa si quería terminar con todo ese asunto de una vez por todas.

 

—No me pareció buena idea. Ten en cuenta que esa joven es íntima amiga de la vieja Tsunade. Solo Dios sabe lo que obaa-chan es capaz de hacerte en represalia si osas cobrarle un solo yen.

 

Jiraiya rió por lo bajo.

 

—Ya entiendo, pillín. Te lo has cobrado en carne con tu clienta, ehh… —Jiraiya alzó el rostro melancólico—. Me recuerdas tanto a mis tiempos jóvenes de pasión desenfrenada, carnes tiernas y ejercicio pélvico. Pero eso no justifica que la empresa pierda dinero a tu costa. A final de mes te lo descontaré de tu nómina, ¿te ha quedado claro?

 

Naruto cabeceó conforme.

 

Prefería no cobrar a que supiera la verdad.

 

Salió del despacho, pasando nuevamente por recepción hacia su oficina, divisando a Sai apoyado sobre el mostrador intimidando de nuevo a la pobre Hinata con sus inoportunas preguntas.

 

—¿Seguro que no te lo has imaginado nunca?

 

—Sai-kun, una muchacha decente no se imagina esas cosas.

 

—No sé por qué no, es una fantasía como cualquier otra…

 

No quiso escuchar más. No tenía ánimos ni para reprender a Sai por su conducta. Con paso acelerado, Naruto entró en su despacho, se quitó la chaqueta que colgó sobre el respaldo de la silla, y se dejó caer sobre la misma en busca de un resquicio de tranquilidad.

 

Se encontraba mentalmente agotado. No solo no había conseguido entregarle las fotografías a Sakura, sino que encima el bastardo había aparecido en la escena en el momento más inoportuno. Como de costumbre, lidiar con Sasuke no había resultado nada fácil, y para colmo después de su pequeña reyerta había ocurrido… eso.

 

Notó como el calor volvía a acudir a sus mejillas y el corazón bombeaba acelerado sobre su pecho. De forma instintiva, se llevó una mano a los labios, rozándolos con suavidad, recordando el calor y la intensidad con la que sus bocas se habían unido en el beso.

 

Le había pillado por sorpresa, no había previsto que ocurriera algo así, y mucho menos que le sacudiera aquel desconcertante sentimiento de anhelo.

 

Los labios de Sasuke eran cálidos, suaves, sugestivos…

 

Con movimientos bruscos se frotó el antebrazo contra los labios intentando en vano eliminar el agradable recuerdo que el contacto le producía, tan concentrado en su labor que no se percató del dossier en disputa. Y dedicándole una última mirada desdeñosa, lo lanzó a la papelera.

 

Fin de la historia.

 

No quería saber absolutamente nada más de aquel bastardo. La única cosa que realmente le importaba era que el moreno cumpliera con su trato de no localizar a Gaara. Después de eso, ambos podrían continuar con sus vidas sin tener que cruzar sus caminos de nuevo.

 

—¿Te vienes a dar una vuelta?

 

Naruto dio un respingo al escuchar la voz de Sai desde el quicio de la puerta.

 

—¿Qué?

 

—Te pregunto si quieres que vayamos a dar una vuelta por el barrio de Akatsuki —repitió—. Han abierto un local nuevo al que quiero ir.

 

Naruto inclinó la cabeza, masajeándose encarecidamente la nuca. Seguro que Sai hablaba de otro bar mugriento y oscuro como los que solía frecuentar. El barrio de Akatsuki siempre se había caracterizado por sus locales nocturnos y de reputación dudosa, la mayoría frecuentada por homosexuales promiscuos sedientos de sexo… y dinero. Un entorno apropiado para liberar estrés, tomarse unas copas y alegrarse la vista con el personal. Sí, la verdad es que no le vendría nada mal despejarse un poco y olvidar cosas indeseables.

 

—Está bien, Sai. Pero si voy contigo olvídate de hacer cosas que denigren a los presentes, a ti mismo y a toda la raza humana.

 

Aún recordaba como si fuera ayer dónde les llevó la indiscreta actitud del moreno.

 

—Pero…

 

—No —apresuró a negar Naruto alzando un dedo acusador—. No quiero saber nada sobre braguetas bien equipadas.

 

Con decisión se levantó de la silla colocándose de nuevo la chaqueta. Cuando iba a seguir los pasos de su compañero, su atención volvió a recaer sobre la papelera, desde donde sobresalía el sobre marrón que él mismo había depositado en el interior. Lo contempló dudoso unos segundos, antes de decidirse a cogerlo y guardarlo bajo llave en su cajonera.

 

Solo por si acaso…

 

—¿Has terminado ya con el caso de infidelidad? —le preguntó el moreno colocándose a su altura hacia la salida.


—Sí.

 

—¿Y te has acostado con ella?

 

—No.

 

—¿Con su hermana? ¿Con su novio?

 

Naruto comenzaba a arrepentirse de haber aceptado la propuesta de dar una vuelta con Sai.

 

—No me he acostado con nadie —resopló paciente.

 

—¿Cuánto hace que no tienes relaciones sexuales?

 

Naruto se detuvo bruscamente obligando también a frenar por inercia a su compañero.

 

—¿Qué pasa? ¿Ahora te da vergüenza contármelo?

 

El rubio parpadeó dubitativo.

 

—No. Es que estoy intentando acordarme…


Continuará…

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).